La ciudad kurda de Kobani ya ha entrado en la historia. La épica resistencia contra el Estado Islámico no es sólo una muestra del espíritu indomable de los kurdos, sino que pone de manifiesto la potencialidad de la política transformadora que el Partido de la Unión Democrática (PYD), rama siria del Partido de los Trabajadores […]
La ciudad kurda de Kobani ya ha entrado en la historia. La épica resistencia contra el Estado Islámico no es sólo una muestra del espíritu indomable de los kurdos, sino que pone de manifiesto la potencialidad de la política transformadora que el Partido de la Unión Democrática (PYD), rama siria del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), está desarrollando desde hace dos años en Rojava.
La resistencia de Kobani supone ya un cambio importante en el equilibrio de poder regional -y sobre todo dentro de las fuerzas kurdas- en favor de un proyecto democrático que se basa en el «socialismo libertario» que defienden ambas organizaciones y que se plasma y desarrolla en el gobierno de Rojava (Occidente en kurdo) o Kurdistán sirio a través de un sistema de «autonomía democrática» que supone una gran descentralización -es decir, el Kurdistán iraquí pierde toda su fuerza- mediante el establecimiento de un sistema confederado basado en la autogestión de las comunas populares como órganos básicos del ejercicio de la democracia directa. Este sistema tiene una enorme potencialidad transformadora para todo el Oriente Medio y Próximo. Con todos sus defectos y limitaciones.
Esta experiencia de autogestión popular tiene unos orígenes y unos valedores: el PKK y el PYD. Pero para hablar de ellos hay que hacer un poco de historia y recordar que hasta la década de 1970 el movimiento kurdo se basaba en una combinación de autoridades tribales, religiosas y unas élites urbanas que, salvo en la breve experiencia de Mahabad y la lucha posterior en Irak, no tenían el menor interés en establecer un programa político que fuese más allá de la ayuda externa.
Es poco sabido que los kurdos sí han tenido un estado propio, durante un año, de 1945 a 1946 en lo que se conoce la República de Mahabad, situada en el noroeste de Irán. Era una zona en la que aún estaba presente el Ejército Rojo de la URSS, que ayudó a su constitución y dejó hacer por lo que en el año escaso que duró la república se estableció una política muy progresista como el uso del idioma kurdo para la administración y educación, o la constitución de un consejo que supervisaba los asuntos sociales y estatales y que se dotó de una ley que suponía una especie de reforma agraria estableciendo una misma norma para campesinos y «notables». No obstante, la URSS comenzó a distanciarse de la República de Mahabad cuando ésta se negó a formar parte del Azerbaiyán soviético y un poco tiempo después, y tras llegar con Irán a un acuerdo sobre cuestiones petrolíferas, la URSS retiró a sus tropas de ese territorio y la experiencia de Mahabad fue rápidamente derrotada por Irán. Una de las personas que impulsaron esta república fue el padre del actual presidente del Kurdistán iraquí, Mahsoud Barzani. Los Barzani son uno de los más importantes clanes kurdos y promotores del Partido Democrático del Kurdistán, surgido ese año de 1946 y que ha ido evolucionando desde una ideología comunista hasta ser hoy un partido considerado como centro-derecha y tradicionalista formando parte, a nivel internacional, de la Alianza de los Demócratas en la que se incluyen organizaciones como la Democracia Cristiana de Chile, el Frente Amplio de Uruguay, el Partido Demócrata de EEUU o el Partido Nacionalista Vasco.
Durante tres décadas fue el partido único y hegemónico, pero en 1975 sufrió una escisión por la izquierda de la que salió la Unión Patriótica del Kurdistán (que dirige el actual presidente de Irak, Jalal Talabani) y que también ha evolucionado hacia el centro-izquierda formando parte de la Internacional Socialista junto al PSOE español, el FSLN de Nicaragua, el Congreso Nacional Africano de Sudáfrica o el MPLA de Angola.
Estos partidos gobiernan el Kurdistán iraquí desde 1991, a raíz de que se impusiese a Irak la llamada «zona de exclusión aérea» tras la I Guerra del Golfo. Desde la invasión y ocupación neocolonial de Irak en 2003 es de hecho, que no de derecho, prácticamente una entidad independiente que se asienta en el petróleo, algo de turismo y agricultura. Pero, sobre todo, petróleo. El Gobierno Regional del Kurdistán ha firmado acuerdos con compañías petroleras del Reino Unido, Canadá y Noruega y está en muy buenas relaciones con Turquía, a quien suministra también petróleo, e incluso con Israel, quien ha formado militarmente a muchos peshmerga. La política económica y social que realiza es abiertamente neoliberal y la corrupción está tan extendida que en 2009 surgió un nuevo partido, el Movimiento por el Cambio, una escisión del UPK, cuya bandera fue precisamente esa, la corrupción política y económica, aunque su propuesta en este área no difiere en absoluto de la de los otros dos partidos situándose sólo en un discurso de regeneración política y no de cambio económico.
¿A qué se deben, entonces, todas estas divisiones? Pues básicamente a la estructura tribal y de clanes. A medida que se ha ido produciendo el desarrollo capitalista, las relaciones sociales feudales han perdido gran parte de su relevancia, aunque no se han destruido por completo y han mantenido diversos grados de influencia política y cultural. Una de las razones es que la división tiene que ver con el dialecto del kurdo que hablan unos y otros y su asentamiento principal y hegemonía se da en determinadas zonas en función de ese dialecto, además del vínculo a un determinado clan. Estas influencias se articulan, también, en función del carácter rentista del Gobierno Regional puesto que cada dirigente o cada ministro suele tender a favorecer acuerdos e inversiones en las zonas donde tienen apoyos y al clan al que pertenece.
Lo relevante del caso es que como consecuencia de todo ello no hay ni una sola organización de izquierda en el Kurdistán iraquí que pueda plantear un modelo diferente al de estos partidos y clanes. No obstante, en los últimos años y como consecuencia de la invasión de Irak y el ascenso del islamismo en toda la zona han aparecido varios partidos de corte islamista que están adquiriendo una presencia cada vez mayor en la sociedad, aunque por el momento no inquietan lo más mínimo a los partidos tradicionales kurdos.
El programa del PKK: un desafío a los viejos patrones
Pero dentro del movimiento kurdo sí hay una fuerza que puede hacer sombra a las fuerzas que gobiernan el Kurdistán iraquí: el PKK. Surgido en la década de 1970 en Turquía también ha evolucionado desde el marxismo-leninismo clásico a un socialismo libertario en el que predomina la ecología y el confederalismo democrático y que se traduce, por el momento, en una teoría nueva que consiste en lograr autonomías democráticas allá donde existe el pueblo kurdo -por el momento sin tocar las fronteras actuales de los diferentes estados donde están dispersos- manteniendo el ideal de construcción de una sociedad comunitaria y socialista aunque siempre mirando a las tradiciones kurdas.
Esto supone un desafío radical a los viejos patrones de la política nacionalista kurda en los que se asientan tanto el PDK como la UPK y suplantan en el imaginario de los jóvenes a las tradiciones conservadoras. Esta es una característica que define perfectamente al PKK y que vincula la causa de la liberación nacional a un proyecto político de gran alcance y en el que se puede mirar toda la región, no sólo el Kurdistán. Es una estrategia flexible e imaginativa que combina la lucha armada con una cultura política de participación popular en todos los aspectos de la vida política, social y económica. Y aquí reside su éxito. Además, a ello hay que sumar una política exterior totalmente independiente, sin alineamiento alguno como sí hacen los kurdos iraquíes y que se escenifica en su adhesión a alianzas ideológicas internacionales y, en el caso sirio, en el rechazo del PYD a formar parte de la alianza anti-Assad, de la que sí forman parte otras organizaciones kurdas sirias, en favor de una tercera vía que sería, simplificando, ni con uno ni con otros.
Con estos planteamientos es lógico que el PKK se convierta en un imán para mucha gente. En Siria, donde la atomización de organizaciones kurdas ha sido siempre sintomática del poder de los clanes y tribus y donde se asentaba el PKK hasta que en 1998 el gobierno sirio decidió cerrar los campamentos y expulsar al líder del PKK, Abdulá Ocalan -lo que le costó ser detenido por los servicios secretos turcos con la ayuda de la CIA al trasladarse a Kenia-, en 2003 se funda el Partido de la Unión Democrática (PYD) como organización hermana del PKK.
El rápido crecimiento del PYD no se debe sólo a la influencia del PKK o al arrojo militar de sus Unidades de Protección Popular (YPG), que se hicieron rápidamente con el poder en las zonas kurdas que fueron abandonadas -hay quien dice que por un acuerdo entre Al-Assad y el PYD- por el Ejército sirio en 2012, sino al proyecto político que hay detrás, esa idea de autonomía democrática que es el eje central en el que se basa el gobierno establecido en los tres cantones kurdos de Siria desde entonces.
Estos cantones son Afrin, Kobani y Cizir (o Jazira, como también se le llama) en lo que constituye el gobierno autónomo de Rojava (Occidente, en kurdo). Como dato a tener en cuenta a la hora de evaluar las razones del ataque islamista a Kobani, a principios de septiembre el PYD anunció que iba a desarrollar una «sociedad socialista perfecta» en Rojava, dando todo el poder a las asambleas populares, y que el proceso se iba a comenzar a desarrollar en Kobani.
Esta experiencia de gobierno es molesta para todo el mundo: para el Estado Islámico, para Turquía, para la llamada oposición siria y para los kurdos iraquíes. Por eso a lo que estamos asistiendo ahora es a una confluencia de todos estos actores para desarbolar y/o derrotar esta experiencia democrática.
Eso no quiere decir que haya sido ésta la razón principal por la que el Estado Islámico ha atacado Kobani, pero sí es una poderosa razón. Sobre todo, en lo que atañe a la liberación de la mujer. Estratégicamente, esta pequeña ciudad de 50.000 habitantes sólo tiene como valor el romper los cantones (es el central) de Rojava y hacerse con el control de unos 300 kilómetros de la frontera con Turquía; es decir, sus filas tendrían el campo libre para ingresar desde territorio turco, más libre aún de lo que lo han tenido hasta ahora puesto que Turquía no oculta que su objetivo estratégico es el derrocamiento de Al-Assad. El hecho de que las mujeres estén peleando de igual a igual que los hombres es un dato relevante del nivel que han alcanzado dentro de la organización y en el gobierno de Rojava (uno de cada tres cargos es mujer) y eso es, simplemente, inaceptable para el Estado Islámico.
En el caso de Turquía, Rojava es un excelente espejo en el que la izquierda turca se está mirando. De forma especial el Partido de la Paz y la Democracia (BDP), que en las elecciones municipales celebradas este año 2014 ha obtenido unos resultados sorprendentes: ha sido mayoritariamente votado en 10 provincias con porcentajes por encima del 40% en todas ellas, alcanzando el gobierno sin necesidad de pactos en muchas ciudades y gobernaciones. Esto significa que ha logrado plantear la cuestión kurda a unos niveles desconocidos hasta ahora en Turquía. Surge así una alianza tácita entre el BDP y el PKK, que sigue controlando un amplio territorio en las montañas de Qandil, muy ventajosa para el proyecto político que se está desarrollando en Rojava.
Lo mismo ocurre con los partidos kurdos iraquíes, como se ha dicho más arriba. En estas circunstancias, la resistencia de Kobani ha planteado un serio desafío tanto al PDK como a la UPK porque les pone ante el espejo y una victoria del PYD y sus milicias se va a traducir en una victoria política para las fuerzas progresistas y revolucionarias.
Los viejos clanes iraquíes se han dado cuanta de inmediato del peligro y han acudido en ayuda de Kobani tarde, un mes después del asalto por el Estado Islámico y cuando se ha constatado que la resistencia del PYD evitaba que los islamistas tomasen la ciudad, pero imponiendo condiciones. En la localidad de Duhok, el 15 de octubre se acordó tanto el envío de armas y medicinas a los resistentes de Kobani (con la colaboración de EEUU) como el traslado de un número limitado (entre 200 y 500) de peshmergas iraquíes para ayudar a los resistentes. Como es lógico, esto último sólo será posible con la colaboración de Turquía, que ponía como condición que el PYD se sumase a la coalición anti-Assad. Y hay documentos contradictorios sobre si se ha hecho o no. En uno se dice que se ha establecido una alianza con el llamado Ejército Sirio Libre y en otro se desmiente.
Sin embargo, no es esto lo más preocupante sino el acuerdo al que se llegó sobre el reparto del poder en Rojava. Hasta la agresión del Estado Islámico, los tres cantones estaban gobernados por el Consejo Supremo Kurdo, del que forman parte tanto el PYD como el Consejo Nacional Kurdo (CNK). Si el PYD es una rama del PKK, el CNK lo es del PDK y del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí. No obstante, la correlación de fuerzas es abrumadoramente favorable al PYD, que hegemonizaba ese gobierno como queda reflejado en el anuncio de septiembre de desarrollar la sociedad socialista perfecta. Porque para el CNK cuestiones como democracia radical, igualdad de género, justicia social e incluso protección del medio ambiente suenan a comunismo. No son pocas las veces que desde el Kurdistán iraquí se han rechazado las pretensiones políticas del PKK y del PYD como «irrealizables» alegando que a lo que tiene que aspirar el Kurdistán es a «ser otro Dubai».
Se da la curiosa, o no tan curiosa, circunstancia de que el Gobierno Regional del Kurdistán iraquí no había reconocido nunca la experiencia de Rojava. Hasta ahora. El Parlamento regional lo hizo el 22 de octubre aunque también con condiciones: que se establezca un consejo de gobierno de 30 miembros en el que cada organización cuente con 12 representantes y el resto para «notables». Es decir, los kurdos iraquíes quieren poder y parar de esta forma el experimento democrático de Rojava. Esta paridad tendría que darse también en las milicias. Un dato a tener en cuenta es que los guerrilleros del PKK están en las montañas de Qandil, una zona fronteriza con Irak, y no se les permite acudir en auxilio de sus hermanos de Kobani, pero sí a los kurdos iraquíes.
Todos estos movimientos se han producido como consecuencia de la impresionante capacidad de lucha y resistencia del PYD (y del PKK) en Kobani y es evidente que la situación ya no va a volver a ser la misma. Pero está por ver si el PYD ha optado por estos movimientos tácticos debido a la situación en Kobani o son algo más estratégico. En este caso es la propia experiencia de gobierno de Rojava la que está en cuestión puesto que podría darse la circunstancia de que una victoria militar se convertiría en la derrota política de una experiencia en la que podía mirarse y reconocerse todo el Oriente, próximo y lejano.
Rojava supone el triunfo de los actores no estatales, la ruptura con el concepto del estado-nación y se contrapone de forma radical con las famosas «primaveras árabes» que, aun fracasadas, no miran más allá de los parámetros clásicos y occidentales. Rojava, con su modestia embrionaria, es un desafío al sistema capitalista. A EEUU, a la Unión Europea, a Turquía y al Gobierno Regional del Kurdistán iraquí. En un mundo caótico como en el que vivimos, ninguno de estos actores puede aceptar que sean las asambleas populares quienes tomen las decisiones sobre sus vidas.
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es «Las brujas de la noche. El 46 Regimiento «Taman» de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial», editado por La Caída con la colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a [email protected] o bien a [email protected]. También se le puede encontrar en librerías. [email protected]
Fuente original: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1916