Es regla universal que los legisladores (o legisladoras donde las haya) disfrutan de inmunidad parlamentaria la cual, con demasiada frecuencia, ampara el derecho a mentir y a decir tonterías sin sonrojarse. Pueden hasta jugar con la vida de los demás y manipularla ante micrófonos y cámaras de televisión con absoluta impunidad. La muerte de una […]
Es regla universal que los legisladores (o legisladoras donde las haya) disfrutan de inmunidad parlamentaria la cual, con demasiada frecuencia, ampara el derecho a mentir y a decir tonterías sin sonrojarse. Pueden hasta jugar con la vida de los demás y manipularla ante micrófonos y cámaras de televisión con absoluta impunidad.
La muerte de una persona es siempre dolorosa y debe ser tratada con respeto. Inducirla, desearla y después manosearla groseramente para obtener algún beneficio es una infamia que merece repudio.
Eso es lo que ha estado ocurriendo desde el lamentable fallecimiento en un hospital habanero de Orlando Zapata quien cumplía sentencia por delitos comunes sin vinculación alguna con la política: su nombre nunca figuró entre los llamados «disidentes» hasta que los enemigos de Cuba consiguieran valerse de él para su campaña mediática y lo transformaran con artificios de magia en «preso de conciencia».
Ahora concentran su atención sobre otro ayunante, Guillermo Fariñas, quien se declaró en huelga de hambre, algo que ha hecho ya en otras 22 ocasiones. Lo hizo desde su domicilio en Santa Clara pues es un ciudadano que actualmente no cumple sanción penal alguna. En su casa estuvo hasta que, para tratar de salvarle la vida, y con su consentimiento y el de sus familiares, fue trasladado a un hospital donde se le atiende gratuitamente como a cualquier otro cubano.
El profesor Hans Kelsen, en varios de sus textos sobre filosofía y derecho constitucional desmontó la leyenda acerca de la «Democracia Representativa» y el parlamentarismo occidental. Para el insigne austriaco se trataba simplemente de un régimen ficticio en el que la «representación» es pura ficción
Como en toda farsa, por la escena anticubana desfila una retahíla multiforme en extraño torneo digno de la antigua advertencia: «El principio de las palabras de su boca es necedad; y el fin de su charla, nocivo desvarío». (Eclesiastés, 10-13)
Lugar prominente lo ocupa Jerzy Buzek, Presidente del Parlamento Europeo quien el 18 de marzo se declaró «seriamente preocupado por la situación de todos los prisioneros políticos encarcelados, particularmente Guillermo Fariñas.»
Al día siguiente su compatriota Bronislaw Komorwski, del Parlamento polaco exhortaba a Cuba «a liberar a todos los presos políticos, entre ellos a Guillermo Fariñas».
De este lado del Océano no faltaron aspirantes a arrebatar el trofeo a los polacos. En un Honorable Senado alguien anunció que Fariñas «está verdaderamente al borde de la muerte».
Resulta curioso que los avisados legisladores no se dieran por enterados de que Fariñas aparecía al mismo tiempo haciendo declaraciones y dando entrevistas a diversos medios.
El 17 de marzo el corresponsal de la Agencia ANSA lo visitó en Santa Clara y escribió -«Mientras recibe cuatro tipos de suero, el disidente Guillermo Fariñas mantiene la huelga de hambre pegado al teléfono…desde su cama, con pijama gris y tapado con una manta violeta…saluda sonriente con el puño izquierdo alzado cuando llega cada uno de los visitantes… pasa buena parte del tiempo hablando por teléfono con las personas que llaman para interesarse por su estado, viendo la televisión y también leyendo el Granma el órgano oficial del Partido Comunista cubano (PCC) que le lleva su madre». Una enfermera lo atiende permanentemente.
Tres días más tarde, en charla con el corresponsal de la DPA, Fariñas mostró su estado de ánimo: «Aquí tanto el personal médico como el paramédico está dándome un trato de excelencia. Recuérdese que yo he estado ingresado en otras ocasiones aquí en esta misma sala. Ya me conocen de otras huelgas de hambre».
Ese «trato de excelencia» no lo recibiría nadie en ninguno de los países donde se alzan hoy las voces anticubanas. Se lo da el pueblo que resiste medio siglo de feroz guerra económica que incluye la prohibición de acceder a cualquier fármaco o equipo médico procedente de Estados Unidos, inhumana política de la que es cómplice el notorio personaje. ¿Qué sería de él si se le ocurriera hacer su ayuno en Washington, en Varsovia o en cualquier otro lugar?
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/03/26/la-necedad-y-el-desvario/