Una investigación periodística sobre las cuantiosas compras de tierras en la Patagonia argentina por parte de multimillonarios extranjeros se constituyó en un fenómeno que excede lo literario. Tanto lugareños como turistas agotan ejemplares, deseosos de conocer el final de la historia real. «Encaré el trabajo con el prejuicio de la mayoría de los argentinos que […]
«Encaré el trabajo con el prejuicio de la mayoría de los argentinos que creen que están siendo despojados de la tierra», explicó a IPS el periodista Gonzalo Sánchez, autor de «La Patagonia vendida». Pero a poco de andar descubrió que el problema no eran los extranjeros que compraban, sino los locales que vendían.
En los últimos 15 años, magnates fascinados por la belleza de ese confín del mundo que se extiende en territorio argentino y chileno, desde el río Colorado en el centro de Argentina hasta Tierra del Fuego y desde el océano Atlántico hasta el Pacífico, adquieren vastas propiedades que incluyen ríos, lagos y montañas de ensueño.
Sánchez ofrece detalles de los más celebres vecinos y de sus compras en un cuadro que, no obstante lo que podría esperarse, no es maniqueo. «Encontré que la tierra en esta región fue entregada históricamente, que hay extranjeros haciendo un uso adecuado, y que hay un marco jurídico que favorece estas operaciones», dice.
«Los argentinos no son víctimas del despojo como yo pensaba», subrayó. «Hay un marco jurídico flexible que favorece la entrega, y los proyectos legislativos para regular estos traspasos no prosperan», remarcó.
El libro, que se traducirá al inglés, se agotó antes de su presentación a fines de 2006. El primer lugar donde vendió totalmente fue en la región de la Patagonia, contó a IPS la directora de la editorial Marea, Constanza Brunet. «Se generó un fenómeno social que excede lo literario, hay mucho interés en el sur y entre los turistas», remarcó.
Sin dejar de lado el paisaje al que describe como un paraíso que los argentinos recién comienzan a valorar, el autor desgrana los proyectos que desarrollan estos «nuevos dueños» gracias a sus fortunas siderales.
Uno de ellos es la familia italiana propietaria del Benetton Group, poseedora en 2004 de un patrimonio de 4.500 millones de dólares, según la edición de ese año de la revista estadounidense Forbes.
Con casi un millón de hectáreas productivas en la Patagonia, los Benetton están entre los mayores terratenientes privados de Argentina. Desde 1991 son dueños de la Compañía de Tierras del Sur, una firma que fue propiedad de británicos entre 1895 y 1975 y luego de argentinos hasta 1990.
En sus campos se cuentan 16.000 vacas, 260.000 ovejas y se producen 1,3 millón de kilogramos de lana al año. También hay una curtiembre, montes de pinos para la industria forestal y otros negocios.
Los Benetton donan leña, alimentos y ropa para el hospital zonal. «No veo cuál es el inconveniente, generan puestos de trabajo», dice Mario Das Neves, gobernador de Chubut, la provincia que tiene a la familia italiana como principal contribuyente, al autor del libro.
Sin embargo, sí hay algunos inconvenientes. Uno de ellos dio la vuelta al mundo. Fue cuando una familia mapuche fue violentamente desalojada de un lote de 535 hectáreas pertenecientes a una de las estancias de Benetton. La crisis se intentó saldar con una donación, pero se mantiene como un problema latente.
La mayoría de los mapuches de la Patagonia no han titulado las tierras que ocupan desde antes de la llegada de los españoles, pero que figuran como propiedad del Estado. Por eso se venden lotes habitados por aborígenes.
El conflicto llevó a los mapuches hasta Roma, donde se reunieron con Luciano Benetton a instancias del premio Nóbel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel. Pero la posterior promesa de donación de 7.500 hectáreas al gobierno de Chubut para el pueblo originario de la Patagonia no conformó a los afectados.
Sánchez se detiene luego en el magnate estadounidense Douglas Tompkins, quien posee otras 900.000 hectáreas, 630 hectáreas de las cuales están en la Patagonia chilena.
Tompkins, segundo propietario privado en Chile, creó el Parque Nacional Pumalín en ese país y el de Monte León en el sur de Argentina.
«Si se agotan los bosques, el agua, los suelos, la economía entrará en crisis», advierte Tompkins al escritor. «Por alguna razón estoy a la vanguardia, pero sé que en 20 años todos van a hablar de esto, con los recursos naturales sobreexplotados el sistema colapsa, y yo prefiero donar un parque nacional antes que comprar un jet».
Con un estilo más demagógico vive allí también el británico Joseph Lewis, dueño de la sexta fortuna de Gran Bretaña y con 14.000 hectáreas en la austral provincia de Chubut.
Lewis levantó un orfanato que parece un palacio muy cerca del Lago Escondido, un espejo de agua al que para llegar hay que pedir permiso en su estancia.
Otro de los propietarios famosos es Ted Turner, el empresario estadounidense que fundó la cadena internacional de televisión CNN. Encantado con la Patagonia, compró en 1996 la estancia La Primavera, en Neuquén, de 10.000 hectáreas, al hijo de un argentino que, a su vez, se la había adquirido a un británico..
El vendedor, Felipe Lariviere, le dijo a Sánchez una frase con la que arranca el libro: «La Patagonia es argentina sólo por casualidad». También le contó que el nuevo vecino, además de donar ambulancias y ayudar a la comunidad local, es un fervoroso defensor de la naturaleza, sobre todo en sus campos.
Sólo a fines de los años 90, a raíz del fuerte interés demostrado por los extranjeros, que valorizó la tierra patagónica, algunos argentinos comenzaron a incursionar en ese territorio. Los más conocidos son el conductor y empresario de televisión Marcelo Tinelli y el basquetbolista Manuel Ginóbili, estrella de la liga estadounidense NBA.
Pero la mayoría de los nuevos grandes propietarios son extranjeros.
«No creo que exista en el mundo un lugar más bello», dice Turner desde su estancia, que fue parte de un Parque Nacional. La ley permite su compra y venta por parte de particulares. Desde entonces, adquirió otras estancias en Neuquén y en Tierra del Fuego. En total posee 45.000 hectáreas en la región.
La historia de la fascinación con la Patagonia se repite. «Todo lo que escasea en el mundo lo puede ofrecer la Patagonia», asegura a Sánchez el belga Huber Grosse, que eligió 11.000 hectáreas en la provincia de Río Negro, donde funciona un refugio de polo y golf para turistas con altísimo poder adquisitivo.
«La Patagonia se colonizó con ganado, no con gente. Nadie se interesó en ser titular de la tierra y el Estado no sabe regular», sostuvo Grosse, convencido de que esta región hay que «preservarla mediante el turismo sustentable».
Y los casos siguen. Está el estadounidense Ward Lay, dueño de la transnacional Pepsi, que le compró a los Benetton 80.000 hectáreas en Rancho Alicurá, entre las provincias de Neuquén y de Río Negro, para erigir allí un coto para la caza y la pesca con mosca. «En la Patagonia uno puede sentirse dueño de un pedazo del mundo para uno solo», comenta.
Algo parecido describe el francés Florent Pagny o su compatriota Michel Biquard, dueño del exclusivo hotel Los Notros, en Santa Cruz, único con vista al glaciar Perito Moreno, cerca de la localidad de El Calafate, refugio de descanso del presidente de Argentina, Néstor Kirchner, y su esposa, la senadora Cristina Fernández.
Para Sánchez, El Calafate es paradójicamente uno de los sitios que ilustra mejor su idea de que muchos funcionarios argentinos están haciendo su negocio con la venta de tierras fiscales, al punto de transformar pequeños municipios en verdaderas inmobiliarias que ofrecen tierras al mejor postor.