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La República Judía de Israel

Fuentes: Haaretz

Traducción del hebreo: El Negro Gómez

Acuérdense de este día. Es el día en que Israel cambió su cara. Y como consecuencia ahora podrá también cambiar su nombre: la República Judía de Israel. Tal como la República Islámica de Irán.

Es cierto que la propuesta de Ley de Juramento de Fidelidad que el Primer Ministro pretende pasar se refiere en apariencia solamente a solicitudes de ciudadanía de no-judíos; pero la misma afecta el destino de todos nosotros.

Desde ahora seremos un nuevo país -etnocrático, teocrático, nacionalista y racista- con sello oficial incluido.

Aquel que piense que esto no le afecta se equivoca. La mayoría silenciosa acepta este paso con indiferencia preocupante, como si dijera no me importa en qué país vivo.

También aquellos que piensan que el mundo va a seguir viendo a Israel como una democracia luego de esta ley no saben de qué se trata. Es otro paso más que va a afectar duramente la imagen de Israel ante el mundo.

Biniamín Netaniahu demostrará hoy que él es en realidad Avigdor Líberman. También Iaakóv Neemán demostrará que él es un fiel miembro de (el partido ultranacionalista) Israel Beiteinu. El Partido Laborista demostrará que no es nada más que un trapo de piso.

Y todo Israel demostrará hoy que no le importa nada de nada. Hoy es Ley de Juramento de Fidelidad para los que solicitan ciudadanía, mañana será Ley de Juramento de Fidelidad para los ya ciudadanos. El dique de contención se rompió hoy y amenaza con ahogar los restos de democracia que quedan hasta que nos quedemos tal vez con un país judío que nadie sabrá qué es, pero que seguramente no será democrático.

Esos que piden hoy ese juramento de lealtad son los mismos que en realidad traicionan su lealtad al país.

El parlamento israelí discutirá en las próximas sesiones cerca de 20 propuestas de otras leyes antidemocráticas. La Asociación de Derechos Civiles en Israel publicó este fin de semana la lista negra: «Ley de Lealtad» para los miembros del Parlamento, «Ley de Lealtad» para productores de cine, «Ley de Lealtad» para las ONG, ilegalización de la Nakba (Nota del traductor: conmemoración del día del desastre para los palestinos, coincidente con la conmemoración del día de la Independencia para los israelíes judíos), prohibición de llamados al boicot, propuesta de revocación de ciudadanía. Peligrosa danza macartista de legisladores ignorantes que ni siquiera comenzaron a comprender qué es democracia. Incluso si una parte de estas legislaciones son aprobadas, cambiará nuestro destino y nuestra esencia como país.

No es difícil comprender al «dúo dinámico» Netaniahu-Líberman: como se trata de nacionalistas perjurados, nadie espera de ellos que entienda que la democracia no es solamente el poder de la mayoría, sino en primer lugar los derechos de la minoría.

Mucho más difícil es entender la pasividad de las masas: la plaza debería hoy estar llena de masas de ciudadanos que no quieren vivir en un país donde las minorías son oprimidas por leyes draconianas, como ésa que les exige un juramento falso a un Estado Judío. Pero asombrosamente esto no parece afectar a casi nadie.

Decenas de años nos ocupamos en vano de la cuestión ¿quién es judío?

Ahora no escapará la cuestión ¿qué es judía? ¿Qué es Estado de la Nación Judía?

¿Acaso tal Estado pertenece más a los judíos de la diáspora que a los árabes que son sus ciudadanos?

¿Acaso esos judíos de la diáspora decidirán nuestro destino, y a ello le llamaremos democracia?

¿Será que los miembros de Naturei Karta (Nota del traductor: judíos ultra-religiosos anti-sionistas, opuestos a la existencia del Estado de Israel) que se oponen a su existencia, y con ellos los cientos de miles de judíos que ni siquiera pusieron un pie en Israel, harán de este país lo que ellos quieran?

¿Fiestas de guardar obligatorias judías? ¿Leyes civiles de acuerdo a la ley religiosa judía de kashrut? ¿Refuerzo a la fuerte mordaza del régimen religioso, como si no fuera hoy ya suficiente para desvirtuar la democracia?

El juramento de masas al «Estado Judío» puede grabar su destino: el de convertirla en un Estado de la halajá (Nota del traductor: ley religiosa judía) como Arabia Saudí.

Es cierto que por ahora se trata de una consigna vacía y ridícula. No existen tres judíos que puedan acordar cómo se vería un Estado Judío. Sólo que la historia nos enseñó que los caminos al infierno también están señalados con consignas huecas.

Mientras tanto, la propuesta de la nueva ley sólo servirá para enajenar aún más a los árabes israelíes, y al final servirá para enajenar a sectores nuestros mucho más amplios.

Y así es que debajo de la alfombra todavía arde el fuego; el fuego de la falta de credibilidad básica en la justicia de nuestro camino.

Solamente una falta de seguridad de este tipo puede generar propuestas de ley tan grotescas como la que se aprobará -¡seguramente se aprobará!- hoy.

Canadá no necesita que nadie jure lealtad al «Estado Canadiense», ni tampoco lo necesitan otros países. Sólo Israel.

Es una «prueba de duda» para provocar más a la minoría árabe y empujarla aún más al rincón de la deslealtad, para que podamos un día desahogar nuestro instinto y librarnos de ellos finalmente. O es esta «prueba de duda» solo otro obstáculo para torpedear toda posibilidad de conseguir un arreglo con los palestinos.

Sea como sea, en Basilea se fundó el Estado de los Judíos (Nota del traductor: 1er Congreso Sionista de Basilea, 1897) .

Hoy se ha fundado la República Judía Oscurantista de Israel.

rCR