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La racionalidad sistémica del presidente José Luis Rodríguez Zapatero

Fuentes: Rebelión

Dos notas sobre nudos epistemológicos de la intervención de 14 de julio de 2010 del presidente de gobierno con riesgo de repetir alguna arista excelentemente señalada por Julio Anguita en «Una lógica sin oponente» (un artículo que ha publicado Rebelión con fecha 15 de julio [1]), consciente igualmente del riesgo de caer en las turbulentas […]

Dos notas sobre nudos epistemológicos de la intervención de 14 de julio de 2010 del presidente de gobierno con riesgo de repetir alguna arista excelentemente señalada por Julio Anguita en «Una lógica sin oponente» (un artículo que ha publicado Rebelión con fecha 15 de julio [1]), consciente igualmente del riesgo de caer en las turbulentas aguas de la falacia de la generalización apresurada dado que sólo fui capaz de seguir el debate sobre «el estado de la nación» (¡qué absurda e interesada designación!) en el momento de la intervención de los tres portavoces del grupo parlamentario de izquierdas -Ridao, ERC; Herrera, ICV-EUiA; Llamazares, IU- y de las réplicas y contrarréplicas posteriores. De las 21 a las 22 horas, más o menos. No vi más, no escuché más, no he leído aún sobre lo sucedido.

JLRZ usó en su réplica, en repetidas ocasiones, términos como racional, razonable y nociones afines. ¿Qué concepto de racionalidad subyacía a sus consideraciones? Sin descubrir ningún nuevo Mediterráneo, más o menos el siguiente: nuestro país tiene que endeudarse; nuestro país tiene que financiar su deuda; España para ello tiene que acudir a los mercados [2]; estos imponen condiciones; el mundo y la realidad son como son, luego, por tanto, lo razonable, el único camino transitable de forma efectiva sin sueños pueriles, es adecuarse a las posiciones marcadas, practicar, rectificando las veces que sea necesario, una política económica consistente con sus demandas y exigencias. Por consiguiente, es razonable, y es racional a un tiempo, toda política económica que juegue en ese marco, no en Júpiter, y adecue sus políticas a las líneas trazadas, las que estas fueran; no es razonable, y quien defiende esa línea practica el irracionalismo económico y político, la ensoñación sin base, quien no acepta o no entiende el marco y propone una política económica que será inmediatamente sancionada por los mercados.

¿Alguna posibilidad de romper o alterar el marco, alguna consideración sobre la irracionalidad sistémica de esa «lógica», de esa cosmovisión, sobre los intereses insaciables que mueven ese motor de dominio? Ninguna. Bajo el punto de vista mantenido, es absurdo una reflexión así. Pura quimera de izquierdistas inoperantes. ¿Cuál es entonces la finalidad? Crecer, crecer, generar empleo, que la economía marche, y volver por ejemplo a la situación de 2007 por ejemplo. Ese es el modelo que se dibuja en el horizonte.

Definitivamente, la conocida consideración de Weber cada día adquiere mayor veracidad: pretenden o dicen pretender transformar las instituciones; no es el caso, son éstas las que, inmutables, sin apenas cambios sustantivos, acaban transformándoles. De transformador a transformado, el kernel del guión del eterno retorno.

Por las mismas coordenadas gnoseológicas se movieron las consideraciones de JLRZ en torno a la contrarreforma laboral. Seamos prudentes, no discutamos en abstracto, vayamos más allá de la teoría, y esperemos las consecuencias de su implantación, junto con la coletilla de siempre: que la teoría no nos ciegue, seamos razonables y pragmáticos, que la vida y la experiencia nos enseñen.

Es decir, esta vez sí, no valen los experimentos mentales, no construidos en el vacío, pero sí valen los experimentos sociales a pesar de que la misma experiencia de décadas, además de la crítica teórica, ya nos han mostrado los efectos perversos, por llamarlos de algún modo, que para varias generaciones de trabajadores españoles han tenido las anteriores contrarreformas laborales. Hay que abonar, con aires de prudencia, moderación y racionalidad, el mismo sendero de aniquilación de las conquistas obreras. En el principio fue el Verbo y los mercados también han hablado en este ámbito: el «mercado del trabajo» (¡qué indignidad semántica!) tiene que flexibilizarse más. ¿Hasta dónde? Hasta que el trabajador desnudo, sin derechos, sin organización de clase, con su sola fuerza de trabajo, más o menos cualificada, acuda a obtener un salario en un mercado dominado de arriba a abajo y de izquierda a derecha por el poder despótico e insaciable de los poderosos y destructores de la tierra a los que se adorna, una vez más, con prendas de racionalidad, pragmatismo y eficacia.

Corolario: si lo anterior tiene algún nudo de veracidad, se impone la creación, nada fácil desde luego, el cuidado paciente de una cultura que en todos sus vértices se nutra de valores muy distintos y se alimente de otra racionalidad. Una lógica alternativa, ha apuntado Julio Anguita. En paralelo a ello, hay que crear organizaciones de defensa y abonar formas de vivir y trabajar alternativas.

Hay que intentar vivir contra y de espaldas a los mercados. Construir el socialismo pasa hoy también por este sendero.

Notas:

[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=109708

[2] Conocidos o no tan conocidos grupos de intereses presentados siempre de forma oscura, extraña, como si se tratara de un Dios o de dioses inefables, omniscientes y omnipotentes y sin rostro.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.