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Novedad editorial de Ocean Press: Reflexión sobre el poder en Brasil

La mosca azul

Fuentes: Rebelión

Cuarenta años como activista de izquierda en Brasil nutrieron a Frei Betto del caudal de anécdotas y reflexiones éticas que afloran en La mosca azul. Este cuaderno, cuyo nombre emerge a partir de un poema de Machado de Assis sobre la mayor de las tentaciones humanas -el poder-, recorre la historia del Partido de los […]


Cuarenta años como activista de izquierda en Brasil nutrieron a Frei Betto del caudal de anécdotas y reflexiones éticas que afloran en La mosca azul. Este cuaderno, cuyo nombre emerge a partir de un poema de Machado de Assis sobre la mayor de las tentaciones humanas -el poder-, recorre la historia del Partido de los Trabajadores y su ejercicio de Gobierno desde 2003.

Nacido del seno obrero, el PT se distinguió de la izquierda organizada por su fluida cercanía con las comunidades eclesiales de base y los movimientos sociales brasileños, así como por el carisma excepcional de su líder.

Sin embargo, plantea Betto, al asumir la presidencia, el PT asumió la lógica del Estado alejándose de las bases, desideologizó su discurso y desplazó su proyecto de izquierda hacia la socialdemocracia. Ante sí se extiende aún el reto de reestructurar la política interna del país, reinstaurar la formación política, reavivar el entusiasmo de la militancia y, sobre todo, diseñar su proyecto alternativo de nación.

«Dé a la persona una tajada de poder y sabrá quién de hecho ella es. El poder, al contrario de lo que se dice, no cambia a las personas. Hace que se revelen»

-Frei Betto

Más información sobre este libro en http://www.oceansur.com/catalogo/titulos/la-mosca-azul/

SOBRE EL AUTOR

Frei Betto (Belo Horizonte, 1944). Fraile dominico y escritor brasileño, autor de cincuenta y tres libros editados en Brasil y el exterior. Ganó en 1982 el Jabuti, principal premio literario de su país, concedido por la Cámara Brasileña del Libro, por su libro de memorias Bautismo de sangre. Más tarde, en 2005, lo obtuvo por su obra Tipos típicos. Perfiles literarios. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por los escritores afiliados a la Unión Brasileña de Escritores, que le otorgaron el premio Juca Pato por su libro Fidel y la religión. Su libro La noche en que nació Jesús ganó el premio de Mejor Obra Infanto-Juvenil de 1998 concedido por la Asociación Paulista de Críticos de Arte. En el año 2000 recibió del Gobierno de Cuba la Medalla de la Solidaridad, y de los Consejos de Psicología del Brasil, el Trofeo Paulo Freire de Compromiso Social-2000. En 2003 y 2004 actuó como asesor especial del presidente de la República y como coordinador de Movilización Social del Programa Hambre Cero. En 2008 recibió el premio ALBA de las Letras en reconocimiento al conjunto de su obra literaria. También en ese año recibió en Tarragona, España, el Premio Ones -Reconocimiento Internacional Foca Mediterránea-, por su trayectoria y sus acciones a favor del medio ambiente y de la solidaridad internacional.

CONTENIDO

I. Trata sobre la euforia por el triunfo de Lula. Las señales de los tiempos. Las luchas del pueblo brasileño

II. Trata sobre la formación política del autor. Recuerda a Sócrates, el golpe militar y algunas conquistas innovadoras

III. Trata sobre el primer encuentro del autor con Lula. El carisma

IV. Trata sobre las cartas de prisión del autor y su retorno a la libertad. La partida para Espírito Santo. El convento de Penha

V. Trata sobre la convivencia con el pueblo, que el autor conocía solo de los libros. El ascenso del movimiento popular. El método Paulo Freire. Las Comunidades Eclesiales de Base

VI. Trata sobre la fundación del PT. La relación entre partido, sindicato y movimiento popular. La ANAMPOS y la CUT

VII. Trata sobre la huelga del ABC. El viaje a Nicaragua y a Italia. Lula candidato por cuarta vez

VIII. Trata sobre las campañas electorales. El carácter del PT. La globalización. La bancarrota del socialismo

IX. Trata sobre la presidencia de Lula. La táctica electoral. Las expectativas de los electores

X. Trata sobre el carácter socialista del PT. El dinero y el marketing en las elecciones. La desideologización de los candidatos

XI. Trata sobre la publicidad y el consumismo. La cooptación de la izquierda. El síndrome del electoralismo

XII. Trata sobre las limitaciones del Gobierno petista. La ausencia de democracia económica. La crisis ética y el desencanto

XIII. Trata sobre las razones que llevaron al autor a abandonar el Gobierno. Derrotas y victorias de la izquierda. El socialismo como esperanza de futuro.

XIV. Trata sobre el neoliberalismo. Las privatizaciones. El supragobierno Mundial

XV. Trata sobre algunas confusiones en relación con el autor. Lo que significa ser de izquierda

XVI. Trata sobre el poder popular. Crítica a la izquierda. Algunos comentarios sobre el socialismo. Los lugares del poder

XVII. Trata sobre el origen de la democracia. Vuelve a la democracia económica. La supremacía del mercado

XVIII. Trata sobre la sabiduría oriental. La subordinación de la economía a la política

XIX. Trata sobre el Estado y su ambigüedad. La relación entre Gobierno y Estado.

XX. Trata sobre el sueño platónico de un Estado ideal. Los viajes de Platón a Siracusa. Maquiavelo y el gobierno del PT. La figura del líder

XXI. Trata sobre el Leviatán. El papel del Estado. Los ciudadanos ministeriados

XXII. Trata sobre el poder popular en la América Latina. Desafíos y dificultades de los movimientos sociales

XXIII. Trata sobre el error del PT en el Gobierno. La crisis de los partidos. Los efectos políticos del neoliberalismo

XXIV. Trata sobre los movimientos que se oponen a la globocolonización. El monopolio de la violencia. Los límites del Estado. Poder y Gobierno

XXV. Trata sobre el derecho a pensar. Clases de marxismo. Crítica y autocrítica

XXVI. Trata sobre el PT como maquinaria electoral. Montaigne, Platón y la falta de apego al poder. Maquiavelo y los aduladores. Los orígenes del PT

XXVII. Trata sobre la formación del PT. El partido repartido. El Muro de Berlín

XXVIII. Trata sobre el fracaso del socialismo en el Este europeo. El poder por el poder. Cambiar las personas y el mundo

XXIX. Trata sobre el paso del mundo bipolar al mundo unipolar. Los impasses del PT. La deshistorización del tiempo. La crisis de la modernidad

XXX. Trata sobre las relaciones humanas en la política. Los gobernantes. La patología de la política. Travesía

XXXI. Trata sobre la relación entre fe y política. La práctica liberadora de Jesús. Cristianismo y marxismo. La mística

Siglas

Notas

Bibliografía de Frei Betto en español

CAPÍTULO XXII

Trata sobre el poder popular en la América Latina.

Desafíos y dificultades de los movimientos sociales

La década de 1980 fue testigo del surgimiento de los movimientos populares en la América Latina y el Caribe. La Revolución cubana de 1959 dio lugar a la aparición de grupos guerrilleros en la década de 1960 y a la lucha antimperialista; la Revolución sandinista de 1979 favoreció, debido a su carácter insurreccional, la organización y la movilización de las clases populares.

Dominada por dictaduras militares a inicios de los años setenta, la mayoría de los países de la América del Sur vivió -con la derrota del foquismo guerrillero, de extracción fundamentalmente pequeñoburguesa, estudiantil- la autocrítica de los sectores de izquierda, apremiados a adoptar en la práctica lo que tanto defendían en teoría: la naturaleza popular de su actuación política. De cierta forma, la opción por los pobres no fue un movimiento de ida al pueblo solamente de la Iglesia progresista, sino también de las tendencias políticas surgidas de disidencias de los viejos troncos históricos de los partidos comunistas latinoamericanos, por lo general apegados a una ortodoxia que los alejaba cada vez más del proletariado que pretendían representar. En el caso brasileño, a falta de espacios orgánicos de rearticulación política, debido a la severa represión militar, un segmento importante de esa nueva izquierda buscó la esfera pastoral de las Comunidades Eclesiales de Base como vía de inserción en el universo popular. El impacto de ese cambio de lugar social provocó un cambio de lugar epistémico: la sólida catedral de conceptos marxistas se desmoronó al topar con el saber popular, mezclado con arraigadas referencias religiosas, profundos arquetipos de la ideología dominante y un sentido práctico-crítico capaz de darle consistencia pragmática a la propuesta de organización popular.

En toda la América Latina, sectores populares fortalecen su capacidad de demanda y asumen una conciencia crítica proporcional a su desempeño como sujetos políticos, sea en campamentos zapatistas en el sur de México o en barrios de la periferia de Caracas; entre los campesinos de la zona occidental de Colombia, los mineros del altiplano de Bolivia o los sin tierra del sertón de Brasil. Diríase que la Revolución francesa, en tanto conciencia de la ciudadanía, al fin llegó a las clases populares latinoamericanas. Han surgido movimientos de solidaridad (con Cuba, con los sin tierra, con los presos políticos, con indígenas amenazados); reivindicativos (de beneficios y suministros sociales, de demandas sindicales, de derechos básicos); de denuncia (sobre la destrucción del medio ambiente, el irrespeto a los derechos humanos, la violencia consentida por el Estado); y de conquista (de tierras, viviendas, promoción de la mujer, derechos jurídicos, espacio y poder políticos).

Se ha creado una amplia red de apoyo a esos movimientos populares gracias a la importancia que comenzaron a tener como protagonistas políticos: centros de educación popular y de defensa de los derechos humanos; instituciones ecuménicas y escuelas de formación; publicaciones y eventos periódicos; ONG y universidades. La consecuencia no solo se evidenció en el cambio del carácter de clase de sectores de las Iglesias cristianas, sino también en el fortalecimiento de un nuevo sindicalismo independiente del Estado y de los pelegos patronales, así como de los aparatos de las organizaciones políticas, incluidas las de izquierda. Sin dudas, la llegada de nuevos actores políticos al escenario latinoamericano explica el hecho inédito de que en la actualidad, en algunos países, el poder político puede ser disputado en el mismo campo y con las mismas reglas de las élites políticas oligárquicas y burguesas, aun cuando pesen la diferencia de recursos y el riesgo de que la sujeción a esas reglas termine por traducirse en cooptación y corrupción. Antes, la falta de raíces y vínculos populares de la izquierda y el confesionalismo académico marxista les facilitaban a las fuerzas de la dominación excluirlas del proceso político-institucional y relegarlas a la clandestinidad revolucionaria.

El Derecho burgués se consolidó como Estado de Derecho, eufemismo encaminado a garantizar la defensa de intereses individuales como el derecho a la propiedad, al libre comercio, etc. Esos intereses particulares de una clase pasaron a ser tenidos y habidos por universales. En las democracias formales, el Estado es una obra de ingeniería política volcada a la defensa de esos intereses. Los principios de la Revolución francesa -libertad, igualdad, fraternidad- valen formalmente para la estructura jurídica y política del Estado burgués. Hasta un obrero sin enseñanza universitaria puede llegar a la presidencia de la República. Pero no efectuar cambios en la estructura económica o, al menos, en la política económica. Las banderas francesas no se aplican a la esfera económica, en la que prevalece, por fuerza de ley, la falta de libertad para quien no dispone de renta. La división de la sociedad en propietarios y no propietarios niega el principio de la igualdad. La lógica del mercado rechaza la fraternidad y la solidaridad. Aunque sobre el pan, los que no pueden pagarlo mueren de hambre.

Mientras la democracia sea meramente representativa y no participativa, continuaremos dándole nuestro voto a alguien que, una vez electo, puede perseguir sus propios intereses, sin ninguna obligación de estar en sintonía con los de sus electores. La anulación del voto no es la solución: favorece a los malos políticos. Mejor sería vincular al candidato a las causas sociales, de modo que se convenciera de que resultar electo no es llegar al poder, sino que es llegar al servicio. Y hacer de los movimientos un factor de movilización social, en tanto fuerza de presión, reclamo y, sobre todo, elaboración de políticas públicas.

No niego la importancia del individuo en el proceso histórico. Si Gorbachov hubiera tenido convicciones estalinistas, la Unión Soviética no habría emigrado hacia la democracia formal. No obstante, el individuo cuenta allí donde la colectividad se encuentra desarticulada, fragmentada, atomizada. Cuanto más centralizada es una estructura de poder, más depende de quien la ocupa, inmune al poder popular y a los poderes correlativos (el legislativo y el judicial).

En ocasiones hay que escoger entre reforzar los movimientos populares o enaltecer a líderes carismáticos. Los individuos cometen errores y tienen aciertos. Sin embargo, yerran menos cuando las ambiciones personales se ven contenidas por las reglas del juego democrático. El desafío consiste en hacer el juego verdaderamente democrático, no mera legitimación de la impetuosidad arribista de líderes más preocupados por el éxito personal y los intereses corporativos que por las causas sociales y los derechos de los pobres. Sucede que, por lo general, al gobernante le preocupa más mantenerse en el poder que hacer un buen uso de él. En ese caso, lo emplea, en primer lugar, para reforzarlo y perpetuarse en él. Así, el poder deja de ser una herramienta para los cambios sociales y se convierte en un fin en sí mismo. Se deja de favorecer el bien común para no correr el riesgo de perder poder. Sobre todo, para evitar perderlo con respecto a otros poderes. Porque el poder se alimenta de lo que le es semejante. Es una imagen que no se refleja en el poder popular. Como este no se estructura en una institución, no se le considera un poder en sí mismo, sino solo una fuente de poder para quienes lo ejercen institucionalmente. Por eso, mientras más organizado esté el poder popular, tanto mejor es su relación de alteridad con el poder institucional. Tanto menos les sirve a los oportunistas de materia prima para sus maniobras. Y tanto más se fortalece la democracia.

Los movimientos populares son, por su misma naturaleza, organismos de la sociedad civil. Entendemos por sociedad civil la esfera de las relaciones -entre personas, grupos, movimientos y clases sociales- que se desarrollan de modo autónomo con respecto a las relaciones de poder propias de las instituciones estatales. La sociedad civil es la base de la cual emanan los conflictos, las reivindicaciones y las denuncias a las que debe responder el sistema político. En consecuencia, en ella se incluyen las diversas formas de movilización, asociación y organización de las fuerzas sociales que tienden a la conquista del poder político. La sociedad civil es el espacio de las relaciones de poder de hecho, mientras que el Estado es el espacio de las relaciones de poder de derecho.

En los últimos cuarenta años, la sociedad civil latinoamericana se ha fortalecido gracias a una multiplicidad de movimientos populares y sociales. En la época de las dictaduras militares, la dificultad de actuar a través de movimientos legales -muchos de ellos suprimidos o cercenados por la represión- estimuló el surgimiento de movimientos legitimados por su asunción de las demandas populares. Ejemplos de ello son las oposiciones sindicales, las pastorales populares, las asociaciones de vecinos, los grupos de defensa de los derechos humanos, de mujeres, de negros e indígenas, de sin tierra y sin techo, etc. En defensa de sus derechos e intereses, las clases populares han respaldado también movimientos de perfil más específico, entre otros de salud, carestía de la vida, apoyo jurídico, reforma agraria, ecología, etc.

Todo ese tejido emergió como un segmento representativo de la sociedad civil, por ser más organizado y consciente, aunque inserto en una coyuntura adversa, tanto desde el punto de vista político (hegemonía de las clases dominantes) como desde el punto de vista económico (relaciones capitalistas de producción). Esa contradicción le dio al carácter reivindicativo de muchos de esos movimientos un objetivo estratégico común: la guerra de posiciones por la conquista de espacios políticos, incluso en la maquinaria estatal, con vistas a fortalecer el poder de la clase trabajadora y de todas las víctimas de la opresión, y apuntando a la construcción de una futura sociedad socialista.

A pesar de los esfuerzos en ese sentido, se destacan dos factores como dificultades reales para la consolidación de los movimientos populares: la provisionalidad de muchos movimientos, vinculados a una coyuntura específica que, una vez modificada, los obliga a redimensionar su propuesta; y la cooptación de los movimientos por parte del poder público, con el cual acostumbran a tener relaciones directas, sin las mediaciones institucionales propias de las relaciones con las otras esferas de la sociedad civil, como es el caso del movimiento sindical.

La provisionalidad se deriva del hecho de que muchos movimientos populares han surgido de la reacción «espontánea» de segmentos poblacionales periféricos ante un hecho objetivo adverso, como una persona atropellada en una carretera que requería un paso peatonal, o una crecida, en época de lluvia, provocada por la falta de saneamiento básico. Esa fragilidad institucional propia de los movimientos hace que tiendan a depender de instituciones abarcadoras como el poder público y la Iglesia. El poder público trata, casi siempre, de neutralizar la capacidad de confrontación de los movimientos y de encadenarlos a sus intereses electoralistas. La Iglesia, si bien de un lado incentiva la creación de movimientos, de otro se resiste a la perspectiva de que conquisten autonomía, incluso con respecto a la institución eclesiástica, que muestra una tendencia a consolidar su fuerza y prestigio social en la red de «pueblo organizado» que se mantiene bajo la tutela clerical.

La cooptación por parte del poder público se ve facilitada por el bajo nivel de institucionalidad de los movimientos y, por tanto, por la hipertrofia de sus liderazgos, cuyo peso es decisivo para su subsistencia y calidad. Esa relación casi interpersonal entre liderazgos populares y políticos favorece la asimilación de los primeros por los segundos, mediante promesas, cargos, recursos materiales e incluso procesos de institucionalización que transforman los movimientos en meros apéndice burocráticos de la maquinaria administrativa. Me pregunto si la cooptación política de líderes comunitarios de las favelas cariocas, al debilitar sus asociaciones y otras entidades similares, no dejó libre un espacio que fue ocupado por el narcotráfico.

Una posible solución a tales limitaciones sería crear un polo de referencia -como la Central de Movimientos Populares y la Coordinadora de Movimientos Sociales- que, a partir de las bases, se impusiera como vehículo orgánico de la subsistencia de los movimientos, a manera de un corazón que, en el cuerpo social, garantizara la vitalidad de los diferentes organismos y el flujo de informaciones y movilizaciones. No se logra dar suficiente representatividad a los movimientos manteniéndolos como paralelas sociales, sin ningún punto de convergencia capaz de favorecer la unificación de determinadas banderas de lucha.

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