Si la sabiduría política no prevalece, si no se toman las decisiones cruciales en la que todos los palestinos están representados, y si no aprendemos de los errores del pasado, cambiando las políticas y métodos anteriores y quienes los hacen, entonces nos estamos embarcando en un desastre mayor y más catastrófico que el de Oslo. […]
Si la sabiduría política no prevalece, si no se toman las decisiones cruciales en la que todos los palestinos están representados, y si no aprendemos de los errores del pasado, cambiando las políticas y métodos anteriores y quienes los hacen, entonces nos estamos embarcando en un desastre mayor y más catastrófico que el de Oslo. Si la búsqueda incesante de hoy para el reconocimiento de un «Estado independiente de Palestina» hubiera existido antes de 1947, habríamos aplaudido con entusiasmo, y sacrificado la vida por ello, al igual que nuestro pueblo a partir de 1920.
La Liga de las Naciones Unidas reconoce en el artículo 22 de su Carta la independencia de Palestina desde el mar hasta el río, y de Ras an-Naqura a Um Rashrash, y la colocó bajo la categoría de un mandato, como Irak; esto significaba un estado independiente, que sólo necesitaba asistencia y consejo del gobierno del Mandato para construir sus instituciones. Irak fue gemela de Palestina, con la diferencia de que Irak se convirtió en un estado independiente, y Palestina no.
El Mandato Británico socavó estos fundamentos jurídicos, al admitir inmigrantes judíos en Palestina y no permitir la representación parlamentaria palestina, mientras que la mayoría de la población de Palestina son árabes. A continuación, los sionistas socavaron todos los cimientos mediante la ocupación de Palestina en dos etapas, en 1948 y 1967.
La gran diferencia entre el período del Mandato y el día de hoy es que el pueblo palestino antes de 1947 era residente en su patria, arraigado por miles de años. La demanda por la independencia del país fue así más que obvia, como fue el caso de las colonias británicas y protectorados.
Hoy, el movimiento sionista ha logrado por la fuerza bruta su mito de que Palestina era «una tierra sin pueblo» con la limpieza étnica de la población palestina. Es por eso que la situación que enfrentan los palestinos ahora es diferente. La prioridad ahora debe ser retornar a Palestina para que vuelva a ser una tierra en la que vive su pueblo, como otros pueblos en el mundo. Entonces la gente puede luchar por la independencia y la libertad en su patria. No es casualidad que David Ben-Gurion, incluso antes de declarar la creación de Israel y antes del final del Mandato, realizara la mayor limpieza étnica organizada en la historia moderna, expulsando a la población de 220 ciudades y pueblos de sus hogares en Palestina: en la llanura costera, en Marj bin Amer, y Tiberíades, y expulsando a continuación al pueblo de otras 400 aldeas. Tampoco es casualidad que la membresía de Israel en la ONU estuviera condicionada a dos requisitos: el cumplimiento de 1.- la resolución ONU 181 sobre la partición de la tierra, esto es, Israel tenía que retirarse, y 2.- la resolución 194, del año siguiente a la resolución de partición, para el retorno de los refugiados palestinos a sus hogares en todas las partes de Palestina ocupadas por Israel.
En los 93 años transcurridos desde la Declaración Balfour, el plan de los judíos para arrebatar más tierras en Palestina ha sido un objetivo permanente. Pero, en lugar de destinar el 80% de la Palestina histórica a un Estado árabe, como lo sugiere la Real Comisión (Peel) de 1937, o el 45% propuesto por el Plan de Partición de 1947, la porción palestina de su tierra se ha reducido a sólo el 20 % de nuestro territorio histórico, la cual es el máximo exigido por la Autoridad Palestina (y no por la debidamente constituida OLP), que se redujo aún más, a sólo un 5% de Palestina, en el plan de Benjamin Netanyahu.
Obviamente, ninguna propuesta de partición por parte de la ONU puede esperar o aceptar la limpieza étnica de una parte de la población en beneficio de otros. No fue coincidencia, por lo tanto, que la comunidad internacional insistiera en que Israel, como condición para su admisión en las Naciones Unidas, debe revertir su limpieza étnica por medio del retorno de los palestinos a sus hogares.
Así, el retorno de los refugiados es un requisito indispensable antes que cualquier discusión pudiera tener lugar, debido a que el derecho al retorno es «un derecho inalienable» y de orden superior a cualquier reconocimiento de soberanía sobre la totalidad o una parte de la patria. Este reconocimiento es un acto político que puede variar de acuerdo a las circunstancias políticas. Sólo tenemos que mirar a los países partidos o unidos, sobre todo, en Europa, durante el siglo XX.
El derecho de retorno, sin embargo, no sólo es sagrado para los palestinos, sino que también es un derecho consagrado en el derecho internacional que no puede ser revocado o negociado, no es una mercancía para la venta. También es un derecho individual. El objetivo primordial de la creación de la Organización de Liberación de Palestina fue la «liberación» de Palestina, no su partición. La OLP, sin duda, no fue creada para dar legitimidad a la disección de Palestina.
La liberación de Palestina no significa necesariamente operaciones militares; se puede lograr por otros medios, como se vio en la India y Sudáfrica. Lo que se entiende por liberación, en realidad, es el fin del proyecto colonial sionista y sus políticas racistas que han derramado la sangre de inocentes y destruido el patrimonio de los palestinos. La liberación también liberará a los judíos del sionismo, que ha creado en ellos un estado psicológico enfermo de miedo hacia el interior y terror hacia el exterior. Como escribió Alan Hart, el sionismo es «el verdadero enemigo de los judíos».
Entonces, ¿qué podemos esperar en el próximo mes de septiembre cuando la petición palestina de miembro de pleno derecho, sea presentado ante la ONU con el 20% de la Palestina histórica? ¿Por qué Israel ha dado instrucciones a sus embajadores, su lobby en Occidente y sus obedientes medios de librar una guerra contra el reconocimiento de Palestina en la ONU?
Si se le niega el reconocimiento, el statu quo se mantiene, pero si se acepta, ¿qué diferencia hay? No hace falta decir que la OTAN no se utilizará para implementar la voluntad de la comunidad internacional, como se hizo en muchos otros casos. La ONU puede condenar la agresión israelí y la ocupación del territorio de «un Estado miembro independiente». Pero esa condena, simplemente sumará una pulgada a la pila de numerosas resoluciones que fueron ignoradas por el estado sionista. Como está respaldado por Estados Unidos, será capaz de hacerlo sin una sola amenaza de sanciones.
Pero lo que es más peligroso, y probable, es que esto abra el camino a «negociaciones de paz», respaldadas por Europa y Norte América que acepten un mini-estado palestino. Podemos verlo ahora: después de «arduas negociaciones» y «dolorosas concesiones» un acuerdo será alcanzado y las celebraciones se llevarán a cabo en la Casa Blanca con un apretón de manos y sonrisas por todas partes. Este mini-estado será una inexistencia, sin capacidad para defenderse; sin control sobre sus fronteras, espacio aéreo o territorio; sin control sobre sus recursos hídricos; y sus fronteras definitivas serán » acordadas» a través del «intercambio de tierras» y, posiblemente, la forzada «transferencia» de sus habitantes. Este es precisamente el mini-estado que Shimon Peres y Ehud Olmert deseaban y creían que era absolutamente necesario, porque, de lo contrario, «Israel llegará a su fin».
Las palabras clave en este escenario son «intercambio de tierras». Un proyecto que Netanyahu y su racista ministro de Exteriores Avigdor Lieberman apoyan, ha sido planeado durante años por un equipo dirigido por el ruso Biger Gedeón de la Universidad de Tel Aviv. Consiste en la expulsión de los palestinos de Israel (ellos son una quinta parte de la población de Israel) y hacer la vida insoportable a los palestinos en Cisjordania para que la dejen «voluntariamente».
Este plan pasa por alto un hecho muy simple: Israel no es propietario de la tierra que ocupó en 1948, ni los territorios que ocupó en 1967. Por lo tanto el principio de intercambio de la tierra es legalmente imposible. Del lado palestino, el intercambio de tierra es contrario a los principios de la Carta Nacional Palestina, que llama a la unidad del suelo palestino (también lo es por cierto para la Carta del Mandato) y no puede, por tanto, ser aceptado por ningún liderazgo nacional legítimo.
Pero lo que es peor que tal propuesta legitimaría y perpetuaría el difunto acuerdo de Oslo. Aunque la división de Cisjordania en las zonas A, B y C se consideró como una medida temporal hasta el establecimiento de un Estado palestino para 1999, además de toda Cisjordania y Gaza, Israel ha consolidado esta división en el terreno práctico, legal y procedimental.
Por lo tanto, la gran área «C» se mantendrá bajo [control de] Israel, mientras el área «B» estará bajo la soberanía práctica de Israel, donde se puede arrestar a quien quiera en cualquier momento, dejando las tareas municipales y la limpieza vial a la Autoridad Palestina. Como Amira Hass escribió en el periódico israelí Haaretz, el área «B» se ha convertido en una guarida de ladrones y traficantes de drogas y la AP no se atreve a intervenir.
La zona «A» será la jaula en la que los palestinos de Cisjordania y los étnicamente limpiados de Israel serán encerrados. Ellos podrán levantar la bandera de un estadito «palestino independiente». Esta no-entidad no tendrá ninguna semejanza con el «Estado de Palestina», reconocido y previsto por la Sociedad de Naciones en 1920, y no será el definido por la historia de Palestina, como el conocido por el pueblo palestino. Todos los derechos nacionales palestinos serían abolidos o reducidos a este «estado», incluido el derecho inalienable a retornar. Tal «retorno» sería interpretado como el retorno al estadito palestino, no a los hogares originales de los refugiados. Puesto que la jaula será demasiado pequeña, los refugiados de Palestina de 1948, por lo tanto, se enfrentarán a un exilio permanente.
Es evidente, por tanto, que Palestina necesita un nuevo liderazgo electo mediante un proceso democrático inclusivo que abarque a todos los palestinos, no sólo los de Cisjordania y Franja de Gaza. Los refugiados en los campamentos de Jordania, Siria y Líbano deben ser incluidos, y ésos en la extensa Shatat [dispersión] también. Ellos son el principal electorado. La nueva dirigencia será muy experta en la historia y la geografía de Palestina y en los derechos del pueblo palestino, y estará preparada para su defensa. Para citar las palabras del muy respetado escritor, Ghassan Kanafani: «Si el abogado pierde el caso, cambiemos el abogado, no el caso.»
* Salmán Abu Sitta es Coordinador General del Congreso del Derecho al Retorno
Traducción: Bea Esseddin