Gobierno, Banco de España, instituciones financieras, organismos internacionales, universidades, servicios de estudios, mercenarios economistas de toda laya, todos concluyen que si no hay una reforma de las pensiones para reducirlas el sistema es inviable. Reconocen que por el momento el sistema está cubierto (todavía arroja superávits), pero les preocupa el futuro. Y si bien aparecen […]
Gobierno, Banco de España, instituciones financieras, organismos internacionales, universidades, servicios de estudios, mercenarios economistas de toda laya, todos concluyen que si no hay una reforma de las pensiones para reducirlas el sistema es inviable. Reconocen que por el momento el sistema está cubierto (todavía arroja superávits), pero les preocupa el futuro. Y si bien aparecen discrepancias en cuanto a la fecha en que sobrevendrá la crisis de la seguridad social, 10, 15, 20 años, para el año 2050, no por este detalle sin importancia surgen dudas: o hay reforma o el futuro de las pensiones corre peligro.
Están aprovechando la crisis y su secuela más dramática, el paro, para una nueva ofensiva sobre las pensiones. Se presentan como reformadores y genuinos altruistas, benefactores sociales, instituciones y personas recorridos por la preocupación máxima de garantizar a todos una pensión suficiente en el futuro. Pero son buitres, depredadores, voraces, todos al servicio de los intereses de los poderosos, sin piedad alguna por los débiles y los menesterosos.
La imagen más inquietante de estos días es la de la reunión en la Moncloa del Presidente Zapatero con lo más importantes empresarios del país. Después de una huelga general exitosa, correspondía, evidentemente, recibirlos a ellos, quienes aprovechando la ocasión le han exigido al gobierno socialista mano dura, que no le tiemble el pulso, que acometa rápidamente las reformas pendientes, entre ellas, con urgencia, la de las pensiones.
La verdad del caso
En mi opinión, está razonable y solventemente demostrado que si la economía lograra recuperar el empleo, es decir, no mantenerse en una crisis permanente, el futuro de las pensiones estaría asegurado a pesar del envejecimiento de la población, del deterioro de la relación entre cotizantes y pensionistas, que es el principal argumento utilizado por los defensores de la reforma de la seguridad social (remito a un trabajo personal, junto con Jesús Albarracín, antiguo pero no anticuado, publicado por la Universidad Carlos III, http://hdl.handle.net/10016/
Transcribo la conclusión a la que llegamos después de cuidadosos cálculos.
«El objetivo de reducir para el año 2026 la tasa de paro al 4%, de elevar la tasa de actividad masculina y femenina al nivel medio de la unión europea en 1992 y de moderar el crecimiento de la productividad hasta el 1% (2,4% en los últimos 10 años) para permitir, entre otras cosas, una reducción de la jornada laboral, se traduciría en un crecimiento anual acumulativo del PIB del 2,8% anual. En el 2026, bajo estas hipótesis, que constituyen al mismo tiempo un objetivo y una necesidad histórica, el PIB se habría multiplicado por 2,4 sobre el de 1994 y la renta por habitante por 2,3, tras crecer a una tasa anual del 2,6%. Las prestaciones sociales en pensiones y cobertura del paro, admitiendo una mejora real del 2% anual, representarían el 12,7% del PIB, por debajo del 13,2% de 1994».
La ofensiva actual es tanto más escandalosa cuanto que en nuestro país el porcentaje que representa el gasto en pensiones sobre el PIB sigue siendo sensiblemente inferior a la media de la UE de los 15, y nada justifica que las pensiones deban ser sostenidas exclusivamente por las cotizaciones.
El problema de las pensiones, debe quedar claro, es una patraña más, una grosera manipulación, una campaña orquestada para recortarlas. Habiendo tantas incógnitas sobre el porvenir, mientras el sistema se despeña a un desastre y funcionando todo sin ninguna planificación, al albur de los mercados y los intereses inmediatos, sólo las pensiones entren en las preocupaciones del futuro.
En los próximos años inmediatos, según los propios reformadores, no hay porque inquietarse por un desajuste de la Seguridad Social. En el futuro, si por fin se supera la crisis, según algunos analistas a los que les doy la razón, tampoco. El problema se reduce al futuro para el caso de que la crisis se prolongue indefinidamente y el paro se mantenga durante muchos años en sus altos niveles actuales. Y para cualquiera que se ponga hacer extrapolaciones de población y económicas se encontrará con la sorpresa de que tampoco hay problema de las pensiones.
La razón es muy simple. Cuando los «expertos» pronostican el futuro negro de las pensiones se basan en extrapolaciones de los derechos actuales de los trabajadores y en las condiciones pasadas del empleo. Como es sabido, la pensión de cada trabajador se determina en función de los años cotizados, pero si ocurre que la crisis sigue golpeando con fuerza, los futuros pensionistas tendrán bastantes menos años de cotización acumulados y sus pensiones serán significativamente más bajas que en la actualidad.
Por otra parte, es sabido que es preciso un número mínimo de años de cotización, el llamado período de carencia, para adquirir el derecho a pensión, y es bastante probable que muchos trabajadores a partir de ahora no alcancen por las condiciones del mercado laboral ese mínimo, por lo que no serán pensionistas en el futuro. Ha ocurrido ya con muchos inmigrantes, que después de haber cotizado regularmente en los años pasados, su contribución ha tenido un efecto nulo en cuanto a generar derechos de pensión, una vez que han tenido que abandonar el país empujados por la desesperanza de encontrar un puesto de trabajo. Si cupiera decirlo brevemente, han pagado para nada y nos hemos aprovechado de ello.
Balones fuera
La conclusión inmediata es que tampoco habrá un problema de pensiones en el futuro si la crisis económica perdura. Habrá entonces una crisis generalizada, la situación social y económica será desoladora, la descomposición de la sociedad adquirirá tintes dramáticos, pero no serán las pensiones el único ni el principal problema, puesto que será el conjunto de las relaciones sociales y económicas las que serán insostenibles. Todo estará abierto entonces a conmociones de todo tipo, a salidas que hoy se presentan impensables: una sociedad en crisis abierta buscará alternativas desesperadas cuyos resultados son una incógnita pues dependerán de la relación de fuerzas entre las clases sociales, pero en todo caso el tema de la crisis de las pensiones quedará subsumido en la crisis general.
Los que auguran la insostenibilidad del sistema actual de las pensiones no sólo se equivocan sino que yerran el tiro sobre los problemas reales de la economía española. No es descartable que mientras se obsesionan con lo que ocurrirá dentro de muchos años con las pensiones tengan que ver hundirse la economía en los próximos tiempos: la cadena parece imparable: Grecia, Irlanda, tiene ya el turno Portugal y luego le toca a nuestro país.
Pedro Montes es miembro de la Coordinadora federal de Socialismo 21
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