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La Pax lingüística de Fraga

Fuentes: Llengües Vives

Traducido para Rebelión por Carmen García Flores

Nacido en el año 22 en Villalba, la capital de Terra Chã. Hijo de un gallego y una vasca que se conocieron en Cuba, Manuel Fraga fue ministro en la dictadura, vice-presidente en el gobierno de la monarquía, padre de la constitución española y, durante quince años, presidente del gobierno gallego con mayoría absoluta. A su fallecimiento el día 15 de enero , se exige una reflexión pausada en lo que respecta a su ideología lingüística.

Fraga Iribarne hizo siempre alarde de que su madre, una euskalduna nacida en la localidad de la baja Navarra de Ostabat-Asme, le enseñara francés y «no el vascuence, que es una lengua muerta» (sic).

Cuando en el año 54 asiste en Montevideo, como secretario del Consejo de Educación a la VI asamble general de la UNESCO, responde a un participante entre los asistentes con el documento «Denuncia de la persecución del idioma gallego por el Estado Español» aduciendo que, siendo Franco Gallego era impensable que reprimiera la lengua de sus antepasados. El documento había sido redactado por Ramón Pinheiro, líder del Partido Galeguista en Galicia.

Siendo ministro de información de Franco, censuraba las obras de Castelão y recomdaba a los periódicos que «de gallego nada» (citamos a Borobó, durante esos años direcor del Correo Gallego). Incluso llegó a multar a La Voz de Galicia, en mayo del 68 por publicar una carta abierta a Augusto Assia intitulada «Sobre el idioma gallego porque en ella «se defendía o exaltaba el idioma gallego»

Pero una de las virtudes políticas de Fraga es su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. Y, de esta manera en la «España de las autonomías» cambiaba, aparentemente de discurso para disfrazarse con un supuesto «galeguismo autoidentificado». Así, como presidente de Alianza Popular (AP), primero y después presidente del gobierno autónomo, después, tuvo un papel determinante en el proceso de normativización y normalización de nuestra lengua.

El día 28 de agosto de 1981, en Casa Grande de Janzeda, propiedad de Victoria Fernandes Espanha, presidenta coruñesa de AP, se juntaron Fraga y Fernández Albor (en octubre de ese mismo año primer presidente del Gobierno Gallego) con Constantino García, Ramón Lorenzo y otros garifaltes aislacionistas. Curiosamente, en esa reunión no se habló «en absoluto de política y apenas se trataron temas universitarios y culturales, siendo el entendimiento entre el profesor Fraga y el resto de los profesores y doctores muy armonioso» como confesó la propia anfitriona. ¿Qué temas fueron estos? La comisión de Lingüística de la Junta pre-autonómica presidida por Carbalho Calero, elaboró en los años ochenta las normas ortográficas de consenso, las conocidas como «mínimos reitegracionista». Tras las elecciones de Octubre, el gobierno de Fernández Albor imponía por decreto una normativa castillanizante del Instituto de Lengua Gallega, con el beneplácito de la Real Academia Gallega.

El ex-presidente de la Real Academia Galega, Xosé Ramón Barreiro Fernández, también ha venido a reconocer la existencia de un pacto táctico entre Fraga y el galeguismo pinheirista. En ese nivel, Pérez Valera, el ínclito Consejero de Cultura de Fraga, presumía de que un galeguista le costaba cien mil pesetas…

En materia de normalización, el presidente Fraga defendía un supuesto «bilingüismo armónico». El bilingüismo del presidente consistía en hablar gallego con los labriegos y marineros, y castellano con los empresarios…

El mismo Fraga que en Portugal y en Brasil, reivindicaba sin ningún rubor el «idioma común de los pueblos de los cuatro continentes desde Galicia a Timor, que lucha por mantener su lusitanismo muy cerca de nuestras antípodas» (discurso en la Academia de las Artes Brasileñas, 21-07-1997).

Nótese que además de la adición al poder, la única ideología de Fraga en sesenta años de vida política fue el nacionalismo español. Y, sin duda, desde esa perspectiva uno de sus grandes aciertos políticos fue hacer que el gallego tuviera una decadencia definitiva…una agonía sin dolor, convenientemente anestesiada con subsidios públicos.

Paradójicamente, casi lo entierran cubierto con una bandera gallega y nada más. Y cosas de la vida, con un epitafio en su sepultura que reza «Bo e xeneroso».

Fuente: http://blocs.mesvilaweb.cat/node/view/id/216313