Lima, la capital de Perú, se ha convertido en una ciudad de renombre culinario, que atrae aficionados al turismo gourmet de todo el mundo, que llegan para degustar platos que van desde el famoso ceviche a los productos típicos de la región andina. Esto quizá la convierta en un lugar apropiado para lo que se […]
Lima, la capital de Perú, se ha convertido en una ciudad de renombre culinario, que atrae aficionados al turismo gourmet de todo el mundo, que llegan para degustar platos que van desde el famoso ceviche a los productos típicos de la región andina. Esto quizá la convierta en un lugar apropiado para lo que se ha convertido en un auténtico ritual anual móvil, la serie de cumbres itinerantes organizadas por Naciones Unidas en diversos puntos del planeta para hacer frente a la crisis del cambio climático. El encuentro de este año, conocido como «COP 20», la 20ª Conferencia de las Partes del Protocolo de Kyoto, será la última reunión con participación de presidentes y primeros ministros antes de la cumbre sobre cambio climático de diciembre de 2015, que se llevará a cabo en París.
Una de las expectativas para el encuentro de París es lograr una extensión del Protocolo de Kyoto; un nuevo tratado mundial legalmente vinculante para limitar el calentamiento global a un aumento de la temperatura promedio mundial de solo dos grados Celsius. Por ende, todos los ojos están puestos en París. Pero si el problema está en los detalles, es aquí en Lima donde los detalles se están elaborando. No se puede decir «clima» sin decir «Lima».
En primer lugar, es necesario comprender el contexto, y conocer quién fue invitado a participar del debate y quién no. En el interior, la cumbre se lleva a cabo de forma ordenada, con la policía de la ONU monitoreando todo y un aire enrarecido de decoro diplomático. No hay una sensación de urgencia en las salas de audiencias, lo cual es sorprendente, ya que la ciencia es clara: el mundo se calienta rápidamente y, si no se hace algo al respecto, pronto tendremos un cambio climático irreversible y catastrófico.
La cumbre oficial se lleva a cabo en una base del ejército peruano, conocida con el inquietante nombre de «El Pentagonito». En esta zona militarizada, la cumbre climática de la ONU se produce en una especie de «Pueblo Potemkin» e incluye ceremonias formales y protestas intermitentes previamente aprobadas.
El simbolismo no pasa desapercibido para muchos de los peruanos organizados por la justicia climática. Wilfredo Saavedra Marreros, presidente del Frente de Defensa Ambiental de Cajamarca, declaró a Democracy Now!: «La COP 20 no es más que una suerte de engaño, muchachos; es una farsa, nosotros lo concebimos así. Se han reunido los representantes de los Estados del mundo en un lugar que está manchado con sangre. En el Pentagonito, ese resguardo militar, allí se han asesinado extrajudicialmente a hermanos nuestros, los han quemado, los han desaparecido».
Afuera, en las bulliciosas calles de Lima, una ciudad de más de ocho millones de habitantes con atascos de tráfico interminables, los movimientos sociales organizan su propia «cumbre de los pueblos» contra el cambio climático en un parque público de la ciudad. El diez de diciembre, Día de los Derechos Humanos, miles de personas marcharon por las calles en demanda de medidas concretas para revertir el cambio climático.
Pascoe Sabido, del grupo Corporate Europe Observatory (CEO, por su sigla en inglés), participa de la organización de actividades tanto dentro como fuera de la COP 20. Publicó junto con otros grupos un informe titulado «Corporate Conquistadors: The Many Ways Multinationals Both Drive and Profit From Climate Destruction» (Conquistadores empresariales: varias formas en que las multinacionales impulsan y se benefician de la destrucción del clima). En una de las instancias de adentro, Sabido y otros activistas participaron de una reunión patrocinada por las gigantes petroleras Shell, Chevron y otros intereses de la industria de los combustibles fósiles. «Había montones y montones de personas muy enojadas intentado protestar contra la presencia de la industria de los combustibles fósiles en estas conversaciones», me dijo Pascoe. «Hace veinte años que existen estas negociaciones y no se ha logrado avanzar hacia el acuerdo ambicioso y justo que necesitamos para frenar el cambio climático. Una de las grandes razones es la presión agresiva de la industria de los combustibles fósiles, tanto en el ámbito nacional como aquí en las negociaciones internacionales».
Otro activista presente en la COP 20 es el líder ambiental nigeriano Nnimmo Bassey, quien dijo: «Antes de partir de Nigeria me tomaron la temperatura dos veces para determinar si tenía fiebre alta o ébola. Ahora bien, la temperatura del planeta Tierra se ha elevado a un punto de 0,8 grados por encima de los niveles preindustriales. Si la Tierra tuviera que pasar por el mismo proceso… hubiera sido puesta en cuarentena, porque se habría determinado que tenía fiebre alta o ébola. Pero no podemos poner en cuarentena a la Tierra. Tenemos que encontrar a quienes están atacando el clima y ponerlos en cuarentena a ellos».
También es importante tener en cuenta quién no está presente en la COP 20. Yeb Sano fue el principal negociador de Filipinas el pasado año. Para sorpresa de muchos, fue retirado de la delegación de este año y se encuentra en su hogar, mientras su país se ve devastado por otro tifón más, el Hagupit. Sano tuiteó: «Pueden silenciar mi boca. Pero no pueden silenciar mi alma». Sano convulsionó la COP 19 de Varsovia, Polonia el año pasado. En ese momento, Filipinas estaba siendo azotada por el tifón Haiyan. Sano no sabía si su familia había sobrevivido. En un emotivo discurso pronunciado en una sesión plenaria de la cumbre, preguntó: «Si no somos nosotros, ¿entonces quiénes? Si no es ahora, ¿cuándo? Si no es aquí, entonces ¿dónde?». Muchos activistas en defensa del clima de Filipinas piensan que la presión concertada por parte los gobiernos europeos y de Estados Unidos provocaron la destitución de Sano, ya que se estaba convirtiendo en un defensor enérgico de la justicia climática para el Sur Global.
Atossa Soltani, fundadora de la organización sin fines de lucro Amazon Watch, me dijo que, a pesar de todas las deficiencias de la cumbre, igual se alegra de que este encuentro mundial se haga aquí, en Perú, donde más del 60% del país (un área del tamaño de Texas) es de selva tropical. «Es la primera COP que se realiza en un país amazónico. Y la selva amazónica es realmente importante en el debate sobre el cambio climático. No solamente porque la deforestación es una gran fuente de emisiones, sino también porque la selva tropical del Amazonas es la máquina de lluvia del planeta. Esta selva genera los ríos voladores que básicamente brindan lluvia fértil para el continente entero y el resto del mundo. Es el corazón del planeta, que bombea humedad y vapor al resto. Esa es la importancia de esta COP: poner el Amazonas en el mapa, llevar los derechos indígenas fundamentales al centro del debate, y pedir el fin de la era de los combustibles fósiles. Es por eso que estamos aquí».
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro «Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos», editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Traducción al español del texto en inglés: Ines Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, [email protected]
Fuente: http://www.democracynow.org/es/blog/2014/12/12/la_lucha_por_el_clima_en