Traducción: Ramón Pérez Rueda.
Ser palestino significa conocer la prisión de primera mano. Como cualquier persona que haya pasado por una prisión sabe, a los prisioneros se les permite compartir el espacio de los pabellones y hasta luchar por su estatus y prestigio, siempre y cuando el guardián tenga el control de la cerradura, las llaves, la puerta y los muros. Al guardián, lo que le realmente le importa es poder entrar en la celda en cualquier momento y mantener a los presos a raya. Nada hay más triste que ver como los internos están tan absortos en su lucha por estatus que olvidan su situación real: están privados de libertad y por ende de poder.
Este ha sido el caso en los territorios ocupados de Palestina durante los últimos 7 meses, donde Fatah y Hamás han estado demasiado ocupados dándose codazos como para pensar en otra cosa. Mientras tanto, las fuerzas de ocupación han intensificado su escalada de ataques brutales, expandido sus actividades en la construcción de asentamientos, continuado la construcción del racista muro de separación y alterando las fronteras y demografía de Jerusalén. Los israelíes están destruyendo cualquier oportunidad para un estado independiente palestino y nosotros estamos demasiado ocupados para hablar con una sola voz.
Las fuerzas de ocupación nos han situado en prisiones de varios tamaños. Algunas son tan pequeñas como una celda, es el caso de Al-Noaman o Qalqilya, otras son como pabellones, Belén o Nablus, y otras son más grandes, como la Franja de Gaza. En estas prisiones continuamos peleándonos e insultándonos, maniobrando para sacar ventaja de un poder imaginario, un poder controlado en su totalidad por nuestros ocupantes.
La ocupación se aproxima a su 40 aniversario y ha perfeccionado su racista sistema de opresión. Mientras tanto, nosotros estamos más divididos que nunca, más incapaces de frustrar sus planes que nunca: las autoridades ocupantes retienen los sueldos de los empleados públicos y nadie levanta su voz para protestar. Por el contrario, nos culpamos unos a los otros de las consecuencias. Es conocido que la suma total de dinero retenido por la fuerzas de ocupación, injustificadamente y contraviniendo acuerdos previos, asciende a 550 millones de dólares, más que suficiente para cubrir el pago de todos los salarios impagados.
Los donantes del este y del oeste están presionando para incrementar nuestros servicios de seguridad. Ahora ya podemos entrar en el Libro Guinness de los Records como el único gobierno en el mundo donde el personal dedicado a seguridad (más de 81.000) supera al resto de los empleados públicos. Y aun así no gozamos ni de seguridad ni de paz. Y lo que es peor, nuestros servicios de seguridad están siendo usados como milicias, un problema que nos degrada según cualquier standard.
Solíamos criticar el presupuesto palestino porque destina el 25% de sus gastos a seguridad, un 0,8% a agricultura y un 9% a sanidad. Ahora las cosas empeoran, el próximo presupuesto, aplicable si alguna vez termina el bloqueo, destinará el 33,5% a seguridad, el 0,7% a agricultura y el 7% a sanidad.
El último Consejo Legislativo fue marginado y nuestra respuesta al secuestro de 40 miembros del nuevo Consejo Legislativo fue llevar las actividades de éste a un punto muerto. Nuestra paralizante lucha entre facciones nos impide encontrar una solución a las antidemocráticas acciones de la potencia ocupante.
Durante la primera Intifada, solíamos plantar cara a la ocupación. Solíamos organizar ayuda médica, desafiando a Israel, para tratar a los heridos y cuidar a los enfermos. Cuando Israel cerraba nuestras escuelas y universidades, organizábamos comités para la educación a pie de calle. Cuando las autoridades ocupantes nos arrestaban, establecimos clínicas y clases en las prisiones. Ahora cerramos nuestras escuelas con nuestras propias manos y algunos de nosotros no sentimos compasión ante una mujer pobre pidiendo ayuda para poder dar a luz.
A pesar del cerco y las prisiones, durante la primera Intifada y en un momento en el que no teníamos un gobierno, nadie pasaba hambre gracias a los planes sociales y la caridad organizada. Ahora, son miles los que no pueden alimentar a sus hijos, mientras, otros están engordando con sueldos increíblemente altos para los niveles locales trabajando para agencias internacionales.
Israel ha aprendido de sus errores durante la primera Intifada. Ha conseguido distraernos gracias a los Acuerdos de Oslo y sus anexos. Ha procedido a cambiar las reglas del juego para demonizar nuestra justa lucha y denigrar nuestros valores humanos. Ahora tenemos que demostrar nuestra buena conducta al mundo cada día que pasa. Y en vez de permanecer unidos para hacer frente a esta grave injusticia, algunos de nosotros nos complacemos probando los errores de nuestros compatriotas.
Toda la estrategia de Israel se basa en distorsionar la esencia de nuestra lucha y en torcer las normas y leyes internacionales. Israel pretende convertir los territorios ocupados en territorios disputados. Quiere presentar la legítima lucha contra la injusticia como actos de terror, no quiere que la culpa recaiga en la ocupación sino en las víctimas de la ocupación. Y a pesar de esto, sus ideas están calando en nuestra cultura política. Algunos de nosotros nos avergonzamos al reafirmar nuestro derecho a defender nuestra dignidad y resistencia. Alguno de nosotros quiere que capitulemos en vez de entender la realidad y cambiarla.
En un momento en que necesitamos una estrategia y unidad de acción, cuando necesitamos capitalizar el fracaso de Israel en el Líbano, cuando sólo es necesaria una visita de un periodista a los muros de la ocupación para ver la falta de humanidad de Israel, los medios de comunicación del mundo centran sus focos en nuestras luchas intestinas.
Ya lo he dicho anteriormente, y lo vuelvo a decir, no hay salida hacia delante sino es a través de un mandato de unidad nacional. Tenemos que acordar, aunque sea temporalmente, una visión unificada y necesitamos tener un gobierno de unidad nacional que esté integrado por las facciones, los tecnócratas y los independientes. Lo más importante es que sea un gobierno unido.
Necesitamos un mecanismo unificado para manejar el conflicto, defender nuestros derechos, romper el cerco y proteger a nuestra gente y nuestro nombre del severo juicio de la Historia. Tenemos que recordar que el conflicto no debe ser entre nuestras facciones sino entre nuestra gente y las fuerzas que nos imponen la ocupación, la injusticia y la represión.
Tenemos que recordar que cualquiera que sea el tamaño de la prisión en la que vivimos en nuestras aldeas y ciudades, siguen siendo una prisión. Que del único modo que podemos derribar los muros de esas prisiones es trabajar juntos. Aquellos que nos asedian deben saber que no pueden dividirnos. Debemos unificar nuestra visión aunque discrepemos en nuestros puntos de vista. Debemos sacarnos la mota del ojo que nos impide ver los controles que restringen nuestros movimientos, los arrestos diarios, las repetidas incursiones y la sonrisa regodeante de nuestros torturadores y opresores.
* Mustafa Barghouti es secretario general de Iniciativa Nacional Palestina. Este artículo ha sido publicado en el semanario egipcio Al-Ahram Weekly