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La represión de los crímenes se ha convertido en el único refugio de Israel

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.

El ascenso de la extrema derecha requiere un descenso a un mundo mítico en el cual no hay cronología. Ya nadie pregunta por la lógica de una acción determinada. Ya nadie pone en duda los motivos que hay detrás de las operaciones militares.

Algo parecido a una comisión legitimó esta semana la masacre de inocentes ocurrida en Gaza en julio de 2002 en el edificio de apartamentos donde vivía el terrorista Salah Shehadeh. Hubo un debate ético, pero en última instancia el lenguaje de la comisión refiriéndose a la bomba de una tonelada -que mató a los vecinos de Shehadeh, incluidos niños y sus madres- refleja la posición oficial, que se alinea con la política oficial: «El ataque preventivo en el vecindario de Shehadeh fue necesario debido a la escalada de las actividades de las organizaciones terroristas desde el año 2000, que llevó a una situación de auténtica guerra, definida como «conflicto armado».

Durante mucho tiempo, la seguridad nacional estuvo dominada por la cultura de la venganza. Yaakov Amidror, el principal candidato para el puesto de Consejero de Seguridad Nacional, es un solista en la orquesta de instrumentos de viento. Su comentario de que los soldados que no atacan cuando se les ordena hacerlo deben recibir una bala en la cabeza, es parte de la mentalidad que mantiene que la fuerza de disuasión se erosiona cuando no se venga un ataque terrorista. Nuestras vidas están gobernadas por personas que no tienen piedad de nosotros.

¿Qué habría sucedido, por ejemplo, si no se hubiera asesinado a Yihya Ayash en Beit Lahia, en enero de 1996, después de que cesó su acividad y hubo una pausa en la cadena de venganza y asesinato, una cadena que comenzó con la masacre de Baruch Goldstein de fieles musulmanes en la Tumba de los Patriarcas en Hebrón?

Ni los que llevaron a cabo el asesinato ni los que lo autorizaron aparecen como responsables de venganzas masivas por el asesinato de Ayash. El argumento habitual es que los palestinos nos habrían matado de todos modos.

Seis años después, en enero de 2002, se asesinó a Raad Karmi en Tulkarem. También en este caso el asesinato se produjo después de una pausa en la ola de ataques terroristas que comenzó poco después del inicio de la segunda Intifada. Como después del asesinato de Ayash, entonces también fuimos sacudidos por una serie de actos de venganza que cambió nuestras vidas por completo. Los que justificaban el asesinato de Karmi tenían la última palabra: «los próximos ataque terroristas ya estaban en marcha». Habría ocurrido de todos modos.

Estos dos asesinatos fueron citados en el pasado como ejemplo de la indiferencia sobre los asesinatos del futuro. Esta semana nos informaron de que el hombre a quien se le adjudican ambos asesinatos es el principal candidato para convertirse en el próximo jefe del servicio de seguridad, el Shin Bet.

Cuando a Carmi Gillon, exdirector del Shin Bet, le preguntaron si pidió permiso al primer ministro en el año 1955 para asesinar a Ayash, Yitzhak Rabin no preguntó por qué Israel debería hacerlo. Como ministro en el gobierno de Rabin, Shimon Peres, ciertamente no lo hizo mejor, ya que para él la moderación y la duda no son más que cuestiones a discutir después del hecho. Nos quedamos solos con el Shin Bet, con un débil y extremista primer ministro, Benjamín Netanyahu, y esto no es casual.

El ascenso de la extrema derecha requiere un descenso a un mundo mítico en el que no hay ninguna cronología. Nadie pregunta durante demasiado tiempo por la lógica de una acción determinada. Nadie pone en duda por más tiempo los motivos que hay detrás de las operaciones militares (¿Tal vez el Shin Bet estaba buscando el prestigio que había perdido antes de los asesinatos?).

La visión del general de división (en la reserva) Yaakov Amidror no termina en su comentario de una bala a una cabeza. La indiferencia por la vida no se detiene en la visión de la muerte de los palestinos.

Hay quietud a nuestro alrededor, tal vez debido, en parte, a la política de asesinatos desenfrenada. Pero sin duda la calma no durará, y cuando se rompa volveremos a recibir una lección de la reciprocidad de la venganza. Los medios de comunicación atribuirán el precio en sangre a la «progresividad» -uno no se hace preguntas en tiempo de guerra- y la escalada se convertirá en la razón, en la cobertura de lo que está sucediendo. La razón real radica en el creciente afianzamiento de la colonización, el terror, la venganza y la guerra, y también puede deberse a la política un líder que es más extremista que su predecesor, que intensifica la colonización, que reacciona al terrorismo y así sucesivamente.

Así es como Netanyahu floreció después de la Segunda Guerra del Líbano. Así es como las manos sangrientas que regresaron de la Operación Plomo Fundido formaron a este Ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, que «dice lo que estamos pensando». Nosotros, después de todo, damos forma a lo que el ejército hace, y el ejército hace lo que autoriza nuestra dirigencia. Así es como el ciclo de violencia continuará hasta que el próximo líder proponga una paz de los amos que refuerza la colonización y así sucesivamente.

En estos días, nuestros corazones están con los libios mientras vemos los cadáveres que se describen en la radio y vemos las imágenes que se difunden por televisión. Pero, ¿cuántos israelíes recuerdan a los niños muertos y a sus madres mirando el edificio de apartamentos en Gaza? ¿Cuántos de los sobrevivientes de ese edificio estarán listos para llevar a cabo sus propios actos de venganza?

El mecanismo de defensa de la represión es el refugio donde Israel justifica los crímenes cometidos en su nombre. Todo se diluye en el mito de la defensa propia. Ellos son los agresores. Nos van a matar de todas formas. Una bala en la cabeza para cualquier persona que vacila.

Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/the-repression-of-crimes-has-become-israel-s-only-refuge-1.347064