La primera red comunitaria inalámbrica que surgió en Cuba, con 40.000 computadoras conectadas fuera de línea, creció con altas y bajas en la última década en su capital, donde sus integrantes protagonizan ahora un diálogo con las autoridades para seguir existiendo. «Es completamente una iniciativa social, no tiene nada malo, no hay manera de verle […]
La primera red comunitaria inalámbrica que surgió en Cuba, con 40.000 computadoras conectadas fuera de línea, creció con altas y bajas en la última década en su capital, donde sus integrantes protagonizan ahora un diálogo con las autoridades para seguir existiendo.
«Es completamente una iniciativa social, no tiene nada malo, no hay manera de verle un lado negativo», dijo a IPS Luis Leonardo Hernández, que administra en un municipio periférico de La Habana un nodo con 900 usuarios de Snet, o la llamada red de la calle, de la que estiman se sirven al menos 120.000 personas en la capital.
El domingo 11 representantes de la red se reunieron con funcionarios del Ministerio de las Comunicaciones y a partir de este lunes 12 comienzan las pruebas técnicas para una posible legalización de la red metropolitana, indicaron a IPS fuentes cercanas a la administración general de Snet.
Esta red y otras similares de menor alcance en otras ciudades -como Santa Clara Camagüey, Holguín, Las Tunas y Santiago de Cuba-, resultan atípicas en el resto del mundo, pues fueron construidas con cables y transmisores punto a punto como alternativa a la limitada conectividad a Internet, sobre todo para jugar en red.
Sus integrantes más innovadores crearon además servicios propios como foros, bibliotecas, chats, sitios de clasificados y un grupo de desarrollo de programas, llamado Netlab, que convierten a la red en una comunidad compleja con identidad propia, forjada a partir de un proyecto colaborativo sustentado con fondos colectivos.
«¿Qué de malo tiene la forma en que hemos trabajado todos estos años?», se preguntó Hernández, que pertenece al segmento partidario de mantener Snet «como hasta ahora». Mientras el optometrista Jorge Luis Alfonso remarcó que «es un fenómeno social y como eso tienen que tomarnos en cuenta».
A pesar de algunos decomisos de equipos de tenencia ilegal detectados por inspectores o debido a la venta ilícita de Internet, Snet evolucionó bajo la mirada mayormente tolerante de las autoridades, al punto que actualmente conecta hogares de las provincias de Artemisa y Mayabeque, que colindan con La Habana.
Pero todo cambió en mayo con la publicación de las resoluciones 98 y 99 del Ministerio de Comunicaciones, destinadas al ordenamiento del espacio radioeléctrico cubano y su uso por personas naturales, que entró en vigor el 29 de julio y establece 60 días para legalizar los equipos permitidos y respetar los límites impuestos.
La norma legalizó por primera vez las redes privadas, entre otros avances, aunque con parámetros incompatibles con Snet, que es la mayor de todas ellas.
«Cumplir la legislación a totalidad sería el fin de una organización que hemos ido creando, que tiene un ambiente sano para nosotros», dijo a IPS el taxista Juan Durán, organizador de la red, sobre la norma que fija la potencia de irradiación hasta 100 milivatios y permite el uso de transmisores solo a las personas jurídicas.
Entonces administradores de la red comenzaron un diálogo con funcionarios de la cartera de comunicaciones, que tuvo un punto de cambio el sábado 10, cuando decenas de integrantes de Snet se congregaron en un parque frente a la sede, en señal de inconformidad por el anuncio la víspera de que la red debía desaparecer.
Con pulóveres con el logo Somos Snet, creado para una campaña en redes sociales a favor del proyecto, o carteles artesanales con el mensaje «Todo por Snet. Somos una familia», sus integrantes fueron llegando al lugar hasta que dos funcionarios les informaron que retomarían las conversaciones con la administración de la red.
Sudoroso y con voz desgastada, Durán estuvo entre los concentrados e indicó a IPS que habían pasado por el lugar alrededor de 300 usuarios. Algunos permanecieron allí para informar a las otras personas que seguían llegando al parque.
«No va haber ningún cambio en la ley, solo algunas concesiones en la práctica», explicó Durán sobre la alternativa propuesta por las autoridades en respuesta a la presión ciudadana y que deben poner a prueba técnica en lo adelante, además de conocer los detalles.
La solución consiste en una fusión de la red con los Joven Club de Computación, que son 600 centros estatales tecnológicos en el país. «Se planteó que se iban a mantener los servicios y tener flexibilidad para resolver los problemas que vayan apareciendo», continuó.
«Estamos de acuerdo en unirnos siempre y cuando mantengan lo que logramos por 10 años, con sacrificios», valoró un chico, que no quiso identificarse. «La parte positiva es podernos conectar con el resto del país, cosa que por nuestros medios no podemos lograr», apuntó.
Pero algunos se mostraron escépticos y reservados a la espera de más detalles sobre las garantías y tiempos dados por las autoridades para la fusión, que cuando de concretarse sentaría un precedente en el país todavía muy centralizado por el Estado.
El conflicto alrededor de la intranet pone al descubierto otros problemas del país caribeño de carácter interno y hasta externo.
«Yo no tengo dinero todos los meses para pagar Internet y conectarme a un servidor internacional», contó Heidi Margarita Betancourt, alias Gipsi, que coordina un foro donde interactúan 300 personas cada día sobre temas de actualidad, a excepción de asuntos sensibles o prohibidos como política, religión, terrorismo o pornografía.
Aunque ya 56 por ciento de la población cubana se conecta a Internet, mayormente por teléfonos móviles, según el Informe Digital 2019 de la plataforma internacional Hootsuite, todavía constituye un algo prohibitivo y en muchos casos de uso limitado debido a los altos costos del servicio.
«Esto es nuestro, los creamos para nosotros, nuestra familias, es la manera de conectarnos», continuó Betancourt, que asegura que en su hogar toda la familia se favorece de los servicios de Snet. «Hasta mi nieta, de nueve años, hace las tareas de la escuela con la Wikipedia», puso como ejemplo.
Otra cara de la moneda expuso el joven informático Yosvani Pérez, con el sobrenombre de Vano. «A muchos juegos en Internet, por la cuestión del bloqueo (que Estados Unidos impone a Cuba desde 1962), no podemos acceder porque somos cubanos, por eso en la red hemos creado juegos similares», explicó.
«Snet viene a suplir todas esas cosas: es una plataforma creada por nosotros para no tener dependencia de nadie», resumió otro informático, que se identificó solo como Luis, en respuesta al pronóstico de especialistas de que la red comunitaria desaparecería por sí sola cuando Internet sea un servicio asequible en el país.
Las redes comunitarias, que cuentan con amparo en muchos países de América Latina para ampliar el acceso a Internet, suelen constituirse de forma espontánea y colaborativa a partir de la necesidad de reducir la brecha digital, sobre todo en zonas alejadas de los centros urbanos adonde los operadores tradicionales no ofrecen servicios.
(Tomado de IPS Cuba)