Miguel Ángel Collado Aguilar es historiador y doctorando de la Universidad de Sevilla. Su estudio ‘La guerra civil española en Nerva’ es el primer acercamiento académico a la historia de la guerra civil en la comarca de la Cuenca Minera de Río Tinto. Hace ahora 80 años, por estas fechas, cientos de guerrilleros leales al […]
Miguel Ángel Collado Aguilar es historiador y doctorando de la Universidad de Sevilla. Su estudio ‘La guerra civil española en Nerva’ es el primer acercamiento académico a la historia de la guerra civil en la comarca de la Cuenca Minera de Río Tinto.
Hace ahora 80 años, por estas fechas, cientos de guerrilleros leales al gobierno democrático de la república española luchaban escondidos en la Sierra de Huelva contra la represión del implacable fascismo de las tropas de Franco.
Entrevistamos a Miguel Ángel Collado Aguilar, es historiador y doctorando de la Universidad de Sevilla. Su estudio ‘La guerra civil española en Nerva’ (Ed. Muñoz Moya) es el primer acercamiento académico a la historia de la guerra civil en la comarca de la Cuenca Minera de Río Tinto.
¿Hay alguna característica que diferencie el periodo de la Guerra Civil en la Cuenca Minera en relación al resto del estado?
La Cuenca Minera ha sido un núcleo importante del movimiento obrero y por eso la intensidad de la represión fue mayor que en otras zonas. La concienciación de clase de los trabajadores era muy alta, las minas de cobre eran muy importantes para la economía y era una prioridad para los golpistas conseguir divisas. Río Tinto era la empresa mas importante del sector en las zonas que habían conquistado hasta entonces. De hecho, las minas de Río Tinto comenzaron a funcionar de nuevo el día después de que la Cuenca fuese tomada. En esta zona, al igual que en muchas otras, se llevó a cabo un verdadero genocidio. La diferencia es que aquí había hasta una colonia británica y, a pesar de serlo, no tuvieron reparos en realizar una matanza incluso mayor, si se tiene en cuenta la proporción de ajusticiados en relación al número de habitantes.
Dices que había una colonia británica, ¿es éste el término adecuado?
Aquí había un gobierno controlado por los británicos. Los propietarios del suelo y subsuelo, así como de las casas de los mineros y de la distribución de los bienes primarios, eran los británicos. Aunque en lo formal los ayuntamientos estaban en otras manos, en lo informal, las redes de poder efectivas las controlaban ellos. El término ‘colonia’, como cualquier otro, no es estricto en ningún sentido. Era un emporio comercial e industrial que utiliza los medios del Estado en el que está asentado para mantenerse en el poder. Por ejemplo, la red de espionaje de los trabajadores que los ingleses tenían no es desdeñable, además de la imposición de modos culturales, así como del falso paternalismo: aquí había más escuelas que en el resto del Estado y ello no era gratuito. Los británicos hicieron el convento para que estudiasen los trabajadores y tener así mano de obra formada porque, desde principios del siglo XX, los menores de 14 años no podían trabajar en la industria. La escuela servía para reproducir las ideas que ellos querían propagar, como la sumisión a la compañía. De hecho, los maestros estaban directamente pagados por la empresa.
Uno de los episodios más tristes pero también más inspiradores relatas en tu libro es la formación de la Columna Minera.
No fue un arrebato espontáneo de los trabajadores. Desde el gobierno civil de la provincia se encargó a los mineros formar una columna minera. Tampoco es un caso aislado, en Granada hubo otra columna minera en las Minas de Alquife. Pero aquí la diferencia fue que los mineros fueron a buscar directamente a Queipo de Llano en Sevilla. La misma tarde del golpe de estado hubo una reunión en Huelva del gobierno civil en la que participaron los militares que se mantuvieron del lado de la república, que en Huelva fueron casi todos, y las autoridades civiles decidieron que fueran tres columnas a sofocar la rebelión en Sevilla. Una saldría de Huelva inmediatamente y estaría formada por Guardia Civil y de asalto, otra con los trabajadores de Río Tinto, que estarían armados con 250 kilos de dinamita que, por orden del gobernador, fueron requisados a la empresa.
Pero no consiguieron llegar a su destino…
En efecto, en San Juan del Puerto la columna que iba en segundo lugar recibió la orden de acuartelarse allí. Los mineros siguieron su camino sin saberlo. Por la mañana del 19 de julio las tropas golpistas hicieron una emboscada y mataron a 71 personas. Al resto, los detuvieron y fusilaron el 30 de agosto en distintos sitios de Sevilla. Estos asesinatos debían dar ejemplo para que a la población no se le ocurriese presentar resistencia de nuevo. Fue una resistencia ante soldados muy formados militarmente que venían de África, frente a gente sin formación militar.
Una vez que la capital andaluza se dio por perdida, los mineros volvieron a protagonizar otro episodio, en esta ocasión tratando de frenar el avance de las tropas franquistas, el llamado ‘tren militar’.
Después de aquella derrota, las autoridades civiles volvieron a intentar, no tomar Sevilla, sino impedir el avance a la espera que de que vinieran tropas de Madrid. Hubo varios telegramas entre el gobierno central de Madrid y de Huelva en los que se aseguraba que iban a mandar un avión y pedían que se aguantase. A mitad de camino los mineros, como no tenían armas para combatir, se negaron a seguir adelante. Hubo varios intentos hasta que el 29 julio cayó Huelva en manos de los franquistas y con ella media provincia, la mitad sur. Para el 26 de agosto ya controlaban el norte también.
¿Represión y consecuencias de la guerra?
Como en el resto del Estado, hubo fusilamientos y maquis que se lanzaron al campo. Hubo también un batallón, el Río Tinto, que se formó después de que la zona hubiera sido formada. La búsqueda de los maquis. La represión a los guerrilleros en Huelva sirvió de ensayo general para la persecución que se llevó a cabo posteriormente en el norte de España, en la sierra de Málaga y en todas las zonas donde hubo guerrilleros. La represión estaba minuciosamente planificada. Desde el comienzo de la república, la extrema derecha española se estaba preparando para dar un golpe de estado. El plan era el mismo en todos los pueblos: llegar y reprimir. Pero en Huelva muchas personas decidieron huir al campo, y ello les sirvió de entrenamiento a los franquistas, así como de acción ejemplarizante y terrorista.