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15 de mayo, día de la catástrofe palestina, la Nakba

La memoria: una llave para el futuro

Fuentes: The San Francisco Chronicle

Traducido por Meritxell Mir Roca

¿Por qué algunos tienen el poder para recordar mientras a otros se les pide que olviden?

Esta pregunta es especialmente crítica en esta época del año, donde pasamos del día del Holocausto al inicio de la primavera al aniversario de la declaración de independencia de Israel el 14 de mayo de 1948.

En los meses cercanos a esta fecha, las fuerzas judías expulsaron, o intimidaron hasta hacerlos huir, a unos 750.000 palestinos. Se aplastó y se fragmentó a una sociedad llena de vida que había existido durante siglos en Palestina y, en sus ruinas, se construyó otra sociedad nueva.

Son pocas las familias que no guardan un relato de pérdida de aquella época, un tío asesinado o una parte de la familia huyendo hacia el norte mientras la otra parte huía hacia al este para no volver a reunirse jamás, o casas, oficinas, huertos y otras propiedades arrebatadas. Desde entonces, los palestinos de todo el mundo han conmemorado el día 15 de mayo cómo el día del Nakba, la catástrofe.

Ninguna persona ética aconsejaría a los judíos que olvidaran el Holocausto. De hecho, en las últimas décadas, y con toda la razón, se ha recordado a las víctimas de este terrible episodio y han podido recuperar algunos de los bienes que los Nazis les confiscaron.

Otras víctimas de injusticias masivas, los estadounidenses de origen japoneses encarcelados, los esclavos afroamericanos y los armenios asesinados en el genocidio, la atrocidad que muy probablemente sirvió para que Hitler se convenciera de la viabilidad de los asesinatos en masa, reciben, como mínimo, una consideración respetuosa hacia sus casos, aunque a veces las respuestas a sus quejas no sean las acordes.

Sin embargo, en diálogos con israelíes y con algunos estadounidenses, siempre se aconseja a los palestinos que «olviden el pasado», que mirar hacia atrás «no es constructivo» y «no lleva a ninguna solución». Irónicamente, los palestinos viven las consecuencias del pasado cada día, ya sea como exiliados de su patria, como miembros de una minoría oprimida en Israel o como víctimas de una brutal y violenta ocupación militar.

En Occidente, siempre se nos recuerda el sufrimiento de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. A medida que se acerca el día del Holocausto, una fiesta nacional en Israel que se secunda ampliamente en Estados Unidos, nuestros periódicos publican varios testimonios de supervivientes de la barbarie Nazi. Mi hija ha leído como mínimo un libro al año sobre el holocausto nazi desde que empezó la escuela intermedia. El año pasado en el noveno curso (equivalente en España a 4º de ESO, n. de la t.), y solamente en literatura inglesa, leyó tres. En cambio, raramente nos enfrentamos al impacto que tienen las políticas israelíes sobre los palestinos.

Es por la «seguridad del pueblo judío» que se ha racionalizado que el estado israelí se apodere de las tierras palestinas, ya sea en el pasado en Israel como más recientemente en los Territorios ocupados, dónde los niños palestinos se enfrentan cada día a uno de los 500 puestos de control u otras restricciones de movimiento para ir al colegio. Mientras tanto, el programa israelí de colonización de los Territorios Ocupados avanza implacablemente, trayendo a más colonos israelíes que deben ser «protegidos» de los palestinos que no aceptan el robo de sus tierras y campos.

Raramente se cuestiona la primacía de la seguridad judía sobre los derechos de los palestinos a la propiedad, a la educación, a la salud, a la oportunidad de ganarse la vida, y también a la seguridad.

Por desgracia, recordar el Holocausto Nazi, algo que moralmente nos incumbe a todos, parece estar relacionado con la amnesia que se impone a los palestinos, e incluso se utiliza como instrumento para reforzarla. Israel está envuelto en una áurea de propiedad ética que hace indecoroso, e incluso «antisemítico», que se le cuestione la negación de los derechos palestinos.

Amira Hass, una periodista israelí, recientemente comentó: «Convertir el Holocausto en una herramienta política ayuda principalmente a Israel en su lucha contra los palestinos. Cuando el Holocausto está a un lado de la balanza, junto con la merecida conciencia culpable de Occidente, la expulsión del pueblo palestino de su tierra en 1948 se minimiza y se esfuma».

Esto demuestra que la memoria no es una mera capacidad sin uso. Más bien es una expresión de poder del que puede recordar frente al que está obligado a olvidar.

Sin embargo, la memoria puede ser una llave para el futuro, un modelo a seguir para alcanzar una solución o evitar un resultado. Mi padre era un palestino de Jerusalén que se crió en esta ciudad antes de la creación del estado de Israel y de la expulsión de los palestinos, cuando musulmanes, cristianos y judíos vivían en paz y respeto mutuo. Recordar este pasado nos trae una visión para una alternativa de futuro, donde haya igualdad y tolerancia en lugar de la dominación de un grupo étnico religioso por encima de los otros.

Así, a los palestinos se les pide no sólo que olviden su pasado, sino que también olviden su futuro, y esto no lo van a hacer jamás.

George Bisharat es catedrático en la Facultad de Derecho Hastings de San Francisco. Escribe a menudo sobre temas relacionados con el Oriente Próximo. Este artículo se publicó en la página E-3 del periódico San Francisco Chronicle y apareció en Electronic-Intifada y en el sitio web del Institute for Middle East Understanding con el permiso del autor. Fuente utilizada: http://electronicintifada.net/v2/article6886.shtml

Meritxell Mir i Roca es miembro de Rebelión y Tlaxcala. Esta traducción es copyleft para uso no comercial: se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente. URL de este articuloen Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=50911