La oposición armada atacó ayer un centro de los servicios secretos sirios, en el primer ataque de este tipo en los ocho meses de revuelta contra el presidente, Bashar al-Assad que, según Turquía y la Liga Árabe, debe resolverse sin recurrir a una intervención extranjera. El ataque, que tuvo lugar en Harasta, cerca de la […]
La oposición armada atacó ayer un centro de los servicios secretos sirios, en el primer ataque de este tipo en los ocho meses de revuelta contra el presidente, Bashar al-Assad que, según Turquía y la Liga Árabe, debe resolverse sin recurrir a una intervención extranjera. El ataque, que tuvo lugar en Harasta, cerca de la capital, coincidió con la reunión en Rabat de la Liga Árabe, que acordó dar un nuevo plazo de tres días a Damasco para que ponga fin a la represión antes de adoptar sanciones económicas.
El ataque fue reivindicado por el Ejército Libre Sirio, una fuerza opositora armada cuya creación fue anunciada en julio por el coronel Riad al-Assad, que se refugió en Turquía tras desertar por la represión de las protestas.
El Ejército Libre Sirio ha actuado varias veces causando decenas de muertos y heridos entre las fuerzas del régimen.
La Brigada de los Oficiales Libres, fundada por el teniente coronel Hussein Harmuche se unió al Ejército Libre a finales de agosto, según uno de sus oficiales citado por AFP, que asegura que cuenta con 17.000 efectivos.
Además, el Ejército Libre Sirio anunció ayer la creación de un consejo militar provisional para derrocar al régimen, proteger a la población, prevenir la anarquía y armar y entrenar a sus miembros, que transferirá sus poderes tras la elección de un Gobierno democrático. Este Consejo, «la máxima autoridad militar en Siria», prohíbe a los miembros del Ejército Libre Sirio pertenecer a partidos políticos o religiosos.
El ataque contra el centro de los servicios secretos en Harasta tuvo lugar unas horas antes de la reunión de la Liga Árabe cuyo objetivo era formalizar la suspensión de la participación de Siria en la organización árabe. El secretario general de la Liga, Nabil al-Arabi, abogó por «hacer todo lo posible» para detener el derramamiento de sangre y la Liga Árabe y Turquía pidieron «medidas urgentes» para proteger a los civiles, aunque rechazaron una intervención extranjera.
Los ministros de Exteriores árabes decidieron dar un plazo de tres días más al Gobierno de Siria para poner fin a la represión y permitir la entrada de un equipo de observadores. El jefe de la diplomacia qatarí, Hamad Bin Jassim al-Thani, no han aclarado qué ocurrirá si Damasco incumple este plazo ni si se trata del último intento para resolver la crisis siria de forma diplomática.
Mientras los ministros árabes se reunían en Rabat, miles de manifestantes lanzaron piedras contra las embajadas de Marruecos, Qatar y Emiratos Árabes Unidos entre alusiones directas a la decisión de la Liga Árabe.
El Estado francés consideró «insuficiente» la liberación de 1.800 presos, llamó a consultas a su embajador en Siria y cerró sus consulados en Alepo y Latakia.
Tránsfugas del régimen aterrizan en la oposición
El desembarco en la oposición de dos antiguos responsables del régimen sirio exiliados puede sembrar confusión entre los cuadros del partido Baaz y la comunidad alauita del presidente, Bashar al-Assad, pero también poner en un compromiso a los opositores, ya divididos, según expertos.
El ex vicepresidente Abdel Halim Khaddam y el hermano menor del ex presidente Hafez al-Assad, Rifaat, considerado su sucesor durante mucho tiempo, han manifestado públicamente su deseo de jugar un papel en la oposición y en una futura transición.
Abdel Halim Khaddam compañero de Hafez al-Assad, a quien durante 35 años ayudó a construir el sistema que dejó a su muerte, en 2005, fue una de las principales figuras de la vieja guardia del gobernante partido Baaz, donde podría hallar apoyos.
Rifaat al-Assad supone un trastorno para los alauitas y la familia Al-Assad. Exiliado en 1984, lideró las Brigadas de Defensa en su lucha implacable contra los Hermanos Musulmanes y se le acusa de lanzar, en 1982, a sus tropas al asalto de Hama, donde causaron unos 20.000 muertos.
Tienen recursos financieros y conexiones en Europa y países árabes, pero también un pasado ligado al poder que les desacredita y puede dividir a los dos principales grupos opositores, el Consejo Nacional Sirio (CNS), que pide protección internacional, y el Comité Nacional para el Cambio Democrático (CNCD), abierto al diálogo.