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La cuestión del boicot

La plegaria de Tutu

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés por Carlos Sanchis

 ¿Cuánto contribuyó realmente el boicot a Sudáfrica en la caída del régimen racista? Esta semana hablé con Desmond Tutu sobre esta cuestión, que está en mi mente desde hace mucho tiempo.

Nadie está mejor cualificado para contestar a esta pregunta que él. Tutu, el arzobispo anglicano de Sudáfrica y premio Nóbel, fue uno de los líderes de la lucha contra la segregación racial y, después, presidente de la Comisión de la Reconciliación y la Verdad que investigó los crímenes del régimen. Esta semana visitó Israel con los Mayores, una organización de los estadistas de mayor edad del mundo establecida por Nelson Mandela.

El asunto del boicot surgió nuevamente esta semana después de que un artículo del Dr. Neve Gordon apareciera en Los Ángeles Times, haciendo un llamamiento a un amplio boicot mundial a Israel. Él citó el ejemplo de Sudáfrica para mostrar como un boicot global podría obligar a Israel a poner fin a la ocupación, que comparó al régimen de segregación racial.

He conocido y respetado a Neve Gordon desde hace muchos años. Antes de llegar a ser un conferenciante en la Universidad Ben Gurion de Beersheba, organizó muchas manifestaciones contra el Muro de Separación en el área de Jerusalén, en las que yo también tomé parte.

Lamento no poder estar de acuerdo con él esta ocasión Ni sobre la similitud con Sudáfrica ni sobre la eficacia de un boicot a Israel.

Hay varias opiniones sobre la contribución del boicot al éxito de la lucha antiapartheid. Según una visión, fue decisivo. Otra visión sostiene que su impacto fue marginal. Algunos creen que el desplome de la Unión Soviética fue el factor decisivo. Después de que los EEUU y sus aliados no tuvieran ya ninguna razón para apoyar al régimen en Sudáfrica, que hasta entonces había sido visto como un pilar de la lucha mundial contra el comunismo.

«El boicot fue inmensamente importante» me contó Tutu. «Mucho más que la lucha armada», añadió.

Se debe recordar que, a diferencia de Mandela, Tutu fue un defensor de la lucha no violenta. Durante 28 años que Mandela languideció en prisión. Podría haber salido libre en cualquier momento, si hubiera estado de acuerdo únicamente en firmar una declaración condenando el «terrorismo». Lo rechazó.

«La importancia del boicot fue no solamente económica,» explicó el arzobispo, «sino también moral. Los sudafricanos están, por ejemplo, locos por los deportes. El boicot, que impidió a sus equipos competir en el extranjero, los golpeó muy duro. Pero el asunto principal fue que nos dio el sentimiento de que no estábamos solos, que el mundo entero estaba con nosotros. Lo cual nos dio la fortaleza para continuar.»

Para mostrar la importancia del boicot Tutu me contó la siguiente historia: En 1989, el líder blanco moderado, Frederic Willem de Klerk, fue elegido presidente de Sudáfrica. Tras asumir el cargo declaró su intención de establecer un régimen multirracial. «Lo llamé para felicitarlo, y la primera cosa que me dijo fue: ¿Llamará ahora usted a cancelar el boicot?»

Me parece que la respuesta de Tutu acentúa la enorme diferencia entre la realidad sudafricana de entonces y la nuestra hoy en día.

La lucha sudafricana fue entre una gran mayoría y una pequeña minoría. Entre una población total de casi 50 millones, los blancos sumaban menos del 10%. Esto significa que más del 90% de habitantes del país apoyaron el boicot, a pesar del argumento de que también los dañaba.

En Israel, la situación es todo lo contrario. La cantidad de judíos suma más del 80% de los ciudadanos de Israel, y constituye una mayoría de un 60% a lo largo del país entre el Mar Mediterráneo y el Río Jordán. El 99,9% de los judíos se oponen a un boicot a Israel. Ellos no sentirán el «el mundo entero está con nosotros», sino que «el mundo entero está contra nosotros».

En Sudáfrica, el boicot global ayudó a fortalecer la mayoría y la aceró para la lucha. El impacto de un boicot sobre Israel sería exactamente lo contrario: empujaría a gran mayoría a los brazos de la extrema derecha y crearía una fortaleza mental contra el «mudo antisemita»(El boicot, por supuesto, tendría un impacto diferente sobre los palestinos, pero que no es la finalidad de quienes lo defienden.)

Los pueblos no son iguales en todas partes. Parece que los negros de Sudáfrica son muy diferentes de los israelíes y de los palestinos. El desplome del régimen racista opresivo no condujo a un baño de sangre, como podría haberse pronosticado, sino a lo contrario: al establecimiento del Comité de Reconciliación y la Verdad. En vez de revancha, perdón. Aquellos que comparecieron ante la comisión y admitieron sus delitos fueron indultados. Lo cual está en consonancia con la creencia cristiana y también en la promesa bíblica judía: «Quienes confesaren y abandonaren [sus pecados] tendrán perdón.» (Proverbios 28:13)

Le conté el obispo que admiro no solamente los líderes que eligieron este camino sino también al pueblo que lo aceptó.

Una de las profundas diferencias entre los dos conflictos atañe al Holocausto.

Los siglos de pogromos han impreso en la conciencia de los judíos la convicción de que el mundo entero está decidido en su contra. Esta creencia se reforzó cien veces con el Holocausto. Cada niño judío israelí aprende en la escuela que «el mundo entero permaneció silencioso» cuando los seis millones fueron asesinados. Esta creencia está anclada en los recovecos más profundos del alma judía. Incluso cuando está latente, es fácil de despertar.(Esta es la misma convicción que llevó a Avigdor Lieberman la semana pasada a acusar a toda la nación sueca de cooperar con los nazis, a causa de un artículo idiota en un diario sensacionalista sueco.)

Puede ser perfectamente que la convicción judía de que «todo el mundo está contra nosotros» sea irracional. Pero en la vida de las naciones, como desde luego en la de los individuos, es irracional ignorar lo irracional.

El Holocausto tendrá un impacto decisivo sobre cualquier llamamiento a un boicot a Israel. Los líderes del régimen racista en Sudáfrica abiertamente simpatizaron con los nazis e incluso fueron internados por ello en la segunda guerra mundial. El apartheid estuvo fundamentado en las mismas teorías racistas inspiradas por Adolf Hitler. Fue fácil conseguir que el mundo civilizado boicoteara semejante régimen repugnante. Los israelíes, por otra parte, son vistos como las víctimas del nazismo. El requerir un boicot recordará a mucha gente alrededor el mundo el lema nazi «Kauft nicht bei Juden!» – ! No compren a los judíos.

Esto no es de aplicación a todo tipo de boicots. Hace unos 11 años, el movimiento Gush Shalom, en el cual estoy activo, llamó a un boicot de los productos de los asentamientos. Su intención era separar los colonos del público israelí y mostrar que hay dos de tipos de israelíes. El boicot se diseñó para fortalecer a esos israelíes que se oponen a la ocupación, sin llegar a ser anti – israelí o anti-semita. Desde entonces, la Unión Europea ha trabajado duro para cerrar sus puertas a los productos de los colonos y casi nadie la ha acusado de antisemitismo.

Uno de los principales campos de batalla en nuestra pelea para la paz es la opinión pública israelí. La mayoría de los israelíes creen hoy en día que la paz es deseable pero imposible (a causa de los árabes, por supuesto.) Nosotros los debemos convencer no de que esa paz sería buena para Israel, sino que es de modo realista alcanzable.

Cuando el arzobispo preguntó que era lo que nosotros como activistas israelíes por la paz esperábamos, le respondí: «Esperamos que Barack Obama haga público un amplio y detallado plan de paz y que use todo el poder persuasivo de los EE.UU. para convencer a las partes que lo acepten. Esperamos que el mundo entero se agrupe detrás de este empeño. Y esperamos que esto ayude a colocar al movimiento israelí de la paz de nuevo sobre sus pasos y convenza a nuestro público que es tanto posible como útil seguir el camino de la paz con Palestina.»

Nadie que se recree en esta esperanza puede apoyar el llamamiento al boicot a Israel. Quienes llaman al boicot actúan a la desesperada. Y esa es la raíz del asunto.

Neve Gordon y sus compañeros en este esfuerzo han desesperado de los israelíes. Han llegado a la conclusión de que no hay oportunidad de que la opinión pública israelí cambie. Según ellos, ninguna salvación vendrá desde dentro. Hay que ignorar al público israelí y concentrarse en movilizar al mundo contra el Estado de Israel. (Algunos de ellos creen de cualquier modo que el Estado de Israel debería desmantelarse y ser reemplazado por un estado binacional)

Yo no comparto ninguno de los dos puntos de vista, ni el desespero del pueblo israelí, al que pertenezco, ni espero que el mundo se ponga en pie y obligue a Israel a cambiar sus modos en contra de su voluntad. Para que esto sucediera el boicot debe reunir el impulso universal, se le deben unir los Estados Unidos, la economía israelí debe derrumbarse y el espíritu del público israelí debe romperse.

¿Cuánto tiempo llevaría esto? ¿Veinte Años? ¿Cincuenta? ¿Toda la vida?

Temo que este sea un ejemplo de un diagnóstico defectuoso que conduce a un tratamiento defectuoso. Para ser preciso: la suposición equivocada de que el conflicto palestino-israelí se asemeja a la experiencia sudafricana conduce a una elección equivocada de estrategia.

Cierto, la ocupación israelí y el sistema del apartheid sudafricano, seguro que tienen características similares. En Cisjordania, hay carreteras «únicamente para israelíes». Pero la política israelí no lo es en base a teorías de raza, sino a un conflicto nacional. Un pequeño, pero importante ejemplo: en Sudáfrica, un hombre blanco y una mujer negra (o viceversa) no podían casarse, y las relaciones sexuales entre ellos eran un delito. En Israel no hay tal prohibición. Por otra parte, un ciudadano árabe israelí que se casa una mujer árabe de los territorios ocupados (o viceversa) no puede traer a su cónyuge a Israel. La razón: salvaguardar la mayoría judía en Israel. Ambos casos son reprobables, pero básicamente diferentes.

En Sudáfrica había un acuerdo total entre las dos partes sobre la unidad del país. La lucha fue por el régimen. Tanto blancos como negros se consideraban a si mismos sudafricanos y estaban determinados a conservar el país intacto. Los blancos no querían la que partición, y desde luego no podían quererla, porque su economía se basaba en la mano de obra de los negros.

En Israel, los judíos israelíes y los árabes palestinos no tienen nada en común, ni un sentimiento nacional, ni una religión, ni una cultura, ni una lengua. La inmensa mayoría de los judíos quiere un estado judío (o hebreo). La inmensa mayoría de los palestinos quiere un estado Palestino (o Islámico). Israel no depende de los trabajadores palestinos por el contrario, expulsa a los palestinos del lugar de trabajo. Por ello, hay ahora un consenso global que la solución radica en la creación del Estado Palestino, junto a Israel.

En resumen: los dos de conflictos son fundamentalmente diferentes. Por lo tanto, los métodos de lucha también deben ser necesariamente diferentes.

Volviendo al arzobispo, una persona atractiva que es imposible que no guste de inmediato. Él me contó que reza frecuentemente y que su plegaria favorita dice así (la cito de memoria): «Dios amado, cuando estoy equivocado, por favor hazme voluntarioso para ver mi error. Y cuando estoy acertado; por favor hazme tolerante para vivir con ello.»