También continúa la farsa del «Diálogo israelí palestino», con el apoyo continuado de los titiriteros, los sucesivos gobiernos de EE.UU., hoy Barack Obama, y Rusia, hoy Vladimir Putin, y con el Cuarteto en la trastienda, contando con la complicidad de la ANP, Mahmud Abbas, y los primeros ministros que se suceden en el Estado terrorista […]
También continúa la farsa del «Diálogo israelí palestino», con el apoyo continuado de los titiriteros, los sucesivos gobiernos de EE.UU., hoy Barack Obama, y Rusia, hoy Vladimir Putin, y con el Cuarteto en la trastienda, contando con la complicidad de la ANP, Mahmud Abbas, y los primeros ministros que se suceden en el Estado terrorista de Israel, hoy Benjamín Netanyahu.
Y, aprovechando de acontecimientos mundiales que entretienen a los pueblos del mundo, el Tzahal, avanza sobre el pueblo palestino, masacra, asesina niñas, niños y ancianos, buscando pretextos mentirosos siempre, y declarando que lo que hace es responder a la agresión del pueblo palestino.
Porque el pueblo palestino, si hubiera alguno de ellos matado a los tres chicos israelíes, hecho deleznable que debe ser condenado, lo hubieran publicado en carteles en las calles de Beirut o de Ramallah, como lo he visto muchas veces.
Tengo mis serias dudas de que ese crimen deleznable, de tres chicos israelíes, pueda ser adjudicado a algún palestino.
Igual debo recordar que el jefe del Mossad, lo anticipó varios días antes en una reunión del gabinete israelí, cuando predijo que en cualquier momento podían aparecer muertos tres jóvenes israelíes de 14 años. ¿Percepción extrasensorial o conocimiento fáctico?
¿Y cuál es la agresión de que se acusa al pueblo palestino? Unas cañitas voladoras que son neutralizadas con la alta tecnología que dispone el Tzahal, propia o entregada gratuitamente por el gobierno de EE.UU. de América.
Sólo puedo comprender la estúpida e infantil actitud de Hamas –esta de seguir lanzando cañitas voladoras sabiendo que serán interceptadas y no ocasionarán daño alguno al caer–, por la desesperación y la impotencia que deben sentir sus dirigentes frente a la abrumadora y siniestra campaña de crímenes y asesinatos que diariamente ejecuta, silenciosa y perversamente el Tzahal, y que la prensa mundial oculta también perversamente.
Un muerto israelí, sin conocer sus causas o motivos, como es el caso actual y ocurrió muchas veces antes, es adjudicado a Hamas por la prensa mundial, que incluye su nombre y apellido, los años que tenía, quién era en la sociedad israelí, qué estudiaba, si pertenecía al Tzahal o era universitario, padre de familia o soltero, joven o viejo, mujer o varón, si tenía hijas o hijos, sus nombres, dónde se lo encontró, y la mayor cantidad de detalles posibles.
Los palestinos asesinados por los drones son solamente un número, nunca se sabe quiénes eran o qué hacían. Son muertos anónimos y así lo difunde la prensa mundial, hipócritamente.
Y, sin embargo, aquí en la Argentina, aparecen los Sergio Szpolski, rabino y empresario, con más medios que los de Clarín, para criticar a un periodista, Pedro Brieger, acusándolo de parcialidad pro palestina, cuando lo que hace es cumplir su tarea informativa, tratando de ser lo más equilibrado y honesto posible porque su conciencia moral así se lo exige, y así lo dice.
Y aparece otro, célebre por sus diatribas y deshonestas críticas al pueblo palestino, Marcos Aguinis, escritor, desacreditado por sus colegas de la colectividad judía, quienes manifiestan su desacuerdo ante tamañas falsedades con las que pretende adjudicarse un conocimiento que no tiene de la sociedad israelí, a la que, como el mismo rabino Szpolski, desconoce absolutamente.
Y lo digo, sabiendo a que me refiero. Porque ambos dos son pasibles de la crítica que uno de los más importantes pensadores israelíes, Shlomo Sand, los incluiría en su definición de judío dentro del propio Estado israelí, dice así:
«En el Estado de Israel, toda forma de definición de la judeidad es profundamente tramposa, impregnada de mala fe y de arrogancia.»
Y por ello, agrega su decisión de dejar de considerarse judío, eligiendo cuidadosamente el lenguaje con el que manifiesta su voluntad:
«Soportando mal que las leyes israelíes me impongan la pertenencia a una etnia ficticia, soportando aún más mal el hecho de aparecer frente al resto del mundo como miembro de un club de elegidos, yo deseo renunciar y cesar de considerarme judío.»
Y destaca antes, en su libro Comment j’ai cessé d’être juif:1
«En nuestros días, de parte de los ‘goyim post Shoah’, nosotros estamos frente a una simbiosis de miedos, de mala conciencia, pero sobretodo de ignorancia, y, entre los ‘nuevos judíos’ encontraremos frecuentemente victimización, narcisismo, pretensión, y una vez más… ignorancia crasa.»
De esa ‘ignorancia crasa’ de lo que pasa en el Estado de Israel, están llenos Sergio Szpolski, rabino, y Marcos Aguinis, escritor, así como los miembros de las comisiones directivas de las múltiples asociaciones judías, en especial los integrantes de la DAIA y la AMIA, y sus voceros.
Bastaría para ello leer las notas que diariamente publica, dentro del Estado de Israel, en el diario Ha’aretz, ese valiente y digno pensador que es Gideon Levy, notas que, a veces, aparecen traducidas en las páginas de rebelion.org, y que pueden ser leídas por todos.
Sin embargo, estoy seguro que, seguramente, ni Szpolski ni Aguinis leen esas páginas, para no conocer la verdad de lo que acontece allí, y seguir así con sus ilusiones ficcionales, reverenciando y aplaudiendo los crímenes y asesinatos, selectivos y masivos del Tzahal, crímenes de lesa humanidad imprescriptibles, pero no crímenes de guerra ya ue no hay guerra, y consideran como sus «hermanos de sangre», a personajes siniestros como Evet Lvovich Liberman, nacido en Kishinev, Unión Soviética (ahora Chişinău, Moldova), recién llegado al Estado de Israel en 1987, y hebraizado Avigdor Lieberman, para pasar por judío, y que pretende expulsar y/o matar a todos los palestinos porque cree que Palestina, transmutada por escribas desconocidos en ‘tierra de Israel’, le pertenece a los judíos por mandato de Jhwh, deidad genocida que, el escritor Carlos Escudé, en su libro La guerra de los dioses, la describe así:
«Yahvé (Jhwh) se nos presenta como el mayor genocida de todos los tiempos.»2
A esa deidad, así calificada por un argentino, convertido al judaísmo, luego de escribir ese libro, «el mayor genocida de todos los tiempos», rinden culto en el Estado de Israel, y los rabinos, ‘hermanos de sangre’ del rabino Szpolski, la predican a los jóvenes israelíes cuando terminan sus estudios y deben incorporarse por tres años al Tzahal, enseñándoles a asesinar a niñas y niños palestinos, de entre 4 y 10 años, para evitar el ‘peligro demográfico’.
Enseñanzas que Gideon Levy3 denuncia en una famosa carta a un soldado israelí, uno de los que recurren a los rabinos para liberar su conciencia de las culpas que les invaden cuando matan chicos palestinos:
«Querido soldado:
…
Los soldados han matado a 623 niños y jóvenes, ¿y usted quiere decirme que ni uno de esos soldados descubrió a un niño en su mira? La persona que disparó a la muchacha de Rafah, ¿no la vio? La persona que disparó a Amar Banaat y a Montasser Hadada en la casbah, matándolas a ambas con una bala, ¿tampoco pudo reconocerlas? Y el que mató a Khaled Osta, el chico de 9 años, haciéndole un enorme agujero en su pecho ¿tampoco se dio por enterado?
Y el que disparó desde su tanque sobre los edificios residenciales de Gaza y que no vió a ningún niño en su mira, ¿no sabía que en esos edificios vivían niños y sin embargo apretó el botón? Y el piloto que dejó caer una bomba en un barrio densamente poblado, ¿tampoco él sabía que los niños estarían entre las víctimas?
……
Usted dice que ellos deben ser atacados para mantener la disuasión. Eso es aterrador. ¿Matar a un niño para disuadir? Y si usted mató o hirió a niños para disuadir ¿cree que ha logrado tal disuasión?
¿Usted ha pensado alguna vez por qué esos niños están enfrentándolo? ¿Usted ha considerado alguna vez la posibilidad de que ellos pueden estar luchando por una causa justa? ¿Qué quizá ellos sólo quieran sacarse nuestra opresiva presencia de sus vidas? ¿Usted ha intentado ponerse en su lugar, incluso por un momento, alguna vez? ¿Qué haría usted si hubiera nacido palestino bajo esta ocupación?
…
Pero usted hace todo eso porque existe un sofisticado sistema de educación, información, comunicación, lavado de cerebro, deshumanización y demonización, un sistema que está llevando a generaciones de excelentes jóvenes a cometer hechos espantosos porque están absolutamente desprevenidos de lo que están haciendo. Lo que el sistema instila es que nosotros somos los amos de la tierra y los palestinos son personas inferiores que bajo ninguna circunstancia tienen los derechos que nosotros tenemos; que la ocupación es justa, obligatoria en esta situación, que el terrorismo es porque sí, que los palestinos han nacido para matar, que los ataques terroristas provienen simplemente de su carácter sanguinario.
Y todo eso, metido en consideraciones de seguridad, es una excusa para todos, y, créame, para todo.»
…
Créame, la sangre de esos niños no se ha ido al cielo. Su sangre está en nuestras manos. Su sangre está en las manos de aquellos que lo enviaron a la casbah y en la cabeza de los que dispararon y en la de aquellos que pasean por las calles de Nablus tiranizando a su gente, y en la de aquellos que permanecieron callados. Usted está allí en mi nombre, también, y por consiguiente todos nosotros cargamos una pesada responsabilidad, demasiado difícil de llevar.»
Pero, el pueblo argentino escucha y lee a los Szpolski y Aguinis, y conoce poco o nada de los que piensan y escriben, los que viven en el Estado de Israel y conocen bien, como diría José Martí, «al monstruo en sus entrañas», porque viven allí y trabajan y enseñan en sus entrañas.
Escuchemos ahora a una gran educadora, Nurit Peled-Elhanan, hija del famoso palestino, devenido en general Matti Peled, quien luchara contra su propio pueblo palestino, por su condición de judío, y que luego de implantado el Estado de Israel, volviera a sus orígenes, y el pueblo palestino lo bautizara con un nombre sagrado: Abu Salam, padre de la paz, por su crítica al Tzahal, al que vio convertirse en ‘ejército de ocupación’, y por eso luchó contra ese ‘ejército de ocupación’ con la metodología de la no violencia, y también por el reconocimiento del Estado Palestino.
Y ¿qué es lo que dice Nurit Peled-Elhanan sobre lo que ocurre en ese Estado de Israel?, en el que vive y enseña en su Universidad:
«El Estado de Israel, que se declaró oficialmente un Estado de apartheid, se distingue por lo que ha sido siempre el método del racismo más típico y exitoso: la clasificación de los seres humanos. El idioma hebreo, que se va haciendo más y más repugnante bajo los auspicios del ejército de ocupación y la burocracia de la ocupación, está lleno de clasificaciones: hay personas que son un cáncer en el corazón de la nación, y hay personas que son un peligro para la seguridad, y hay personas que son una plaga o una pesadilla demográfica, y hay personas que son un riesgo para la salud; todas ellas clasificadas y categorizadas de tal manera que aun el más ignorante y bruto de los ministros israelíes puede aprenderse de memoria esta clasificación.
Todos estamos sujetos a clasificaciones. Todos estamos controlados por las leyes racistas de este lugar, y encerrados voluntariamente en guetos. El gueto sionista ha aprendido a no ver ni oir nada más allá de los muros que lo rodean: los muros reales de cemento, y los muros imaginarios hechos de obediencia, odio, y un miedo terrible. No nos atrevemos a protestar contra las leyes racistas, no nos atrevemos a desafiar señales racistas, no nos atrevemos a defender a los niños torturados, no nos atrevemos a romper los muros de Gaza, y no nos atrevemos a ir a Hebrón o Deheisheh, a Yenín o Ramalah a preguntar por los vecinos. Esa es la gran victoria de la Ocupación. Bajo el manto de la Ocupación, elegimos una y otra vez someternos a la autoridad de criminales de todo tipo, criminales de guerra, ignorantes y patanes. Así nos auto-castigamos por nuestra impotencia y por el blanqueo de nuestro espíritu.
Año tras año llevamos a nuestros hijos hasta la puerta de las escuelas y los dejamos a merced de un sistema educativo que quema libros de historia y ciudadanía y autoriza libros que incitan a asesinar niños. Les abandonamos al lavado de cerebro y las mentiras sobre la Guerra de Liberación que ganamos, y sobre el Día de Jerusalén que representa nuestras conquistas, y el desfile por Samaria (que es nuestra); dejamos que les lleven a Hebrón, la Ciudad de nuestros Patriarcas, y a la Ciudad de David -que no está vivo ni bien. Los docentes de ese sistema no se amilanan cuando son exhortados a envenenar las mentes de sus alumnos con historias mendaces acerca de nuestros derechos históricos a la tierra de nuestros vecinos, acerca del heroísmo y la victoria -cuando en realidad fue limpieza étnica, inspirada y planeada por las instituciones racistas. Todo el propósito de la educación israelí es preparar a los niños para ser obedientes soldados de las Fuerzas de Ocupación Israelí.
Inclinamos la cabeza cuando la organización terrorista más institucionalizada del mundo, el Tzahal, nos arranca a nuestros hijos, les enlista en sus filas y les enseña a clasificar a la gente, a clasificar a los niños, a clasificar a los bebés, a clasificar el dolor y a clasificar a los muertos. Todo eso a fin de endurecer sus corazones y embotar sus sentidos para que puedan abusar, destruir y matar con la conciencia limpia. Estamos ocupados hasta tal punto que aun cuando el ser humano se vuelve sangre continuamos clasificando, sin entender que todos nosotros, los muertos y los vivos, somos víctimas de la Ocupación que corrompe.»
Por eso e insisto en ello: quienes viven en la Argentina no conocen lo que pasa dentro del Estado de Israel, si no fuera así, no podrían defender los horrores que se cometen contra el pueblo palestino, que lo que hoy ocurre en Gaza, es sólo una ínfima muestra que deben denunciarse como crímenes de lesa humanidad, porque, no hay una guerra entre dos pueblos, y por ello no son crímenes de guerra.
Ya en su momento, Edward W. Said, había denunciado las falacias del lenguaje utilizado por los terroristas sionistas, jázaros conversos, como Avigdor Lieberman, encumbrados en el gobierno del Estado de Israel, desde el cual envían a jóvenes entrenados por rabinos enfermos y ávidos de sangre palestina, a masacrar al pueblo palestino, como lo están haciendo hoy en Gaza.
Gauri Viswanathan, su discípula india, recupera sus palabras en sus entrevistas que compila en el libro Poder, política y cultura. Entrevista a Edward W. Said, Barcelona, 2011, p. 198:
«Desde mediados de los setenta los israelíes intentan convencer al mundo de que eso es lo que somos, de que lo que los palestinos llamamos actos de resistencia son actos de terror. Es una flagrante hipocresía, es una mentira procedente de un Estado que manda sus bombarderos a bombardear campamentos de refugiados desde una altura de 3.000 metros.»
Y por enésima vez, vuelven a ejecutar sus actos terroristas, contando en la Argentina, con la complicidad de los Sergio Szpolski y Marcos Aguinis, defensores de los que ellos llaman «sus hermanos de sangre», entre los que incluyen, por supuesto a Avigdor Lieberman, y los miles de jázaros aventureros asesinos no judíos, con nombres hebraizados, que integran el Tzahal, pero excluyen a Gideon Levy, Shlomo Sand y Nurit Peled-Elhanan, que viven en el Estado de Israel y lo conocen mejor que todos ellos.
Notas:
1 Shlomo Sand. Comment j’ai cessé d’être juif. Flammarion. París, 2013, pp. 15, 134 y 19.
2 Carlos Escudé. La guerra de los dioses. Los mandatos bíblicos frente a la política mundial. Editorial Lumiere S. A., Buenos Aires, 2007, p. 29.
3 Israel Shahak. El Estado de Israel armó las dictaduras en América latina. Editorial Canaán, Buenos Aires, 2007, Apéndice II, pp. 153-159.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.