Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Al saberse la superpotencia militar regional inequívocamente apoyada por la superpotencia mundial estadounidense, el arrogante Israel está imponiendo un tipo de políticas que considera intrascendentes las quejas religiosas y nacionales de los vecinos geopolíticos de Israel, con los que supuestamente el Estado judío aspira a vivir en paz como parte integral de la región, a la vez que prosigue con una serie de prácticas que no hacen sino crear antagonismos con esos mismos vecinos y que eliminan absolutamente cualquier posible potencial para la paz.
El martes 6 de febrero, antes de que tenga lugar la cumbre trilateral israelo-palestina patrocinada por EEUU el 19 de febrero, antes de que se celebre una reunión del Cuarteto de mediadores internacionales de la paz en Oriente Medio el 21 de febrero, y entre los choques diarios de palestinos y más de 3.000 fuerzas de unidades especiales militares y de seguridad desplegadas en un área de cinco kilómetros cuadrados en la Ciudad Vieja de Jerusalén ocupada por Israel, los buldózer israelíes empezaron a poner en marcha un proyecto de excavaciones de ocho meses de duración a unos 50 metros de la Cúpula de la Roca y de la Mezquita Al-Aqsa, en los terrenos del tercer sitio más sagrado del Islam, Haram Al-Sharif, en medio de enfrentamientos que hirieron a decenas de palestinos y fieles desesperados que no devinieron finalmente en baño de sangre.
El pasado domingo, haciendo gala de la destructiva arrogancia israelí de poder, el Primer Ministro Ehud Olmert consideraba como algo sin trascendencia las protestas cristianas, musulmanas y árabes, tachándolas simplemente de acciones propias de «extremistas árabes que incitan a la violencia» y añadiendo: «Aquí no se trata de cuestión religiosa alguna». Inmediatamente después su gabinete «aprobaba la continuación de las construcciones en las proximidades de la Puerta Mughrabeh, con toda la rapidez posible y según la estructura proyectada», desdeñando una petición de su Ministro de «Defensa» y otros dos Ministros del gabinete de entrar a considerar la posibilidad de parar las excavaciones, esperando ostensiblemente que la opinión pública mundial les crea y contradiga a más de dos mil millones de árabes, musulmanes y cristianos que han confirmado que se trataba de una «cuestión religiosa» muy explosiva y sensible, que debía trasladarse a Naciones Unidas y la UNESCO, con la esperanza de poder vencer la arrogancia de poder de Olmert en una nueva ronda de batallas perdidas entre el poder y la justicia.
Entre las voces que protestaron de forma más contundente, y a las que Olmert desestimó como «extremistas que incitan a la violencia», además de la OLP, el socio de Israel en los acuerdos de paz de Oslo y los palestinos árabes israelíes, por nombrar sólo a unos cuantos, estaban Jordania y Egipto, ambos aliados de EEUU y los únicos países árabes que han firmado tratados de paz con Israel, Arabia Saudí, otro aliado de EEUU e impulsor de la iniciativa adoptada por la Liga Árabe para hacer la paz con Israel, el Secretario General turco de la Organización de la Conferencia Islámica, Ekmeleddin Ihsanoglu, cuyo país es un importante amigo regional de Israel y miembro de la OTAN, y las Iglesias por la Paz en Oriente Medio, cuya presidenta, Maureen Shean, y su directora ejecutiva, Corinne Whitlatch, enviaron el pasado viernes cartas a la administración estadounidense advirtiéndole que «la construcción de la paz puede verse aniquilada por las consecuencias de las acciones de Israel en la Ciudad Vieja de Jerusalén».
El ojo del huracán actual es Bab [Puerta] Al-Magharibah, localizada en la sección sur del muro occidental de Al-Haram Al-Sharif, que conecta el conjunto de la mezquita de Al-Aqsa con las barriadas situadas al sur de Jerusalén. Era la puerta utilizada por los vecinos del barrio Magharibah, demolido por los buldózer israelíes en junio de 1967 para construir en su lugar el «barrio judío». El 28 de septiembre de 2000, el ahora comatoso anterior Primer Ministro israelí, Ariel Sharon, utilizó Bab al-Magharibah como punto de entrada para «visitar» Haram Al-Sharif, motivando una tormenta de protestas y provocando la Intifada (levantamiento) de Al Aqsa, que llevó el proceso de paz a un punto muerto hasta el momento actual. En agosto de 1929, en ese mismo lugar, se inició un levantamiento conocido en la literatura política palestina como la «Revuelta Al Buraq».
Al Buraq es el nombre árabe islámico de la muro occidental del conjunto de Al-Aqsa, que los judíos llamaban el «Muro de las Lamentaciones» antes de cambiarlo por el «Muro Occidental» (del Monte del Templo, que, como todo el mundo sabe, aún está pendiente de demostración con hechos históricos o hallazgos arqueológicos) tras la creación de Israel en 1948. La potencia ocupante israelí, después de su abrumadora victoria en 1967, confiscó por la fuerza al Culto Islámico las llaves de Bab al-Mahriabah, convirtiéndose desde entonces en el «talón de Aquiles» de Israel o «el clavo de Yoha» (*) y reivindicar su impuesta «asociación» sobre Haram Al-Sharif, para más tarde utilizar esa autoproclamada «asociación» en las negociaciones de Camp David del 2000 para pedir la soberanía conjunta sobre el área de la mezquita.
Jordania dice que las excavaciones violan el tratado de paz con Israel. Según este tratado, el Estado judío aceptó la custodia jordana de los Santos Lugares cristianos e islámicos en Jerusalén Este. La Organización de la Conferencia Islámica declara que constituyen una violación flagrante del derecho internacional, que implica que la actuación del estado ocupante es irreconciliable con la modificación de la configuración de los sitios históricos y religiosos. Los palestinos dicen que las excavaciones israelíes violan el acuerdo de status quo que gobierna Jerusalén desde el mandato británico. El Ministro de Asuntos Exteriores de la Autoridad Palestina declaró que «Israel explota el ilimitado apoyo que recibe de EEUU y la inexplicable indiferencia de la comunidad internacional».
La OLP condenó las excavaciones como «provocaciones unilaterales que amenazan con socavar una frágil oportunidad para la paz» y confirmó que «Haram Al-Sharif está bajo la jurisdicción administrativa del Culto Islámico de Jerusalén y forma parte de la lista de la UNESCO de los Lugares Patrimonio de la Humanidad», añadiendo: «Cualquier trabajo que afecte potencialmente a Haram Al-Sharif debe coordinarse con el Waqf [Culto Islámico], según un acuerdo con Israel. Los trabajos actuales no lo han hecho, en violación del acuerdo»; las autoridades islámicas palestinas y no palestinas así lo consideran y añaden que cualquier cambio que se haga ha de limitarse a la restauración de los sitios dañados para devolverles al status quo.
Osnat Goaz, portavoz de la Autoridad para las Antigüedades de Israel, rechazó las declaraciones que estimaban que las excavaciones suponían un peligro para el lugar sagrado, pero el Rey de Jordania, Abdullah II, las definió como «una amenaza para los cimientos de la mezquita Al-Aqsa». 18 importantes arqueólogos israelíes objetaron el plan en marzo de 2006, dijeron que era «ilegal» y advirtieron que causaría graves daños en uno de los lugares arqueológicos más importantes de Israel y del mundo.
Los 22 miembros de la Liga Árabe, los 54 miembros de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) y más de 90 miembros del Movimiento de los No Alineados (MNA) y de las Iglesias por la Paz en Oriente Medio, entre muchos otros, estaban en alerta para evitar que la confrontación se convirtiera en una bola de nieve imparable, mantuvieron reuniones urgentes y decidieron trasladar la cuestión al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, esperando que su acción no fuera abortada por el poder del veto de EEUU, como había sucedido en anteriores situaciones similares. Se planeó desarrollar acciones similares en la UNESCO. Mientras tanto, y sobre el terreno, el Alto Comité para el Seguimiento de los Israelíes Árabes, la Organización para la Liberación de Palestina y las facciones palestinas contra la ocupación israelí están concentrando protestas populares pacíficas en medio de crecientes refuerzos militares israelíes para sofocar dichas protestas. El jefe para las negociaciones palestinas Saeb Ereikat advirtió: «¡Ya basta! Las recientes provocaciones amenazan con devolvernos al abismo». Jaled Misha’al, el dirigente exiliado de Hamas, advirtió también que Israel «está jugando con fuego».
Sin embargo, la arrogancia israelí de poder, desde pasadas experiencias anteriores, confía en que las furiosas protestas de árabes, islámicos y pacifistas no tengan ningún peso real y que, desde luego, ya se irán calmando, ¡tras la habitual caída de «martires» palestinos!
El Secretario General de la Liga Árabe dijo el pasado sábado que Israel está tratando de alterar las características de Jerusalén. Amr Musa resumió toda la controversia, o todo el conflicto, en términos más cercanos a la verdad, diciendo que las últimas excavaciones israelíes eran sólo un episodio más del viejo esfuerzo israelí, que no se concede pausa ni descanso, planificado desde el primer momento para llevar a cabo la limpieza étnica (véase «The Ethnic Cleansing of Palestine«, Ilan Pappe, Oneworld Publications, Oxford, England, 2006) y la destrucción de la existencia material de las comunidades palestinas mediante una limpieza también cultural que borrará a los palestinos de la memoria del mundo al tiempo que extermina a su país de la faz de la tierra.
Como quiera que se denomine -ya sea «construcción», «modernización», «renovación», «judaización» o «excavaciones arqueológicas»-, desde que Israel ocupó la Ciudad Santa en 1967, ha ido llevando a cabo de forma inexorable en Jerusalén un proceso de limpieza cultural.
El tercer lugar más sagrado para el Islam en Jerusalén constituye el alma y el corazón del patrimonio cultural, histórico, religioso y nacional palestino y árabe, y es el símbolo de sus más de 5.000 años de existencia constante sobre esa tierra, muy anterior a la entrada de los hebreos en Palestina, según el Viejo Testamento, tras el derramamiento de sangre de niños, mujeres y hombres masacrados en la completamente destruida Jericó. La destrucción de la Mezquita de Al-Aqsa, que Dios no permita, culminaría la limpieza israelí de la estructura cultural palestina después de haber destruido la infraestructura esencial para la vida.
Robert Bevan, autor de «The Destruction of Memory: Architecture at War«, debería haber visitado Jerusalén o al menos debería haber accedido a la Ciudad Santa para actualizar su libro con el último ejemplo de limpieza cultural de la historia moderna: «El primer paso para aniquilar a un pueblo es borrar su memoria. Destruir sus libros, su cultura, su historia. Y después pones a alguien para que escriba nuevos libros, para que elabore una nueva cultura, para que invente una nueva historia. En poco tiempo la nación empezará a olvidar lo que es y lo que fue», escribió en una introducción al segundo capítulo de su libro, en una referencia al Libro de la Risa y del Olvido de Milan Kundera.
Un crítico del libro de Bevan, Abe Hayeem (arquitecto y miembro de Arquitectos y Urbanistas por la Justicia) escribió el 3 de febrero de 2006: «La ‘diferenciación del otro’ llevada a cabo por Israel con los palestinos mediante la construcción del Muro de Separación, a la vez que destruye miles de hogares, de árboles, de granjas, creando lo que en realidad no son sino inmensas prisiones, recoge ecos irónicos de los ghettos en que vivieron los judíos europeos». Hayeem olvidó actualizar su crítica de cómo la ocupación israelí ha cambiado el paisaje palestino, incluyendo nombres nuevos para sus lugares históricos e incluso para sus calles.
De forma similar, Afif Safieh, enviado de la OLP a Washington DC y antiguo delegado palestino ante la Santa Sede y el Reino Unido, parece haber recogido también esa cuestión cuando, en una entrevista con el Observador Católico Nacional el 19 de enero, citó al líder sionista Nachum Goldman quien, en los años de la década de los setenta, decía al comentar la diplomacia de correveidile del antiguo Secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger: «Me parece a mí que la diplomacia en Oriente Medio no es sino el arte de retrasar tanto como sea posible lo inevitable».
Safieh interpreta lo inevitable como la creación de un Estado palestino en Cisjordania y la Franja de Gaza, ocupadas por Israel en 1967, pero los hechos que Israel está creando sobre el terreno en Jerusalén están eliminando las posibilidades de creación de tal Estado y es más realista hacer de la cita a Goldman una descripción válida del omnipresente objetivo final de las actuales políticas israelíes: una limpieza cultural que culmine la erosión de la infraestructura palestina existente en la Ciudad Santa, una limpieza que empieza borrando la memoria árabe-islámica de la ciudad y que llevará, antes que después y de forma inevitable, a la aniquilación de su memoria cristiana.
N. de T.:
(*) Cuento de Yoha: héroe del humor popular árabe, quien vendió su casa a un precio ridículamente bajo a cambio de una única condición, que le dejaran conservar un clavo que había en una de las paredes y por el que sentía gran apego. El comprador se mostró rápidamente de acuerdo. ¿Por qué preocuparse por un clavo? Después de varios días, Yoha volvió a la casa y colgó su abrigo en el clavo. Después trajo su cama y empezó a dormir allí. «El clavo me es tan querido, que no puedo dormir alejado de él». Al poco tiempo, trajo a su familia para que visitaran al clavo y celebraran una reunión a su alrededor. Finalmente, el nuevo propietario tuvo que comprar el clavo a un precio muchas veces superior a lo que pagó por toda la casa.
Nicola Nasser es un periodista árabe veterano que ha viajado por Kuwait, Jordania, EAU y Palestina. En la actualidad, vive en Ramala, en la Cisjordania de los territorios palestinos ocupados por Israel.
Texto original en inglés:
http://www.opednews.com/articles/opedne_nicola_n_070212_israeli_politics_of_.htm
Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión.