Desde Un 6 y un 4 me han pedido que escriba un texto acerca de la polémica sobre el logotipo que representa a Madrid2020 ciudad aspirante. El ganador ha sido un antiguo alumno mío, Luis Peiret -desde aquí lo felicito de nuevo-, pero no todo fue alegría el día que le anunciaron su victoria. La […]
Desde Un 6 y un 4 me han pedido que escriba un texto acerca de la polémica sobre el logotipo que representa a Madrid2020 ciudad aspirante. El ganador ha sido un antiguo alumno mío, Luis Peiret -desde aquí lo felicito de nuevo-, pero no todo fue alegría el día que le anunciaron su victoria. La polémica estalló cuando, al presentar el logotipo ganador en público, en una de esas galas en las que se lucen mucho las autoridades, se vio que era un pastiche ilegible, del que se deducía ponía 20020 como fecha de celebración de los juegos, mal diseñado, peor acentuado -Madríd con acento en la í, impepinable- y con una justificación que no aguantaba un soplido. Ni que decir que el cachondeo estuvo asegurado, y la creatividad anónima ha realizado progresivamente versiones con chancletas havaianas, alpargatas espardeñas, sardinas, zapatillas de estar por casa y botellas de colores. Tanto es el cachondeo que incluso la página de facebook de las chanclas havaianas, de origen brasileño, ha hecho broma con el asunto. A los españoles a reirnos de nuestra sombra no nos gana nadie, pero mientras tanto todo el globo se echa unas carcajadas a nuestra costa.
Cuando vi que a Luis le iban a caer carros y carretas, decidí mover por las redes sociales su propuesta original para que se viera la modificación tan fuerte que ha sufrido su diseño -las modificaciones estaban previstas, efectivamente, pero se suponía que tenían que mejorar el diseño de un estudiante, no empeorarlo. Entonces el cachondeo comenzó a convertirse en enfado, porque no es ni la primera ni la última vez que el gremio de creativos sufre un desprecio tan descarado. El asunto llegó a la prensa nacional, y en el diario Público realicé unas declaraciones en las que expresaba mi profundo enfado por el trato recibido por Peiret como creativo. Allí cité un artículo escrito por Álvaro Sobrino, Presidente de FAD y editor de la revista Visual, en el que detallaba el tipo de contrato que aceptaban los concursantes al presentarse. Un contrato poco menos que esclavista, y totalmente incoherente viniendo de una clase política tan posicionada a favor del formato antiguo de derechos de autor. Os recomiendo encarecidamente que leáis el artículo de Álvaro, porque no tiene desperdicio.
Lo malo del asunto del logotipo no es la versión cutre y forzada de la propuesta ganadora. Lo malo tampoco es que hayan dejado un proyecto de semejante envergadura en manos de estudiantes -ni siquiera pidieron que fuera un trabajo de grupo. Lo verdaderamente malo son las bases con las que concurría el concurso, totalmente denigrantes para la profesión de creativo, y un mal precedente en un concurso dirigido -sic- a estudiantes, que van a entender que esto es «lo normal». Pero lo realmente espeluznante es que esas bases las haya elaborado una asociación privada declarada de utilidad pública, con el apoyo de las instituciones madrileñas -sí, las de todos-, y sin que los centros de enseñanza de diseño abrieran la boca para quejarse.
De estas reflexiones deduzco dos cosas: la primera, que quienes toman decisiones y detentan el poder delegado por los votantes siguen pensando, después de haberse llenado la boca con el diseño español, la cultura española -esa a la que dicen defender con la ley Sinde- que esto del diseño es hacer dibujitos; la segunda, que la sociedad española está mucho más corrupta de lo que pensaba, porque me he dado cuenta de que muchos no se mueven, no vaya a ser que no salgan en la foto. Me apena profundamente que los directores de las escuelas superiores de diseño no hayan emitido ni una queja acerca de las condiciones del concurso -al fin y al cabo, un contrato-, y han dejado o incluso han fomentado que sus alumnos se presentaran a un concurso que se arroga la propiedad intelectual de sus diseños -de todos, no sólo del ganador- sin que haya contrapartida o compensación económica. Esto es lo que le espera a este país, mansedumbre y clientelismo, y mucha cutrez.