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Entrevista a Bahar Kimyongür, licenciado de la Universidad Libre de Bruselas en Historia del Arte y Arqueología, miembro de ATTAC-Bruselas y de CLEA

«La lucha en la que se enfrentan Erdogan y Gülen nos ofrece las dos caras de la misma moneda»

Fuentes: Investig’Action

-En la tarde del viernes 15 de julio, unos golpistas del ejército intentaron derrocar al gobierno de Erdogan. Después de una noche de caos y de enfrentamientos entre insurrectos y fuerzas leales, el presidente terminó ganando. Desde entonces, unas 6 000 personas han sido detenidas. Erdogan ha prometido «erradicar el virus en todas las instituciones […]

-En la tarde del viernes 15 de julio, unos golpistas del ejército intentaron derrocar al gobierno de Erdogan. Después de una noche de caos y de enfrentamientos entre insurrectos y fuerzas leales, el presidente terminó ganando. Desde entonces, unas 6 000 personas han sido detenidas. Erdogan ha prometido «erradicar el virus en todas las instituciones estatales». Bahar Kimyongür nos aclara este misterioso intento de golpe de Estado y sus posibles repercusiones. ¿Quiénes son los golpistas y cuáles eran sus motivaciones ?

-En cuanto a quiénes son los golpistas disponemos de muy pocas informaciones y algunas son contradictorias. Se ha acusado a la cofradía Gülen. Ese movimiento de inspiración sufí es muy influyente en el mundo musulmán. Su fundador, Fetulhllah Gülen, merced en particular a acaudalados donantes, ha financiado la construcción de escuelas en muchos países. Apoyó al AKP, el partido de Erdogan, para que ascendiera al poder. Pero a continuación estalló un conflicto entre los dos líderes. En el 2014, un escándalo de pinchazos telefónicos sacó a la luz asuntos de corrupción dentro del AKP. Se acusó a Gülen, quien dispone de no pocos relevos dentro de la policía y de la fiscalía. Desde el año 2014, han sido detenidas unas 1 800 personas sospechosas de pertenecer à la cofradía. En enero de ese mismo año, tras un clamoroso proceso, Gülen fue condenado por alta traición. Pero Gülen vive hoy día exiliado en Estados Unidos. Desde Pensilvania donde reside ha refutado las acusaciones sobre su responsabilidad en el golpe de este fin de semana.

Otros ven en este intento de golpe la mano de oficiales kemalistas, de soldados partidarios de ese nacionalismo laico que instaurara Atatürk, el fundador de la República de Turquía. Pero no se dispone de ningún elemento para apuntalar dicho dictamen. Con los procesos Balyoz y Ergenekon, estos últimos años, se han llevado a cabo purgas con el fin de acabar con los últimos kemalistas del ejército. Y es de notar que el Partido Republicano del Pueblo no ha apoyado el golpe. En realidad, ningún partido político de Turquía ha apoyado la intentona.

Y es que la identidad de los conjurados así como su modo operatorio plantean numerosas interrogantes. Hay pocos conocidos, y carecían a simple vista del más mínimo relevo en el seno de la población así como en los medios de información y entre los políticos. Hasta han bombardeado el Parlamento y obligado a los diputados a refugiarse en un sótano. Los golpistas se han enajenado de ese modo a todos los partidos políticos, hasta los mismos opositores enzarzados en una lucha feroz contra Erdogan. Este intento de golpe ha tenido como consecuencia la publicación de un comunicado de prensa común de los partidos políticos, condenando todos la operación. Lo nunca visto en Turquía. Erdogan sigue siendo odiado por mucha gente, pero su eslogán: «Hemos salvado la democracia», aunque absolutamente falaz, ha conseguido reunir a diversos componentes del pueblo turco.

Finalmente, la verdadera oposición sólo ha sido espectadora de un conflicto en el que se han enfrentado dos bandos del poder, Erdogan a un lado y Gülen al otro. Tanto más cuanto que ese intento de golpe ha ocurrido en un momento inesperado. En Egipto, por ejemplo, el golpe del general Sissi ocurrió al día siguiente de una gran manifestación popular contra el gobierno de Morsi. Pero en Turquía, sabemos que la gran mayoría de los turcos de a pie son favorables à Erdogan; no existe movimiento social suceptible de apoyar esa operación militar la cual, en resumidas cuentas, viene a ser mero palo de ciego.

El ejército turco sin embargo ya se ha lucido con brío en ese tipo de ejercicio. Lo vimos manos a la obra cuando el golpe de 1960 que llevó a la horca al primer ministro islamo-liberal y pro-USA, Adnan Menderes. También intervino el ejército turco en el golpe de 1971, con muerte en la horca de los líderes de los movimientos estudiantiles marxistas. Y también con el golpe de 1980 el ejército volvió a pegar fuerte. Esta vez la palmaron todos, las 650 000 personas detenidas y torturadas, los 49 ahorcados, los 300 desaparecidos… Pero este pasado viernes, no hemos presenciado semejante exhibición de fuerza. El intento de golpe tiene todas las apariencias de ser un último combate por el honor librado por unos cuantos militares minoritarios. Existían rumores de que estaban preparadas nuevas purgas. Tal vez los conjurados sintieron que había llegado su fin e intentaron un último farol de manera precipitada.

-Hace unos años no más, Erdogan parecía todopoderoso. Turquía hacía alarde de una de las tasas de crecimiento económico más sobresalientes y volvía a estar presente en el escenario internacional mientras el AKP triunfaba con valiosos resultados en las elecciones. Pero hoy día, el presidente parece enfrentar una oposición cada día mayor. Empantanado en el conflicto en Siria, Turquía se ha vuelto el escenario de mortíferos atentados. El crecimiento económico se ha debilitado y han crecido el paro y la deuda. En junio del 2015, tras trece años de dominio, el AKP perdió la mayoría absoluta en los comicios legislativos y sólo ha vuelto a dominar en noviembre del mismo año mediante un escrutinio anticipado. Mientras tanto, el descontrol autoritario de Erdogan ha sido objeto de amplias protestas. ¿Cómo puede explicarse semejante evolución? ¿Estará viviendo el presidente turco el ocaso de su poder?

-Desde que ascendió al poder, Erdogan jamás conoció zozobra alguna. Salvo en el 2013, cuando las manifestaciones en contra del gobierno. Todas las oposiciones se habían reunido entonces de modo que Erdogan estuvo en la obligación de recurrir a la máxima represión. Y a continuación, en el 2014, el escándalo de los pinchazos telefónicos molestó al AKP. Una vez más, el presidente contestó con una escalada de la violencia, con numerosas detenciones en el ámbito de los tribunales. Luego podemos observar que quienes se oponen al poder de Erdogan van a parar a la cárcel o al desempleo. Y eso vale tanto para los simples manifestantes como para los magistrados.

Con estos escándalos Erdogan ha perdido la credibilidad en el escenario internacional. Pero sigue disfrutando de gran popularidad en Turquía; se ha ganado el corazón y la mente de los ciudadanos conservadores a costa de grandes obras y de versículos del Corán. Algunos ven en él a un nuevo profeta. Se ha establecido un verdadero culto en torno a su persona. Y no es nada nuevo. Ya como alcalde de Istambul, Erdogan había conseguido tejer sus redes personales y granjearse los favores populares. En suma, era muy complementario de Gülen, quien podia contar por su parte con relevos islamistas dentro de las élites y de las altas esferas del aparato estatal. Por eso Gülen colaboró con el favorito de las masas, Erdogan, para favorecer la toma del poder por el AKP. Hasta que Erdogan se dió cuenta de que disponía de la suficiente base popular para darle la espalda a su socio. Gülen trató de vengarse con el escándalo de los pinchazos telefonicos. Y pienso yo que hoy día aún le quedaban bastantes relevos para planear ese golpe.

Si bien en cualquier conflicto somos propensos a ver a los buenos en un bando y a los malos en el otro, en Turquía, la lucha en la que se enfrentan Erdogan y Gülen nos ofrece las dos caras de la misma moneda. En el plano religioso, Gülen presenta tal vez un islam más discreto y humilde; al parecer vive de los subsidios sociales en un pisito en Estados Unidos. En cambio, Erdogan es muchísimo más esplendoroso y bling-bling; ostenta un islam aparatoso para conquistar a las masas. Pero ambos presentan perfiles de dictadores conservadores. Son ultraliberales en su ideario económico y ambos tienen estrechas relaciones tanto con Estados Unidos como con Israel.

Y tampoco se puede descartar que Estados Unidos haya dado su visto bueno a Gülen, quien reside en Estados Unidos desde hace muchos años. Varias personalides turcas, y una de ellas es el ministro del Trabajo, han acusado a Obama de haber estado en secreto a favor de los conjurados. Y eso, ¡no es peccata minuta! El presidente de Estados Unidos se ha limitado en condenar con sobriedad el intento de golpe. Si éste hubiera tenido éxito, no pienso que hubiera fustigado a Gülen ya que estos últimos meses, a menudo, Erdogan ha desconcertado a Estados Unidos.

Washington necesita disponer de funcionarios obedientes. Pero el presidente turco es un funcionario inestable. Ha sacado provecho de su colaboración con Estados Unidos para llevar a cabo su propia agenda neo-otomana a costa de meterse en el terreno de Obama. Recordemos cuando Obama empezó a bombardear al Estado Islámico y ayudaba a los kurdos que ocupaban el terreno. Pues bien, ¡Erdogan apoyaba al Estado Islámico y bombardeaba a los Kurdos!

-Fracasó el golpe. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias de este fracaso?

-Vamos a presenciar una nueva subida en gracia de Erdogan. Al salvarse del golpe de Estado, el presidente va a poder consolidar su poder sobre Turquía. En adelante mal me imagino cómo podrá expresarse la más mínima forma de desobediencia institucional hacia Erdogan. El presidente ha sacado provecho de esa operación para llevar a cabo la gran limpieza que ya tenía pensada y emprendida. Mucho se comentan los 3 000 militares detenidos. Pero también son 2 450 los magistrados dados de baja de sus funciones. 140 jueces y fiscales han sido arrestados y entre ellos dos jueces del Tribunal Constitucional. Bien vemos que la represión sobrepasa ampliamente el mero marco de ese intento de golpe. El peligro en adelante es que todos los ciudadanos turcos se encuentren aún más expuestos a la violencia de Erdogan: los partidos opositores, los sindicatos, los movimientos estudiantiles…

Igualmente pudieran comprobarse repercusiones en el escenario internacional. Ya había sido emprendido un viraje. Erdogan parece haber vuelto a su doctrina inicial, «Cero problema con los vecinos». Dicha estrategia consistía en establecer colaboraciones con todos los países de la región, sin exclusiva ni conexiones ideológicas. Los turcos abandonaron tal postura para llevar a cabo una política «neo-otomana» más ofensiva.

El objetivo era crear una zona de influencia sunita controlada por Ankara y con Erdogan como sultán. Han comprobado que semejante proyecto había fracasado. Aun siendo apoyado por sus amigos de la península arábiga, ese plan lo rechazan en bloque Egipto y Siria. Erdogan ha empezado pues a ser más razonable. La realidad económica, claro está, también desempeña su papel. La «Riviera» de Turquía se ha quedado desierta. Los centenares de miles de turistas rusos que solían venir a veranear a las costas de Turquía han dejado de acudir a sus playas y hoteles. Luego los pequeños comerciantes expresan sus quejas al gobierno. El turismo ha cobrado una importancia considerable estos últimos años y representa hoy día el 6% del PIB turco. El país ha venido ocupando el sexto puesto entre los mayores destinos turísticos, a la escala mundial, con unos 36 millones de visitantes anuales. Pero los recientes acontecimientos han mermado muchísimo esos ingresos del turismo y han aumentado el desempleo.

Todo lo dicho ha incitado a Erdogan a calmar las tensiones. Se muestra más conciliador con Putín y hasta le ha pedido disculpas por el derribo del avión ruso. También se ha reconciliado con Israel. Y ha expresado la hipótesis de entablar relaciones con Sissi y Egipto. El último capítulo de ese viraje diplomático lo ha expresado el jefe del gobierno. Binali Yildirim piensa en un principio de normalización con el gobierno sirio. No se sabe si habla con sinceridad, pero cabe tener la esperanza de que Erdogan adopte una política más pacífica hacia Siria. Lo cual podría llevar a una congelación de sus relaciones con los yihadistas. Y a éstos los perjudicaría gravemente el cierre de la frontera turca. Con riesgos de represallas, claro está.

Es de notar que poco después de que se volvieron a entablar las discusiones con Rusia, Turquía padeció una masacre en el aeropuerto de Istambul. No disponemos de mucha información respecto a ese atentado, pero se conoce el origen de los terroristas: un ruso, un uzbeko y un Kirguizio. Hasta el presente, «Da’ech» parecía saber nadar y guardar la ropa al prescindir de reivindicar los atentados cometidos en Turquía. Pero si se cierra el último corredor que une el feudo de «Da’ech», Raqqa, al mundo exterior, las tensiones corren peligro de ir creciendo. Más aún si Erdogan se reconcilia con Rusia y, de rebote, con Siria.

Bahar Kimyongür, licenciado de la Universidad Libre de Bruselas en Historia del Arte y Arqueología, es miembro activo de los movimientos que luchan contra la guerra y la explotación de los países del Sur. También es miembro de ATTAC-Bruselas y del Comité por la Libertad de Expresión y de Asociación (CLEA), y autor de los libros: «Turquía  tierra de diáspora y de exilio» publicado por la Editorial Couleur livres y «Syriana» publicado por la Editorial Investig’Action/Couleur livres.

Traducido del francés por Manuel Colinas para Investig’Action.

Fuente: Investig’Action