Traducido por Carlos Sachis y revisado por Caty R.
Me asusté cuando leí el titular de Haaretz. Citaba a Sari Nusseibeh diciendo «no hay espacio para dos», refiriéndose a dos Estados entre el mar Mediterráneo y el Jordán.
¿Qué? ¿Ha abandonado Nusseibeh su apoyo a una solución basada en la coexistencia del Estado de Israel y el Estado de Palestina?
Leí su larga entrevista con Akiva Eldar y me tranquilicé. Me tranquilicé e inmediatamente me enfadé. Porque el titular era una burda distorsión. No tenía ninguna relación con lo que se decía en la entrevista. Y puesto que muchas personas leyeron sólo el titular y no se molestaron en leer el resto del texto, se trata de un engaño.
¿Cómo pueden ocurrir cosas semejantes? En Haaretz, como en la mayoría de los demás periódicos, la norma es que los titulares no los compongan los escritores, sino el editor de la página. Esto puede llevar a titulares absolutamente engañosos; ya sea por medio de la ignorancia, la negligencia, o la malicia.
Esta vez el asunto y la persona son demasiado importantes para pasarlos por alto y callar.
Precisión: Me gusta mucho Sari Nusseibeh. Una vez caminamos codo con codo a la cabeza de una manifestación en el casco antiguo de Jerusalén. Compartimos el premio de la paz en Alemania (el Premio Lev Kopelev de 2003, llamado así por el activista ruso de los derechos humano exiliado.)
Conocí a su padre, Anwar Nusseibeh, un auténtico aristócrata palestino que sirvió durante la ocupación jordana como ministro jordano de Defensa y embajador ante la Corte de Saint James. Poco después de comenzar la ocupación israelí, le pregunté en confianza si preferiría volver a la gobernación jordana o tener un Estado palestino independiente. Me dijo sin ningún género de duda que prefería lo último.
Sari disfrutó una educación británica junto a la palestina. Algunas personas lo ven como distante, incluso dominante, pero yo lo conozco como una persona sensible, modesta. Es muy valiente tanto moral como físicamente, con frecuencia expresa puntos de vista muy impopulares. Como resultado de ello ha sido criticado varias veces.
Hace cinco años, en cooperación con el almirante israelí (y actual ministro sin cartera) Ami Ayalon, publicó un inequívoco plan de paz, en el que se preveía el establecimiento de un Estado palestino junto al de Israel, con la frontera basada en la Línea Verde y con Jerusalén como la capital de ambos Estados. El plan no era muy diferente del anterior plan de paz de Gush Shalom, o el de la posterior Iniciativa de Ginebra.
Por consiguiente, me asusté cuando vi el titular. ¿Podría ser que Nusseibeh hubiera abandonado el elemento central de su perspectiva?
En la entrevista, Nusseibeh dice algo completamente diferente. No sólo no dice que «no hay espacio para dos», sino al contrario: alaba la solución de los dos Estados como la mejor solución práctica. Sin embargo, añade una advertencia a los israelíes: debido a la rápida expansión de los asentamientos, el tiempo para la realización de esta solución está corriendo en contra. Incluso fija un tiempo límite: finales de 2008.
A esto añade ultimátum: Si los israelíes desprecian esta oportunidad, que todavía está ahí, y continúan acelerando la actividad colonizadora en Jerusalén Este y Cisjordania, los palestinos volverán la espalda a esta solución. En cambio, aceptarán la anexión a Israel de los territorios ocupados, es decir la gobernación israelí sobre todo el país entre la mar y el río, y lucharán por derechos civiles iguales dentro de este Estado. Él llama a esto una «alternativa por defecto»
Nusseibeh apunta con la pistola demográfica a la sien del público israelí. Le está diciendo, en efecto: los palestinos serán una gran minoría en dicho Estado. Su lucha por la igualdad obligará a Israel, al final, a otorgarles la plena ciudadanía. Dentro de unos años los ciudadanos árabes constituirán la mayoría. Fin del sueño sionista. Fin del Estado judío. (Tzipi Livni, a propósito, está diciendo, en gran medida, lo mismo.)
Nusseibeh conoce bien a los israelíes. Sabe que la obsesión demográfica los saca de quicio. El demonio demográfico los persigue en sus sueños. La discusión frenética de este asunto domina el discurso israelí. Por consiguiente, él cree que esta amenaza obligará a los israelíes a darse prisa y aceptar la solución de los dos Estados. Ése es el objetivo principal de la entrevista.
Con toda la amistad y el debido respeto para Nusseibeh, yo creo que su táctica es imprudente. Muy imprudente.
A sus ojos, y a los ojos de algunos intelectuales de ambos lados, sólo existen dos posibilidades: la «solución de los dos Estados» o la «solución de un Estado». Un Estado palestino junto al de Israel o un Estado binacional, donde la igualdad entre todos los ciudadanos, judíos y árabes, esté asegurada.
Este es un concepto erróneo y peligroso.
La «solución de un sólo Estado» es un oxímoron, una contrasentido. La idea de un sólo Estado no es una solución, sino una antisolución. Es una receta para un conflicto sangriento continuado. No es un sueño, sino una pesadilla.
No hay ninguna posibilidad en absoluto de que el público judío acepte, en esta generación o en la siguiente, vivir como una minoría en un Estado dominado por una mayoría árabe. El 99,99% de la población judía luchará contra esto con uñas y dientes. La demografía no dejará de perseguirlos, sino al contrario, los empujará hacer cosas que hoy son inconcebibles. La limpieza étnica se convertirá en un programa práctico. Incluso llevará a los israelíes moderados a los brazos de la extrema derecha fascista. Todos los medios de opresión se volverán aceptables cuando la mayoría judía adopte el objetivo de conseguir que los árabes salgan del país antes de que tengan una oportunidad de convertirse en mayoría.
Los auténticos creyentes en la idea del Estado binacional dirán: OK, que así sea. Tendremos una o dos generaciones de derramamiento de sangre, una situación de guerra civil, pero al final persuadiremos u obligaremos a los judíos a otorgar la ciudadanía y la igualdad a los palestinos. Pero ¿qué personas normales asumirían semejante riesgo?
Las opciones reales, por lo tanto, son la «solución de los dos Estados» o la «solución de la limpieza étnica»
En el mejor de los casos, el estado binacional es impracticable. Asumo que Nusseibeh también lo sabe. A sus ojos, la amenaza es un movimiento táctico. Va incluso más allá y sugiere llevar a cabo la amenaza enseguida en Jerusalén.
Los residentes árabes de Jerusalén Este no son ciudadanos israelíes y no pueden tomar parte en las elecciones a la Knesset. Sin embargo, tienen derecho a votar en las elecciones municipales. Hasta ahora han boicoteado estas elecciones, porque su participación implicaría el reconocimiento de la soberanía israelí sobre Jerusalén Este.
Nusseibeh plantea la posibilidad de que los residentes árabes acaben con el boicot y propongan una lista electoral propia. Ellos suman, más o menos, un tercio de la ciudad, y la mayoría judía está dividida entre ortodoxos y seglares, por lo que los árabes podrían decidir quién sería el próximo alcalde. Nusseibeh no rechaza la idea de aspirar, él mismo, al cargo. Cree que este planteamiento ingenioso asustaría a los judíos.
El peligro real inherente a esta táctica no es que llevaría a las personas a aceptar la idea del estado binacional. El peligro es mucho mayor y mucho más inmediato.
El peligro principal es este: Si todo el país está a punto de convertirse en un Estado binacional de todas maneras, no hay ninguna razón adicional para restringir la colonización judía en cualquier parte.
Nusseibeh defiende que el tiempo para la solución de los dos Estados está corriendo en contra debido a la actividad colonizadora judía en Cisjordania, y sobre todo en Jerusalén Este. Pero precisamente es la idea de un Estado la que abre las puertas a la colonización judía sin restricciones. En teoría, les permite también a los palestinos adoptar esta opción, pero incluso mencionar esta posibilidad revela su absurdo.
La auténtica lucha está actualmente en los asentamientos. Se está llevando a cabo en el país por cada asentamiento, por cada «fortín», por cada carretera de circunvalación de uso exclusivo para colonos, por cada proyecto de viviendas en tierras ocupadas. Es una lucha titánica que se está librando por todas partes, desde el asentamiento de «Har Homa» en Jerusalén al «muro de separación» (qué no es nada más que un medio para agrandar los asentamientos, como incluso ha llegado a reconocer ahora el Tribunal Supremo israelí).
La táctica de Nusseibeh tira de la alfombra de debajo de los pies de todos aquellos de nosotros que luchamos contra la confiscación de tierras y contra los asentamientos; de los valerosos activistas que se están manifestando, que resultan heridos diariamente en la lucha contra el muro, de nuestros amigos en el extranjero, que se dirigen a la opinión pública en sus propios países.
La «visión» del Estado binacional pertenece al futuro lejano, pero el resultado inmediato de hacer campaña por él es eliminar los obstáculos del esfuerzo colonizador.
Éste también es el objetivo que Ehud Olmert, con su maniobra de distracción, tiene en mente. Proclama ruidosamente que está a favor de la solución de los dos Estados, pero sólo un necio lo tomaría en serio teniendo en cuenta lo que está haciendo sobre el terreno.
Hace dos semanas, su gente filtró el plan de paz que Olmert está presentando a la Autoridad Palestina. Un inocente, incluso positivo plan.
Sus ingredientes principales: Israel devolverá todos los territorios ocupados al Estado palestino, exceptuando el 7% del área donde se localizan los bloques de asentamientos. A cambio, Israel devolverá a los palestinos áreas, propiedad de Israel, equivalentes a un 5,5% de Cisjordania. Además, Israel permitirá a los palestinos la apertura y el uso de un pasaje con la Franja de Gaza. Eso arreglará la diferencia entre las áreas de intercambio de tierra.
Entonces, ¿dónde está el aguijón? El diablo, como dice el refrán, está escondido en los detalles pequeños. El acuerdo sería una «plataforma de acuerdo». Se llevará a cabo en el futuro. ¿Cuándo? Ah, bueno…
Se devolverán a los palestinos los territorios ocupados en Cisjordania cuando la Autoridad Palestina demuestre que puede controlarlos. ¿Quién lo decidirá? Nosotros, por supuesto.
Se localizan las áreas israelíes que serán devueltas a los palestinos, a cambio de las áreas que se anexionarán a Israel, junto a la Franja de Gaza. ¿Cuándo se devolverán? Después de que la administración de Hamás en la Franja de Gaza haya sido derrocada y la Autoridad Palestina se afiance allí. Lo mismo se aplica al pasaje de Gaza-Cisjordania. ¿Cuándo pasará eso? Como decían los antiguos romanos: «ad graecas calendas», para las calendas griegas (En el calendario romano, las calendas eran los primeros días del mes; el calendario griego no tenía calendas).
El aguijón se hizo evidente cuando los «confidentes» de Olmert explicaron que inmediatamente después de la aceptación por los palestinos de la «plataforma de acuerdo», Israel empezará a acelerar las actividades colonizadoras, puesto que -según el acuerdo- los bloques de asentamientos se convertirán en parte de Israel en todo caso. Ni siquiera los estadounidenses podrían poner objeciones a eso, después de que los palestinos hayan aceptado la anexión de estas áreas a Israel.
Por decirlo sencillamente: todos estos acuerdos son palabras vacías y sólo una cosa es práctica e inmediata: los asentamientos se extenderán sin cesar.
En la mitología cristiana el diablo tiene pezuña. A veces esta pezuña asoma bajo su larga túnica y lo delata.
La pezuña de nuestro diablo son los asentamientos. Mientras se analiza cualquier idea o plan, hay que levantar el dobladillo de la túnica y mirar lo que hay debajo.
Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.