Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Transcripción de las declaraciones preparadas por el director ejecutivo de la organización B’Tselem, Hagai El-Ad, entregadas a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU durante una sesión especial «fórmula Arria» sobre «Los asentamientos israelíes, obstáculos para la paz y la solución de dos estados», en Nueva York, el 14 de octubre de 2016.
Hagai El-Ad
Señores miembros del Consejo de Seguridad, damas y caballeros,
Antes de comenzar, me gustaría expresar mi más profundo agradecimiento por esta oportunidad única de hablar en este distinguido foro y colaborar con los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU.
Lo que estoy a punto de decir no tiene la intención de darles una sacudida eléctrica. Tiene, sin embargo, la intención de movilizarlos.
Durante los últimos 49 años -bien contados- la injusticia conocida como ocupación de Palestina y el control israelí de la vida de los palestinos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, se ha convertido en parte del orden internacional. El primer medio siglo de esta realidad se cumplirá pronto. En nombre de B’Tselem, el Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados, les ruego hoy que tomen medidas. Cualquier cosa por debajo de la acción internacional decisiva no logrará nada, pero marcará el comienzo de la segunda mitad del primer siglo de la ocupación.
Damas y caballeros,
¿Qué significa, en términos prácticos, pasar 49 años, toda una vida, bajo un gobierno militar? Cuando estalla la violencia o cuando los incidentes particulares atraen la atención mundial se obtiene una visión de ciertos aspectos de la vida bajo la ocupación. ¿Pero qué pasa con el resto del tiempo? ¿Qué hay de los muchos días «ordinarios» de ocupación -17.898 días- que son igual de duros? Vivir bajo un régimen militar significa violencia y burocracia invisibles casi todos los días. Significa vivir bajo un régimen de permisos interminables que controlan la vida palestina de principio a fin: Israel controla el registro de la población, Israel controla los permisos de trabajo, Israel controla quién puede y quién puede viajar al extranjero, Israel controla quién puede y quién no puede llegar de visita desde el extranjero. En algunos pueblos Israel mantiene listas de quienes pueden visitarlo o a quienes se permite cultivar qué campos. A veces se les niegan los permisos que, por otra parte, hay que renovar continuamente. De manera que en cada respiración los palestinos respiran la ocupación. Hacer un movimiento en falso significa que pueden perder su libertad de movimientos, su medio de vida e incluso la oportunidad de casarse y formar una familia con la persona que aman.
Mientras tanto, y siempre presentes, están los asentamientos y los colonos. Son ciudadanos israelíes que viven, al parecer, en una democracia del primer mundo que de alguna manera existe sólo para ellos más allá de las fronteras de su país. La empresa de los asentamientos, siempre en expansión a pesar de su ilegalidad, está por todas partes en la Ribera Occidental y en Jerusalén oriental. Los asentamientos abarcan las áreas urbanizadas, así como las generosas asignaciones de tierra alrededor de ellas destinadas a la futura expansión o «zonas de seguridad especial». Conllevan los puestos de control para los palestinos y las carreteras de circunvalación para los colonos, significan la barrera de separación. Y, por último, la fragmentación de Palestina en cientos de comunidades aisladas, flotantes -o más bien debería decir que se hunden lentamente- en el mar de la dominación israelí, ¿quién puede merecer soportar tales condiciones desde hace medio siglo?
Damas y caballeros,
Israel considera legales casi todos los aspectos de esta realidad. El control sobre la vida de los palestinos de Israel es único por la atención cuidadosa que la potencia ocupante pone en la letra de la ley mientras estrangula su espíritu. La ocupación ha perfeccionado muy bien el arte de diluir el derecho internacional humanitario y las leyes de derechos humanos hasta despojarlos prácticamente de sentido. Una vez que los abogados militares, los abogados del Estado y los jueces de la Corte Suprema cincelan con maestría sus opiniones legales, todo lo que queda es una cruda injusticia.
Muéstrenme un palestino cuya muerte se explica para garantizar la impunidad y allí encontrarán una opinión aprendida por el Procurador General Militar israelí.
Muéstrenme a los 100.000 palestinos ignorados y abandonados al otro lado del muro de separación construido en Jerusalén Este y les recordaré que incluso esta injusticia evidente fue preaprobada por el Tribunal Superior de Justicia de Israel.
Muéstrenme una parcela de tierra palestina que deseen tomar y la Administración Civil llegará con el mecanismo legal adecuado a la medida -¡Por supuesto todo debe ser legal!- para lograr ese fin: zonas militares de entrenamiento, reservas naturales, sitios arqueológicos y, sobre todo, la declaración de miles de acres como «tierra del Estado», ¿qué «Estado» exactamente? Todo esto se utiliza con éxito para desplazar por la fuerza a los palestinos y justificar que se les niegue el acceso al agua o a la red de energía.
Por supuesto este tipo de acciones israelíes no tienen éxito el 100 % de las veces. Eso sería demasiado transparente. Así que una vez cada tanto, quizás una vez cada década, un soldado de bajo rango podría ser puesto en un simulacro de proceso. Y una vez en mucho tiempo se aprobó un plan maestro para un pueblo palestino. Estas rarezas extraordinarias proporcionan distracciones útiles de la realidad cotidiana.
Con el fin de mantener la apariencia de legalidad Israel aplica el «debido proceso» a casi todo: desde la potencial alimentación forzada a los huelguistas de hambre, recientemente aprobada por el Tribunal Supremo, hasta aprobar de forma rutinaria la renovación de las órdenes de detención administrativa o ampliar el encarcelamiento prolongado sin juicio a cientos de palestinos; demoler las casas de las familias de los palestinos que perpetraron ataques. Sí, eso también ha sucedido cientos de veces, con el debido proceso y un sello de aprobación del Tribunal Supremo. Desde el año 2000 más de 4.400 palestinos han perdido sus hogares de esta manera.
Sí, Israel tiene abogados profesionales, procuradores y jueces. En realidad es una actividad muy «profesional». Ha tenido un montón de tiempo para trabajar en pro de una ocupación más perfecta. Pero no es necesario ser abogado para reconocer la injusticia. Miren la ocupación y toda la pretendida jurisprudencia existente y llámelo como lo que es: un pretexto legal para la violencia de Estado organizada.
Damas y caballeros,
Israel ha legalizado sistemáticamente violaciones de los derechos humanos en los territorios ocupados mediante la instalación de asentamientos permanentes, demoliciones punitivas de viviendas, un mecanismo de construcción y planificación sesgada, y se ha cargado la tierra palestina y mucho más. El sistema de aplicación de la ley militar de Israel -si se puede llamar así- encubre sistemáticamente cientos de casos de asesinato o maltrato de palestinos.
He aquí algunas cifras: Israel ha declarado el 20 % de Cisjordania «Tierras del Estado». Israel «generosamente» permite a los palestinos construir en la mitad del uno por ciento de la zona C, el 60% de Cisjordania que está «temporalmente» bajo control israelí desde hace una generación. En la última década Israel ha demolido unas 1.200 viviendas palestinas en Cisjordania sin contar Jerusalén Este, con lo que la falta de hogar alcanza a más de 5.500 personas, la mitad de ellas menores de edad. Las cifras de Jerusalén Este las elevarían en aproximadamente otro 50 %. En abril de 2016 había alrededor de 7.000 palestinos detenidos en Israel, una cuarta parte de ellos en prisión por la duración de sus procedimientos judiciales militares y aproximadamente un 10 % de detenidos administrativos.
Unas cifras finales: en una más de cuarta parte de las 740 denuncias remitidas por B’Tselem a las autoridades militares desde 2000 no se ha abierto ninguna investigación. En otra mitad los casos fueron finalmente cerrados sin realizar ninguna acción. Y sólo en 25 casos se presentaron acusaciones. Y tomen en cuenta esto: durante ese tiempo las autoridades militares han perdido físicamente los registros de 44 casos, más de los 25 casos que llegaron a los tribunales.
Israel insiste en que todo esto es legal bajo la ley israelí y el derecho internacional.
No lo es.
Pero este hecho es de poca importancia práctica en términos de permitir a Israel la implementación de sus políticas ya que, lamentablemente, el derecho internacional carece de mecanismos de aplicación eficaces. Y así, las políticas israelíes se implementan y avanzan cada día con mayor apoyo nacional. A pesar del amplio acuerdo internacional -incluyendo resoluciones anteriores del Consejo de Seguridad- acerca de que los asentamientos son ilegales, el único cambio medible en esta área es el creciente número de asentamientos de colonos y de los palestinos que viven a su sombra enfrentados a la demolición o el desplazamiento.
Damas y caballeros,
B’Tselem ha trabajado durante 27 años para documentar y publicar violaciones de los derechos humanos en los territorios ocupados, para analizar e interpretar los datos y reclamar local e internacionalmente sobre estos temas. No estamos abogando por cualquier resultado político específico, estamos luchando contra violaciones de derechos humanos. De hecho nos damos cuenta de cómo Israel ha utilizado con eficacia el propio «proceso de paz» para ganar tiempo -una gran cantidad de tiempo- mientras establece, en paralelo, más hechos en la tierra palestina.
La misión de B’Tselem de informar al público israelí de las maneras en que el estado oprime a los palestinos continuará siempre y cuando la ocupación continúe. Estuvimos y siempre estaremos siendo implacables en este esfuerzo, porque es nuestra obligación moral básica. Pero después de tantos años hay que sacar algunas conclusiones. Los principios morales por sí mismos no son suficientes. Israel no dejará de ser un opresor y simplemente se despertará un día y se dará cuenta de la brutalidad de sus políticas. Las décadas de falsos pretextos y recelos genuinos, intereses económicos y dogmas políticos, se han unido para prevenir esa eventualidad, mientras se presentan muy pocas razones convincentes para cambiar de rumbo.
¿Y en el mundo?
Hace seis años y medio el vicepresidente de EE.UU. Joe Biden advirtió de que «el statu quo no es sostenible». Está claro que se adelantó por lo menos seis años y medio al pronunciar dicha advertencia. El statu quo -cada vez más contrario a los intereses de los palestinos y a favor de los de Israel- ha demostrado que no sólo es sostenible, sino también próspero.
Hace casi un año la Unión Europea se embarcó en un «diálogo estructurado» con Israel, de seis meses de duración, tratando de poner fin a la demolición administrativa de viviendas en la zona C. Seis meses después el diálogo no avanzaba hacia ninguna a ninguna parte y las demoliciones fueron en aumento. Sin embargo la UE decidió ampliar el tiempo para el diálogo. Si una cantidad sin precedente de demoliciones iban de la mano con un calendario ilimitado para el diálogo internacional, ¿por qué parar las demoliciones?
Claramente la ocupación es sostenible a nivel internacional. Es así porque hasta el momento el mundo se niega a tomar una acción efectiva.
En los últimos años la realidad es aún más dolorosa. El proyecto a largo plazo de Israel -que se ha hecho quizás aún más palpable que nunca- consiste en maximizar sus beneficios de la tierra palestina y reducir al mínimo las molestias de la presencia de sus habitantes. Es cierto que aunque apenas se esté medio día en la Ribera Occidental es tiempo suficiente para darse cuenta de la permanente tarea que los gobiernos israelíes tanto de derecha, centro o izquierda han desarrollado allí desde 1967. Del mismo modo algunos funcionarios israelíes retirados han dicho eso abiertamente. Más recientemente lo expuso de manera simple un exjefe del comando central que dijo: «el ejército está allí porque el Estado de Israel no tiene intención de retirarse». Pero ahora los líderes israelíes actualmente en el poder, desde el primer ministro hacia abajo, han soltado la lengua en tiempo real y admiten esto abiertamente -con un nivel de claridad oficial- porque al parecer tienen la seguridad de que no tendrá consecuencias. ¿Era una ingenuidad tener esa expectativa? Quizás. Mientras una claridad sin precedentes en el lenguaje israelí ha estrechado la brecha entre las acciones de Israel y la retórica vacía en las negociaciones y la diplomacia, la respuesta global a, esto era otro relato más. Las demoliciones se han intensificado, por lo que el 2016 es el peor año en este ámbito. Me siento obligado a preguntar, ¿cuántas casas palestinas más deben demolerse hasta la comprensión de que las palabras se las lleva el viento y que las medidas que se toman no hacen más que indicar a Israel que puede continuar con las mismas?
Damas y caballeros,
Los derechos humanos no deben esperar más. Los palestinos tienen derecho a la vida y la dignidad, el derecho a determinar su propio futuro. Todo se ha retrasado durante demasiado tiempo y la justicia retrasada es justicia negada.
Como nos enseñó Martin Luther King Jr., «sabemos por dolorosa experiencia que la libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor». Por lo tanto la realidad que enfrenta la comunidad internacional es la siguiente: la ausencia de una acción no sólo da efectivamente al opresor una licencia para proceder sin tener que sufrir demasiadas repercusiones, sino que además le da el poder de decidir cuándo será el momento adecuado para empezar a considerar alternativas. «Esperen», exige Israel, «ahora no es el momento adecuado». Sin embargo, «esperen» casi siempre ha significado «nunca», responde Martin Luther King Jr. «Siempre es el momento adecuado para hacer lo que es correcto». Ese momento es ahora, el tiempo para, por fin, tomar medidas. El Consejo de Seguridad de la ONU tiene algo más que el poder, ustedes tienen una responsabilidad moral -y una verdadera oportunidad- para actuar con un sentido de urgencia, antes de que lleguemos a la fecha simbólica de junio de 2017, el comienzo de la segunda mitad de un siglo de ocupación, para enviar al mundo, a los israelíes y palestinos, un mensaje claro respaldado por la acción internacional: Israel no puede obtener ambas cosas. No se puede ocupar un pueblo durante cincuenta años y llamarse a sí mismo una democracia. No se pueden violar los derechos de millones de personas y reclamar beneficios internacionales justificados por palabras huecas sobre el compromiso con los valores compartidos de los derechos humanos.
Israel es un país soberano establecido a través de la legitimidad internacional otorgada por una decisión histórica de esta misma institución en 1947. Soy un ciudadano de ese país. Es mi tierra. Durante la mayor parte de la existencia de mi país el mundo ha permitido que ocupe otro pueblo. He vivido toda mi vida, cada día de ella, con esa realidad. Millones de israelíes y palestinos no conocen otra realidad. Necesitamos su ayuda. Cincuenta años de ocupación «temporal» son demasiado largos, incluso para que una sola persona en este planeta acepte una contradicción en esos términos. Los derechos de los palestinos deben concretarse, la ocupación debe acabar, el Consejo de Seguridad de la ONU debe actuar. Y el momento es ahora.
Fuente: http://972mag.com/the-occupation-is-sustainable-because-the-world-refuses-to-take-action/122635/