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Siria

La lucha no se detendrá

Fuentes: alencontre.org

Traducido para Rebelión por Guillermo F. Parodi y revisado por Caty R.

El movimiento popular sirio contra la dictadura ha conocido durante estas últimas semanas una movilización extraordinaria y creciente, la más importante desde el verano 2011, a pesar de la represión violenta y brutal. Al mismo tiempo, las defecciones en el ejército continúan y aumenta gradualmente. Diez meses después del comienzo de la revolución en Siria, y a pesar de los 6.000 mártires, el movimiento popular prosigue su movilización, su confrontación con las fuerzas represoras.

El Presidente sirio Bachar el-Assad promulgó también una nueva «amnistía general para los crímenes cometidos durante los acontecimientos que sacuden al país desde el 15 de marzo de 2011«. Es lo que anunció el domingo 15 de enero de 2011 la agencia oficial Sana. Esta nueva amnistía -la tercera desde el 15 de marzo de 2011 [1]- sólo tendrá efectos limitados y sobre todo los manifestantes no la toman en serio.

Además Gilles Jacquier, gran reportero francés, ha sido el primer periodista occidental muerto en Siria desde el inicio de la revolución popular contra el régimen de Bachar el-Assad hace diez meses. Pereció en Homs, epicentro de la protesta en el centro de Siria, debido a un obús que cayó sobre un grupo de periodistas autorizados para viajar y vigilados por las autoridades que, por otra parte, restringen drásticamente los movimientos de los periodistas en el país.

La campaña para la «Huelga de la dignidad»

La campaña para la  «Huelga de la dignidad» y por la desobediencia civil -que se lanzó el 11 de diciembre de 2011- tuvo un gran éxito, con manifestaciones masivas en todo el país. Por primera vez al menos cuatro barrios de Damasco y dos de Alepo han estado ocupados por importantes grupos de manifestantes. Los Comités de Coordinación Locales (CCL) evaluaron en 150.000 el número de personas que entonaron consignas frente a los llamados observadores de la Liga Árabe en la capital, siempre bajo la mirada de las fuerzas de seguridad. Las huelgas estallaron en numerosas ciudades, por todas partes del país. El número de manifestaciones aumentó también en las universidades. Durante los primeros días del mes de enero de 2012, en muchas ciudades, las manifestaciones tenían lugar casi diariamente.

El 6 de enero de 2012, los CCL registraron 461 «puntos calientes» de manifestaciones en Siria. En Idlib, contaron 125 «puntos calientes» de reuniones, en Deraa 59, en Hama 56, en Homs 54 y en los suburbios de Damasco 53. EN Alepo contaron 26 en la ciudad y en los suburbios, y 21 respectivamente en Deir ez-Zor y en Hazakeh. Los CCL confirmaron que el 30 de diciembre de 2011 el número de «puntos calientes» había aumentado en 79 con respecto a la semana anterior.

La movilización del pueblo sirio muestra su compromiso y su voluntad de derrocar al régimen. Los CCL han llamado a principios de la segunda fase de la campaña «Huelga de la dignidad» y piden a todos los sirios que participen en estas huelgas ya que, dicen: «Creemos que cada uno tiene un papel para conseguir la desobediencia civil total».

También forman parte de la campaña «Huelga de la Dignidad» las defecciones crecientes de funcionarios del Estado, sobre todo en los alrededores de las dos grandes ciudades de Damasco y Alepo. La dimisión más importante fue la de Mahmoud Souleiman Hajj Hamad, el inspector jefe del Ministerio de Defensa; así como un inspector del Ministerio de Interior que dimitió para protestar contra la represión del régimen. Hamad declaró que el Gobierno había gastado alrededor de 40 millones de dólares, desde marzo de 2011, para reclutar milicianos al servicio del régimen (shabihas) con el fin de aplastar las manifestaciones.

La presencia de más de de 100 observadores enviados por la Liga Árabe desde el 23 de diciembre de 2011 no puso fin a la represión violenta de los contestatarios. Los pasajes principales de los informes de los observadores indican que: «La violencia continúa, la misión de observación pudo constatar la existencia de cadáveres en las calles y las tropas sirias no se retiraron de las ciudades». Además el Gobierno sirio sólo respetó parcialmente su compromiso de liberar a los presos políticos; lo que la reciente «amnistía» pretende «recuperar».

La Liga Árabe declaró que no retiraría a los observadores, que reforzaría la misión e intentaría lograr que los observadores trabajasen de manera más independiente de las autoridades sirias. Examina también la posibilidad de pedir ayuda a las Naciones Unidas.

Los CCL y los otros grupos de oposición sin embargo describieron la misión de los observadores de la Liga Árabe como un fracaso total puesto que la represión continúa. Acusan el régimen de engañar a los observadores conduciéndolos a zonas «leales» al Gobierno, cambiando los nombres de las calles para engañarlos y enviando partidarios del gobierno a barrios hostiles para que proporcionen falsos testimonios. Pero sobre todo muchos sirios consideran que esta misión, ineficaz, da tiempo al Presidente Bachar el-Assad para seguir reprimiendo a sus opositores.

La competencia y la independencia de algunos observadores suscitaron la inquietud de la oposición, en particular la de su jefe, el general sudanés Mohamed Ahmed Moustafa al-Dabi. En efecto, fue jefe de los servicios de información militares bajo Omar AL-Bashir, el Presidente sudanés. Este último es objeto de una orden de detención por los jueces del Tribunal Penal Internacional por crímenes contra la humanidad cometidos en Darfur.

Un observador argelino de la Liga Árabe -Anwar Malek- enviado a Siria para comprobar la aplicación del plan de salida de crisis se retiró de la misión, considerando que no estaba en condiciones de impedir «las escenas de horror», que esta misión «era una farsa» y acusando al régimen sirio de hacer a los observadores cómplices de la represión de las manifestaciones hostiles al Presidente Bachar el-Assad.

Durante este tiempo, el régimen sirio ha intentado varias maniobras para dividir al movimiento popular. El medio habitual es la incitación a las reacciones «comunitaristas» por medio del asesinato de personas que pertenecen a distintos «componentes étnicos-religiosos» en una tentativa evidente de suscitar represalias, implicando una especie de guerra civil. Pero los sirios no cayeron en la trampa y al contrario remarcaron su llamada a la unidad del pueblo sirio. En Qamishli, por ejemplo, los manifestantes enarbolan banderas de la independencia siria junto a banderas de Estado kurdas. Por todas partes en Siria la gente subraya consignas para la unidad entre musulmanes, drusos, cristianos y alauitas, y muchas pancartas reivindican un Estado laico y democrático. Del mismo modo, el régimen israelí hizo su aporte para reforzar las tentativas del régimen de desestabilizar el movimiento popular e instaurar miedos confesionales declarando que estaría dispuesto a recibir la comunidad alauita en caso de caída del régimen de Assad. Los sirios y sirias de todas las confesiones y del conjunto del país condenaron las observaciones del régimen israelí y reiteraron su solidaridad con la comunidad alauita, la cual es parte integral del pueblo sirio. El movimiento popular sirio repitió que su combate no era contra una comunidad sino contra un régimen criminal y mafioso.

El segundo tipo de maniobra utilizado por el régimen consiste en bombardear y en atentar con explosivos en barrios populosos, para acusar a los grupos fundamentalistas y a los salafistas de estos crímenes. Un método aplicado en los años ochenta durante el levantamiento contra este mismo régimen. Los distintos grupos de oposición impugnaron las acusaciones del Gobierno y declararon que estos incidentes eran obra del régimen, al igual que lo fueron en el pasado.

El papel del Ejército Libre Sirio (ALS)

El Ejército Libre Sirio (ALS) está formado por militares que se negaron a disparar contra los manifestantes y que abandonaron el ejército del régimen. Su número aumenta todos los días. Es muy difícil evaluar el número exacto. Según algunas fuentes, podrían ser entre 10.000 y 40.000.

Entre las últimas defecciones importantes está la de un oficial superior del ejército en la ciudad de Hama. Dimitió con 50 de sus soldados. Se unieron a las filas del ALS, cuyo principal papel es proteger a los opositores mientras se manifiestan. Hace algunos meses, el ALS atacó centros de las fuerzas de seguridad, pero pusieron fin a estos ataques y se consagran en adelante a la protección de los contestatarios.

La creación de un «Consejo superior militar» se anunciará pronto con el fin de organizar las operaciones contra el régimen de Damasco y para fomentar las defecciones. El general Moustapha presidirá al «Consejo superior militar sirio» al-Cheikh, en cooperación con el Ejército Libre Sirio (ALS). El Consejo militar estará también a cargo de contactar con los altos funcionarios en el ejército regular para fomentarles a hacer defecciones en grupo, y no solamente como individuos, con el fin de derrocar el régimen.

Los principales grupos de oposición sirios se negaron a llamar a una militarización general de la revolución, con lo que no están de acuerdo, como da prueba la campaña para la «Huelga de la dignidad» y de otras acciones de desobediencia civil. Sin embargo, acogieron favorablemente el papel que desempeña el ALS protegiendo las manifestaciones pacíficas contra los ataques por las fuerzas militarizadas del régimen. El ALS está coordinando acciones con distintos grupos de oposición civiles. No constituye un obstáculo para la lucha pacífica contra el régimen que llevan las fuerzas de oposición en el país.

Al contrario, el papel del ALS y su coordinación con los distintos grupos de oposición ayudan a la revolución siria y al movimiento popular en su lucha para derrocar al régimen.

De todas maneras es necesario repetir el papel exclusivamente defensivo -claramente no ofensivo- que debe jugar el ASL. Asimismo sus acciones deben ser coordinadas por los grupos de oposiciones y coordinaciones locales y responder a sus necesidades con el fin de proteger a los manifestantes y no transformar la lucha del pueblo sirio en un combate militarizado contra el régimen que desea derrocar. Tal cambio de dirección sería peligroso y negativo para la revolución, ya que eso señalaría entonces el principio de una guerra civil que sería incontrolada y llevaría inmediatamente a la desventaja del movimiento popular sirio ante los medios mucho más importantes del ejército del régimen.

El objetivo es en efecto fomentar aún más defecciones en el ejército y en otras instituciones a todos los niveles, así como proteger a los manifestantes, y no planear ataques contra un ejército o instituciones del régimen a los que pertenecían los miembros de ASL y otros «renunciantes» hace algunos meses. La conciencia revolucionaria de cada persona se despierta en distintos momentos y según las distintas experiencias personales, pero el objetivo consiste en despertarlo y no en lo apagarlo para siempre. El miedo a las represalias del régimen impulsa a muchas personas integradas en la administración a no dar el paso hacia la oposición, pero eso no significa que sean enemigas de la revolución, sucede lo contrario cada vez más.

El ASL debe igualmente estar compuesto únicamente por sirios que renuncian del ejército del régimen y no de extranjeros de países vecinos, en particular, de salafistas, con objetivos diferentes a la revolución siria y al movimiento popular.

Las divisiones en la oposición

Junto a los CCL y a los Comités locales, las dos formaciones de oposición más conocidas y más importantes a nivel político son el Consejo Nacional Sirio (CNS) y el Comité de Coordinación Nacional para el Cambio Democrático (CCNCD). Pero no olvidemos que existen muchos otros grupos políticos en el país que aún no están representados en estos dos grandes polos de la oposición.

La tentativa de unificar la oposición fracasó después de que el CNS se haya retractado algunos días después de haber firmado un acuerdo con el CCNCD. Este acuerdo se refería a un programa político común que se oponía a una intervención militar occidental en Siria. Numerosas voces en el CNS -en particular los liberales y los Hermanos Musulmanes vinculados a las potencias occidentales- rechazaron este acuerdo debido a esta denegación de una intervención militar extranjera.

Pero las dos coaliciones políticas han sido de más en más criticadas por los sirios, tanto en el país como en el exterior, porque no cesan de atacarse entre ellas y se muestran más interesadas en conquistar el poder que en actuar concretamente para sostener e movimiento popular en el país.

Además las dos fuerzas plantean toda una serie de problemas. El CNS es un bloque de oposición que agrupa a opositores en el exilio. Está dominado por partidos políticos y personalidades vinculadas, en distintos grados, al imperialismo occidental y a sus clientes en el Golfo, en particular, a los Hermanos Musulmanes y a los liberales. Llamaron en sucesivas ocasiones a una intervención militar extranjera en Siria, a pesar de las consecuencias desastrosas que implicaría tal intervención, como lo vimos recientemente en Libia y en el pasado en Irak y Afganistán. Respondieron también favorablemente a las solicitudes imperialistas relativas a las orientaciones políticas que debería tomar Siria después de la caída de Assad. Estas exigencias se refieren, en particular, a una «reducción» de los vínculos con Irán y la a establecer relaciones más estrechas con los Países del Golfo, afines con los países occidentales. En realidad, en vez de intentar reforzar el movimiento popular en la propia Siria, el CNS se limitó a garantizar a las potencias occidentales su voluntad de seguir y compartir sus intereses políticos, aunque estén en contradicción con los intereses del pueblo sirio.

En cuanto al CCNCD, agrupa a opositores nacionalistas, de izquierda y kurdos dentro del país. Rechaza toda intervención militar extranjera susceptible de manipular la revolución. No quieren que Siria «se convierta en la víctima de una guerra por adquisición», referencia a la rivalidad regional entre los Estados Árabes del Golfo e Irán. Sin embargo, su renombre entre los sirios disminuyó porque hasta recientemente el CCNCD no reivindicaba la caída del régimen, a pesar de la represión violenta que lleva a cabo, no rechazando al mismo tiempo el diálogo con sus fracciones «moderadas» (¡se ve mal lo que significa este término en este contexto!). Tampoco llamó a un derrocamiento inmediato del régimen, sino más bien a una transferencia del poder gradual y planeada. Esta posición conciliadora implicó una pérdida de su credibilidad para numerosos sirios.

¿Intervención extranjera?

A pesar de los repetidos pedidos del SNC de una intervención militar extranjera en Siria, las potencias occidentales y regionales hasta ahora no tomaron disposiciones para emprender tal acción.

Una de las razones es que la operación en Libia, aunque consiguió finalmente la victoria de la OTAN, fue más larga y más aventurada de lo que habían pensado y desembocó en una situación más inestable que la que las fuerzas imperialistas habían previsto. Los riesgos en Siria serían aún más importantes porque aunque las potencias imperialistas aprecian poco el régimen de Assad, constituye al menos un enemigo estable, conocido. Una intervención podría producir a un «opositor más inestable» y al que no conocen.

Para las fuerzas imperialistas, a distintos niveles, el régimen sirio fue un elemento bastante dócil y colaborador en varias oportunidades en la región. Temen que un cambio de régimen en Siria pueda modificar el statu quo actual entre Siria e Israel.

Pero esta situación podría cambiar rápidamente si las potencias imperialistas y sus clientes regionales pensaran que el equilibrio de los riesgos al derrocar el régimen sirio se modificaría a su favor. Un pedido de ayuda de la oposición hecho a la OTAN o a las potencias regionales del Golfo es precisamente la clase de viraje que podría incitar a estas potencias a pensar que podrían ganar la apuesta de derrocar al régimen. Es con esta perspectiva que la propuesta del emir de Catar de enviar tropas árabes a Siria debe comprenderse y verse como muy peligrosa. La única potencia árabe que puede enviar a un ejército in situ es Arabia Saudí, cuyas fuerzas aplastan el movimiento popular en su propio país y que intervino en Bahréin para someter la revolución del pueblo bahreiní. Sin olvidar su función de enlace de la potencia estadounidense en la región, las perspectivas no son pues halagüeñas.

Deberíamos invitar los que creen aún que una intervención extranjera podría tener efectos positivos para Siria a observar las situaciones iraquíes y afganas: después de diez años estos dos países no tienen democracia, ni justicia social, ni estabilidad. La catástrofe humana -que continúa aún actualmente- en ambos países es indescriptible.

La experiencia libia mostró también hasta qué punto una intervención militar puede ser destructiva. El balance de las muertes en Libia en el momento de la intervención de la OTAN estaba de entre 1.000 y 2.000 (según estimaciones de la ONU), mientras que ocho meses más tarde se transformó probablemente en diez veces esta cifra. Estimaciones del número de las muertes durante los ocho últimos meses -mientras que la OTAN prohibía el alto el fuego y las negociaciones- varían entre 10.000 y 50.000. El Consejo Nacional de Transición estima el número de pérdidas en 30.000 muertos y 50.000 heridos.

Es importante comprender que una posible intervención de la OTAN en Siria no protegerá a los civiles, sino que multiplicará al contrario el número de civiles muertos y sólo aportará el caos.

Además, una intervención militar extranjera sometería al país a una ocupación durante años. Allí aún podemos ver los ejemplos iraquíes y afganos, donde las fuerzas de la OTAN aún están instaladas, y en Libia, donde las nuevas autoridades pidieron a las fuerzas de la OTAN que permanezcan en el país.

El pueblo sirio no desea reemplazar un régimen autoritario por una ocupación extranjera.

Sin embargo es importante recordar que el primer responsable de una posible intervención militar extranjera sería sin vacilar el actual régimen sirio, debido a la represión violenta y criminal contra el movimiento popular de su país.

Las sanciones afectan al pueblo

El pueblo sirio sufre también las sanciones económicas aplicadas por las potencias occidentales y por la Liga Árabe así como por el racionamiento impuesto por el régimen. Muchas fábricas debieron cerrar como consecuencia de la caída del consumo y  la imposibilidad de exportar debido a las sanciones, mientras que la escasez de electricidad y petróleo se vuelve corriente en la mayoría de las ciudades. Esta situación afecta sobre todo a los pobres y a las «clases medias».

Los apoyos del régimen disminuyen día a día; incluso las ciudades muy controladas de Alepo y Damasco conocieron un número creciente de manifestaciones y huelgas en varios barrios. Los partidarios del régimen son de más en más reducidos a los servicios de seguridad y a una parte de la burguesía de Damasco y de Alepo que aprovechó esta dictadura. El movimiento popular unificó los distintos sectores de la sociedad siria y en particular a los oprimidos de todas las facciones que sufrieron los efectos de las políticas autoritarias y neoliberales de este régimen clientelista y criminal. El pueblo sirio no retrocederá y no se detendrá antes de la caída del régimen. Victoria para la Revolución y simpatía para nuestros mártires.

Nota:

[1] Se concedieron «amnistías» en mayo, junio y noviembre de 2011. El movimiento contra el régimen dictatorial indica que el mismo día de la declaración de Bachar el-Assad asesinaron a 20 personas, incluidos un policía y un militar que se negaba a disparar contra los manifestantes. Por su parte, el dirigente de Hizbulá, Nasrallah, llamó con motivo de una conferencia otorgada por vídeo en la ciudad de Baalbek al Líbano a «la oposición siria, dentro y fuera del país, a responder positivamente a los llamamientos al diálogo hechos por el Presidente Assad y a cooperar con él para aplicar las reformas que anunció». ¿Hará eso reflexionar a los partidarios «críticos» de Hizbulá en Europa? La duda es más que posible a este respecto.

Fuente: http://alencontre.org/moyenorient/syrie/syrie-la-lutte-ne-sarretera-pas.html