Una versión reducida del siguiente texto fue publicada en la sección Catalejos de la revista Temas. En este escrito el autor, motivado por el artículo «La actualización del modelo económico cubano: continuidad y ruptura», del profesor Ricardo Torres Pérez ([email protected]), del Centro de Estudios de la Economía Cubana, adscrito a la Universidad de La Habana […]
Una versión reducida del siguiente texto fue publicada en la sección Catalejos de la revista Temas. En este escrito el autor, motivado por el artículo «La actualización del modelo económico cubano: continuidad y ruptura», del profesor Ricardo Torres Pérez ([email protected]), del Centro de Estudios de la Economía Cubana, adscrito a la Universidad de La Habana (Revista Temas, La Habana, 8 de junio de 2011, http://www.temas.cult.cu/catalejo/economia/Ricardo_Torres.pdf), expresa su análisis acerca de los referentes más comunes que rigen las discusiones económicas que tienen lugar en Cuba actualmente.
El «acriticismo» generalizado, la banalización de la sexualidad (con la consecuente precocidad iniciática de las relaciones coitales) y la ralentización del crecimiento ciudadano hacia una adultez responsable (esto es, la infantilización progresiva de los actores sociales, manifestada socialmente en una suerte de «pensamiento mágico colectivo» o harrypotterismo social, que induce a admitir que los «milagros» no solo son «posibles», sino que son comunes), son los tres procesos mundiales más empobrecedores de la realidad humana que a ojos vista se imponen en todo el (llamado) Mundo Occidental (acaso en todo el mundo) de la mano de la globalización.
El acriticismo pandémico es la aceptación pasiva generalizada de referentes sociales, o sea, la incorporación sin análisis personales de los valores que la ideología dominante de la época impone sutilmente a los individuos socializados, a través del modo de vida. Es claro que la conditio sine qua non para escrutar un referente cualquiera es tener criterio propio.
Aceptada la importancia de los arquetipos subjetivos, lo más curioso es el grado de invisibilidad de que esas marcaciones comportamentales parecen gozar, según evidencian las observaciones sociológicas inmediatas y el discurso habitual mediático, para la aplastante mayoría de los individuos socializados.
Así, muchas personas dan por «sabido» nociones como «bueno», «deseable», «necesario», «beneficioso» y, en fin, prácticamente el arsenal íntegro de adjetivos positivos y negativos constituyentes de cualquier lengua. Ese conceptualismo totalitario mundialmente compartido explica la grisura formal de las individualidades: todos parecen anhelar el mismo estilo de vida, idénticas recreaciones, iguales modos de abordar y percibir la realidad.
En el nivel social semejante aproximación a la realidad es un desatino, en particular si en una nación los tecnócratas, pensadores sociales y otros entes generadores y acondicionadores de opinión y consenso social (por no mencionar a los líderes y responsables de la sociedad) se expresan con igual falta de rigor teorético… Ese es por desgracia el cuadro que encuentran los interesados en una buena parte de los textos, artículos y opiniones que circulan en la sociedad cubana de hoy, incluso en escritos supuestamente academicistas y -peor aún- en documentos rectores de la acción social.
Sirva de soporte a lo dicho el artículo «La actualización del modelo económico cubano: continuidad y ruptura», del profesor Ricardo Torres Pérez ([email protected]), del Centro de Estudios de la Economía Cubana, adscrito a la Universidad de La Habana (Revista Temas, La Habana, 8 de junio de 2011, http://www.temas.cult.cu/catalejo/economia/Ricardo_Torres.pdf).
Torres Pérez comienza su texto afirmando que en Cuba los cambios sociales se dilatan y la capacidad efectiva del Estado de promover una agenda de desarrollo se ve limitada por soportar la pesada carga de una herencia prolongada por demasiado tiempo, y achaca luego a las crisis recurrentes el desvío continuo de la atención (y fuerzas) del Estado hacia aspectos coyunturales, por lo que cabe preguntar: ¿a qué llama el autor «herencia prolongada» y «desarrollo»?, ¿qué país no tiene crisis recurrentes?, ¿a qué supone Torres Pérez se deban ellas en nuestro caso? ¿Qué país, en una crisis, no se ve obligado a «desviar continuamente la atención hacia los aspectos coyunturales«?ii
A continuación, Torres Pérez insiste en su preocupación por la ruta de desarrollo económico, sin definir dos puntos neurálgicos, especialmente en nuestros días: a) ¿a qué llama este autor «desarrollo económico»?; b) ¿qué país -o países- podrían considerarse «económicamente desarrollados» y por qué?
Torres Pérez asegura que Cuba ha enfrentado agudos problemas derivados de su ineficiente patrón de crecimiento, dependiente de recursos externos materiales y financieros, sin definir a qué «patrón de crecimiento» se refiere, de qué «agudos problemas habla», por qué se «caracterizaba por la ineficiencia» ni qué causas provocaron que hubiera una dependencia del mencionado «patrón de crecimiento» respecto de factores financieros y materiales externos. ¿Es esa situación diferente para algún país en este planeta, especialmente si es del Tercer Mundo?… De eso quizá trata buena parte de este embrollo. ¿Habría que delimitar responsabilidades? Luego de precisar referentes (metas, propósitos), sin dudas hay que hacerlo: buena parte de ella corresponderá al Orden impuesto a la periferia (es lo que somos) por los denominados Países del Centro y más precisamente por los Estados Umbilicales.
Después Torres Pérez informa de los atrasos en el crecimiento de la productividad, la competitividad y los volúmenes de inversión, en casi todas las producciones, pero no da a conocer qué excepciones hay ni con qué patrón se evalúan los índices señalados.
Torres Pérez afirma que los rendimientos agrícolas en Cuba son bajos en comparación con la media mundial y otros países de su entorno geográfico. No dice si al comparar esos rendimientos ha considerado los factores ecológicos y la sustentabilidad de la agricultura en los países de comparación (asumiendo que, en general, el «desarrollo sostenible» no sea un oxímoron o una contradicción insoluble)… O sea, ¿a qué costo medioambiental se obtiene en esos países un rendimiento elevado respecto al de Cuba? Dadas las circunstancias de deterioro que experimenta el planeta Tierra, esta interrogante no es baladí.iii
A continuación Torres Pérez expresa sus inquietudes en torno a la baja productividad de la fuerza laboral cubana. Es difícil objetar. Y más espinoso sería dar causas no relacionadas ora con la tesis de la Pobreza Merecida,iv ora con las distorsiones de las estructuras económico-productivas de los países del Tercer Mundo que provocan en ellos aposta las neo-metrópolis. Muy arduo es responder a la interrogante: ¿cómo es más adecuado actuar? Incluso, ¿cuál referente emplear para medir la idoneidad de la acción, de la conducta, del procedimiento, de los propósitos inmediatos, de las metas lejanas?
Torres Pérez asegura que la subutilización [extrema] de la tierra se debe a «la inexistencia de un esquema de incentivos correctamente diseñado». Sí, evidencias tales como el inmovilismo prolongado de salarios, tasas de cambio, y otros elementos crematísticos similares, con las ventajas y desventajas que semejante conducta social acarrea, hacen plausible la afirmación de que Cuba ha carecido de una política financiera cuyo dinamismo haya sido acaso suficiente para dar respuestas coyunturales con una celeridad ocasionalmente más conveniente que la dada. También es cierto que quizás esa sea una de las causas para que haya «[…] un grado de subutilización extremo de la tierra […]», pero casi con seguridad no es la única razón, en contra de lo que indica el texto. (El calificativo «extremo» es maximalista en un ensayo si no se señalan los referentes que harían admisible su uso.)
En cuanto al hecho de que las importaciones de alimentos representan 80% del consumo doméstico y significan alrededor de la cuarta parte de las importaciones anuales, cabe señalar que la búsqueda de la máxima eficiencia en la producción agrícola, por ejemplo, podría poner en riesgo contradictoriamente la seguridad alimentaria de la nación. Pues, ¿qué hacer si importar tomates, digamos, con determinada calidad y rendimiento resulta más rentable que producirlos en el país con las mismas exigencias?… Cabe agregar que la oración con que concluye Torres Pérez este párrafo del artículo [Este panorama tiene un efecto devastador sobre las comunidades rurales,…] es maximalista e insuficiente. Su maximalismo se debe al uso del epíteto «devastador». Su insuficiencia proviene del hecho de que ese panorama [la inexistencia de un correcto esquema de incentivos que provoca la subutilización extrema de la tierra] no parece ser la única causa, ni todas las causas, que enrarecen las oportunidades y el despoblamiento del campo, y el incremento de la brecha respecto a la ciudad. Tal vez no sea siquiera la principal causa de ese fenómeno, dada su universalidad epocal.
El análisis de Torres Pérez se detiene ahora en el (llamado) sector terciario. La afirmación de que este sector en Cuba evidencia agudas desproporciones de la economía sin funcionar como complemento de la actividad productiva, ofrece -en una primera aproximación- la impresión de que hay un divorcio entre los ingresos provenientes del sector terciario y las restantes actividades productivas, incluyendo desde luego tanto la obtención como la distribución de los ingresos. Pero en Cuba están centralizados ambos procesos. Esto es, todas las fuentes de ingresos tributan a una entidad central y su distribución, también centralizada, sólo tiene dos cuencas: los recursos destinados (estatalmente en lo fundamental) a la reproducción (incluyendo al sector terciario) de las estructuras económicas, y los designados para la satisfacción de las exigencias del modo de vida derivado del sistema social imperante en el país. De este esquema resulta evidente que hay alguna relación entre la creación de fondos y su distribución. No obstante, esa relación, como señala el texto, no parece ser orgánica, esto es, a diferencia de lo que ocurre en las grandes economías de los países más desarrollados (tecnológicamente), en los que el crecimiento y el ímpetu del sector productivo es tal que -a través de las tecnologías, modos, protocolos, consultorías, metodologías, procedimientos, visiones, know-how y similares que de suyo engendra- el llamado sector terciario se «desparrama», y se convierte en un rubro generador de réditos de importancia creciente (terciarización de la economía), en Cuba –como en la aplastante mayoría de los países tercermundistas y de desarrollo (tecnológico) medio, muchos de los cuales, exentos de cualesquiera restricciones comerciales (Cuba no, por cierto), cuentan con ingresos secretos, provenientes del tráfico de artículos ilegales de los que Cuba (afortunadamente) carece- el crecimiento del sector terciario es un proceso aleatorio y, en verdad, puntualmente individual, aunque, en el caso cubano, la progresión de ese sector está fuertemente vinculada a los procesos de instrucción masiva que ha seguido el país en los últimos 50 años: Cuba exporta servicios de salud y tecnológicos porque tiene médicos, técnicos, licenciados, ingenieros. Este último hecho no es mencionado por el autor.
Torres Pérez imputa a la alta verticalidad y rigidez en la estructuración de las cadenas de valor en la economía el escaso desarrollo de los servicios productivos (financieros, legales, técnicos, consultorías, etc.). Más adelante indica que la cubana no puede ser considerada una economía de servicios típica, a causa del escaso desarrollo de las relaciones horizontales, con una asignación de recursos de forma centralizada y discrecional. Es casi imposible discordar. Sin embargo, su lectura deja la sensación de que se está comparando el estado de los servicios productivos en Cuba con los de los países en los que el sector terciario se encuentra por encima de la media mundial de 63,8% en la formación del PIB.v
Si no fuera del todo absurdo suponer que algún país podría actualmente tomar a esas naciones como parangón y recorrer el camino seguido por ellas hacia el estado económico que hoy exhiben, sería quizás interesante hacer una suerte de modelo dinámico, cuyas condiciones de frontera han de incluir -naturalmente- el bloqueo económico a que está sometida Cuba y excluir -como es de rigor- la posesión de riquísimas colonias, las que -tal como evidencia la historia- fueron las verdaderas sustentadoras del proceso de sucesivas revoluciones epistemológicas que convirtieron a las ciencias en fuerza productiva en las metrópolis, para representar matemáticamente qué pasos correspondería dar a este país para alcanzar los peldaños mejor situados en esa vía, respecto de cierta inteligencia, y cómo serían estos peldaños con las menores distorsiones dables.
Torres Pérez supone que la diversidad de mercados inconexos y la dualidad monetaria reducen la efectividad del mecanismo de asignación de recursos, a causa de la cantidad de mecanismos de formación de precios y tipos de cambio. Sin embargo, a quien sea testigo imparcial de cómo funcionan las entidades financieras y comerciales del mundo actual, le resulta difícil aceptar que la diversidad de monedas y tipos de cambio, la compartimentación interdepartamental profunda (incluso el hermetismo, el secretismo o la extrema discreción) y la variedad de mecanismos de formación de precios conforman en Cuba un conjunto de singularidades más agudas de las que enfrentan exitosamente a diario cualquiera de las megaempresas globales, las grandes bolsas de valores del mundo y otras instituciones financieras internacionales… La hipótesis de que en Cuba no han sido elaboradas las metodologías adecuadas de cómputo para enfrentar esa situación parece más verosímil.
Torres Pérez identifica la existencia de subsidios cruzados a partir del alto nivel de concentración de los ingresos externos en pocos sectores y empresas. Sin dudas los subsidios cruzados «enmascarados» son, por imponderables, un factor negativo para acercar el cálculo financiero de cualquier entidad económica a la realidad. Deducir la existencia de esos subsidios cruzados del nivel de concentración de los ingresos no es tarea muy sencilla. Tanto más difícil es demostrar que la mencionada concentración es el condicionante esencial (suficiente y necesario) de esa situación, puesto que equivale a aceptar que ella desaparecería con la multiplicación desconcentrada de las vías de ingreso. Es esta una aseveración cuya aceptación exige una aproximación más que expositiva.
El alejamiento señalado por Torres Pérez del sistema económico cubano de las tendencias del comercio internacional como causa de que los precios internacionales no actúen como un referente complementario para la formación de precios y la realización de inversiones en el país, invita a pensar en que las crisis económicas del capitalismo revelan, mejor que ningún otro fenómeno, el carácter consensual, voluntarista y subjetivo de los precios que defienden las políticas actuales de tasación de mercancías, a tenor con los fines mayoritariamente neoliberales del sistema impuesto al mundo de todas las maneras posibles.vi Todo lo anterior licita aconsejar cierta independencia y alejamiento de «las tendencias del comercio internacional y las prácticas generalmente aceptadas en ese ámbito«, razón por la cual tal vez la conducta más sensata consista no en buscar ataduras estrictas con las mencionadas estructuras internacionales de definición de precios, sino revelar qué grado de autonomía resultaría el más indicado, considerando el impacto de cualesquiera modificaciones que se produzcan en los mencionados mecanismos internacionales de tasación sobre el factor social interno.
Torres Pérez, también en forma general, asegura que hay una «evolución negativa» en la articulación productiva porque: a) se niega a la localidad un espacio para generar alternativas de desarrollo; b) hay una débil relación entre los territorios y el sistema financiero y una precaria estructura de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Ignorado el significado y alcance recóndito de la categoría «evolución negativa» que adorna la construcción gramatical introductoria del autor, cuyos efectos -carentes como estamos los lectores de marco referencial estricto- son difíciles de visualizar, resulta probable que el texto mismo aluda más a la «articulación productiva» geográfica que sectorial. Y nuevamente aquí es sensato preguntarse cuánto del cuadro descrito es privativo de las estructuras económicas de Cuba y cuánto encuentra génesis en formas espurias, heredadas, impuestas. Sin esas delimitaciones rigurosas, las aseveraciones hechas se diluyen en inferencias insustanciales y oquedades.
Por otra parte, a juzgar por los esfuerzos gubernamentales realizados en las TIC (digamos la creación de la UCI y la difusión masiva de los lenguajes computacionales a través de múltiples centros de adiestramiento de acceso público irrestricto), hay que concluir que la baja conectividad del país se debe más a carencias materiales que a voluntad inversionista.
En resumen, el texto del profesor Torres Pérez podría, desde el punto de vista utilitario, estar lleno (o no) de iniciativas de acción acertadas (o desacertadas) si se bosqueja adecuadamente el contexto (esto es, el sistema referencial): a) condiciones iniciales; b) fines perseguidos.
Si se tiene en cuenta que no es este el primero ni el único trabajo economicista publicado recientemente en Cuba, incluyendo buena parte de los Lineamientos al Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba,vii la contundencia abrumadora de cuyo tono revela (aparentemente) el propósito subyacente de colocar a la economía ante la ciudadanía en la falsa percepción de que ella constituye el contenido esencial del problema humano, obligado resulta insistir en el carácter instrumental de la economía y sus recursos: ella es siempre un medio, nunca un fin en sí misma… Más aún, la economía -contrariamente a la tendencia deducible de las prácticas políticas actuales de casi todas las naciones- ha de estar definida por las metas de la nación, y no a la inversa, mientras que las propias metas carecen de sentido sin considerar las condiciones concretas y las posibilidades económicas de la nación de referencia.
Este aserto es tanto menos disputable en países que aspiran a controlar mediante planes científicamente elaborados los entresijos de sus economías.
A despecho de cuánto análisis merezca el tema del desarrollo (sin omitir la justa definición del propio término, evocador de una cierta acción de «desplegar» algo arrollado), es muy probable que pueda demostrarse la veracidad de que el único desarrollo que ha conocido el mundo, acuciado por Occidente (al menos, el único desarrollo que se ha impuesto en todas las aristas de la vida humana en sociedad), es el tecnológico , entendido como la alteración creciente del decurso ínsito de la naturaleza por los seres humanos, con la ayuda de máquinas herramientas cada vez más sofisticadas, sin que exista un conocimiento exhaustivo de las consecuencias de este modo de actuar. Como resultado de esa conducta, nos hemos adentrado en los límites tras los cuales la sobrevivencia de la especie humana se ve en riesgo no a causa de factores estocásticos externos, sino de la acción misma de sus especímenes.
Bien pensado el asunto, las condiciones necesarias para que un país de referencia alcance el desarrollo tecnológico son: a) las naciones ricas deben dar financiamiento; b) las naciones ricas deben suministrar know-how; c) las naciones ricas no deben impedirle espacios del mercado. Por su parte, la condición suficiente es: d) el país en cuestión debe poseer fuentes de abastecimiento de materias primas y fuerza de trabajo en condiciones muy ventajosas. A lo que se ve, no existen los «milagros económicos»; ellos no son sino otro recurso de embuste de la ideología dominante. viii Ninguna de esas condiciones es aplicable al caso de Cuba. ¿O sí?
De acuerdo con la visión del mainstream (la corriente académica imperante en el pensamiento económico mundial, raigalmente permeado de fe en las concepciones neoliberales), circunscribirse al «desarrollo económico» es referirse a un concepto muy amplio que por lo general incluye los esfuerzos concertados de las autoridades y la ciudadanía para alcanzar un nivel de vida y de robustez económica en un área específica. Tal empeño puede abarcar múltiples sectores tales como el desarrollo del (controvertidamente llamado) capital humano,ix de la infraestructura crítica,x la competitividad regional,xi la sostenibilidad medioambiental,xii la inclusión social,xiii la salud, la seguridad, la educación y otras iniciativas.xiv
Luego, cuando se menciona el desarrollo necesario para Cuba, ¿de qué estamos hablando?
No debe pasar inadvertido que, aun con el espíritu neoliberal de los conceptos que definen los componentes del desarrollo económico manejados por el mainstream, es discutible la posición de Cuba en la mayoría de esos índices dentro del concierto de naciones del Tercer Mundo.
Por otra parte, la única vía existente para que un país tercermundista «ascienda» de categoría inter-mundial consiste en someterse plena y obedientemente y sin garantías al diktat de las Naciones Umbilicales, especialmente en el ámbito social y político: existe una confianza casi universal dentro del pensamiento académico actual en la eficacia y eficiencia productivas de las estructuras jerárquicas,xv razón por la cual la teoría política capitalista exige, como premisa funcional, la estratificación de la sociedad que se aventure en semejante tránsito. No es lo mismo dar al dinero la posición de referente universal de mercancías para el que fue creado que tasar monetariamente todos los elementos sociales, incluyendo la justicia, las relaciones personales, las conductas, el pensamiento… Vale recalcar a incautos que para una sociedad cualquiera (tanto más para una que emprende un camino raigalmente diferente de autodefinirse), si a una relativa pobreza material del entorno se suman una desigualdad social aguda y una crítica implacable, superficial y sostenida al curso económico seguido en el pasado como explicación de las carencias materiales, se obtiene una combinación implosiva simplemente letal.
Empero, consideremos la posibilidad intra-planetaria recién apuntada de tránsito inter-mundos. En primer lugar, las potencias umbilicales no van a apertrechar tecnológicamente a un país periférico para que se convierta en una amenaza a su preeminencia, gracias al incremento de la productividad, en virtud de la aplicación a gran escala de la ciencia, para que este país agregue valor a sus productos y deje eventualmente de exportar materias primas como rubro principal de comercio. Tampoco le regalarán mercados, y -puesto que parece olvido frecuente entre tecnócratas soñadores- no es ocioso insistir en que cualquier producto tiene una y solo una peculiaridad que merece el calificativo de «imprescindible»: poseer mercado.xvi Esa perspectiva impuesta garantiza a cualquier nación «elegida» para la mutación de su calificación, el bellum omniun contra omnes inter pares por un lugar subalterno.
A pesar de la aridez de la situación expuesta, la principal objeción de esta tribulación es teleológica: ¿para qué hay que ser nación umbilical?, ¿qué ofrece el capitalismo «desarrollado» a sus pueblos y al mundo? En realidad, muchos expertos coinciden en afirmar que los problemas que hoy enfrenta la humanidad están más asociados con la distribución que con la producción de bienes, y que -sin transgredir ciertos límites inferiores de posesión de bienes- la pobreza, a los efectos de la realización existencial personal de seres humanos socializados, constituye un problema infinitamente menor que la desigualdad social.
Tal vez por todas esas razones, algunos de los países que actualmente en América intentan con mayores bríos seguir un camino alternativo, no (tan) neoliberal, en su andar histórico comienzan por plantearse referentes claros: qué entenderán por «progreso», a qué llaman Buen Vivir (el sumak kawsay del kichwa ecuatoriano) o Vivir Bien (el suma qamaña del aymara boliviano), cómo conjugar el «desarrollismo» con el espíritu íntimo de la nación y las necesidades de la población, y otras precepciones básicas.
En definitiva parece apropiado que las naciones (estados, países) y cualesquiera otros grupos sociales suficientemente estructurados y discernibles,xvii y sus entidades gubernamentales, revisen conceptos referenciales asumidos sin discernimiento meticuloso, como son los mencionados «desarrollo», «progreso», «riquezas», «etapas de crecimiento», «necesidades humanas», y todas las nociones adicionales de alcance equivalente sujetas al interés público,xviii antes de que la resiliencia de los ecosistemas planetarios sea insuficiente para lidiar con las transformaciones tecnológicas del entorno, mientras que -en el plano individual- sería propicio que las autoridades sociales adecuadas y otras figuras prominentes instaran a los ciudadanos, con la ayuda insustituible de los recursos que regala la culturización sin imposiciones ni didactismos, a meditar en torno al significado esencial o no necesariamente circunstanciado, de palabras como «éxito personal», «felicidad humana», «realización existencial», «sentido de la vida» y categorías similares, y a establecer distinciones claras entre «ambiciones» y «aspiraciones», entre «ensoñaciones» y «propósitos» para dar sentido (contenido) a la existencia individual.
En cualquier caso, si el pasado ha forjado contingentemente en todos los países de este mundo sociedades estamentales, para las naciones que se empeñen en superar esas asimetrías sistémicas, no es desatinado en absoluto identificar tales estratos sociales de acuerdo a estados de satisfacción de las necesidades materiales y espirituales básicas del individuo, no por índices crematísticos, como habitualmente se hace,xix sino por sus posibilidades reales de viabilidad, subsistencia, productividad y crecimiento.xx
Um Outro Mundo é Possivei versus Un Mundo Mejor es Posible
El movimiento (llamado) altermundista, tan apoyado oficialmente en Cuba, como poco conocido entre los cubanos «de a pie», es un conjunto de fuerzas sociales internacionales, muy heterogéneas y, en consecuencia, débilmente cohesionadas en muchos planos, cuya único espacio más o menos estrecho de coincidencias se circunscribe al empeño de diseñar una alternativa de «desarrollo» (o de futuro) al mundo actual, divergente en grado variable de la propuesta equivalente que se deduce, sin esfuerzos adicionales, de los presupuestos vigentes del capitalismo neoliberal.
La ciudad que ha acogido las reuniones periódicas y eventos más sobresalientes y promocionados de este movimiento es Sao Paulo. La consigna principal salida consensualmente de las calles paulinas es Um Outro Mundo é Possivei, cuya traducción literal al español, apenas necesaria, es «otro mundo es posible»…
No parece lema suficiente. No obstante, quienes apuestan por un mandamiento más radical, cual sería Un Mundo Mejor es Posible, han de asumir el riesgo de buscar consenso, considerando las circunstancias actuales, en torno al calificativo absoluto «mejor», cuya formulación conceptual, se convertiría en propiedad en el paradigma de la sociedad de referencia hacia una arquitectura social mucho menos jerarquizada. La importancia de semejante empeño no es minimizable.xxi
i En este texto aparecen ideas desarrolladas en el libro No Hay Caída Sin Rebote – La Debacle del Socialismo Irreal, la Naturaleza Humana y el Curso de la Historia, del mismo autor, actualmente en proceso de elaboración.
ii Estados Unidos acaba de desviar toda su atención para encarar una «crisis coyuntural», acaso sistémica, asignando un salvataje a los responsables directos de la crisis… de más de un billón de dólares. A la par ha obligado a todo el vasto mundo restante a seguir idéntica conducta.
iii En general, sobre la base de la Primera Ley de la Termodinámica o Principio de Conservación de la Energía, y considerando también una suerte de «comprensión ampliada» de la (llamada) Tercera Ley de Newton en el sentido de que «ningún evento (humano, natural) es inconsecuente (en los ámbitos humano y natural)«, o sea, cualquier acción (humana, natural) ha de provocar necesariamente alguna reacción (humana, natural), podemos afirmar que dado un entorno absolutamente natural (que llamaremos Ban), cuya condición esencial es no haber sido nunca cultivado por los seres humanos, que es capaz de -en función de un conjunto de variables del entorno que llamaremos Vb– cobijar espontáneamente un conjunto de vegetales diversos -que llamaremos Bd-, se obtendrá de él una cantidad de energía Eb, cuya distribución espectral en función de la variedad botánica Bd reflejaría las divergencias energéticas que corresponderían a los vegetales bd1, bd2, …, bdn incluidos en Bd, en dependencia de la masa específica de cada uno de ellos mebn. Comoquiera que los valores de meb para cada una de las variedades de vegetales meb1, meb2, …, mebn que componen Bd son una función no-lineal de los valores de cada una de las variables vb1, vb2, …, vbn incluidas en Vb, la modificación de las relaciones espontáneas entre las masas meb1, meb2, …, mebn de esas variables solo es posible a costa de la modificación de las condiciones límites iniciales del conjunto Vb, esto es, a expensas de la modificación de las relaciones iniciales entre las variables del conjunto Vb, en otras palabras, de la ruptura del equilibrio de frontera, con las consecuencias en cadena a corto, mediano y largo plazo que esta acción acarree sobre otros muy diversos ecosistemas complejos. En virtud de la invariabilidad de esa realidad, ante cualquier curso activo, las preguntas pertinentes están relacionadas directamente con esas consecuencias (su alcance en cuanto a ecosistemas influidos, el grado de influencia específica en que lo haga, reversibilidad de alteraciones, plazos mínimos y máximos de percepción productiva del curso de acción tomado y otras previsiones similares) y, en especial, con la capacidad que tengan los humanos responsables del entorno de referencia en particular para definir esas consecuencias, con la mayor exactitud posible, y de responder contingentemente a ellas.
iv El postulado principal de la tesis de la Pobreza Merecida puede resumirse del siguiente modo: la pobreza material de las naciones tercermundistas no es el resultado del saqueo de sus riquezas que les impone el Orden Mundial Vigente , sino de las políticas erróneas seguidas por sus propios pueblos (¡!). A pesar de que, efectivamente, las políticas que dictan las elites gobernantes de las naciones están causalmente concatenadas, un análisis somero de la tesis de la Pobreza Merecida, por convincente que parezca a incautos y atrayente a interesados, muestra que ella se sustenta, como mínimo, en cuatro preceptos inválidos: a) La principal razón de ser de las sociedades es la producción de bienes; b) E l trabajo humano genera riquezas materiales; c) E l neoliberalismo establece relaciones comerciales completamente simétricas entre las naciones; d) L a historia de cada nación es independiente de la historia de las restantes.
v Bélgica 77,2%; Reino Unido 77,1%; Estados Unidos 76,7%; Japón 75,9%; Italia 73,3%; Unión Europea 73,2%; Países Bajos 72,4%; Suecia 72,2%; España 71,6%; Alemania 71,3%; Australia 71,2%; Austria 69,1%; Brasil 67,5%; Taiwán 67,5%; África del Sur 65,8%; Turquía 65,5%, según http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_GDP_sector_composition
vi Por ejemplo, un futbolista puede «costar» 80 millones de euros, y en el colmo del sinsentido se anuncia que un país se declara en «default» con los aires de quien notifica la muerte de esa nación…
vii Rebelión, http://www.rebelion.org/docs/126708.pdf, publica una entrevista que dio a «Le Monde Diplomatique» el economista Omar Everleny Pérez, «uno de los padres espirituales de la reforma en curso», según afirma Renaud Lambert, autor del texto. En ella el funcionario expresó: «Sí, hay gente que va a perder con las reformas. Sí, hay gente que va a estar desocupada. Sí, las desigualdades van a aumentar». Más adelante Everleny Pérez dijo: «[Esas desigualdades] ya existen: lo que tenemos hoy es una falsa igualdad. Lo que hay que determinar ahora es ‘quién merece realmente estar más arriba'»… Uno se esfuerza en descubrir qué entiende este funcionario por «arriba».
viii En el caso de la República Popular China, la política agresiva de aislamiento se mantuvo hasta la segunda mitad de los años ’70 del siglo pasado, momento en que las desavenencias entre la URSS, el principal enemigo de los Estados Unidos, y China eran tan agudas, que el gobierno estadounidense comenzó a considerar la posición de que «el enemigo de mi enemigo no puede ser mi enemigo».
ix Obviando toda la sustantiva polémica existente en torno al concepto, vale definir sucintamente el capital humano como el fondo de competencias, conocimientos y atributos de la personalidad que se conjugan en la capacidad para realizar un trabajo con el fin de producir valores económicos.
x Ella incluye los bienes esenciales para el funcionamiento de una sociedad y su economía que generalmente incluyen la generación, transmisión y distribución de energía y combustible, telecomunicaciones, agua, agricultura, salud pública, sistemas de transporte, servicios financieros, servicios de seguridad ciudadana.
xi En forma muy resumida cabe decir que la competitividad, concepto en torno al cual hay fuertes discusiones, es una medida conceptual, en el sentido de que persigue establecer comparaciones de las capacidades y ejecutoria de una firma, un sub-sector o un país para vender y suministrar bienes o servicios en un mercado dado, respecto a entidades similares.
xii Se da el nombre de sostenibilidad (también sustentabilidad) al conjunto de medidas multifactoriales de largo alcance destinadas a conseguir la conjunción de un desarrollo económico que sea socialmente equitativo, un desarrollo ecológico que sea económicamente viable, un desarrollo social que sea ecológicamente tolerable. Esta visión promovida por la ONU está lejos de ser universalmente aceptada.
xiii La inclusión social, que se define frecuentemente en oposición a la exclusión social, es el resultado de políticas que posibilitan a cualquier ciudadano, sector o grupo de población gozar sin restricciones de los derechos, oportunidades y recursos de que dispone la sociedad de referencia.
xiv http://en.wikipedia.org/wiki/Economic_development
xv Esta fe en semejante arquitectura proviene del éxito de las soluciones de contingencia por las que ha optado la humanidad en su historia, a fin de asegurar su pervivencia en el planeta, en un pasado en que, por una parte, esa permanencia de la especie peligraba a causa de factores naturales y, por otra, no existía una acumulación de conocimientos que demostrara la identidad esencial de los seres humanos, tesis que a la postre permite avizorar fines sociales verdaderamente enriquecedores para cada individuo, dada la temporalidad de la existencia de cada quien.
xvi Contrariamente, sí es pedante sugerir fuentes confirmatorias de estos asertos: todos los medios están saturados de información acerca de las prácticas monopolistas y el secretismo de cuanta poderosa transnacional existe, incluyendo la liberación de patentes que hizo a China la IBM… cuando ya tenía, en arcas bien guardadas a ojos ajenos, la tecnología que sustituía las normas desclasificadas.
xviiAquí entenderemos por grupos sociales suficientemente estructurados aquellos que poseen metas y condiciones para alcanzarlas de acuerdo a los factores coyunturales que encare; tales propósitos nacen de la historia del grupo de que se trate, de manera que sus términos sean básicamente comprendidos por la mayoría del grupo y las condiciones iniciales y las metas sean parte del lenguaje comunitario; estos proyectos reciben el apoyo mayoritario de sus miembros; el grupo cuenta con atributos y herramientas suficientes para ordenar su vida de acuerdo a dichas metas, y lo persigue.
xviii Entre las que habría que incluir la «eficiencia», la «tecnología de punta versus tecnología adecuada», la «productividad», la «sensatez utilitaria», la «complementariedad versus competitividad» y otras muchas categorías similares.
xix Ver los Informes del Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
xx Aceptemos que, respecto a las facilidades que le brinda su entorno social, un individuo puede encontrarse en estados de precariedad y plenitud. Dentro de la precariedad se distingue el nivel de indigencia, el de pobreza extrema y el de pobreza, mientras que a la plenitud se asocian los niveles de suficiencia, abundancia y exceso.
A esos niveles les corresponde la siguiente sucinta descripción.
Indigencia – La inconsistencia material y de otro tipo reinante en el medio hace que la persona sea inviable. Su subsistencia es un evento casual que no depende del individuo mismo, lo que los hace socialmente improductivos en todos los planos. En la indigencia los seres humanos no ven cubiertas regularmente sus necesidades básicas materiales ni espirituales.
Extrema pobreza – La precariedad material del entorno convierte a la persona en un ser individualmente viable, pero no es genéticamente subsistente, o sea, en este estado el individuo ve cubiertas sus necesidades materiales básicas con cierta regularidad (aunque la regularidad de la satisfacción mencionada no depende del sujeto en cuestión, por lo que su productividad social es esporádica) y subsiste, pero la mayoría de los miembros de su familia (de tenerla) tendrían grandes probabilidades de acabar por verse obligados a vivir en la indigencia, incluyendo al sujeto referido. Los seres humanos que viven en extrema pobreza no ven satisfechas sus necesidades espirituales básicas.
Pobreza – En este estado la persona es genéticamente subsistente, pero la fragilidad material del entorno le impide satisfacer sus necesidades básicas con absoluta regularidad. Aparece como un sujeto socialmente productivo una parte del tiempo y sus necesidades cognitivas y espirituales son parcialmente satisfechas. La viabilidad plena de los miembros de la familia que cree es un acontecimiento aleatorio.
Suficiencia – La persona es genéticamente subsistente ya que sus necesidades materiales básicas se cubren regularmente, y dicha regularidad depende fundamentalmente del propio sujeto en cuestión, puesto que son seres socialmente productivos en muchos planos de la realidad; mientras tanto, en este estado, la cobertura de las necesidades espirituales del individuo es casual, por lo que su crecimiento individual y plenitud vivencial se tornan eventos puntuales y estocásticos.
Abundancia – Las personas tienen cubiertas todas sus necesidades materiales y espirituales básicas, con una regularidad que depende en gran medida de ellas mismas, o sea, en la abundancia los individuos humanos son permanentemente productivos en todas las aristas sociales, lo que les da un grado muy elevado de autosuficiencia y autonomía. Las producciones redundantes o injustificadas son muy irregulares. La abundancia garantiza el crecimiento individual y plenitud vivencial de todos los miembros de la sociedad de que se trate; el fracaso individual se convierte en un evento casual. En la abundancia, resultado de la mesura individual y la concertación productiva social, se alcanza la máxima eficiencia existencial, puesto que cada persona encara los riesgos y enfrenta los retos que genera su propio crecimiento, de acuerdo con las metas que se haya propuesto, en virtud de las complejidades de su interrelación social. Los individuos no se plantean la satisfacción de ambiciones, sino el cumplimiento de sus propias aspiraciones.
Exceso – El exceso material es el fruto de un estado caótico de la producción y del mercado, en el que se generan y comercializan artículos espurios (redundantes, inútiles e innecesarios), no asociados a ninguna de las gradaciones de las necesidades humanas, sino a las exigencias del propio mercado, las que conducen a los individuos fuertemente manipulados, por la virtualidad de su realidad y condición, a desarrollar una heteronomía social patológica respecto a la posesión de tales artículos, en detrimento de la satisfacción de sus propias humanas necesidades. El exceso es insostenible, por lo que la regularidad de la satisfacción de las necesidades vivenciales y existenciales se convierte en una magnitud aleatoria, dependiente de los individuos de forma indirecta y compleja. El crecimiento individual y plenitud vivencial se torna fenómeno puntual y estocástico; la de todos los miembros de la sociedad, es imposible. El fracaso individual se transforma en una regularidad, porque la persona está espiritual y cognitivamente desprovista para enfrentar riesgos y retos; la virtualidad en que vive le dificulta el planteamiento coherente de metas enriquecedoras o aspiraciones: ellas se reducen, en lo fundamental, a la calidad de «ambiciones». Los seres humanos se transmutan en derrochadores desenfrenados y la sociedad se doblega ante el consumismo y el despilfarro, dos puntos de una misma recta.
xxi «Un pueblo, antes de ser llamado a guerra, tiene que saber tras de qué va, y adónde va, y qué le ha de venir después» (José Martí, OC, t. 1, p. 186).
Fuente del texto reducido: http://www.temas.cult.cu/catalejo/economia/Darel_Avalus.pdf
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