Traducción para Rebelión de Loles Oliván.
El mes pasado tuvo lugar la afortunada fundación de un sindicato independiente de trabajadores surgido del sector privado libanés. Sin embargo, poco bombo se ha dado en los medios de comunicación fuera de Líbano a esta conquista… algo que tal vez no sorprende. La lucha de clases en el Líbano contemporáneo rara vez ha atraído la imaginación de los académicos o de los activistas sociales. Extensamente descrito como un bastión de la política del laissez-faire, espacio de interminable guerra civil, y plataforma para el ajuste de cuentas regionales, a Líbano apenas se le considera crisol para el activismo subversivo de clase en el mundo árabe.
La historia reciente ha venido a reforzar esta concepción de una complaciente -o cómplice- clase media y trabajadora. Tras el final de la guerra civil en 1989, más de una década de políticas neoliberales dirigidas por Hariri destruyeron las ya consumidas redes de militancia social y de clase, incluidos sindicatos, asociaciones y partidos políticos. Las revueltas árabes en curso, a pesar de todo el impulso que produjeron para luchar contra la injusticia, parecieron desencadenar poco a su paso por el descontento libanés. A principios de 2011 fracasaron los signos de un movimiento popular a favor de un cambio de régimen en Líbano en medio de dimes y diretes sobre lemas y metas, y desde entonces, el clima social y político se ha deteriorado a un ritmo alarmante. Los servicios públicos son prácticamente una caricatura de lo que eran. Las necesidades básicas como el agua potable y la energía eléctrica se han convertido en un privilegio de unos pocos. La lucha diaria por la supervivencia queda interrumpida por brotes de secuestros, disturbios, quema de neumáticos, y en algunas zonas, por intermitentes enfrentamientos de milicias entre las fuerzas pro y anti-Asad con el ejército libanés uniéndose a la refriega de vez en cuando. Mientras tanto, la agresión sionista en sus múltiples formas sigue siendo una constante.
En medio de esta conflagración nacional y regional, un asunto local como la formación de un sindicato de trabajadores en la cadena de supermercados Spinneys puede parecer un acontecimiento anecdótico con pocas probabilidades de causar ondas de cambio. De hecho, todavía no puede emitirse un juicio sobre el impacto a largo plazo de tal acontecimiento. Pero no hay duda de que ha sentado un precedente para la militancia sindicalista en Líbano. Se trata del primer caso conocido de fundación de un sindicato independiente en el sector privado del país en las últimas dos décadas. Y a diferencia de muchas otras historias «deprimentes» de lucha de clases que reflejan la persistencia del sectarismo como agente activador de la situación actual, la historia de Spinneys sugiere que el monstruo sectario tiene un talón de Aquiles aunque está enterrado en las décadas que se han invertido para erradicar toda resistencia a él.
Desmontar los sindicatos en una «utopía» neo-liberal
En la década de 1990, el largo mandato neo-liberal del difunto primer Ministro libanés, Rafiq Hariri, casi acabó con lo que una guerra civil de quince años no pudo acabar: eliminar los restos de cualquier movimiento sindical independiente destruyéndolos o cooptándoles hacia el aparato institucional del Estado. Hariri, por supuesto, halló en los señores de la guerra sectaria que vinieron a gobernar Líbano tras la guerra socios más que dispuestos. Por encima de todos ellos, estaba Nabih Berri, que sigue imponiéndose fuerte entre los miembros de la Unión General de Trabajadores (UGT). La UGT es un paraguas de decenas de sindicatos, muchos desaparecidos, que actúa como negociador oficial y portavoz de los trabajadores de Líbano, tanto públicos como privados. La UGT luchó y perdió su batalla por la independencia y por la influencia durante la época de Hariri. Ahora es una caricatura de lo que solía ser. Pero su legitimidad no ha sido rechazada en voz alta hasta hace poco.
Tras el asesinato de Hariri en 2005, los trabajadores de todo Líbano quedaron mayoritariamente al margen de la atención de los medios. La movilización sindical en las calles, a menudo ceremonial, estuvo dominada en buena medida por los empleados «de cuello blanco» [administrativos, ejecutivos, oficinistas, etc.] y del sector público. Los más visibles eran los maestros que habían mantenido una cohesión parcial de su cuerpo sindical y mantenían el tradicional regateo en el sector de la educación (abstenerse de examinar, etc.). Pero en 2010, una huelga inesperada en una fábrica en el norte de Líbano marcó un hito. El despido de unos 400 trabajadores sin indemnización de la fábrica Future Pipes provocó una concentración y una huelga que atrajeron la atención de la opinión pública. Los trabajadores perdieron su batalla y sus demandas contra el empresario en los consejos de arbitraje aún están pendientes de resolución. Pero su audaz determinación puso de manifiesto la hipocresía y la laxitud de la UGT y del casi extinto Partido Comunista que sigue hablando de boca para afuera sobre la lucha de clases.
En los dos años siguientes surgió un movimiento para crear órganos representativos alternativos a la UGT y se formó un nuevo y más pequeño paraguas de sindicatos bajo el nombre de Comité de Coordinación Sindical. Pero la UGT recibiría su más duro golpe del lado más inesperado: del Ministerio de Trabajo. En 2011, un nuevo ministro entró en el bloque y las reglas del juego sufrieron un revés. El dueto entre el ministro Charbel Nahhas y la UGT duró poco aunque lo suficiente como para causar un daño significativo a la reputación y credibilidad de la UGT y a sus tácticas.
El Estado como espacio para la subversión: el toque Nahhas
Tras una larga carrera como consultor económico y administrativo en organismos locales e internacionales, Charbel Nahhas se convirtió en un nombre muy conocido en Líbano después de haber asumido dos cargos ministeriales en los últimos años, el de Telecomunicaciones y el de Trabajo. Nahhas se había subido al carro del Movimiento Patriótico Libre de Michel Aoun (MPL) para llegar al poder. Su reputación como político honrado y no corrupto fue avalada por muchos izquierdistas. Otros eran menos optimistas y convinieron que tendría que cambiar de chaqueta o sería engullido por las reglas del status quo. A pesar de algunas concesiones, Nahhas demostró su valía. Cuando Nahhas fue ministro de Telecomunicaciones, el gobierno estaba formado por una débil coalición entre los dos principales sectores políticos de Líbano, la Coalición 14 de Marzo y la del 8 de Marzo. La primera seguía sosteniendo las riendas del poder estatal cuando Nahhas fue ministro de Telecomunicaciones. Apuntar al harirismo como la fuente de los males económicos tenía sentido y se ajustaba a las fuerzas del 8 de Marzo. Nahhas gozó de relativa libertad para hacerlo. Las cosas cambiaron cuando se formó el gobierno dominado por la coalición del 8 de Marzo en 2011. Nahhas se halló a sí mismo en desacuerdo con sus propios aliados. Una vez en el poder, se puso en evidencia que el discurso del Movimiento Patriótico Libre (MPL) y de Hizbolá en la coalición 8 de Marzo sobre reforma y resistencia era de boquilla. Irónicamente, Nahhas sería abandonado a cambio de los intereses creados de la élite no por Hariri sino por la misma gente que lo llevó al poder.
Nahhas no fue el primer político independiente que metió caña en Líbano para ganarse el respaldo popular como voz creíble del deseo de cambio de la gente común. Sin embargo, lo que le distinguió a él de otros críticos del sistema político ha sido su capacidad para ir más allá de la retórica de acabar con el régimen sectario y aprobar un plan de trabajo concreto elaborado desde un discurso moderado de retorno a la ley y el orden (tantas veces invocado por los partidos gobernantes del país y contra quienes siempre se ha vuelto, sin embargo).
Según Nahhas, el Estado se ha vuelto tan disfuncional, su aparato está tan absolutamente cooptado, sus recursos tan completamente saqueados por la elite gobernante, que una campaña concertada para exigir la aplicación sincera de la ley y el orden y la restauración de la autoridad del Estado sería un acto subversivo en sí mismo (la Ley del Trabajo 1946 constituye un ejemplo). Tal acto no sólo amenazaría seriamente la autoridad de los que la habían usurpado sino que los desconcertaría. Lo que se necesita, sostiene Nahhas, es una restauración del «halo» o «prestigio» (haybah– هيبة ) del Estado. En sus campañas públicas, Nahhas compara el sistema político con una máquina gigante, un monstruo que ha funcionando durante mucho tiempo. Las élites gobernantes se han vuelto tan cómodas en su hegemonía y en su control del aparato estatal que son incapaces de manejar las situaciones de emergencia por disfunciones a pesar de lo insignificante que pueda parecer. El truco es encontrar tornillos aquí y allá y seguir probándolos hasta que toda la máquina empiece a agitarse. La sensación de seguridad de la que disfrutan las élites se ve reforzada por lo que Nahhas denomina la mansedumbre o domesticación (tadyin – تدجين ) de la gente a la que se le hace creer que el sistema es tan robusto que resulta inútil probar cualquier tornillo. Para romper esta sensación de domesticación, tiene que producirse, y con éxito, un reto al status quo en varios niveles y con la perseverancia de las hormigas. (Algunos escritos de Nahhas).
Nahhas intentó poner en práctica su teoría cuando fue ministro de Trabajo. Al invocar constantemente la legislación laboral del país y exponer las prácticas escandalosas y extralegales del Estado, situó a los interesados a la altura de su propia retórica vacía sobre la construcción del Estado y la soberanía. En lugar de limitarse a pedir un aumento salarial presentó una propuesta detallada para que se redefiniera qué significa un salario (que incluya gastos de transporte y que esté ajustado a la inflación) y se centró en la seguridad laboral en su conjunto. En un escenario que contradecía los supuestos básicos de la lucha de clases, el programa de incremento salarial y reforma del Ministerio de Trabajo se consideró, nada menos que por el supuesto representante de los trabajadores, la UGT, demasiado pedir. En diciembre de 2011, la UGT llegó finalmente a un acuerdo paralelo con el gobierno que dio a los trabajadores menos de lo que el ministro había reivindicado, y Nahhas consideró que eso un sapo difícil de tragar. Dimitió en señal de protesta. Nahhas perdió su apuesta por el cambio desde dentro. Hacia el final de su mandato como ministro le pidieron que se identificara con uno de los siguientes mitos: Don Quijote, Ícaro, o Sísifo. Eligió el último. Con su salida del cargo, la piedra que rodó por la montaña tuvo que ser recogida en otro sitio y vuelta a empujar hacia arriba. Esta vez se requeriría un empujón de ayuda que vino de un lugar muy inesperado, un grupo de trabajadores de una de las cadenas de supermercados más grandes de Líbano, Spinneys.
Spinneys como trampolín: romper el techo de clase
La batalla del aumento salarial librada por Nahhas y la exposición de la UGT no serían en vano. Después de muchos años de trabajar en Spinneys, Samir Tawq, empleado, estaba harto de la forma en que la dirección seguía violando los derechos de los trabajadores y de que los menospreciara. Cuando se aprobó en diciembre de 2011 una versión suavizada de la propuesta de incremento salarial de Nahhas, Tawk protestó por la aplicación parcial que de ella hizo la dirección. Convenció a más de 100 de sus compañeros para que firmaran una petición en favor de la aplicación plena y rápida del incremento. La única reacción rápida que se produjo fue la de la dirección, que ordenó el traslado de Tawq a una sección lejana y cuando protestó, le despidieron. Entretanto, cerca de 700 empleados de un total de 1.500 que trabajaban para la empresa fueron persuadidos o coaccionados para que firmasen una declaración renunciando a su derecho a exigir la plena aplicación del incremento salarial. Pero Tawq no quiso saber nada de eso. Estaba decidido a llevar la lucha hasta el final y un grupo de trabajadores estaban listos para unirse a él. Encontró un puñado de trabajadores dispuestos a juntarse para la lucha.
Los trabajadores rebeldes estaban listos para una batalla difícil. Su decisión coincidió con una de las huelgas más largas de Líbano en la compañía eléctrica nacional del país. Los trabajadores fijos de la empresa se negaron a trabajar durante más de tres meses y organizaron sentadas y concentraciones nocturnas en la sede central de la compañía. Hacían frente a la amenaza de despidos derivados de los planes de privatización de la distribución eléctrica y de la recaudación de ingresos. La huelga fue otro hito en la reactivación de la acción de los sindicatos en la calle pero no alcanzó la victoria total. Se negoció una resolución final entre dos de las principales facciones políticas del país que dominaban entre los trabajadores y la dirección. En el caso de Spinneys, ni el Estado ni la dirección reconocía a los trabajadores como entidad colectiva siquiera. Legalmente, crear un partido político en Líbano resulta más fácil que formar un sindicato. Los partidos únicamente deben notificar que existen para ser reconocidos como tales. Los sindicatos tienen que solicitar un permiso o una licencia del Ministerio de Trabajo. El ministro de Trabajo a su vez puede «consultar» al Ministerio del Interior sobre los antecedentes penales y otras cuestiones de seguridad con respecto a los supuestos miembros del comité fundador. El carácter discrecional del proceso ha significado que el clientelismo político sea la clave para la creación de un sindicato y que la lealtad de los dirigentes sindicales a los partidos políticos sea la clave para conseguir el patrocinio. El poder del criterio ministerial no es el único factor de riesgo asumido por quienes desean formar un sindicato públicamente. El ministro tiene dos meses a partir de la fecha de presentación de un permiso para tomar una decisión. Durante este periodo «de gracia» los miembros del comité fundador son presas fáciles que carecen de amparo legal o de la protección de una masa crítica de miembros. Spinneys era plenamente consciente de ello.
El 26 de junio de 2012, el comité fundador solicitó que se emitiera la licencia sindical legalmente requerida por el Ministerio de Trabajo. Cinco días más tarde, se organizó una conferencia de prensa muy concurrida. Durante la conferencia, los testimonios de las condiciones laborales en Spinneys causaron un grave perjuicio a la posición de la empresa. Según dichos testimonios, cerca de 450 cargadores no estaban siquiera registrados como empleados. Más escandaloso aún, se reveló que los cargadores que ayudan a los clientes a llenar sus bolsas con sus compras tienen que pagar a la compañía (y no viceversa) una tarifa diaria (de 5.000 liras libanesas, o alrededor de 3,33 dólares) para «reservarse» un puesto en las cajas (se ganan su dinero con las propinas de los clientes). Estas revelaciones pusieron a la empresa a la defensiva, que desencadenó una feroz campaña para asegurarse que el sindicato no viera la luz del día. La campaña la dirigió el empresario británico y presidente de Spinneys, Michael Wright. El abogado y activista Nadim Suaid afirma que se rumoreaba que el propio Wright estaba trabajando en Líbano sin permiso y que se apresuraron a obtenerlo una vez que los sindicalistas lo señalaron. Wright tuvo al parecer pocos reparos ante esta supuesta violación pues Spinneys ya se había asegurado la impunidad vis-a-vis de la ley de Líbano al haberse incrustado él mismo en el sistema de poder sectario y de privilegios que domina el país. La empresa habría comprado los favores de los poderosos políticos locales en cada región al alquilarles sus tierras con contratos de arrendamiento a largo plazo a fin de establecer centros del supermercado. Asimismo, a los políticos se les habría otorgado cupos para emplear a sus partidarios. En virtud de este acuerdo, los políticos consiguen beneficios por el alquiler y se ganan el favor de sus electores. La compañía a cambio puede exigir a los políticos que miren por sus intereses en los asuntos legales, fiscales y de otro tipo, y a los empleados partidarios de esos políticos que hagan el trabajo «sucio» por la empresa, como acosar e intimidar a los militantes sindicalistas.
Estas tácticas se emplearon intensamente en los dos meses siguientes a la primera conferencia de prensa del sindicato. Culminaron con el despido del presidente electo del comité fundador del sindicato, Barakat Milad. En aquel momento, la solidaridad con el movimiento sindical tomo las calles. El 31 de agosto, pocos días después de la noticia del despido de Barakat, militantes solidarios con los trabajadores celebraron una manifestación exigiendo su reincorporación ante la puerta del supermercado de Achrafieh, en el este de Beirut. La solidaridad también llegó en forma de una carta de respaldo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El comité fundador de [el sindicato de] Spinneys había invocado el artículo nº 87 del Tratado de la OIT. El Tratado garantiza el derecho a formar un sindicato sin permiso ni obstrucción estatal. Más de 150 países han ratificado dicho Tratado. En Líbano, el Consejo de Ministros lo había aprobado y lo pasó al Parlamento para su ratificación pero todavía no se ha votado y ni siquiera se ha incluido en la agenda hacerlo. La concentración ante la tienda había trasladado el conflicto a la calle y amenazaba con exponer a Spinneys de manera más explícita ante sus clientes. Se puso en marcha también una creativa campaña en Facebook que atacaba a la dirección. A diferencia de las fábricas donde el espacio de producción está oculto al consumidor, a las empresas basadas en el consumo directo como Spinneys no les es fácil hacer que estas iniciativas pasen inadvertidas.
A pesar de la naturaleza progresiva de la concentración, la participación de unas pocas docenas de personas fue menor de lo esperado. Más preocupante resulta que hubiera más trabajadores posicionados en la entrada de la tienda respaldando a la dirección de la empresa que los que se encontraban en la concentración. Los miembros fundadores del comité sostienen que eran partidarios políticos traídos de diferentes secciones por la dirección para malograr la concentración. Entre los miembros del comité de fundadores, sólo Milad Barakat estaba visiblemente presente en la manifestación de solidaridad. La ausencia de todos los miembros del comité de fundadores, a pesar de que la manifestación fue convocada por los grupos de apoyo, fue desconcertante. Aunque el sindicato contaba con la simpatía de la mayoría de los trabajadores, Spinneys parecía estar ganando la guerra de intimidación. Cada vez se hacía más dolorosamente claro que si no obtenía el reconocimiento del Estado mediante el permiso, el sindicato se quedaría en una posición muy precaria.
Justo cuando parecía que se estaba en un callejón sin salida, un juez de Beirut encendió una luz al final del túnel. Una semana después de la concentración, y después de una campaña mediática dirigida a avergonzar al corrupto sistema político y jurídico que conspira en contra de los trabajadores, el juez del tribunal de asuntos rápidos de Beirut, Zalfa Hasan emplazó a que el derecho de Spinneys a despedir a los miembros del comité fundador quedara congelado en espera de la decisión sobre la concesión del permiso por parte del ministro de Trabajo. Algo que parecía tan descabellado se hacía así probable. La decisión de Hasan colocó la pelota de lleno en el tejado de un ministro que se estaba quedando sin excusas para negar el permiso al sindicato. El 25 de septiembre, el último día del período de gracia de dos meses, se expidió el permiso. El sindicato se convirtió en una entidad legal. Ello dio paso a una nueva etapa de lucha que puede resultar tan difícil, si no más, como la del momento de su fundación. La infiltración, la intimidación y el faccionalismo avivado por las fuerzas del status quo pueden poner en peligro al sindicato. Sin embargo, se ha establecido un precedente para la creación de un sindicato independiente y la obtención del reconocimiento del Estado sin pasar por la vía tradicional del clientelismo. Se ha aflojado un tornillo. Mientras las prioridades de todo el mundo se sitúan en otra parte, mantener la lucha es todo lo que queda.
Fuente original: http://www.jadaliyya.com/pages/index/7799/unionizing-in-lebanon_the-struggle-is-elsewhere