Traducido para Rebelión por LB
Eclipsadas por los acontecimientos en Egipto, las noticias procedentes de su pequeño Estado vecino no han concitado mucha atención a excepción de la angustia expresada por los medios [de comunicación israelíes] ante la duda de que quizás la democracia egipcia no sea tan genial como lo fue la dictadura de Mubarak para implacable e incesante limpieza étnica de un pueblo indígena, el pueblo palestino. Pero noticias las ha habido, ya que unos abogados israelíes «pro derechos humanos» han hecho pública una demanda por difamación contra Jimmy Carter por su preciso libro «Palestina: Paz No Apartheid«. La espinita para los israelíes se encuentra en una palabra contenida en el título del libro de Carter: «apartheid».
Nombres, nombres, nombres. ¿Cuál sería la descripción exacta de Israel? Hay muchas denominaciones, ninguna de ellas atractiva. A los partidarios de Israel les gusta llamarlo «Estado judío». Pero ese nombre lleva adherido un matiz inquietante. No nos gustan los «Estados islámicos», y los «Estados cristianos» evocan imágenes de fascismo, intolerancia y Cruzadas. ¿Acaso «Estado judío» suena más tolerante?
Está luego la etiqueta tan pasada de moda de «un pueblo sin tierra y una tierra sin pueblo». Ni siquiera los colonialistas europeos de las Américas tuvieron el descaro de negar la existencia de los pueblos indígenas que iban exterminando o encerrando en reservas, las Gazas del Nuevo Mundo. A pesar de que la frasecita racista siguió coleando hasta Golda Meir, quien negó la existencia misma de los palestinos, al menos en los tiempos del terrorista Yitzhak Shamir los palestinos ya se habían metamorfoseado en «insectos» o «cucarachas». Shamir por lo menos condescendió en reconocer su perniciosa e infrahumana existencia.
A continuación tenemos el apelativo de «Estado colonial, Estado de colonos», un nombre preciso que comprenden muy bien los países en vías de desarrollo que continúan luchando por liberarse de los grilletes ocultos de la dominación europea pero que todavía no se entiende muy bien en el Occidente más o menos post-colonial. Por supuesto, disponemos también de la «entidad sionista», concepto que también comprenden los oprimidos de Oriente Medio pero que resulta indescifrable para mucha gente de Occidente, adiestrada para percibir en él aromas antisemitas.
Carter ha popularizado el término «apartheid», un vocablo a la vez preciso y fácil de entender, un término que propaga un «hedor en las narices del mundo». Y es precisamente eso lo que está pasando en Israel y en los territorios que ocupa. ¿Quiere usted llamar a Israel democracia? Perfecto, si se entiende que es una democracia en el mismo sentido en que Sudáfrica era una democracia en los tiempos del apartheid. El apartheid en Cisjordania es tan flagrante que puede ser observado por satélite allí donde los colonos judíos disponen de carreteras exclusivas en Cisjordania. Y si Cisjordania es un refugio de terroristas, ¿por qué, oh, por qué los israelíes se empeñan en seguir colonizando [territorio palestino] al otro lado del gran «muro de seguridad», que en realidad no es sino un muro de apartheid? La alegoría del apartheid sudafricano se ajusta con asombrosa precisión a la realidad de este lugar. Gaza, una prisión al aire libre, es como un bantustán, una prisión virtual donde sólo viven árabes. Israel propiamente dicho tiene «ciudadanos» árabes con derechos reducidos en función de su condición de árabes, igual que les ocurría a las personas «de color» de la antigua Sudáfrica. Y luego están los árabes de Cisjordania, que viven en condiciones de pobreza justo al lado de, pero separados de la gran opulencia de los judíos, igual que pasaba con los townships de la antigua Sudáfrica. El racismo antiárabe permea la sociedad [israelí] de muchas maneras diferentes. Es una característica estructural de la sociedad israelí y no un ingrediente superficial.
Pero la gran ventaja de la palabra «apartheid» no es simplemente su exactitud, sino el hecho de que todo el mundo en Occidente y en el planeta entero sabe que fue algo malo en Sudáfrica y también en EEUU, donde recibió el nombre de segregación. De modo que también es algo malo en Israel. Al introducir esa palabra en el léxico del discurso político hegemónico Carter nos ha dado un arma para luchar contra el lento genocidio del pueblo palestino. La palabra debería utilizarse siempre: el Estado Apartheid israelí o el Estado apartheid de Israel o incluso, simplemente, el Israel del apartheid. La palabra es un regalo insertado en el discurso dominante: utilícese sistemáticamente antes de que se desvanezca.
Y ahora resulta que hay «abogados pro derechos humanos» procedentes del Estado Apartheid israelí que pretenden demandar a Carter y a su editor de Nueva York, alegando que la clasificación del libro como «no-ficción» viola las leyes de Nueva York de protección del consumidor. Se trata, a su modo, de un caso histórico, ya que es la primera vez que un presidente y su editor son demandados por violar las leyes de protección al consumidor. El absurdo de esta iniciativa supera incluso al de la demanda que interpusieron los ganaderos de la Texas Cactus Feeders Inc. contra Oprah por difamar la carne.
Una de las principales abogadas del Estado apartheid es Nitsana Darshan-Leitner, que saltó a la fama nada más acabar su carrera de derecho en la década de 1990 como representante legal de las víctimas del Achille Lauro, un navío secuestrado en 1985 por terroristas que asesinaron trágicamente a un judío estadounidense que viajaba a bordo. Sin embargo, Nitsana no ha dicho ni mú sobre el asesinato de un ciudadano turco-estadounidense y de seis ciudadanos turcos que viajaban a bordo del Mavi Mármara en ruta hacia Gaza para intentar romper el bloqueo israelí de la Franja. Hay una diferencia crucial entre los dos incidentes: el primero fue obra de terroristas individuales, mientras que el segundo fue un acto perpetrado por un Estado, el cual, por consiguiente, debe ser calificado como Estado terrorista: el Estado apartheid de Israel. Recientemente el gobierno turco ha hecho público su informe sobre el ataque israelí al Mavi Mármara, y en él se habla nada menos que de asesinato a sangre fría por parte de los agentes del Estado apartheid.
Sin lugar a dudas Carter está siendo acosado por su contribución al debate sobre Israel en los EEUU, pero tal acoso no pasa de ser en realidad un ataque desesperado y precario. Con todo, nos revela hasta qué punto los campeones del Estado apartheid de Israel le tienen pánico a esta descarnada proclamación de la verdad. Un nombre significa mucho. Carter nos ha regalado la palabra «apartheid». Vamos a utilizarla sin cesar hasta que la verdad sobre la naturaleza apartheid de Israel resplandezca con claridad meridiana.
John V. Walsh puede ser contactado en la siguienta dirección: [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/walsh02152011.html