Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Los medios de comunicación de Estados Unidos están lleno de historias acerca de cómo la administración Obama va a castigar a Israel por la reelección de Bibi Netanyahu en unos comicios marcados por la demagogia y el racismo rampante.
El New York Times incluso advierte de que el presidente Barack Obama podría apoyar una serie de resoluciones en las Naciones unidas que exijan que Israel se retire a sus estrechas fronteras de 1967 y crear allí un Estado palestino viable.
¡Nada de eso! La reelección «del rey Bibi» hace a Israel prácticamente inexpugnable y señor de todas sus decisiones.
¿Quién va a obligar a Israel a seguir esta solución sensata de dos estados para apalear la miseria del pueblo palestino? Obama no pudo siquiera parar a Netanyahu de venir a Washington y humillarlo ante el Congreso. ¿Acaso Obama obligará a Israel y sus 650.000 colonos armados a salir de Cisjordania?
No mientras Israel y sus defensores estadounidenses controlen tanto el Congreso como los partidos Republicano y Demócrata. Y a Hillary Clinton. El fallecido ministro israelí Ariel Sharon habría dicho a un ayudante preocupado por una respuesta negativa de Estados Unidos, «no te preocupes por los EE.UU., yo controlo los EE.UU.».
Los partidarios de Israel tienen gran influencia sobre el Gobierno de Francia y el gobernante Partido Socialista. Francia suministró en secreto a Israel armas nucleares en la década de 1950.
Los dos partidos de Gran Bretaña están igualmente en deuda con los donantes simpatizantes de Israel. Alemania sigue siendo muy tímida en la política exterior y hace más o menos lo que exige Israel, incluso suministrarle submarinos para transportar misiles de crucero con ojivas nucleares.
Vladimir Putin, el presidente de Rusia es bastante pro Israel y nunca se olvida de que hay un millón de antiguos rusos que viven actualmente en Israel. China se ha mantenido prudentemente fuera de la disputa árabe-israelí. Así que, exceptuando los EE.UU., ningún poder puede obligar a Israel a abandonar las tierras anexadas.
La mayoría de los israelíes estará encantada con el resultado electoral. Las encuestas muestran que un 75% de los israelíes se oponen a la creación de un Estado palestino y no quieren vivir cerca de los árabes, a quienes muchas veces llaman «animales salvajes». Su talante, de algún modo, se encuentra a la derecha de los sudafricanos blancos durante la era del apartheid. El espacio de centroizquierda, liderado por dirigido por judíos ashkenazíes europeos, se ha hecho añicos. Los judíos del Medio Oriente y emigrantes rusos ahora llaman a las balas.
Los israelíes gimen y gimen mucho acerca de sus problemas económicos, pero, de hecho, su ingreso per cápita, impulsado por más de 3.000 millones en ayuda anual de Estados Unidos, es más alto que el de Italia y está cercano al de Europa Occidental. Las industrias militares y de alta tecnología de Israel son por ahora los líderes mundiales.
El poderoso ejército de Israel podría conquistar el Medio Oriente central, incluidos Egipto y Arabia Saudita, en una semana. Con más de 200 armas nucleares -por qué tantas, uno se pregunta- Israel es inatacable. Arabia Saudita, Jordania, Marruecos, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos son aliados tácitos. Israel controla el flujo de la ayuda de Estados Unidos que impide que Egipto se muera de hambre gracias a su factor de poder en el Congreso.
Entonces, ¿quién va a empujar a Israel a sus fronteras de 1967? No al Qaida, que sólo tiene unos pocos cientos de miembros activos. No la banda de matones del Estado Islámico que se destaca en internet por sus relaciones públicas y por su lucha contra las ineptas fuerzas árabes. Tampoco un boicot de la UE: Israel valoriza a la Cisjordania conquistada -y no se olvide del estratégico Golán- más que el envío de tomates a Europa. Tampoco Irán, que es militarmente decrépito e incapaz de proyectar su poder y que no tiene armas nucleares ni los medios para lanzarlas.
El mundo árabe tenía sólo tres importantes potencias militares: Egipto, Siria e Irak. Egipto ha sido comprado y se ha convertido en el primer Estado árabe neofascista real. Siria e Irak están en ruinas gracias a la intervención de Estados Unidos.
El sueño del teórico sionista Vladimir Jabotinsky de la década de 1920 -la luz que guía a la familia Netanyahu- se está haciendo realidad: unos fuertes golpes al mosaico quebradizo del mundo árabe hará bajar sus regímenes y abrir el camino al Gran Israel.
No es de extrañar que el padre fundador de Israel, David Ben Gurion, se negase a definir las fronteras orientales de la nueva nación. El héroe de guerra Moshe Dayan afirmó que no le era dado a su generación definir estas fronteras sino que lo harían las generaciones futuras.
El reciente descubrimiento de enormes yacimientos de gas y petróleo bajo el agua entre Israel-Palestina y Chipre son una mina de oro para Israel, que en breve se convertirá en un exportador neto de energía. Acuerdos secretos entre Israel y los kurdos están trayendo más petróleo a la costa mediterránea a través de Turquía.
Entonces parece no haber demasiadas esperanzas para los palestinos. También parecen haberse ido a pique las oportunidades de un estado raquítico, de débiles bantustanes en Cisjordania. Hacia el final de su carrera electoral, Netanyahu declaró ningún estado palestino. Continuará, por supuesto, coqueteando con los EE.UU. y la UE sobre esta gastada cuestión, haciendo pequeñas concesiones tácticas para permitir que sus aliados occidentales continúen con la farsa de que las «conversaciones de paz» todavía están vivas. No lo están ni lo han estado en una década. Sólo se han adaptado para que las potencias occidentales continúen este juego engañoso mientras Israel se anexiona implacablemente los Territorios Ocupados.
Los palestinos harán bien en deshacerse de su anciano líder títere inútil, Mahmud Abbas. Israel mantiene encerrado a Hamás en Gaza y Egipto será la voz real de los palestinos. Muchos de ellos pensarán en emigrar de Palestina, que es justo lo que Israel quiere, ya que sigue arrasando y anexando Cisjordania. El Golán ocupado, donde eliminaron étnicamente a 230.000 sirios después de 1967, será olvidado y pasará a formar parte del Gran Israel.
Los israelíes han demostrado que no quieren ser parte del vecino mundo árabe, más de lo que muchos sudafricanos blancos mostraron querer unirse al África negra. Quieren quedarse solos detrás de sus altos muros, sus intranquilas poblaciones árabes encerradas en reservas tribales. Israel tiene la tierra, el agua y ahora la energía. Y tiene la intención de quedarse con todo.
Y ¿por qué no? Israel y el rey Bibi ahora tienen todas las cartas mayores.
Eric S. Margolis es un sindicado y galardonado columnista a nivel internacional. Sus artículos han aparecido en New York Times, International Herald Tribune, Los Angeles Times, Times de Londres, Gulf Times, Khaleej Times, Nación – Pakistán, Hurriyet, – Turquía, Sun Times Malasia y otros sitios de noticias en Asia. http://ericmargolis.com/
Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article41308.htm