Traducido del árabe para Rebelión por Alma Allende
Si partimos de que Hizbulá representa a la resistencia, llegaremos al punto ciego que gobierna las relaciones entre la resistencia y la intifada siria. No tenemos la menor duda de que Hizbulá juega un papel importante en la resistencia frente a la ocupación sionista de territorio libanés y en el apoyo a otras fuerzas resistentes, como Hamás, pero este prestigio justamente alcanzado no garantiza que su posición respecto de la intifada siria sea justa. El «interés» por un lado y su «posición taifi» por el otro, así como el papel de Irán, son los factores que han determinado esta posición.
Tal vez hay ahí cuestiones dignas de consideración, pero es necesario que esos intereses no sean estrechos o que vayan más allá de su posición resistente para dar cabida a otros intereses. Porque lo que resulta extraño en la posición de Hassan Nasrallá es que considere la intifada libia una revolución (ella también), no obstante la intervención evidente de la OTAN y su participación en la «liberación de Libia», mientras rechaza la intifada siria bajo el presupuesto de que se trata de «un plan imperialista» y de que la intervención militar extranjera puede producirse en cualquier momento. ¿Cómo puede resultar convincente semejante lógica?
En Libia intervino el imperialismo para administrar su petróleo, y se diría que fue la cuestión del imán Musa Sadr* el criterio que determinó el apoyo de Hizbulá a la «liberación» de Libia del coronel Gadafi y lo que llevó a ignorar en este caso la cuestión de la intervención de la OTAN. En Siria la situación es diferente porque el gobierno es aliado y proporciona además armamento y apoyo político, pero esta contradicción sacude el prestigio de la resistencia. Porque, se diga lo que se diga en torno a la «conspiración», la «baja» participación en las manifestaciones y «el apoyo de la mayoría» a la «reforma», lo que parece claro es que las potencias imperialistas no quieren intervenir en Siria, demasiado débiles ahora para semejante operación (¿no fue el propio Nasrallá el que nos dijo que EEUU se está derrumbando?). Por lo tanto, ¿por qué seguir utilizando el temor a la intervención si el peligro no existe o no está nada claro por el momento?
Asimismo, los nueve meses ya pasados han puesto de manifiesto que la intifada no es un asunto de «pocos» y que el régimen no puede «aplastarla»; que se trata, en fin, de una intifada del pueblo. Resulta casi risible seguir hablando de cifras cuando ninguna revolución ha implicado jamás a todo un pueblo sino a un porcentaje que fluctúa entre un cuarto y un tercio (en Egipto el número llegó a su expresión máxima, después de romper la fuerza de la policía, en torno a un 25%). ¿Cómo llega a producirse una manifestación en la que se afrontan balas, tanques y sicarios (shabiha), es decir, la muerte inmediata? Esa es la situación que convierte al pueblo sirio en algo más que heroico y que lo pone por encima de cualquier acusación. A pesar de todo, miles siguen manifestándose todos los días en la mayor parte de las regiones, a sabiendas de que el martirio es posible y que lo es en alto grado.
Considero que la deplorable situación económica que atenaza Siria, así como la total corrupción, son hechos conocidos para la Resistencia, como es igualmente conocido el principio de que todo pueblo al que se empobrece y se margina acaba levantándose. Entonces, ¿por qué la revolución del pueblo en Siria no es como la revolución del pueblo en Egipto o en Túnez o en Libia? ¿Por qué no incluyen en sus cálculos al 80% de los sirios empobrecidos que viven en la opresión desde hace décadas?
Es sabido que el porcentaje de desempleo en Siria es superior al 30% y que los propios informes del gobierno indican que dos años antes de la intifada el salario mínimo, que debía alcanzar las 31000 liras (el equivalente a 630 dólares aproximadamente), sólo llegaba a las 6000 liras (130 dólares), lo que convertía a los sirios en los trabajadores peor pagados del mundo árabe, según estudios de organizaciones internacionales. El medio rural es aún más miserable, pues el porcentaje de pobres era allí en el año 2004 del 38,8 % del total de la población desfavorecida del país y en el año 2007 aumentó al doble, subiendo aún más en los años sucesivos como resultado de la aplicación de las medidas neoliberales y el aumento de los precios del combustible y los fertilizantes. Situación que convierte al campo sirio (junto a las ciudades marginadas) en la cuna de la intifada.
Esta es una situación semejante a la de Túnez, Egipto y Libia, y de todos los países árabes, y es la causa de todas las intifadas. ¿Cuál era el valor de la política, por tanto, en una situación como ésta? ¿Ha sido la conspiración imperialista la que ha producido esta realidad humillante o han sido más bien los que saquearon la economía y se apoderaron de más del 30% del PIB (como recordó mi amigo resistente Qadri Jamil)? ¿No es esto consecuencia de la clase dirigente que controla la economía y la política y que ha establecido su poder despótico a fin de proteger el saqueo practicado durante las últimas cuatro décadas? Esta concentración de la riqueza en manos de una minoría gobernante, y el ejercicio de la dictadura para garantizar el expolio y el control de la economía, es la causa del empobrecimiento del 80% del pueblo. ¿La defenderemos -a esa minoría- contra el pueblo? ¿Defenderemos la conveniencia política, aunque para «apoyar a la resistencia» tengamos que justificar nuestro alineamiento contra ese 80% del pueblo, el cual está al lado de la Resistencia y constituye la base de cualquier acción futura contra la ocupación y el imperialismo? Aquí el pueblo no puede servir para enmascarar las posiciones de las fuerzas políticas de oposición o su control formal sobre el movimiento popular. Considero que puedo estar al mismo tiempo al lado del pueblo y en contra de muchas de las fuerzas de la oposición, de sus políticas y sus declaraciones. No estoy a favor de la intervención ni a favor de la «flexibilidad» con las potencias imperialistas, sino que creo que es este pueblo que se rebela el único que puede oponerse al imperialismo y al Estado sionista. Regímenes que han saqueado y tiranizado a sus pueblos no pueden ni resistir ni combatir, como lo demuestra la situación de los Altos del Golán, la palabrería sobre la «estrategia de la paz» y la tentativa de abrir líneas interminables de diálogo sobre las que ha tratado de legitimarse el gobierno (ver las declaraciones de Rami Makhlouf a un periódico estadounidense).
Tal vez el callejón sin salida de Hizbulá tiene que ver con su doctrina religiosa, con su relación con Irán y con la estrategia adoptada a la luz de la misma, y el cambio de gobierno en Siria le pone en una situación realmente difícil. Tal vez sea ésta la raíz de la postura que lleva al partido a una violenta defensa del régimen y a ignorar la intifada, incluso antes de cualquier intervención imperialista (que no parece probable), no obstante su indiferencia frente a la intervención de la OTAN en Libia y su reconocimiento de la intifada libia como una intifada del pueblo. Por mi parte, repito que estoy a favor de la intifada del pueblo libio y contra la intervención de la OTAN sin vacilación alguna. Como estoy con la intifada del pueblo sirio y contra cualquier intervención imperialista. Porque cuando la cuestión deviene la cuestión de un pueblo empobrecido, todos los otros cálculos deben ceder. El pueblo es la base de toda resistencia y no un régimen, no importa de cuál se trate. A partir de este principio, podemos construir una posición clara en defensa de la intifada a fin de que obtenga la victoria sin permitir ninguna intervención extranjera, desenmascarando a cualquiera que llame a una intervención militar y movilizando al pueblo para que rechace toda iniciativa en esta dirección.
Es por esto que es necesario dirigir la mirada hacia lo que sucede en Siria como parte inalienable de lo que empezó en Túnez para extenderse luego a Egipto, Yemen y Libia, eso mismo que aún palpita en Marruecos, Argelia, Jordania, Bahrein e Iraq y que alcanzará Arabia Saudí, Sudán y los países del Golfo. Se trata de un despertar árabe que no busca sólo el derrocamiento de los regímenes mafiosos y despóticos sino una verdadera independencia frente al imperialismo y un verdadero enfrentamiento con el Estado sionista, así como el retorno al sueño de la unidad árabe. Un despertar árabe general en favor de la liberación, la soberanía y la unidad. No hay duda de que «sepultará» los regímenes, pero al parecer arrastrará también consigo las fuerzas y partidos que constituyen un lastre para la intifada porque siguen colgados de la cola del pasado.
Este es el contexto en el que renacen las intifadas, de Túnez a Siria; este es el contexto en el que las clases populares, no un partido o un gobierno, se han convertido en la fuerza que decide el ritmo. Este es el contexto en el que, a partir de la caída de los regímenes mafiosos, se cortará toda relación con la ciénaga imperialista que apoya a esos regímenes y se abrirá un horizonte de liberación y progreso. Las voces sobre «los preparativos para la gran guerra regional», como no deja de repetir el amigo Ibrahim-al-Amin (Al-Akhbar, 18-11-2011), serán sólo una parte de esa ilusión que se generaliza para ocultar lo que ocurre en Siria, a través del suspense de una guerra para la que se prepara la Resistencia y de un poder que ha debilitado a su ejército en una guerra contra el pueblo, empujándolo a la fragmentación, sin pensar ni por un instante en la posibilidad de empezar una guerra contra el Estado sionista. Deseábamos que esto hubiera sido posible; porque no lo ha sido, despiertan los pueblos. Es el nuevo horizonte. Con una observación: que la relación de fuerzas en el concreto caso sirio no permite un cambio realizado a expensas de la Resistencia, pues es el pueblo el que lleva en su regazo la resistencia cada vez que el poder se prepara para sacrificarla.
* Musa Sadr, filósofo y líder religioso chiita libanés desaparecido en 1978 tras un viaje a Libia. Hizbulá siempre acusó a Gadafi de su asesinato (N.T.).