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Sales y soles

La pelota de la paz

Fuentes: Gara

«Shalom» (Paz), saludan los soldados israelíes a las puertas del infierno, en los check-point del muro que los protege de la Palestina ocupada. «Shalom», saludan y humillan. Cada vez que te dan la paz, sientes un dolor en el pecho. «Shalom», disparan. Es la paz de los cementerios. Paz sin vida. «La paz es la […]

«Shalom» (Paz), saludan los soldados israelíes a las puertas del infierno, en los check-point del muro que los protege de la Palestina ocupada. «Shalom», saludan y humillan. Cada vez que te dan la paz, sientes un dolor en el pecho. «Shalom», disparan. Es la paz de los cementerios. Paz sin vida. «La paz es la palabra que atesora el viajero para el cruce en el camino con el viajero», recuerda el poeta palestino Mahmoud Darwish. «Shalom», armados hasta los dientes. Palabra de soldado. La muerte de la palabra.

«Es un fracaso educativo», reconoce el primer ministro de Israel, Ehmud Olmert. No se refiere a sus militares. Ocho jóvenes, de origen judío, han sido detenidos por atacar a judíos religiosos, inmigrantes, drogadictos y homosexuales. Formaban un grupo neonazi y pretendían conmemorar el cumpleaños de Hitler en el Museo del Holocausto, en Jerusalem. Los jóvenes llegaron a Israel gracias a la Ley de Retorno, que concede la nacionalidad a cualquier persona con un abuelo judío. Eli Boanitov, uno de los miembros de la banda, habla de sus antepasados en un chat localizado por la policía: «Mi abuelo es medio judío, así que no voy a tener hijos para que ese pedazo de mierda [el bebe] no tenga una gota de sangre judía». Neonazis judíos, bienvenidos al siglo XXI, a las catacumbas. «Si todo sobrepasa su límite/ se tornará, un día, su contrario./ Y la vida en la tierra será sombra/ para que no veamos…», vaticina Darwish.

La paz es inocente y lleva coletas. Dos crías, solas, con el uniforme del cole y la mochila llena de libros, atraviesan el «portal de Belén», la entrada del muro del apartheid en esa famosa localidad palestina. De un lado, la escuela. Del otro, la casa. Su tierra, partida por un monstruo. Dos niñas, chiquitas. De aquí para allá. Hormiguitas de la paz. Sin prisa. Sin pausa. «La paz es un tren con pasajeros que van o vienen de excursión por las afueras de la eternidad», sueña Darwish. En el muro de Belén, del lado palestino, entre las infinitas pintadas-grietas que lo denuncian, rescatamos una: «Give me my ball back». Devolvedme mi pelota.