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La lógica y las razones de Jordi Pujol i Soley

Fuentes: Rebelión

Para Josep Maria Grèbol. En agradecimiento de su generosidad y compromiso en tiempos muy difíciles   Jordi Pujol i Soley [JPS], ex presidente de Banca Catalana [1], ex president de la Generalitat de Catalunya durante más de dos décadas, publicó el pasado 16 de agosto un artículo en La Vanguardia con el título «Tiene toda […]

Para Josep Maria Grèbol. En agradecimiento de su generosidad y compromiso en tiempos muy difíciles

 

Jordi Pujol i Soley [JPS], ex presidente de Banca Catalana [1], ex president de la Generalitat de Catalunya durante más de dos décadas, publicó el pasado 16 de agosto un artículo en La Vanguardia con el título «Tiene toda la lógica» [2]. Algunos comentarios sobre esa lógica y las razones esgrimidas en su escrito:

Catalunya -señala JPiS- «puede decir que ha actuado en el marco español con lealtad, con convicción y a menudo con eficacia». No soy capaz de juzgar la eficacia de la actuación pero la lealtad, en numerosos casos, ha sido más que discutible y la convicción señalada más que mermada.

Pero es asunto marginal ahora: supongamos, aunque no admitamos todos los nudos, que ha sido así.

Algunos ciudadanos, señala el actual presidente de honor de CDC, dicen que hay que reparar la ruptura. Pero, en su opinión, «no llega ninguna propuesta, ni que sea modesta». Aquí, JPiS está mal informado (o no quiere estar informado). Los ejemplos de todos conocidos falsan su conjetura. No hablo sólo de organizaciones políticas de marco estrictamente catalán sino también de fuerzas políticas «españolas» (que no españolistas). Izquierda Unida, Izquierda Anticapitalista, la coalición gallega de izquierdas, son tres ejemplos. No son los únicos desde luego. Sus propuestas no son modestas precisamente, ni mucho menos.

De ahí la posición de fondo del ex president: «Tiene toda la lógica lo que está pasando en la relación entre Catalunya y España». JPiS escribe «España» en lugar del resto de España. Es la forma usual de expresión nacionalista. Sea así. Empero, sin entrar en más detalles, es una forma incorrecta de pensar y decir: España es una nación de naciones y, si excluimos de ese todo la nación «Catalunya», deberíamos operar del mismo modo cuanto menos en los casos de Euskadi y Galicia

Ahora la situación, la «lógica» escribe el ex president con expresión mejorable, es «muy mala». ¿Qué ha pasado? En su opinión: «durante el siglo XX una característica definitoria capital de la sociedad y la política de Catalunya fue un catalanismo potente, un nacionalismo de clara mayoría no separatista». Cita algunos nombres: «Almirall, Maragall, Prat de la Riba, Cambó, Seguí, Campalans, Cardó, Vidal i Barraquer, Companys, Comorera». Sólo durante uno años Macià representó una excepción. Pero de Macià, matiza correctamente el ex president, fue también la consigna, en 1933, de «tenemos que salvar la República», la II República española por supuesto.

En las primeras décadas del siglo XX de la historia de Cataluña, a las que parece referirse el expresident en el paso anterior, hubieron más cosas, no sólo catalanismo potente. Recordemos la semana trágica por ejemplo y los apoyos sociales a la dictadura del general Primo de Rivera. Tampoco es el punto ahora. Lo importante es que esa visión del «catalanismo potente» presentada por JPiS, que en ningún caso implicaba «anti-españolismo» de raíz, incluye a Joan Comorera, el que fuera secretario general del PSUC, y también, lógicamente desde su perspectiva, a una figura tan democráticamente discutible como Cambó. Todo eso está en su concepción (nacionalista) del mundo y de la historia más o menos reciente.

Hay después cuarenta años de dictadura franquista, señala JPiS. Eso es aparte pero no del todo. ¿Por qué? Porque existe una línea de continuidad. «Porque la recuperación que después de la guerra se va produciendo en Catalunya -en todos los ámbitos- no rompe la línea mayoritaria del nacionalismo catalán hasta la Guerra Civil». Pujol cita los nombres de Espriu, Vicens Vives y Tarradellas, al conjunto de fuerzas políticas catalanas de la clandestinidad y a la Assemblea de Catalunya. Todo ello es prueba, en su opinión, de «la acción colectiva de Catalunya desde 1960, sobre todo desde la transición». Añade: «en todos los campos y desde todo tipo de sectores.»

Sin ocultar algunas diferencias que no cito, aquí, cuanto menos, hay dos reconocimientos que deben señalarse: al decisivo papel del PSUC, el partido de los comunistas catalanes (y no sólo del PSUC por otra parte) en la lucha por las libertades nacionales catalanas, y el papel más que positivo en la recuperación de esas libertades, y de la lengua y la cultura catalanas, de los y las trabajadoras de otros orígenes geográficos españoles -andaluces, extremeños, murcianos, aragoneses, gallegos, etc- que se vieron forzados a emigrar a Cataluña y de cuya explotación no siempre muy humana y humanista, JPiS no me seguirá en este punto probablemente, se beneficiaron fuertemente determinados sectores sociales, magníficamente instalados, de la sociedad catalana.

JPiS se olvida -o acaso no puede detenerse en ello en un artículo periodístico- de otro nudo esencial: de la simpatía, del compromiso, de la solidaridad, de la ayuda política, del combate (también era su causa) de numerosos ciudadanos del resto de España en aquel nudo. No sesgo mi mirada si pongo el acento en ciudadanas/os comprometidas en organizaciones de orientación comunista (y nacionalista en otros casos desde luego) que hicieron el combare por las libertades nacionales su propio combate.

Pero ahora, prosigue el ex president, es de aceptación general que «se han roto los puentes». ¿No hay intentos de reconstruirlos con mimo y mayor cuidado? A mi me parece más que evidente que este es el caso. No, en cambio, a Jordi Pujol. En su opinión: «Hasta que haya un referéndum o una consulta no sabremos el grado y la intensidad de esta ruptura. Pero ahora mismo la ruptura es un hecho». Dejando aparte si la formulación «ahora mismo la ruptura es un hecho» es una descripción razonable o una expresión valorativa que abona las propias finalidades, JPiS habla de referéndum o de consulta (no sé si como términos sinónimos políticamente) de cara a conocer la intensidad de la ruptura de las relaciones, por decirlo con su lenguaje, Cataluña-España.

Hasta aquí no se habla de independencia sino, si acaso, de ejercicio del derecho de autodeterminación sabiendo, como JPiS sabe con toda seguridad, que esos puentes quebrados o parcialmente quebrados no se han roto por casualidad y que en la tarea han contribuido, por supuesto, fuerzas y ciudadanos ubicados más allá del Ebro pero también en este lado del Ebro, el río que pasa por la central nuclear de Garoña (un nudo, el atómico, del que no suelen hablar en demasía las fuerzas dirigentes catalanas, su partido incluido y él mismo no excluido. No es el momento de entrar en materia pero el vértice nuclear no es marginal en ningún proyecto de emancipación social).

Se podría decir, JPiS lo dice de hecho (sus posiciones están expresadas con suma prudencia, asunto que, sin duda, es muy de agradecer), «que en Catalunya el estado de ánimo y los posicionamientos se han endurecido considerablemente. Pero la historia ya mencionada del nacionalismo catalán de todo el siglo XX y hasta hace cuatro días deja claro que no era este su propósito». No estoy seguro que JPiS razone con suficiente corrección en este paso: ¿no hay de verdad en el seno de las varias organizaciones del nacionalismo catalán gentes que abren botellas de cava y beben ron no-cubano cada vez que los hooligangs nacionalistas españoles meten la pata, agreden sin son y con mucho ton, airean bicolores neofranquistas e insultan con desprecio? ¿No admitiría JPiS que para algunos (y no pocos) nacionalistas catalanes la palabra «España», sin más matices ni consideraciones, equivale a país de «rancios bárbaros fachosos», dicho todo ello con exquisita dicción neoliberal, no como los niños andaluces y gallegos que, según creencia de don Artur Mas, hablan castellano y no se les entiende?

La más reciente evolución de la actitud española desde 1975, JPiS no concreta a que se está refiriendo (acaso a la sentencia del Constitucional) «hasta ahora también deja claro que la actitud de España hacia Catalunya, que pareció más favorable y más ecuánime, no respondía a una voluntad de encaje positivo, de buena colaboración y de respeto». En su opinión: «o fue un engaño o un espejismo o una muy fugaz y esporádica ilusión». Una vez superado todo lo anterior, y en muy poco tiempo, se ha vuelto a la España de siempre. ¿Qué España de siempre? «La que no entendió ni quiso entender a Almirall, Maragall, Cambó, Pallach, Espriu, Trias Fargas, Ernest Lluch».

No está claro, en absoluto, que la España de la que habla JPiS englobe a la totalidad del resto de España a la que parece hacer referencia. ¿No hay voluntad de encaje positivo, de buena colaboración y de respeto en millones y millones de ciudadanos/as no catalanes que admiran la cultura catalana (Espriu, Foix, Dalí, Brossa, Tàpies, Carreras, Caballé, Barral, Bil de Biedma, Goytisolo, Mendoza, Pou, etc etc) y aman y/o respetan a sus ciudadanos (entre otras razones, porque son sus familiares, sus amigos, sus compañeros, sus colegas, sus camaradas de rebeldía e indignación)? ¿JPiS no conoce la existencia de personas castellanas de Burgos, Valladolid, Cádiz, Huesca o Toledo que hablan o estudian catalán, que están hasta el moño del uniformismo españolista, que desearían que el Estado en su conjunto fuera pluranacional y plurilingüístico, ciudadanos que han luchado y sigue luchando por una convivencia fraternal entre los pueblos de Sefarad? ¿De verdad que desconoce la existencia de esas personas? ¡Son millones!

Por lo demás, ¿qué es eso de la España de siempre? ¿Qué fantasma se airea con esa expresión? ¿Se está hablando de la España que luchó, con los ciudadanos catalanes antifascistas (que no fueron todos), contra el fascismo español-catalán e internacional durante la II República? ¿Esa es también la España de siempre? ¿La de Machado, la de García Lorca, la de Miguel Hernández, la de Castelao, la de Ibárruri? ¿Esa España, sus ciudadanos, no quisieron entender a Ernest Lluch? ¿De verdad? A Cambó probablemente (el que suscribe tampoco consigue entenderle), pero ¿no quisieron entender a Espriu? ¡Pero si sabían sus poemas de memoria! ¡Si escuchaban entusiasmados a Raimon cantando el «Assaig de càntic en el temple» o, en silencio sepulcral, la «Cançó del capvespre»?

Puestos a hablar de endurecimiento, prosigue JPiS, hace falta analizar el endurecimiento de la Administración española, en los procedimientos y sobre todo en los objetivos. Tan radicales, tan orientados a «acabemos de una vez» y a «que dentro de una o dos generaciones ya no se hable más de esto del catalán y del Estatuto», que matan toda esperanza». Pero, ¿de qué administración habla aquí JPiS? ¿De la del PP? ¿De la del PSOE más españolista? ¿De esa? ¿Esas son las únicas fuerzas políticas «españolas» que hay que considerar? ¿Ha oído JPiS alguna vez a algún activista de izquierda, a alguna ciudadana republicana, a alguna ciudadana demócrata, hablar de acabar con el catalán y el Estatuto? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿En qué circunstancia?

De ahí que JPiS considere «estéril el discurso de aquellos que siguen hablando de rehacer puentes». A algunos, señala el ex president, «se les tiene que agradecer la buena fe», pero, añade, «se les tiene que reclamar que analicen la realidad sin autoengaño». ¿Y si nos ponemos todos en esa misma tarea? ¿Y si intentamos entre todas y todos analizar con la máxima corrección y sin autoengaños ni sesgos fanatizados nuestras propias posiciones?

JPiS sostiene que no es previsible que a Catalunya se le haga ahora una propuesta de mínimos en los temas básicos. Los de mayor importancia, en su opinión, serían los siguientes:

1. El del autogobierno, el de la autonomía, la capacidad de asumir responsabilidades realmente importantes de cara a los ciudadanos.

2. El de los recursos financieros. Es innegable, sostiene JPiS, «que Catalunya recibe un trato financiero por parte del Estado muy discriminatorio, muy negativo». En cambio, añade, «tiene una carga social muy fuerte, entre otros motivos por la inmigración».

No entro en esto último (que hace pensar en desafortunadas afirmaciones de su entorno más próximo y que merecería más de un matiz crítico) ni tampoco en el paso siguiente: «Y el propio desarrollo económico obliga a un esfuerzo suplementario de competitividad» por la cosmovisión neoliberal que parece destilar y que el autor parece aceptar como un postulado no-discutible.

Todo lo anterior explica que Catalunya tenga un déficit fiscal en la relación con el Estado muy alto, déficit «que perjudica gravemente en un doble terreno: en el de la competitividad económica y en el social, es decir, en la atención a la gente (lo que se suele llamar el Estado de bienestar) y en la eficacia del ascensor social».

Dejó también al margen lo del ascensor social (JPiS detecta situaciones que están viviéndose en sectores sociales próximos al suyo) pero, seguramente, él debería admitir que en la situación del «Estado de bienestar» la responsabilidad de los gobiernos de la Generalitat, de los suyos en concreto, es más que evidente. Cataluña es la comunidad de la nación de naciones con menos porcentaje de inversión en educación pública y una de las comunidades donde la sanidad privada campa con ostentación, chulería y mil ayudas.

3. A propósito de la financiación, hay que hacer notar, señala, que actualmente el perjuicio mayor para Catalunya, desde el punto de vista de la financiación, no son las infraestructuras. El perjuicio grave está «en no poder pagar a los funcionarios, o los conciertos de las escuelas o de los hospitales, o el mantenimiento de las residencias de personas mayores, o los proveedores de la Administración». ¿Y en todo esto no hay ninguna responsabilidad del gobierno catalán? ¿Ninguna? ¿De verdad que JPiS tiene una creencia así?

Añade también: «o pagar el Pirmi… Todo son cosas menos espectaculares, que no se ven ni se tocan, pero decisivas si queremos evitar la pérdida de cohesión y el decaimiento del país, si queremos evitar el fracaso y el desprestigio.» Como no quiero cultivar la disidencia en esta nota, apenas comento este nudo, pero que un dirigente en activo como él hable del PIRMI sabiendo o debiendo saber el comportamiento antisocial de los gobiernos Mas en este asunto (con el ex conseller Mena como ejecutor), es un ejemplo de libro de aquello que solía apuntar el joven Marx sobre la ideología: falsa consciencia, penetrante falsa consciencia.

4. El catalanismo, señala JPiS, tiene un componente económico y también social «pero tiene otro tan importante como estos, que es el conjunto constituido por el sentimiento, la cultura y la lengua. Todo muy entrelazado». La idea bastante extendida en España de que la motivación del catalanismo es sólo o principalmente económica es del todo errónea. Lo es desde luego pero no está tan extendida como él señala. «La lengua y la cultura, y el sentido de identidad que se deriva, desempeñan un papel primordial». Sin desacuerdos.

Tanto es así, prosigue JPiS, «que ahora mismo la ley Wert es un obstáculo muy importante -como una línea roja- para cualquier posible acercamiento de posiciones». ¿Por qué? Porque es opinión muy extendida en Catalunya, señala, que «la supresión de la inmersión lingüística representa un gran peligro para el mantenimiento del catalán y de la cohesión de nuestra sociedad.» Sin ahondar en las diferencias: JPiS se refiere, significativamente, sólo a este nudo de la ley Wert (y hay otros más o tan esenciales desde luego). Más allá de eso, JPiS debería saber que en su país, en escuelas privadas de élite muy conocidas por su compañero Artur Mas, no se practica la inmersión lingüística y que la citada inmersión no es de hecho una inmersión generalizada. Mi hijo, con quien siempre he hablado en catalán, no sufrió inmersión alguna al iniciar y seguir sus estudios en una escuela pública. Sí, en cambio, los hijos o hijas de familias castellanohablantes (no sólo esas familias). ¿Es inevitable, es el único camino para defender la «cohesión social» del país y la lengua y la cultura catalanas? No puedo argumentarlo aquí, pero la respuesta es negativa. Hay otros mundos con otros procedimientos que ya están en éste.

Más allá de cualquier otra consideración, sin centrar la mirada en desacuerdos, sin ahondar en diferencias, ¿de verdad que los cuatro puntos señalados por JPiS impiden la reconstrucción de nuevos puentes fraternales? ¿Es más razonable y sensato una aventura de ruptura, de tensión y de separación entre ciudadanías próximos que un intento de diálogo y aproximación? ¿Estamos tan distantes?

Sin entrar en desigualdades sociales, en el paro estructural, en la creciente pobreza, en las agresiones a la sanidad pública de su consejero Boi Ruiz, en las apuestas tipo EuroVegas y en mil asuntos más, JPiS no dice nada, absolutamente nada, de la alargada corrupción que se extiende por Cataluña, en empresas (catalanas o no) y en la Administración. No diré apenas nada sobre ello pero es obvio que aquí la sombra española es absolutamente secundaria. No es corolario de la «marca España». El caso Millet, un ejemplo que afecta directamente a su partido, no tiene nada que ver con el déficit fiscal o con asuntos afines. Es creación propia.

Finalmente, tal como ha informado Carme Forcadell, la presidenta de ANC, Jordi Pujol i Soley asistirá a la cadena por la independencia del próximo 11 de septiembre. Lo hará en las tierras del Ebro. ¿Por qué esa apuesta dicho lo dicho?

 

Notas:

[1] El que suscribe esta nota fue «empleado» suyo durante más de 11 años.

[2] http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20130816/54379477028/tiene-toda-la-logica-jordi-pujol.html (para suscriptores).

Versión completa: http://www.caffereggio.net/2013/08/16/tiene-toda-la-logica-de-jordi-pujol-i-soley-en-la-vanguardia/

 

Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.