La matanza israelí en Gaza ha sido posible por la aprobación de los regímenes reaccionarios árabes, Egipto y Arabia Saudita, principalmente, antes que por el apoyo occidental y estadounidense con el que cuenta Israel (1). En este caso, el orden de los factores sí es importante y la responsabilidad primera hay que cargarla en los […]
La matanza israelí en Gaza ha sido posible por la aprobación de los regímenes reaccionarios árabes, Egipto y Arabia Saudita, principalmente, antes que por el apoyo occidental y estadounidense con el que cuenta Israel (1). En este caso, el orden de los factores sí es importante y la responsabilidad primera hay que cargarla en los regímenes reaccionarios árabes y no en los tradicionales aliados del régimen sionista.
Egipto, Arabia Saudita, Jordania y algunos países del Golfo han venido sosteniendo, desde el triunfo de Hizbulá en la guerra contra Israel en el verano de 2006, que había que hacer todo lo posible por impedir que el avance de los «factores no estatales» -léase Hizbulá y Hamás- cuajase en el mundo árabe. Y como en la guerra de Líbano, lo primero que hicieron cuando se produjo la agresión sionista contra Gaza fue aplaudir. Luego, ante el curso de la guerra, cada vez más desfavorable a los sionistas, algunos comenzaron a replegar velas y a emitir cuidadosos comentarios donde los malos (entonces Hizbulá, ahora Hamás) ya no lo son tanto y se comienza a criticar la «excesiva» matanza sionista.
De todos ellos, es Egipto quien tiene el grado más alto de culpabilidad. El 25 de diciembre, dos días antes de la invasión de Gaza por los sionistas, la ministra de Asuntos Exteriores de Israel, Tzipi Livni, realizó una visita a El Cairo y se reunió con el presidente Hosni Mubarak. Allí Livni anunció a Mubarak el ataque contra Gaza y recibió el visto bueno de Mubarak (2) para una operación que sería «rápida y quirúrgica» con la finalidad de derrocar a Hamás y abrir el camino de regreso de Mahmoud Abbas y sus hombres. Si hay que hacer caso de la prensa árabe -y en este caso hay que creerlo, puesto que lo ocultan los occidentales-, Livni le dijo a Mubarak que todo se habría solucionado en tres días. Y parece que tienen razón porque en ese tiempo, entre los días 27 y 30 de diciembre, llegaron a Egipto -en concreto a la localidad de Al-Arish, situada en el Sinaí- 400 miembros de las fuerzas de seguridad palestinas partidarias de Abbas (3) al mando de Mohammad Dahlan para hacerse cargo de la Franja tras lo que esperaban fuese el rápido derrocamiento de Hamás.
Sin embargo, lo que se había pintado como un camino de rosas se convirtió en un camino empedrado. La inicial brutalidad sionista no fue suficiente para derrocar a Hamás que, con una táctica inteligente, ha logrado revertir el curso de la batalla. Sólo por el hecho de resistir ya está logrando réditos políticos -no tardará en cosecharlos el en ámbito militar como continúe la agresión sionista y se inicie la batalla urbana- y, al mismo tiempo, poniendo en serios apuros no a los patrocinadores occidentales de los sionistas sino a los regímenes reaccionarios árabes como relataba con estupor un corresponsal estadounidense: «Un torrente de ira popular está poniendo presión sobre los aliados de América en el mundo árabe y parece empeorar las divisiones en la región (…) Las mayores críticas se han dirigido a Egipto, que es ampliamente visto [por la calle árabe] como el principal ayudante de la campaña israelí» (4) y, sobre todo, por no abrir el cruce de Rafah.
Es una realidad. Mubarak, que había mantenido silencio ante la agresión, tuvo que salir públicamente el día 2 de enero -seis días después de su inicio- para «aclarar» la posición de Egipto. Habló de que Gaza y Cisjordania «son un solo país» y que el cruce de Rafah -la única frontera de Gaza con un territorio no israelí- se abrirá sólo en las condiciones de un acuerdo de 2005 -del que Egipto no es signatario, curiosamente, y que al ser anterior a las elecciones palestinas de 2006, ganadas de forma limpia y democrática por Hamás, es ya antiguo puesto que establece que dicho cruce fronterizo ha de estar vigilado por fuerzas de la Autoridad Palestina, es decir, Abbas, y de la Unión Europea- (5). Y, al mismo tiempo, destinó una partida de 35 millones de dólares para iniciar una campaña informativa en los medios de comunicación, egipcios y árabes, para contrarrestar las críticas y «explicar» la postura oficial. Pero ya era tarde.
Gaza está provocando que el régimen de Mubarak se tambalee como nunca hasta ahora lo había hecho. El día 29 de diciembre se produjo un conato de rebelión en una academia de policía con 6.000 alumnos cuando se les ordenó reforzar a los policías del cruce de Rafah y se negaron, lo que ha supuesto el arresto de varios mandos intermedios y policías (6). El día 30 de diciembre se comenzaron a hacer masivas las manifestaciones de apoyo a los palestinos de Gaza -que han continuado ininterrumpidamente- en localidades como Assiut, Minya, Daqaliya, Fayoum y Alejandría (7), así como en las universidades de El Cairo y Ain Shams. Los Hermanos Musulmanes y la izquierda del Movimiento Kefaya (Basta) han ido de la mano en ellas, reforzando una alianza tácita que se viene produciendo desde antes de la guerra de Líbano en 2006.
El lema de las manifestaciones ha sido doble. Por una parte, «Parar el holocausto de Gaza». Por otra, «Gaza, perdónanos», en referencia a la incapacidad del movimiento popular egipcio para revertir la postura de su gobierno. Y mientras se generalizan las manifestaciones, comienzan a aparecer las amenazas armadas: Said Mohamed Anwar Sadat, sobrino del anterior presidente del país -el hombre que firmó la paz con Israel en 1979 y que murió en un atentado pocos años más tarde- y portavoz de una campaña de protesta por la postura de Mubarak en la matanza de Gaza, ha advertido públicamente que la juventud egipcia está «muy enojada» con la postura del gobierno y eso significa que no va a haber otra opción que comenzar a realizar «acciones armadas contra las instalaciones y líneas de suministro de gas a Israel» (8).
Además de las manifestaciones de apoyo a Gaza y en contra de la matanza, hay en marcha una campaña popular para exigir al gobierno egipcio el cese inmediato del suministro de gas a Israel. El régimen egipcio y la entidad sionista llegaron a un acuerdo en 2005 por el que Egipto suministra a Israel siete millones de metros cúbicos de gas natural a Israel a un precio inferior hasta en 12 veces del que rige en el mercado internacional del gas (9). El gas egipcio parte del oleoducto de la ciudad de El-Arish (en el norte del Sinaí y muy cerca de la Franja de Gaza) y llega hasta el puerto de Ashkelon, al norte de la Franja de Gaza.
Tan delicada es la situación para el régimen de Mubarak que esa ha sido una de las razones por las que ahora aparece como uno de los adalides de un plan, copatrocinado con Francia, para lograr un alto el fuego que satisfaga a los sionistas y, en cierta medida, a Hamás. En Egipto ya no se habla de derrocar a Hamás y el lenguaje es mucho más suave. Tanto que Mubarak ha tenido que ordenar a su ministro de Asuntos Exteriores que llame a los embajadores de los países permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU para «expresar el malestar» egipcio por la tardanza en aprobar una resolución de alto el fuego (10). Desde luego, no se dio prisa en hacerlo: fue el día 4 de enero, nueve días después del inicio de la agresión sionista.
Egipto se difumina como mediador
La otra ha sido el desvanecimiento del papel de Egipto como mediador, incluso patrocinador, de acuerdos. Ya ocurrió el mes de mayo de 2008, cuando los militantes de Hizbulá y sus aliados del Frente de la Resistencia, se hicieron con el control de Beirut en sólo cuatro días. No fue Egipto quien patrocinó un acuerdo entre las partes, sino Qatar (11). Ahora la situación es la misma.
Siria, Qatar y Turquía están patrocinando un acuerdo de alto el fuego que, al contrario que el que promueven Egipto y Francia, sí cuenta con el visto bueno de Hamás. Dicho acuerdo, del que no se informa en Occidente ni en los regímenes árabes reaccionarios, establece cinco puntos: cese el fuego por ambas partes, retirada inmediata israelí, vuelta a la tregua firmada en junio de 2008 entre Hamás e Israel, formación de un comité especial para abrir los cruces en la Franja de Gaza y una conferencia internacional de donantes para la reconstrucción de Gaza (12).
De hecho, la matanza sionista de Gaza ha logrado dividir de forma ya prácticamente irreversible el mundo árabe. Por una parte, estarían Egipto, Irak, Jordania, Arabia Saudita, Marruecos, Túnez, Kuwait, Bahrein, Omán, los Emiratos Árabes Unidos y las fuerzas que apoyan a Mahmoud Abbas en Cisjordania. Por otra, Siria, Líbano, Qatar, Yemen, Libia, Mauritania (pese a que mantiene relaciones diplomáticas con Israel), Sudán, Argelia, Yibuti, Somalia y las Islas Comores.
De estos países, Argelia, Yemen y Qatar iniciaron su desmarque del otro bloque en una reunión mantenida por la Liga Árabe en mayo de 2008 para tratar la situación en Líbano tras la toma de Beirut por Hizbulá y sus aliados e iniciaron su acercamiento a Siria puesto que no estaban de acuerdo con el mantra de los regímenes reaccionarios pro-occidentales árabes sobre la interferencia iraní en la zona y la estrategia de contención a la «expansión shíi». La matanza de Gaza hace difícil continuar con ello puesto que Hamás es suní, pero ahora los regímenes reaccionarios hablan de que Hamás se ha convertido en «un peón de Irán».
Pero a esta división hay que sumar la del mundo islámico no árabe. Aquí merece la pena mencionar a Turquía. El que haya aceptado patrocinar este plan alternativo que cuenta con el visto bueno de Hamás indica que se resquebraja la alianza estratégica que venía manteniendo con Israel y que algo está cambiando entre los regímenes árabes e islámicos considerados «moderados» y más cercanos a Israel y a Occidente. Tras la matanza de Gaza ya nada será igual.
La resistencia de los habitantes de Gaza, y la inteligente estrategia de Hamás, ha cogido por sorpresa a los regímenes reaccionarios árabes. Están obligados a dar la cara ante sus pueblos puesto que de ello depende su supervivencia. Los editoriales de la prensa árabe son muy claros al respecto, aunque tal vez el análisis más acertado sea el del «The Daily Star» libanés del pasado 9 de enero: «Gaza es la punta del iceberg en término de peligro para los Estados árabes» (13). Y apunta que «los agentes no estatales van a ganar influencia [entre el pueblo árabe] a costa de unos gobiernos desgraciados y de un inerte liderazgo árabe».
Puede que Hamás acepte el plan egipcio-francés o puede que no. Dependerá de la correlación de fuerzas en el campo de batalla y hasta ahora, a pesar de los muertos y heridos, no es muy desfavorable a Hamás. En este caso, para el movimiento político-militar palestino, resistir es vencer. Y en los próximos días veremos quién resulta definitivamente vencedor para los árabes: dependerá del lugar donde se celebre la próxima cumbre y si en ella está o no presente Hamás.
Notas:
(1) Alberto Cruz, «La connivencia árabe con la matanza de Gaza» http://www.nodo50.org/ceprid/
(2) Al-Akhbar (Líbano), 10 de enero de 2009.
(3) As-Safir (Líbano), 4 de enero de 2009.
(4) The New York Times, 3 de enero de 2009.
(5) Haaretz (Israel), 3 de enero de 2009.
(6) Sawt Al-Omah (Egipto), 30 de diciembre de 2008.
(7) Al-Ahram (Egipto), 9 de enero de 2009.
(8) Al Jazeera, 9 de enero de 2009.
(9) Ibid.
(10) Al-Ahram Weekly, 8-14 de enero de 2009.
(11) Alberto Cruz, «Condoleezza Rice tenía razón: nace un nuevo Oriente Medio» http://www.nodo50.org/ceprid/
(12) Al-Quds Al-Arabi (Gran Bretaña), 9 de enero de 2009.
(13) The Daily Star, 9 de enero de 2009.
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor especializado en Relaciones Internacionales.