Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Hay dos principales tribulaciones en Jordania de las cuales surgen todos los demás problemas.
La primera es la autoridad autocrática que domina todas las «instituciones estatales» (es decir, el gabinete, el parlamento y el aparato judicial). Esta dominación autocrática está legalmente sancionada por la constitución jordana:
- El artículo 26 declara que «El poder ejecutivo se confiere al rey, quien ejercerá sus poderes a través de sus ministros».
- El artículo 35 declara que «El rey nombra al primer ministro y puede destituirlo o aceptar su renuncia. Nombra a los ministros; también los destituye o acepta sus renuncias, por recomendación del primer ministro».
- El artículo 34 declara que «(i) El rey emite órdenes para la realización de elecciones a la Cámara de Diputados de acuerdo con las provisiones de la ley; (ii) El rey convoca la Asamblea Nacional, la inaugura, suspende y prorroga de acuerdo con las provisiones de la Constitución; (iii) El rey puede disolver la Cámara de Diputados; (iv) El rey puede disolver el Senado o relevar a todo senador de su calidad de miembro».
- El artículo 36 declara que «El rey nombra a los miembros del Senado, nombra a su presidente entre ellos y acepta sus renuncias».
- El artículo 98 declara que «Los jueces del tribunal civil y de la Sharia serán nombrados y destituidos por un Decreto Real».
Aparte de todos estos poderes que la Constitución confiere al presidente, el Artículo 30 de la Constitución declara que «El rey es jefe del Estado y es inmune a toda obligación y responsabilidad,» mientras el Artículo 195 del Código Penal criminaliza toda crítica al rey y hace que sea punible con pena de prisión de uno a tres años.
Esta autoridad autocrática es fuente de corrupción, de eliminación de las libertades civiles, de la dominación del aparato de seguridad sobre la sociedad, de la falta de respeto a la dignidad de los ciudadanos. Ha supervisado la privatización de instituciones públicas y la retirada de redes de seguridad social suministradas por el Estado mientras el Estado se convertía en comadrona de una clase política compradora cuyos estrechos intereses satisface el gobierno.
La segunda tribulación es una serie de divisiones de identidad patrocinadas por el Estado: por una parte una identidad «jordana», y por la otra una identidad «palestina». La primera se divide en una cantidad ilimitada de identidades regionales (norte, sur, centro), de clan y de familia. Estas divisiones facilitan la manipulación del conjunto social, desviándolo de la principal lucha por la liberación hacia luchas interinas más pequeñas por los beneficios y privilegios ofrecidos por la autoridad política. Al hacer erupción esos conflictos más pequeños, la autoridad política se posiciona como mediadora entre todos y como garante de cada uno de los sectores en lucha.
A pesar de la extrema claridad de estas tribulaciones, las fuerzas de la oposición -sobre todo la emergente «oposición alternativa»- deciden hacer la vista gorda y dejarlas sin consideración por numerosas razones.
Un motivo es la necesidad de formar la coalición más amplia posible, lo que se logra al formular demandas vagas, ambiguas y secundarias y hacer que sean efectivamente irrealizables ya que la posibilidad de realizarlas no cambia. Además, semejantes demandas se prestan a interpretación oportunista y al uso por cada grupo dentro de la coalición, cada cual según sus propias prioridades, planes y relaciones.
Una razón relacionada por la cual las fuerzas de oposición guardan silencio sobre las tribulaciones cruciales es la presencia de grupos aislacionistas en la coalición de la oposición que llaman a retirar la ciudadanía a ciudadanos jordanos de origen palestino así como a la desconexión total de Jordania de Cisjordania. Esos grupos proclaman que «no habrá solución si no se soluciona antes el problema de los palestinos en Jordania», replanteando el derecho al retorno como una lucha existencial interna en lugar de ser un tema crucial de la lucha contra «Israel». Esos grupos aislacionistas conciben una clase «compradora palestina» y la culpan de la corrupción y por la venta del sector público. Los grupos aislacionistas de la coalición de oposición bloquean todo movimiento que se aleje de las identidades «jordana» y «palestina» y favorezca la formación de una tercera identidad colectiva trans-estatal que unifique al pueblo en un proyecto de liberación.
Otro motivo es que ciertos «dirigentes» de la oposición están evidentemente conectados a corrientes y personalidades de la autoridad política, sobre todo con la «vieja guardia» que perdió su posición con el acceso al poder del rey Abdalá II. Esta vieja guardia ha sido empoderada recientemente por la ola de protestas que cubre el país. Uno de esos dirigentes se reunió abiertamente con el ex jefe del Departamento General de Inteligencia, Muhammad al-Thahabi, mientras éste ocupaba su puesto y lo describió en artículos en la prensa como «líder nacional». Otros «dirigentes» saludaron el nombramiento del actual primer ministro Ma’rouf al-Bakhit y se reunieron con él, mientras uno de ellos está fuertemente conectado con Taher al-Masri, ex primer ministro y actual jefe del Senado y del Comité Nacional de Diálogo patrocinado por el régimen. Esta conexión capacita a esos «dirigentes» para negociar con la autoridad política y obtener beneficios personales o de circuito cerrado alejados de los intereses del público en general que todavía tiene que formular un proyecto político de base amplia.
El cuarto motivo es un intento casi suicida de esas coaliciones opositoras de demostrar su autenticidad jordana mediante la estricta adherencia a portar kaffiyehs rojos (no los blanco y negro que simbolizan Palestina), la adopción de un dialecto beduino, la propaganda al apoyo de clanes (mecanismo utilizado también por la autoridad política sin medios para mantener las reivindicaciones), la ejecución de canciones de Omar al-Abdallat que celebran divisiones regionales, la transmisión del himno real, los gritos de «Viva el rey», y la presentación casi exclusiva de locutores de origen oriental-jordano. Todo esto no sucedió en una reunión favorable al régimen, sino en una sentada del Movimiento Juvenil 24 de Marzo en la Plaza Jamal Abdel-Nasser en Amman el 24 y 25 de marzo de 2011. La sentada fue dispersada con extrema violencia, lo que llevó a la muerte de Kahiri Sa’ad de 57 años y a cientos de heridos. Toda la insistencia en la «identidad jordana» de esos manifestantes no los protegió y fueron etiquetados, a pesar de todos sus esfuerzos, como palestinos. La contra-movilización se basó en la misma premisa. Los manifestantes no llegaron a comprender que una «identidad jordana» implica lealtad total al régimeny que la autoridad política, sus matones, y los sectores sociales que moviliza ven a todo miembro de la oposición como «palestino» incluso si su tatarabuelo nació en el Emirato de Transjordania, (es decir la Jordania contemporánea). Un ejemplo ilustrativo de esto fue la demanda del parlamentario Muhammad al-Kuuz -de origen palestino- de que los manifestantes -muchos de los cuales eran jordanos de origen transjordano- fueran expulsados a Palestina por el Puente Shaykh Hussein. Desde el punto de vista de la autoridad política, el «jordano» es el leal y el «palestino» es el opositor, sean cuales sean los detalles (es decir, realista, reformista, revolucionario).
Lo que sucedió el 24 y 25 de marzo de 2011 en la Plaza Jamal Abdel-Nasser en Amman debería ser una campana de alarma para la oposición en Jordania, especialmente para los grupos juveniles que operan en la base y consideran que su movimiento es independiente de toda influencia de arriba o que alternativamente sobrestiman su capacidad de neutralizar una influencia semejante. La alarma tiene que ver con que la oposición se quede atrapada en las limitaciones mencionadas que pueden dar como resultado su parálisis política.
Una salida de este dilema consiste en los siguientes puntos:
- Eliminar la ambigüedad en las demandas políticas de la oposición articulándolas más y consolidándolas luego en una sola: una nueva constitución que devuelva la autoridad al pueblo y proteja las libertades civiles. Todas las demás demandas con respecto a la corrupción, la pobreza, etc., pueden desprenderse de esa demanda central.
- Los actuales «dirigentes» de la oposición deben hacerse a un lado y detener su impulso oportunista que el pueblo pagó caro en 1989 cuando el levantamiento en el sur fue cooptado por el Comité Nacional de la Carta y un proceso de «reforma política» transformó a partidos políticos vibrantes y prohibidos de entonces en dóciles estructuras inactivas que efectivamente destruyeron la democracia bajo la bandera de la democracia. Ahora, en lugar del Comité Nacional de la Carta tenemos un Comité Nacional del Diálogo. El antiguo comité trabajó en leyes con respecto a las elecciones y los partidos políticos, ¡el nuevo trabaja en esas mismas leyes! La historia se repite, pero con un nuevo conjunto de dirigentes opositores. Esos «dirigentes» tienen derecho a luchar por su propio sitio en el sistema, pero no sobre las espaldas de los manifestantes.
- Mostrar una alternativa de base amplia a las divisiones según la identidad. Ni la identidad «jordana» ni la «palestina» se pueden utilizar de forma productiva. Una identidad sectaria o racista no se puede utilizar para eliminar una identidad opuesta del mismo calibre. El portafolio de identidad administrado por la autoridad política en Jordania en colaboración con las facciones palestinas debe descartarse completamente. Palestina no pertenece a los palestinos, pertenece a todos los la quieren ver liberada y a aquellos cuyos intereses se fedienden mediante su liberación. Esto lo evidencia la historia, las realidades geográficas y las relaciones socioeconómicas. Un «movimiento nacional jordano» y un «movimiento nacional palestino» no se pueden separar en Jordania. El movimiento es uno y tiene que luchar en ambos terrenos. Cualquier tendencia que proponga lo contrario busca profundizar la división, no superarla.
- Renunciar a los grupos aislacionistas y separarlos del cuerpo de la coalición opositora. Enfrentar la identidad jordana aislacionista con otra abierta y democrática, como han discutido algunos grupos de la nueva oposición, resultó un fracaso en las manifestaciones de la Plaza Jamal Abdel-Nasser. La identidad «jordana» está lastrada con el requerimiento previo de una lealtad total al régimen. La oposición no puede reivindicar y reproducir esa lealtad. Un tópico importante que hay que mencionar aquí es el de la «ciudadanía». Se entiende que la ciudadanía es la condición legal de un individuo dentro del Estado, y el logro de todos los derechos políticos, sociales y económicos relacionados con esa condición legal. La identidad es una identificación individual de lealtad, sea una lealtad de clase, social, política o religiosa. Identidad es cómo se define a sí mismo un individuo. Uno puede ser árabe-estadounidense o musulmán francés o sueco de clase trabajadora. La ciudadanía no debería tener ninguna conexión con la identidad y los derechos asignados a un ciudadano, no debe depender de la identidad o la lealtad. ¿Puede un enfoque de «ciudadanía» o de «nacionalidad» ser una solución en Jordania? En ningún caso, ya que un enfoque semejante automáticamente se considerará «palestino», una reacción hacia los que demandan la retirada de la ciudadanía a los jordanos de origen palestino. Por lo tanto, el desafío sigue siendo la construcción de una identidad que trascienda la división «jordana»/»palestina»
Hisham Bustani es escritor y activista. Publica a menudo en los periódicos al-Akhbar (el Líbano) y al-Quds al-Arabi (Londres) y en la conocida revista literaria árabe al-Adab (el Líbano). Sus artículos se han traducido al inglés, español, italiano, francés y alemán. También ha escrito dos libros de cuentos: On Love and Death (Beirut: Dar al-Farabi, 2008) y The Monotonous Chaos of Existence (Beirut: Dar al-Farabi, 2010).
Fuente: http://www.jadaliyya.com/
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