Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Una cumbre muy reservada tuvo lugar recientemente en una base de la OTAN en Molesworth, en el Reino Unido. Frente a los británicos estuvo nada menos que el príncipe Turki al-Faisal, ex director general de los temidos Mukhabarat (servicios de inteligencia) de Arabia Saudí, y otro un amigo muy cercano del asesinado líder de al-Qaida Osama bin Laden.
El príncipe Turki estaba presente para explicar la visión de la Casa de Saud sobre la gran revuelta árabe de 2011. En pocas palabras: les dijo a los británicos -y a los estadounidenses- que olvidaran sus estúpidas ideas sobre «democracia». Todo era un complot iraní.
El despliegue de tropas saudíes en Bahréin y Yemen, y el despliegue de mercenarios wahabíes en Libia y Siria no eran otra cosa que instrumentos para la lucha en el combate ideológico -y la dura represión- contra la propagación de la influencia chií de Irán.
La guinda sobre este pastel del desierto es la continua transformación del Consejo de Cooperación del Golfo -en realidad ahora es un Club de Contrarrevolución del Golfo- en una alianza de monarquías suníes, con la incorporación de Jordania y Marruecos, además de los actuales miembros: Arabia Saudí, Qatar, Omán, Bahréin, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos.
La Casa de Saud sigue siendo el proverbial aliado incondicional de la «relación especial» de Washington y Londres. Sus petrodólares (300.000 millones de dólares en ingresos del petróleo en 2011, posibilitados por su posesión de un 12% de la producción petrolera mundial) compran a todos los que pueden, desde Egipto a Libia y Palestina, mientras las redes vinculadas a al-Qaida árabe alientan alegremente los levantamientos tanto en Libia como en Siria.
Sin embargo, en esta Casa de la suprema paranoia, ¿qué pasaría si llegara el día en el que ya no fueran considerados como indispensables aliados incondicionales? ¿Y si Washington y Londres estuvieran convencidos de que un Medio Oriente más aceptable debería tener como «modelos» a Turquía y a la Hermandad Musulmana?
En el crucial frente de la energía, la Casa de Saud no dejó de notar el hecho de que EE.UU. preferirá concentrar sus futuras necesidades de energía en el gas, y no en el petróleo, y esto mientras las reservas saudíes de petróleo disminuyen y China ya es el máximo socio comercial de Arabia Saudí (es una de las razones clave por las que China se abstuvo en la resolución 1973 de las Naciones Unidas sobre Libia; Beijing no quiere enemistarse con Riad).
Washington y Londres ciertamente aumentaron sus propios temores de un desastre regional cuando el príncipe Turki fue muy claro en el sentido de que Arabia Saudí buscaría su propia bomba nuclear en caso de que Irán hiciera lo mismo; aunque no existe la menor evidencia, según el Organismo Internacional de Energía Atómica, de que Irán esté desarrollando un programa de armas nucleares. A propósito, el propio príncipe Turki lo dejó en claro en otra ocasión: el único protagonista regional al que se le permite que tenga armas nucleares es Israel.
Por lo tanto, el mensaje de Turki en esta reunión «secreta» con la OTAN fue esencialmente: somos los mandamases en el Golfo y en la Península Arábiga, y desde ahora haremos en primer lugar lo que queramos, no necesariamente lo que vosotros queráis que hagamos.
Podría ser una indicación definitiva para Washington de que termine por abandonar a ese inconveniente aliado, medieval pero incondicional, que obstinadamente quiere detener el flujo de la historia; pero no será interpretada como tal.
Todo sobre iranofobia
La Casa de Saud ha utilizado la gran revuelta árabe de 2011 para convertir la iranofobia en el mundo árabe suní en una histeria generalizada. La iranofobia ha sido desplegada como una operación psicológica orquestada por los saudíes durante años, orientada a aislar a Irán en el arco desde el Norte de África hasta Asia del Sudoeste.
Mientras trata de presentar a Irán ante la opinión pública árabe como el máximo mal, la Casa de Saud tratar de ocultar el papel de los verdaderos explotadores: potencias neocoloniales occidentales que ocupan o controlan, directa e indirectamente, el mundo árabe. Sobre todo, la iranofobia es extremadamente útil para la Casa de Saud, así como para la dinastía suní al-Khalifa en Bahréin y los gobernantes de los Emiratos, para reprimir despiadadamente a su propio pueblo.
En Occidente, la iranofobia ha sido malinterpretada como una guerra fría entre Arabia Saudí e Irán. No: es una operación psicológica contrarrevolucionaria realizada por la Casa de Saud debido a su supremo miedo a las alianzas regionales de Irán -con Hizbulá en el Líbano y el gobierno dirigido por chiíes en Bagdad- así como por el apoyo iraní, por ejemplo, a la rebelión huzí en el norte de Yemen en 2009.
También existe un mito en marcha de que el rey saudí, Abdullah, de 86 años, analfabeto y cercano a encontrarse con su creador, ha tratado de integrar a los chiíes saudíes, especialmente a través del Centro del Rey Abdulaziz por el Diálogo Nacional. No hay modo de comprender a Arabia Saudí sin examinar su prejuicio histórico contra los chiíes. Los libros de texto en las escuelas saudíes tratan a los chiíes de infieles no musulmanes, o peor todavía, de malignos «politeístas».
Lo más importante es que la Casa de Saud tiene vínculos sanguíneos con el establishment clerical suní wahabí. Mientras la monarquía sigue su interpretación medieval de la ley sharía, el rey es ensalzado como el legítimo «custodio de las dos mezquitas sagradas».
Por lo tanto la iranofobia, tal como es desplegada especialmente después de la Plaza Tahrir en Egipto, solo sirve para reforzar el medievalismo wahabí y para degradar a los chiíes, dentro y fuera del reino. De ahí la creencia general en Arabia Saudí de que Irán impulsó el grito por la democracia de la abrumadora mayoría de la población de Bahréin.
No hay que subestimar el poder de la contrarrevolución saudí. Por mucho horror que haya causado en la Casa de Saud el hecho de que el gobierno de Barack Obama haya «desechado» a Hosni Mubarak de Egipto, han sido lo bastante astutos como para sobornar a la junta Tantawi que está actualmente en el poder con casi 4.000 millones de dólares. La Casa de Saud está furiosa porque Mubarak va a ser procesado.
Asia Times Online ha informado ampliamente de la invasión y la represión saudí en Bahréin. En Yemen, aviones jet saudíes «hechos en EE.UU.» han aplicado rutinariamente el truco «Obama AfPak», bombardeando a rebeldes chiíes al otro lado de la frontera. Pero ahora la Casa de Saud ansía «estabilidad», es decir, captar al nuevo gobernante post Ali Abdallah Saleh.
En Siria es más complicado. La Casa de Saud, oficialmente, guarda silencio mientras los medios saudíes gozan satanizando al presidente Bashar al-Asad, y redes financiadas por saudíes, ligeramente islamistas e incluso orientadas por yihadistas, trabajan en las sombras.
Bienvenidos al fin de la historia
Hay agentes serviles de la Casa de Saud en todos los medios controlados por saudíes que hablan de la política de «no interferencia» del reino. Es absurdo: la Casa de Saud ha interferido durante décadas contra numerosos movimientos progresistas o izquierdistas en todo el mundo y ha llevado a varios países a la guerra civil, desde el Líbano a Yemen y Somalia, sea sirviendo los intereses de Washington o sobre todo los intereses de sus medievales clérigos wahabíes.
El rey Abdullah ordenó recientemente que el gran muftí y otros altos clérigos simplemente no pueden ser criticados. Si alguien se opone, aunque sea ligeramente, a la Casa, va a la cárcel; ya han pasado por ella 11.000 personas desde el 11-S, y más de 5.000 siguen en prisión. Nadie tiene la menor idea de quiénes son. La transparencia es nula. No existe un sistema legal que corresponda a los estándares aceptados internacionalmente.
Hay numerosas decapitaciones: 121 personas el año pasado. No hay un gobierno elegido, ni partidos políticos, ni una prensa libre. El domingo pasado detuvieron a dos mujeres en Riad porque pedían un juicio justo para sus parientes, según Amnistía Internacional. El mismo día detuvieron a no menos de 20 personas -incluidos 16 mujeres y niños- frente al temido Ministerio del Interior porque pedían la liberación de presos políticos, según la Asociación Saudí por los Derechos Civiles y Políticos.
La iranofobia es solo otra faceta de una Casa que vive en un medio perpetuo y en la paranoia. ¿Queréis ver el fin de la historia? Tomad un vuelo a Riad.
Pepe Escobar es autor de » Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War » (Nimble Books, 2007) y « Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge «. Su último libro es « Obama does Globalistan » (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected] .
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MG07Ak01.html
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