Traducción para Rebelión de Loles Oliván
Alaa Shehabi (AS): Soy Alaa Shehabi, de Bahréin. Soy profesora, economista y escritora. Así mismo soy esposa de un detenido político. Mi marido se llama Ghazi Farhan, un empresario totalmente apolítico.
Un mes después de que los saudíes invadieran [Bahréin], fue detenido en el aparcamiento de su oficina. Ese día, el 12 de abril, volvió a casa para almorzar y jugar con nuestro hijo, luego se dirigió de nuevo a su oficina. Ya no volví a saber de él. Me conecté a internet y leí en Twitter que habían conseguido detener a Ghazi Farhan -alguien de los servicios de inteligencia estaba twitteando sobre él, jactándose de ello. Fue un golpe muy duro. No se lo esperaba; es un tipo de persona que está al margen de todo esto. Sabe que la política es un problema en esta parte del mundo y por ello nunca se ha involucrado en la militancia.
Estoy segura de que fueron a por mi marido por su relación conmigo. Yo tengo un historial opositor muy marcado; mi padre es militante de la oposición en el Reino Unido. Yo era muy activa y nunca me he callado mis opiniones. Creo que me conocían, así que eligieron a uno de los míos. He visto las notas de su interrogatorio y en la mayoría aparezco yo. Ha sido un castigo por sustitución.
Ghazi estuvo detenido durante los cincuenta días siguientes y luego, de repente, apareció ante un tribunal militar a finales de mayo. Se le acusó de participar en las protestas. El término técnico es «participar en asamblea ilegal que integre a más de cinco personas», y también fue acusado de difundir falsas informaciones. Y luego, en cuestión de diez minutos, fue condenado a tres años de prisión. Han pasado siete meses desde que fue condenado. Ha sido un momento muy difícil para mi familia, personalmente. Pero me gustaría hacer hincapié en que en la cárcel en la que se encuentra, él es una de las, al menos, 500 personas que han sido detenidas, acusadas y condenadas por su participación o implicación en el levantamiento político.
Anjali Kamat (AK): Hay cientos de personas que han sido detenidas, incluyendo médicos, maestros, enfermeras, y reconocidos deportistas, ¿de qué se les ha acusado?
AS: Participar en una asamblea ilegal es en realidad uno de los muchos cargos que se han utilizado contra casi todos los que han sido condenados. En doce días los tribunales militares condenaron a 208 personas por un total combinado de más de 2.500 años de prisión. Fue un juicio sumario; no hubo proceso debido. La mayoría compareció sin el conocimiento de sus familias y sin presencia de abogados, y casi todos ellos fueron condenados sobre la base de confesiones falsas y testimonios secretos. Sé que mi esposo ni siquiera tuvo la oportunidad de hablar en su propio juicio. Así que ha habido una absoluta falta de justicia en todo lo que ha sucedido. El aparato del Estado en su conjunto se ha convertido en una herramienta de represión y persecución. En cuanto a los tipos de personas que han sido detenidas, usted podría compartir celda con algunos de los mejores deportistas, de los mejores profesores del país; incluso algunos de los médicos más prestigiosos pasaron por allí en un momento dado. La redada se cebó en todos los sectores sociales. Habrá oído hablar usted del caso de los veinte médicos que han sido condenados a quince años de prisión. Se emitieron las condenas como si fueran multas de estacionamiento. De hecho, una multa de estacionamiento tarda más en emitirse de lo que tardaron algunas de estas sentencias, dado que se aprobaron en dichos tribunales militares.
AK: ¿Se pueden apelar?
AS: Sí. Mi marido ha apelado ante un tribunal civil, el llamado tribunal «normal», y ni siquiera se le permitió asistir a la última sesión de su propio juicio. Así que no soy demasiado optimista. No me sorprendería que el tribunal civil confirmase las condenas. Porque son lo mismo: en el tribunal militar iban vestidos con uniformes militares; en el juicio civil se trata del mismo juicio político pero sin uniformes. En mi opinión personal, hay muy poca diferencia entre ambos.
AK: Volvamos al momento en que comenzó el levantamiento de Bahréin. Todo empezó poco después de Túnez y Egipto, a mediados de febrero. Pero a diferencia de otros levantamientos este se olvidó rápidamente fuera de la región y fue aplastado brutalmente. ¿Cuáles eran las reivindicaciones de la revuelta y que hizo salir a la gente a las calles al principio?
AS: Bien, el 14 de febrero el pueblo de Bahréin sacó a la calle a centenares de miles de personas. En un momento, creo que el 23 de febrero, se produjo la protesta más grande en la historia de Bahréin: un cuarto de la población salió a las calles para exigir mayor participación política y un sistema político democrático plenamente representativo. Reclamaban exactamente lo mismo que los pueblos del resto de Oriente Próximo y del mundo árabe: libertad, democracia y justicia social. No había diferencia alguna. Esas eran las quejas que llevaron a la gente a reunirse en la rotonda de la Perla durante casi un mes, antes de que se produjese la intervención saudí.
Los saudíes entraron a mediados de marzo y sabíamos que en el momento en que llegasen destruirían el campamento de la Plaza de la Perla en cuestión de días. Sin embargo, la gente todavía seguía, y tanto hombres como mujeres insistieron en acampar en la plaza para hacer frente a los tanques, a los cañones y las fuerzas de seguridad que iban a venir para tratar de sacarles. Vimos gente con una convicción plena y absoluta, que creía firmemente en la causa por la que luchaban. Fue increíble ver cómo la gente estaba dispuesta a aguantar. Pero entonces vimos como se les opuso una violencia y una represión totales y absolutas.
La represión no fue sólo militar. Cuando dispersaron la rotonda de la Perla, fueron por toda la zona, por todo Bahréin, y por las aldeas. Empezamos a oír hablar de casas de personas que se allanaban antes del amanecer, de gente desaparecida, de detenciones masivas y despidos generalizados. Para darle algunas estadísticas: alrededor de 1.500 personas fueron detenidas, 500 permanecen en prisión; se han registrado 43 muertes -en su mayoría asesinados por las fuerzas de seguridad- y cuatro o cinco muertos en custodia debido a la tortura. Tres mil personas fueron despedidas de sus puestos de trabajo y acusadas de participar en las protestas. Hay cientos de personas en el exilio que tuvieron que abandonar el país porque temían por su seguridad y decenas de personas que aún están desaparecidas o escondidas, algunas llevan una vida clandestina en Bahréin porque saben que las fuerzas de seguridad les están buscando.
Así que fue un período sumamente difícil. Hemos visto que se han producido graves violaciones de derechos humanos. Hemos visto cómo se generalizaba la tortura sistemática, mi marido es una de las víctimas. He sido testigo de ello -he visto las cicatrices en su cuello y en la espalda, y él cuenta lo que le sucedió durante los interrogatorios cuando estaba en prisión. Me ha contado lo que sucedía a los prisioneros que estaban con él. Hay historias terribles de personas que han perdido sus ojos y que tienen el cuerpo cubierto de perdigones, un arma utilizada por las fuerzas de seguridad cuando atacaban a los manifestantes. Se disparan de manera indiscriminada contra la gente; se utilizan generalmente para matar animales.
AK: ¿Puede resumir las principales reivindicaciones de la oposición en Bahréin? Usted ha hablado de algunas similitudes con otros levantamientos árabes, ¿cuáles fueron las exigencias específicas de Bahréin?, ¿por qué una nueva Constitución?, y ¿cuáles son los quejas históricas contra la monarquía?
AS: Bien, en Bahréin la existencia de un movimiento por la democracia constitucional data de hace mucho tiempo, se extiende por lo menos a la década de 1950. En los años cincuenta y sesenta adquirió tintes anti-coloniales que reclamaban la salida de los británicos de Bahréin. En los años setenta fue más un movimiento de corte nacionalista árabe, y en los años ochenta y noventa dio un giro más bien hacia el islamismo. Pero siempre ha estado muy arraigado en esa idea de que es imprescindible un contrato entre el pueblo y el gobernante. Por eso, cuando los británicos se marcharon se estableció una Constitución en 1972. No era perfecta, pero Bahréin funcionó con esa Constitución y tuvo sus primeras elecciones parlamentarias en 1973. En 1975 se disolvió el Parlamento y se suspendió la Constitución; y entonces comenzó un movimiento constitucional que duró unos veinticinco años que reclamaba el retorno a la vida constitucional. Casi en cada década se ha producido un levantamiento hasta llegar al actual. En 1998, el nuevo rey inició las denominadas reformas pero no fueron suficientes y no satisficieron las expectativas y deseos de representación.
De manera que las quejas del levantamiento de este año están muy vinculadas a una larga lucha por la libertad y la democracia. Si usted habla hoy en día con cualquiera en la calle de Bahréin, todo el mundo sabe qué es una constitución y por qué quieren una. Así que el 14 de febrero, una de las principales reivindicaciones fue una nueva Constitución, una que establezca «un hombre, un voto», donde no importe de qué secta seas, qué carrera tengas, cuál sea tu color, o qué religión profeses. Un nuevo sistema parlamentario en el que tu voto valga lo mismo seas hombre o mujer. Y el la que el Parlamento ostente el poder legislativo. Tiene que ser capaz de hacer algo, a diferencia de nuestro actual Parlamento sin dientes que en realidad no puede poner en marcha legislación alguna porque una asamblea designada a dedo puede anular sus poderes en cualquier momento. Así que la gente quiere un Parlamento democrático plenamente representativo. La historia de esta reivindicación no se ha modificado en los últimos cincuenta años.
AK: Uno de los mayores puntos de controversia ha sido la composición de las fuerzas de seguridad. Explique la distribución de la población en el Bahréin de hoy en día y por qué la composición de las fuerzas de seguridad se considera como una cuestión sectaria.
AS: En general, la vigilancia de la comunidad en Bahréin es un vestigio de la época colonial, cuando Bahréin era un protectorado británico. Desde entonces, la fuerza policial ha sido importada, de manera que la mayor parte [de sus efectivos] son personal traído desde el subcontinente asiático. En los último diez años hemos visto como se ha mantenido y se ha intensificado cada vez más esa política. La oposición los llama mercenarios porque se les paga por sus servicios a las fuerzas de seguridad, y hoy en día proceden de una variedad de países y orígenes étnicos: Pakistán, Jordania, Yemen y Siria. Se les paga para servir a las fuerzas de seguridad, y muchos de ellos -si no la mayoría- acaban teniendo pasaporte bahreiní porque se han naturalizado. Así que esta cuestión de la naturalización política, dado que ha aumentado en los últimos diez años, ha sido uno de los temas clave de discusión política. A la gente le cabrea mucho estar vigilados por extranjeros. El policía que se ve en las calles no es un policía de Bahréin. Recientemente, el ministro de Interior defendió esta política durante una entrevista televisiva. No negó que existiera tal política y dijo que la necesitamos porque somos una isla pequeña y no podemos tener a bahreiníes vigilando a bahreiníes. De hecho, llegó al extremo de defender esa politica.
Esa ha sido la razón por la cual las tensiones han sido tan altas y de por qué las personas han centrado el movimiento en intentar volver a hacer suyo su lugar en el país. La mayoría de los ciudadanos de Bahréin presienten que están invadidos por extranjeros que tienen más derechos que ellos. El ejército puede de hecho reclutar extranjeros mientras se practica una activa política de exclusión de la comunidad mayoritaria chií. El sectarismo ha sido una política de Estado que divide al pueblo. Es esta la brecha que existe entre la élite gobernante y el pueblo. Al vigilarle con esa minoría, la división y el miedo al otro siempre puede perpetuarse. Le hace sentir a uno en un estado permanente de ataque contra la propia existencia en el propio país.
AK: Bahréin se considera un importante aliado de Estados Unidos: la Quinta Flota está estacionada en Bahréin. Se trata de un pequeño pero importante aliado. ¿Cuál es la sensación entre los ciudadanos de Bahréin hacia Estados Unidos y lo que muchos perciben como su silencio sobre la represión de los manifestantes bahreiníes?
AS: Desde el interior, la gente siempre ha señalado la complicidad de Estados Unidos, si no con una intervención activa, al menos con su silencio ante las graves y muy evidentes violaciones de derechos humanos. Si no querían impulsar la reforma democrática al menos podrían haber presionado para detener la represión que se practica cotidianamente. Están ahí, la base está ahí, vemos a los estadounidenses caminando por la calle, y sin embargo no hemos visto que hayan adoptado ninguna medida punitiva contra el régimen de Bahréin durante este período. De hecho, nos quedamos muy sorprendidos al saber que hay previsto un acuerdo de [venta de] armas que sigue adelante. Así que los estadounidenses lo ven en términos de negocios, como siempre. Van a seguir armando el régimen de Bahréin a pesar de que sabemos que las tropas de Arabia Saudí que entraron en Bahréin utilizando armamento estadounidense. Así que se ha establecido un precedente muy claro en los Estados del Golfo de no dudar en utilizar ese armamento contra sus propios pueblos. Y no hay garantía de que no vayan a volver a usarlo o de que no lo usen más.
En los pueblos, si uno va a un pueblo de Bahréin, hay protestas cada noche. La revolución no ha terminado. Este es otro mito sobre que la revolución árabe ha sido aplastada y que ya no existe. No; hay protestas en todo el país, en todos los pueblos, casi cada noche. Se producen enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes y hay un uso excesivo de gases lacrimógenos. Casi todas las casas tienen un par de botes, o balas de goma. Yo misma tengo algunos recuerdos en casa también, y todos están fabricados en Estados Unidos. Así que no creemos que Estados Unidos haya ayudado al pueblo de Bahréin en su reclamación de reforma democrática: siguen armando el régimen de Bahréin y guardando silencio sobre sus abusos. Alguien dijo que Barack Obama tiene que adjuntar una copia arrugada de su discurso sobre la Primavera Árabe de mayo 2011 la próxima vez que envíe armas al régimen de Bahréin. No hay ejemplo más marcado del doble rasero que la política estadounidense hacia Bahréin en comparación con otros países de Oriente Próximo. Estados Unidos nos tiene que demostrar: que pone sus ideales por encima de sus intereses, que defiende las reivindicaciones legítimas del pueblo de Bahréin que reclaman reforma y democracia, y el fin inmediato de las violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen de Bahréin.
AK: Hay una comisión internacional independiente operando en Bahréin en este momento que se supone que elaborará un informe sobre la violencia y las detenciones que han tenido lugar durante los últimos meses. ¿Qué espera que produzca la comisión y qué opina de su independencia?
AS: He tenido una experiencia directa y una relación con esta «comisión de la verdad»; se trata de otra idea de Estados Unidos para intentar que Bahréin salga del borde del abismo. Yo no necesito que una comisión de la verdad me diga lo qué pasó con mi marido; lo hemos visto de primera mano y no necesitamos a nadie de fuera que venga a decirnos lo que ha sucedido al pueblo de Bahréin. Lo hemos experimentado, lo hemos visto en todo el país, no necesitamos que lo verifiquen. En todo caso, la prueba clave de esta comisión será hasta qué punto pida responsabilidades al régimen; ¿cómo puede designarse una comisión en la que sus miembros han sido nombrados a dedo y pagados por el rey?, ¿cómo puede la parte acusadora señalar a alguien que le va a incriminar? Sería ilógico e irracional que lo hiciera. Por lo tanto, lo menos que se prevé es que exculpe a los más altos cargos de la autoridad de la responsabilidad por las violaciones que se han producido.
Esperábamos que se hiciera justicia. La justicia no es únicamente decir esto es lo que pasó. Significa que la gente que lo hizo tendrá que rendir cuentas y será castigada por lo que hicieron. Sé que son reconocidos expertos en Derecho internacional; he hablado con ellos personalmente. Le pregunté al Sr. Cherif Bassuni: «¿Quién es responsable de la detención y la tortura contra mi esposo?» No me bastará -después de haber visto numerosos casos de tortura generalizada, miles de casos que han sucedido en todo el país- con que me digan que se debió a agentes de policía que actuaron de manera irresponsable y poco profesional en su trato con los manifestantes. Después de oír relatos muy consistentes una y otra vez, de las redadas nocturnas irrumpiendo en las casas, aterrorizando a miembros de la familia, de las palizas con porras de goma en las celdas de la cárcel, en casi en todas las comisarías de policía de Bahréin, una comienza a pensar que no se trata de una coincidencia. Esto no es el resultado de uno o dos agentes de policía. Se trata de tortura sistemática y generalizada. A menos que este informe documente este hecho y diga que estos incidentes equivalen a violaciones muy graves de los derechos humanos -que en virtud del Derecho internacional constituyen crímenes contra la humanidad- habrá mucho que decir acerca de la independencia de esta comisión.
Creo poder hablar en nombre de la mayoría cuando digo que los bahreiníes son muy escépticos sobre las conclusiones de la comisión. Esperamos que se haga justicia, que los altos cargos responsables sean al menos incriminados y no exonerados. No necesitamos un escudo político para el régimen después de lo que ha hecho. La justicia aquí tiene que ver con la justicia política.
AK: Usted ha mencionado que hay protestas cada noche en los pueblos. ¿Existe un plan para aumentar las protestas en la capital también?
AS: Lo hemos visto en el mundo árabe. Cuantos más caen, más fuerte se vuelve la gente. Así que las protestas no son menos fuertes que antes. Eran más fuertes en términos de número, porque se veían masas en las calles, pero ahora, debido a la situación de seguridad se trata más de una situación dispersa en todo el país. Las protestas nocturnas son tácticas, creo, para mantener el movimiento, y van a ir en aumento. Creo que la gente está pagando un precio demasiado alto; eso es lo que mi marido dice todo el tiempo, «no quiero ser liberado para volver al mismo Bahréin de antes; no quiero que esto les suceda a mis hijos otra vez. Nos ha pasado a nosotros, les pasó a mis padres. No queremos este sistema nunca más. Si estoy pagando el precio ahora, un precio muy alto en términos de mi libertad, fuera tiene que producirse un cambio». Otros prisioneros que estaban con él y que han sido liberados dicen: «Somos los primeros en salir y nos vamos a unir a las protestas. No os vamos a dejar en las cárceles ni nos vamos a olvidar de vosotros».
El régimen es muy bueno en relaciones públicas, así que ha intentado vender iniciativas como el diálogo nacional y la comisión de la verdad. Sin embargo, en términos de concesión de poder real a la oposición, no ha tomado ninguna medida en esa dirección. Ya lo hemos visto en todo el mundo árabe. Ninguno de los líderes árabes -los dictadores- han dado el paso de intentar dar marcha atrás en su posición. Únicamente han adoptado una delirante vía defensiva. Así que esperar que se rindan es muy difícil en este momento. Nos gustaría ver la luz al final del túnel pero tendremos que esperar, creo. El pueblo de Bahréin está desarmado; ha sido un pueblo pacífico durante los últimos ocho meses. Pero los jóvenes cada vez se radicalizan más y la situación está bullendo. Podría explotar en cualquier momento. Ya han muerto 43 personas y la gente ha designado a Bahréin como, al menos, el segundo Estado más opresivo del mundo árabe en términos de muertes y detenciones per cápita. Es un Estado pequeño pero, en términos relativos, se ha pagado un alto precio. Me gustaría predecir que habrá una concesión verdadera por parte del régimen y que sucederá pronto.
AK: Nos reunimos en El Cairo en estos momentos; ha sido usted muy sincera y no ha tenido miedo de criticar al régimen. ¿Teme regresar a Bahreín o hablar abiertamente?
AS: Lo que hemos visto en Bahreín es muy doloroso. Puedo hablar por mí; uno no quiere ver a sus seres queridos castigados ni escuchar las historias que se cuentan. Con las cosas atroces que se escucha que pasan, una se pregunta quién es capaz de hacer eso, infligir tortura a otro ser humano de esa manera. Pero se llega a un punto en el que en realidad uno no teme que le detengan. Quien ha oído las historias una y otra vez, sabe qué esperar, ya sabe de qué se trata, conoce los detalles de las cosas, y la máscara del miedo se pierde. Deja de existir. Así que por eso se sigue viendo gente que protesta, se siguen viendo militantes que se expresan a pesar de las amenazas que enfrentan. Uno no sabe si le impedirán viajar, entrar de nuevo en el país, o si pasará la noche en un centro de detención de la policía al día siguiente. Cuando se sale por un breve período, como lo he hecho yo, no se sabe si uno perderá su trabajo cuando regrese. Todo el mundo sabe que el precio de hablar es muy alto. La gente está dispuesta a pagar ese precio. Yo he pagado un precio muy pequeño, debo decirlo. Mi marido pasó siete meses en la cárcel. Pero miro a mi alrededor, y él mira a su alrededor, y agradezco a Dios el hecho de estar aún viva y, la verdad es que no me arrepiento de nada. Formábamos parte de esto. No me gusta llamarlo el renacimiento árabe, así que digamos que formamos parte de este momento de levantamiento regional contra la tiranía. Creo que si no ocurriera ahora, ¿en qué otro momento de la historia íbamos a intentar cambiar el mundo?
Fuente: http://www.jadaliyya.com/
Ghazi Farhan y Alaa Shehabi