Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Poco después de que las noticias sobre la masacre de Ankara empezaran a circular en las redes sociales, apareció un video que mostraba el momento mismo de la primera explosión con un primer plano de un grupo de jóvenes participantes en la manifestación por la paz en alineación halay. Los manifestantes estaban cantando y bailando el famoso ozan [bardo] «Ellerinde Pankartlar» de Ruhi Su, compuesto para conmemorar la sangrienta fecha del 1 de Mayo en 1977, cuando en la Plaza Taksim se celebraba la Fiesta del Trabajo y al menos 42 personas fueron asesinadas y más de 120 resultaron heridas. Cuando en el video se ve que estalla la primera bomba, el grupo en halay está a punto de pronunciar aquellas famosas líneas «esta Meydan [plaza] es una meydan sangrienta». Las bombas no permiten que la elegía continúe. La policía que llega después no permite que la elegía continúe. Los comunicados de prensa posteriores no permiten que la elegía continúe. Como Selahattin Demirtas, el copresidente del Partido Democrático Popular sostiene, los perpetradores de la masacre de Ankara, por comisión y omisión, serán llevados ante la justicia y el Estado de Erdogan será declarado asesino en serie, porque así es como se comporta tanto a nivel interno como regional. Y la elegía de Ruhi Su se cantará hasta completarse desde el principio:
Ellenrinde Pakartlar Pancartas en sus manos
Gidiyor Bu Çocuklar Aquellos jóvenes desaparecieron
Kalkin Ayaga, Kalkin Poneos en pie, alzaos
Gidiyor Bu Çocuklar Aquellos jóvenes desaparecieron
Bu Pazar, Kanli Pazar Este domingo, domingo sangriento
Dert Yazar, Derman Yazar Crea aflicción, proporciona remedio
Kalkin Ayaga, Kalkin Poneos en pie, alzaos
Gidiyor Bu Çocuklar Aquellos jóvenes desaparecieron
Bu Meydan Kanli Meydan Esta plaza, plaza sangrienta
Ok Firladi Çikti Yaydan La flecha ha saltado del arco
Kalkin Ayaga, Kalkin Poneos en pie, alzaos
Biz Sehirden, Siz Köyden Nosotros desde las ciudades, vosotros desde los pueblos
Con la imposición de un apagón informativo en todo lo referente a la masacre de Ankara,
Erdogan y el gobierno títere de Davutoglu podrían estar planeando otro plan astuto para
manejar esta atrocidad. Me uno sencillamente a las decenas de miles de personas que en
las calles de Turquía exigen que Erdogan y su entorno rindan cuentas por la mayor
masacre perpetrada contra un grupo de manifestantes pacíficos en la moderna historia
de Turquía.
Es precisamente a la gente común de Turquía a la que están hiriendo y son ellos los que exigen justicia frente a las ejecuciones mafiosas sin ley de kurdos, alevíes, izquierdistas y cualquier otra facción disidente que se identifique y se una en oposición frente a un régimen autoritario cada vez más inhumano y criminal. Y, contra viento y marea, quieren la paz. Si estas personas piden la paz a pesar de todo lo que ha ocurrido, este llamamiento se merece una respuesta de solidaridad y cobertura crítica, especialmente en los medios de lengua inglesa. Y hay que denunciar al Estado turco, a la luz de las seis masacres de proporciones masivas en el curso de su «gobierno», por lo que es: un asesino criminal en serie. Desde las elecciones del 7 de junio, la cifra total de víctimas en Turquía es de 694 personas.
Antes que nada, con este artículo quiero informar sobre la masacre de Ankara en Turquía tan de inmediato como sea posible. Mi segundo objetivo es analítico, tomando muy en serio la acertada descripción de Selahattin Demirtas, considero que el Estado en la Turquía de Erdogan es un asesino en serie, la expresión que mejor capta otra parte subcontratada del Estado turco. He explorado anteriormente el Estado-corporativo y su externalización y subcontratación del capitalismo en Turquía en el contexto de la masacre de Soma. Ante la masacre de Suruç y ahora de Ankara, quiero aquí insistir en que el Estado corporativo bajo Erdogan no sólo depende de un capitalismo subcontratado, sino también de una gobernabilidad y soberanía subcontratada, al igual que subcontrata la práctica misma de la violencia a grupos de terceros en su propio territorio y les apoya logísticamente fuera de él, ya sea fascistas-nacionalistas o fascistas islamistas. Perpetrar esas masacres a una escala tan masiva y crear las condiciones para que se pueda atacar directamente a sus ciudadanos de a pie, aunque utilizando sus derechos básicos de reunión para pedir la paz (!), no puede ser ya un método de gobierno en la Turquía de Erdogan. Este Estado subcontratado debe cesar en sus prácticas sin escrúpulos y en la desregulación no sólo de la seguridad laboral en la economía, sino también de la seguridad pública de toda su ciudadanía. Se trata de la doble fabricación e implantación violentas de la precariedad en el ámbito de la economía y de la marginalidad dentro de la política que alimenta el Estado de atrocidades de Erdogan. Por ello, la utilización de término «fascista» como calificativo de este Estado en su coyuntura actual no es ninguna exageración.
Cuando escribí este artículo inmediatamente después de la masacre de Ankara, había más de 500 civiles heridos, algunos en situación grave. La cifra de muertos ha aumentado desde los 86 de las primeras noticias del sábado a los 128 del domingo durante la redacción de este escrito. Se habían reunido por iniciativa de un grupo de sindicatos de trabajadores (KESK y DISK) y organizaciones laborales, para pedir la inmediata reanudación de las conversaciones de paz entre el ala armada del Movimiento de Liberación Kurdo y el Estado kurdo. Se habían reunido en aras del «Trabajo, Paz y Democracia», lema decidido para el encuentro. Pedían el fin inmediato de la sistemática violencia de Estado que puso pueblos y ciudades enteros bajo toque de queda militar en el Kurdistán turco durante los últimos dos meses. Las explosiones se produjeron sólo horas antes de que se propagara la noticia de que el PKK-KCK estaba acabando de preparar un plan de inacción («eylemsizlik», en turco), que llevó eficazmente a un alto el fuego.
Sin embargo, otro día marcado por otra nueva masacre en Turquía: 10 de octubre de 2015. Dos bombas gemelas, sincronizadas, metidas de contrabando por dos suicidas-bomba en una manifestación por la paz, cerca de la estación central de trenes en su capital, se llevaron más de 128 vidas. Fueron las 128 vidas de las personas más valientes y generosas de entre los trabajadores, representantes sindicales y estudiantes universitarios, representantes y simpatizantes del HDP, que querían hacer un llamamiento solidario por la paz y el compromiso político frente a la retórica y el belicismo visceral que en los últimos meses se ha derramado sobre el Kurdistán turco y el resto del secuestrado país. A pesar del entorno letal de linchamiento y pogromos que se ha convertido de nuevo en la realidad diaria de los ciudadanos kurdos de Turquía, estaban allí para pedir la paz y el fin de la violencia. Por tanto, permítanme reiterar algo que se ha convertido ya en uno de los eslóganes de protesta inmediatamente después de la masacre de Ankara: «Sabemos quiénes son los asesinos. ¡Y vamos a resistir frente a los ataques y masacres fascistas!».
Los testigos han informado de que las fuerzas policiales, ausentes en el momento de la explosión, llegaron inmediatamente después de las explosiones. Estaban allí antes de que lo hicieran las ambulancias. Sin embargo, en vez de ayudar a las víctimas, la policía decidió atacar a los que ayudaban a los heridos utilizando gases lacrimógenos y agua a presión, y negándose a crear un corredor para que los trabajadores sanitarios pudieran llegar hasta el escenario de la masacre y ayudar a quienes necesitaban atención médica, que eran la mayoría. Esa es la principal razón de que se tema que la cifra de fallecidos aumente en las próximas horas y días.
Quiero aclarar que hay una masa crítica en Turquía que hace esas mismas conexiones. La forma en que ha estado circulando el testimonio de un superviviente de la masacre, ha sido aceptado por los demás, podría ser un buen ejemplo. Ayhan Benli, el superviviente, escribió en su cuenta en las redes sociales: «Hoy hemos sobrevivido [a la masacre] a sólo diez metros de la explosión. No sé si dar gracias por haberme salvado o llorar a los que han muerto. Pero sí tengo algo muy claro. La forma en que la policía disparó los botes de gases lacrimógenos contra nosotros mientras me encontraba presionando una herida para parar la hemorragia de una persona herida que yacía junto a mí, y la forma en la que la policía golpeó a la camarada que estaba a mi lado con su porra… Eso sé que no voy a olvidarlo. Vosotros tampoco lo olvidéis». Al igual que el eslogan aparecido inmediatamente después de la masacre de Roboski, las personas que se sintieron enfurecidas por la masacre de Ankara pidieron que se llevara ante la justicia a los responsables de la misma proclamando: «Si olvidamos, nuestros corazones se secarán».
Echando un poco más de sal en la herida, el gobierno de Davutoglu hizo unas declaraciones de prensa de treinta minutos de duración después de los ataques dedicadas a amenazar a los dirigentes del HDP y sus bases. No hubo en esas declaraciones condena alguna de las células afiliadas al ISIS. Al contrario, el primer ministro Davutoglu hizo público que el gobierno había emitido una orden judicial prohibiendo la producción, propagación y circulación de cualquier noticia, informe o análisis sobre la masacre de Ankara en los medios visuales, impresos y redes sociales turcos mientras se llevaba a cabo la investigación criminal. Es en el contexto de ese bloqueo informativo sancionado por el Estado, y agresivamente impuesto, sobre la masacre de Ankara por lo que escribo este artículo. Es simplemente un artículo ifsha [de denuncia] para desafiar a los verdaderos criminales: el gobierno profundamente incompetente de Davutoglu bajo control sultánico del presidente Erdogan. Hay que llevar de inmediato ante la justicia al Estado turco con sus actos criminales. Y los responsables deberán rendir cuentas.
Durante su visita a la sede del KESK para ofrecer sus condolencias a quienes han perdido a sus seres queridos, camaradas, amigos y familiares, el copresidente del HDP Selahattin Demirtas declaró que se llevará a cabo un esfuerzo concertado para organizar un funeral y enterramiento colectivo de todos los masacrados en Ankara tan pronto como sea posible. Esta declaración se produjo después de su descripción de la masacre en el diario turco Cumhuriyet. Si uno de los elementos constitutivos del Estado de Erdogan es la modalidad especulativa, subcontratada y desregulada de administrar la «economía», la otra es la intensificación de la violencia dirigida contra los kurdos y cualquier otra fuerza de la oposición dentro y fuera de sus fronteras, mientras que a nivel nacional la misma seguridad política está desregulada, haciendo que algunas reuniones políticas se conviertan en claros objetivos de ataques fascistas como el de Ankara. El histórico discurso de Demirtas, al que se puede acceder aquí a su versión en inglés, atestigua el hecho de que Erdogan no está muy lejos de Asad al permitir que los extremistas maten a los participantes en las manifestaciones por la paz en su propia ciudad frente a la estación central de trenes:
«No vamos a permitir que una y otra vez os convirtáis en los asesinos de nuestro pueblo. Morimos cada día. Estamos muriendo: somos los soldados. Somos la policía. Ambos, kurdos y turcos somos nosotros. Son los hijos e hijas de la gente pobre los que están muriendo. Vosotros y los vuestros no estáis muriendo. Por eso sois vosotros y no nosotros los que tenéis que rendir cuentas. El Estado está bajo vuestro control, y vosotros gobernáis este país. Sois responsables de cada muerte. Y responderéis de ello. Nuestra lucha no cesará hasta que os llevemos ante la justicia, ante un poder judicial independiente. No vamos a permitir que sigáis perpetrando masacres en este país con tanta libertad.»
A pesar de las conexiones históricas con trayectorias más largas de violencia estatal dirigidas contra los otros en el Estado turco, las errores «operativos» de Erdogan en Roboski, los «accidentes de trabajo» en Soma, son ahora más vergonzosamente irredentos y desafiantemente deshumanizados. Y el Estado bajo su dominio no sólo alquila minas en Soma, también las fronteras con Siria e Iraq, como en Reyhanli y Roboski, y las plazas de ciudades como Suruç y Ankara, para actos de violencia así como para la acumulación capitalista. Son la seguridad pública y laboral las que están insuficientemente reguladas. Esas desregulaciones políticas de la seguridad y la protección son la razón de la muerte de nuestros 128 camaradas en Ankara, que se añaden a la cifra ya horrenda de muertos que Turquía ha tenido que soportar bajo el gobierno de Erdogan. De Roboski a Soma, de Gezi a Reyhanli, y ahora de Suruç a Ankara. La lista de atrocidades del gobierno Erdogan, que ellos describen como calamidades pasivas que le sobrevienen a la nación, sigue creciendo y no parece ir a detenerse definitivamente en Ankara. Como Demirtas mantuvo, no vamos a permitir que prosiga ninguna de las prácticas del Estado subcontratado. El Estado no puede seguir eludiendo su responsabilidad por la comisión y omisión corporativa y criminal. El asesino en serie no puede matar con tanta facilidad porque, una vez más, somos sólo nosotros los que estamos muriendo…
Emrah Yildiz realiza estudios de doctorado en antropología social y estudios sobre Oriente Medio en la Universidad de Harvard. Es coeditor de la página de Turquía en Jadaliyya.com.
Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/22899/the-ankara-massacre-and-the-state-as-a-serial-kill