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La escritora Eva Fernández participa en un curso de literatura e imaginación política de la Associació COS

La obra «sin autor», una alternativa a la industria cultural

Fuentes: Rebelión

«No se tratará en todo caso de pensar por pensar, de escribir por escribir. Se tratará, exactamente, de escribir para conseguir vivir mejor; de escribir porque nos urge la comunidad, nos apremia y no podemos delegar, ni confiar en las graciosas concesiones de la exigua minoría de poder para lograrla». La escritora Eva Fernández (Ávila, […]

«No se tratará en todo caso de pensar por pensar, de escribir por escribir. Se tratará, exactamente, de escribir para conseguir vivir mejor; de escribir porque nos urge la comunidad, nos apremia y no podemos delegar, ni confiar en las graciosas concesiones de la exigua minoría de poder para lograrla». La escritora Eva Fernández (Ávila, 1970) publicó en 2008 su única novela, «Inmediatamente después», en la editorial «Cabayo de Troya». El crítico literario Francisco Fernández Ramos la define en «Convocando al fantasma. Novela crítica en la España actual» (Tierradenadie) como «una novela contra el régimen del 78, que se sitúa más allá de los límites de la industria cultural». La escritora considera el arte y la cultura (incluida la literatura) como «construcción de mundo». Siempre ha escrito, y continúa haciéndolo, por necesidad. «Cualquier posibilidad artística te ayuda a hacerte cargo y ser consciente de tu vida». Tras publicar «Inmediatamente después», se dio cuenta de todas las limitaciones que el sistema -lo que llama «contrato cultural»- impone a quien pretende con la literatura transformar su vida y el mundo. «No te lo permiten».

La conversación con la autora tiene lugar en el centro social «La Col.lectiva» del Cabanyal (Valencia), antes de que se inicie el taller de la Associació COS incluido en el curso «Lo que nos está pasando; imaginarios políticos en la narrativa actual», en el que también participan Belén Gopegui, Marta Sanz y Elvira Navarro. El «contrato cultural» es, más precisamente, la relación de la gente con los autores, intermediada por los grandes grupos editoriales. Por todos los impedimentos que establece, Eva Fernández dejó de publicar de la manera en que lo había hecho hasta entonces. Pero continuó escribiendo (muchas de sus reflexiones pueden leerse en el blog «Inmediatamente después»), y reflexionando sobre las mediaciones y el modelo de producción cultural. Cuando publicó su primera novela, tampoco conocía la existencia de pequeñas editoriales, además, tenía una idea de la cultura y del poder «más bien decimonónica», reconoce. Pero se decidió a escribir «Inmediatamente después», y lo hizo desde un posicionamiento inequívoco: la crítica al capitalismo. La novela se estructura en torno a una parte, en la que se desarrolla la trama, y una segunda, en cursiva, «explícitamente anticapitalista». Este segundo apartado es la parte panfletaria de la novela, escrita en femenino plural (desde el «nosotras»); también podría tratarse de un coro griego, aunque no se ajuste exactamente al canon.

Por ejemplo, «para la mayoría trabajar en lo que se puede, es hacer lo correcto, lo que debe ser»; también, «no conocemos a nadie que no trabaje más de lo que quiere o necesita. Hay quien gana más y quien gana menos, pero trabajar decimos trabajar todo el mundo más de la cuenta. Si alguno de nosotros está parado, aún es peor, porque debería estar trabajando y, por tanto, no se le permite el descanso, de modo que no hará sino buscar, y si no encuentra, lastimarse; hasta que coja la primera mierda de trabajo que le pase por delante». O «más allá de preguntarnos cuándo nacieron los libros de autoayuda o de revisar algunos textos de filosofía, lo cierto es que se nos pasó el tiempo de preguntarles a nuestros padres y a las madres de nuestras madres: ¿Cuándo nació la resignación, dolía? En los libros de historia eso no se estudia. No se analiza qué sintió la primera mujer, el primer hombre al que se convirtió en esclavo».

Eva Fernández se crió en un barrio obrero de Valencia, Orriols, lo que condicionó la escritura de su novela: «Atreverme a tomar la palabra y poner mi discurso en el centro era algo muy violento; vengo de una clase social en la que la gente no toma la palabra, además, en mi caso, continúo adscrita a la misma clase: otra cosa es que hubiera querido ser una tipa ambiciosa y triunfadora, pero yo quería construir un mundo mejor». Generalmente en la literatura se produce un consenso por el que las posiciones políticas no han de explicitarse, es decir, la novela no puede ser panfletaria. Sin embargo, «Inmediatamente después» sí que es un panfleto. A alguna gente las cursivas del texto le molestaban, pues, consideraban, se les decía qué tenían que pensar. Pero si la escritora se había atrevido a tomar la palabra, era para afirmar su pensamiento.

¿Y la complejidad y diferentes estratos de la trama, o la ambigüedad de los personajes que a menudo valoran los críticos? «Creo que todo eso es un poco patraña», responde Eva Fernández, «porque la escritura está sostenida siempre sobre un sistema de creencias; todo, también lo ambiguo, o negarse a explicitar una posición, también lo que parte de una supuesta neutralidad». Si esta presunta ambigüedad se sostiene como posición hegemónica, es porque no se pone en cuestión. «De lo contrario, en dos minutos quedaría desarmada». ¿Modernidad o postmodernidad? Eva Fernández se posiciona muy cerca de «lo subalterno», de todo aquello que no ocupa posiciones de poder. También siente un rechazo fuerte hacia lo que se considera Modernidad occidental; a una idea central de la razón y del saber que, en una buena medida, ha dado lugar a la Unión Europea actual. «Parte del pensamiento occidental también ha dado Auschwitz», agrega. El llegar a estas conclusiones ha hecho que algunos autores busquen otras vías. Por ejemplo, hay quien indaga en el Neolítico.

Eva Fernández se aproxima actualmente a cuándo nació la escritura y por qué. Y llega a Sócrates. Lo que le suscita nuevas preguntas: ¿qué hace que un discurso sea válido o verdadero? Antes de la escritura, el discurso tenía que ser sostenido por las comunidades (la construcción discursiva les servía para explicarse el mundo). Tras la invención de la escritura, basta que un autor alumbre una obra y ésta se auto-referencie, para que de inmediato la obra se convierta en conocimiento. Con la escritura como «creación de mundo» en el punto de partida, a la autora de «Inmediatamente después» le inquieta saber «qué tengo que ver yo con el mundo, o con que se muera una persona delante de mí en la calle y yo no haga nada; ¿qué responsabilidad tengo yo, qué responsabilidad tienen los demás para que el mundo sea mejor?»

La autora y editora participó desde los orígenes, en 2005, en el colectivo «Cine sin autor», donde precisamente se cuestionaba la figura del autor como «sujeto de enunciación». La «sin autoría» incluye interrogantes sobre las obras canónicas y preguntas sobre los textos literarios que comúnmente se aceptan. Es el punto al que llegó Eva Fernández ante la «alternativa» que propone el sistema: escribir cada vez más edulcoradamente para triunfar, con los libros expuestos patas arriba en una librería y sin que ocurra nada más allá de la publicación, por ejemplo comunidades o grupos de lectura. Además de investigar el modo de producción editorial, se vinculó a una asociación de pequeñas editoriales, «Contrabandos». «Me doy cuenta, explica, de que estuve hasta ese momento como en una torre de marfil, elaborando textos para que el lector se admirara, sin entender nada sobre qué ocurre con el texto y cómo se ha producido, quién obtiene los beneficios, la relación con el mercado…».

Intenta hoy trasladar la idea de «sin autoría» a otra pequeña editorial, «La oveja roja». En el cine ya pudo constatar que la idea era viable: la colectividad (no la industria) que produce la película, es la que la sostiene. «La gente -cualquiera- puede ser creadora y producir cosas interesantes, y ello sin dejar de creer en la potencia que tiene lo artístico para cambiar el mundo». Uno de los ejemplos posibles es la fábrica de «cine sin autor» que funcionó durante un año y medio en el Centro Cultural Matadero, de Madrid, donde la gente común hacía sus filmes.

¿Implica la «sin autoría» que una persona renuncie a parir su obra como forma de autoconocimiento, a desarrollarse con ella, a crear sus personajes y forjar situaciones para compartirlas con el lector? El término «sin autoría» es realmente de provocación, explica la escritora, pues «no se trata de romper la autoría sino de colectivizarla, y que deje de inscribirse en una figura tan connotada como la del autor». Opina que hay una idea heredada del autor que deriva del «contrato cultural, «cuya legitimidad vino básicamente de extraerle a la gente la posibilidad de producir cultura». Responde de manera negativa a la pregunta planteada: «No es que uno renuncie a su manera de ver el mundo, ni a sus posiciones éticas, ni a las capacidades creadoras». Ocurre que las desarrolla junto a otras personas, a las que valida y son tan creadoras como uno. Es más, abunda Eva Fernández, en el modelo más convencional el autor -secuestrado por la industria- acaba creando solo y, en un estado narcisista, vendido a quienes lo quieran comprar.

La idea de «sin autoría» se ha abierto camino en los últimos años en el estado español, sobre todo con la crisis y la irrupción del 15-M. En el campo del cine era ya una idea bien conocida -y desarrollada- en América Latina, aunque sin que se la denominara de tal modo. «Para nosotros -antes de 2011 y del 15-M- ya era fundamental lo asambleario como espacio de producción cultural», apunta la autora de «Inmediatamente después». Las asambleas de colectividad creadora sustituían al autor como sujeto productor de la obra. Eva Fernández recuerda los manifiestos se «Cine sin autor» redactados por Gerardo Tudurí, además del apoyo de Luis Martín Cabrera y medios como Rebelión. En el ámbito de la literatura, en una editorial como «La oveja roja», a la escritora le continúa interesando el modelo de autoría, pero también los discursos subalternos que aparecen en los libros. «Me parece algo pobre si sólo se trata de publicar a los escritores de la izquierda radical».

El modelo cristaliza en el libro «Somos Coca-cola en lucha: una autobiografía colectiva», publicado por «La oveja roja» con las aportaciones de los trabajadores afectados por el ERE de la fábrica de Coca-cola en Fuenlabrada. Se trata de un relato, en primera persona, de cómo 238 trabajadores y sindicalistas de la planta embotelladora se enfrentaron a Coca-cola Iberian Partners (CCIP). La autobiografía colectiva, del día a día de dos años de lucha, se ha apoyado en la financiación por micromecenazgo. Tres personas de la editorial se acercaron al «Campamento de la Dignidad», en las puertas de la factoría, y preguntaron a los trabajadores: «¿Tú qué historia contarías si pudieras escribir un libro?». Hubo una primera jornada de contacto y grabaciones. Tras ocho asambleas más de escucha, grabación y largas transcripciones de los relatos, tomó cuerpo un comité de redacción, del que formaban parte trabajadores de la asamblea, la escritora y el editor. Estaban ya escribiendo un libro…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.