A simple vista pudiera no parecer un ministro. Su estilo informal y juvenil (pelo largo e indumentaria desenfadada) lo convierten en uno de los dirigentes más peculiares de la isla caribeña. Sin embargo, a punto de cumplir los 54 años, Abel Prieto cuenta con todo un historial a sus espaldas que avala su trayectoria y […]
A simple vista pudiera no parecer un ministro. Su estilo informal y juvenil (pelo largo e indumentaria desenfadada) lo convierten en uno de los dirigentes más peculiares de la isla caribeña. Sin embargo, a punto de cumplir los 54 años, Abel Prieto cuenta con todo un historial a sus espaldas que avala su trayectoria y el cargo de responsabilidad que ocupa actualmente. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica, Abel Prieto ha sido escritor de relatos, profesor de Literatura, director de la editorial Letras Cubanas y presidente de la Unión de Escritores y Artistas, antes de ser nombrado ministro de Cultura de Cuba. En el marco de las jornadas sobre «Cultura y libertad en Cuba», celebradas recientemente en Cádiz, tuvimos la oportunidad de escucharle hablar sobre la política cultural cubana. Al término de su conferencia, el ministro aceptó amablemente la invitación de conversar con Tiempo de Cuba. Esto fue lo que nos contó…
¿Cuáles son los principios fundamentales por los que se rige y sobre los que se asienta el modelo cultural cubano?
En primer lugar, el modelo cultural cubano se caracteriza por el principio de la democratización masiva, es decir, que llega a todo el mundo sin distinción de ningún tipo. Para eso contamos hoy, por ejemplo, con unas 50 escuelas de arte repartidas por todo el país, cuyo cometido es evitar que se pierda el talento donde quiera que surja, ya sea en la montaña, en el campo o la ciudad. De modo que si hay un muchacho dotado para la música o para la plástica, ese muchacho ha de tener la opción de estudiar arte, viva donde viva.
Luego, un segundo principio es el de la formación de un público receptor culto para todas las manifestaciones del arte, incluidas aquellas manifestaciones tradicionalmente más sofisticadas. Para nosotros es trascendental la idea de crear a nivel de masas una capacidad para apreciar y dominar los códigos artísticos de una forma profunda. Y tenemos ejemplos de cómo algunas manifestaciones minoritarias -como el ballet clásico, el teatro experimental o la pintura conceptual- han ido formando un público conocedor a una escala relativamente masiva.
Un tercer elemento es que esa masividad vaya acompañada también de una exigencia de calidad, que no se promueva basura ni se fomente una pseudocultura para consumo del pueblo. Eso sería ofender al pueblo. En este sentido, es importante señalar el uso que en los últimos tiempos venimos haciendo de las nuevas técnicas de la comunicación y la información, (como la televisión, el vídeo o la computación) para la difusión de la educación y la cultura.
Por último, otro principio básico sería la defensa de la cultura nacional, si bien desde una vocación universal, sin caer en chovinismos ni provincialismos. En nuestra política cultural hay una defensa de la tradición cubana, tanto de la cultura popular como de la llamada alta cultura. Pero al mismo tiempo trabajamos muy duro y en condiciones muy adversas por difundir la riqueza de la cultura universal dentro de Cuba.
¿Qué tipo de cultura extranjera es la que se difunde en la isla?
Existe una enorme variedad. Por citar algunos de los ponentes que participaron en estas jornadas, os diré que hemos publicado libros de Andrés Sorel, de Alfonso Sastre y ahora de Belén Gopegui. También hemos divulgado muchísima literatura latinoamericana. Y, una cosa curiosa, hemos realizado un gran trabajo con la literatura norteamericana. Porque ser antiimperialista para nosotros no equivale a ser antiestadounidense. Nos consta que los grandes creadores de EEUU son también víctimas de la llamada industria del entretenimiento y tratamos de establecer lazos con la gente honesta que hay en ese país. Un gran número de escritores y cineastas norteamericanos han venido siempre a nuestros festivales de cine y ferias del libro hasta que Bush les retirara la licencia para viajar a la isla. Llegado este punto quiero dejar claro que los intercambios culturales con EEUU han estado siempre limitados por la Administración norteamericana; nunca por nosotros que, al contrario, hemos propiciado por todas las vías posibles el diálogo con lo mejor de la cultura norteamericana.
¿Y qué es lo que hace a Cuba, culturalmente hablando, diferente al resto de países?
Yo diría que mientras en otros lugares el mercado es el que dicta las reglas del juego, en Cuba lo utilizamos sólo para promover nuestra cultura internacionalmente. Nosotros pensamos que el mercado es un gran enemigo de la cultura y del verdadero arte. De hecho, cuando en las últimas décadas ha aparecido alguna manifestación artística con un sentido crítico, el mercado siempre ha tratado de mutilarla. Por eso sólo recurrimos a él como medio de promoción, pero sin hacer concesiones. Nuestra política cultural no la decide el mercado como sucede en otros sitios, donde la gente puede no conocer a un gran escritor o músico de su país y, sin embargo, saber perfectamente cuáles son las intimidades de Michael Jackson.
¿Cómo afecta el bloqueo de EE.UU al campo de la cultura? ¿Qué impacto tiene en el desarrollo cultural del país?
Un impacto realmente duro. Ten en cuenta que a nosotros nos saldría muchísimo más barato comprar en Estados Unidos la mayoría de los insumos, empezando por los instrumentos de música o el material de artes plásticas para nuestras escuelas de arte. Pero debido al bloqueo no podemos. Si nos referimos por ejemplo al ámbito musical, resulta imposible saber cuánto dinero perdemos en derechos de autor de nuestros músicos. La música cubana ha tenido históricamente un mercado tradicional enorme dentro de los Estados Unidos. No se puede calcular, por tanto, lo que representaría para nuestras empresas estatales del disco y para nuestros músicos el acceso al mercado norteamericano. Como tampoco se puede calcular lo que significaría en términos económicos que nuestros artistas plásticos pudieran entrar en las grandes galerías y casas subastadoras de los Estados Unidos. Pero las pérdidas no son sólo de tipo económico, también las hay de tipo promocional. Hoy EEUU es lamentablemente esencial y decisivo para la promoción artística.
Uno no puede olvidar tampoco las cosas horrendas que le han hecho pasar a muchos de nuestros artistas, como Ibrahim Ferrer o Chucho Valdés, a quienes se les ha negado la visa para entrar en EEUU aplicando un inciso por el que se les consideraba «personas peligrosas para los intereses y la seguridad nacional». ¡Como si fueran terroristas!. Por último, te diré que el pueblo norteamericano también es víctima en cierta medida del bloqueo, ya que se le niega el acceso al mensaje cultural de Cuba.
¿En qué contexto surge la Batalla de Ideas y cuál es su significado político, social y cultural?
Bueno mira, la Batalla de Ideas surge en el contexto de la lucha por el regreso del niño Elián González, que fue secuestrado en Miami hace unos años. Toda Cuba se estremeció entonces con este caso y fueron muchos los artistas y profesionales del mundo de la prensa y de la cultura los que participaron, junto al pueblo, en innumerables actos de reclamo del niño. De esa época nace la idea de Fidel de trabajar por formar un cubano con una cultura general integral y al mismo tiempo de llevar esa cultura a todas partes. En el 150 aniversario del natalicio de José Martí, Fidel dijo que la tarea principal de la gente honesta en este mundo era la de «sembrar ideas, sembrar conciencias». Y sembrar tanto dentro como fuera del país. Por eso frente a la estupidez, la barbarie y la ley del más fuerte que hoy se pretende imponer a nivel mundial, nosotros tratamos de defender otro mundo posible. Frente al modelo neoliberal, esa versión feroz del capitalismo que reserva para una ínfima minoría el lujo del consumo y excluye a ¾ partes de la población mundial, nosotros proponemos la defensa de los valores de justicia social y auténtica democracia. Pensamos que lo que hay que globalizar, no son las bombas ni el odio, sino la paz, la solidaridad, la salud, la educación para todos, la cultura, etc. Por eso, cuando nuestros médicos van a ayudar a otros países, aunque su misión es trabajar por la salud, también están siendo portadores de nuestros valores y de nuestras ideas de solidaridad.
Ésa es en esencia la Batalla de Ideas. Llamamos Batalla de Ideas a un trabajo de carácter ideológico que hemos estado haciendo a través de distintas vías, incorporando por cierto a mucha gente joven. El protagonismo actual de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en la vida del país tiene mucho que ver con esto. Y, a su vez, la Batalla de Ideas está muy relacionada con los miles de trabajadores sociales que hemos formado para ayudar a los sectores más desfavorecidos; los instructores de arte que hemos preparado por todo el país; y el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación para difundir la cultura, la educación (hoy contamos con dos canales educativos de tv), pero también para llevar la verdad de Cuba -a través de internet- a todas partes. Todo eso forma parte de la Batalla de Ideas, que hoy está más orientada hacia lo que sucede en Venezuela y el modelo de colaboración solidario que se está gestando entre este país y Cuba.
Uno de los temas analizados en estas jornadas ha sido el papel de los intelectuales y el alejamiento que progresivamente han ido escenificando con respecto a la Revolución Cubana. ¿A qué achaca esa posición de rechazo, e incluso de condena, en tantos casos?
Yo diría que eso tiene mucho que ver con todo el trabajo que se ha hecho desde la derecha para dañar la función crítica del intelectual. Si te fijas, hoy casi todos los circuitos de legitimación intelectual están en manos de la reacción. Se ha empleado mucho dinero para que los intelectuales abandonen su posición crítica frente al sistema. Yo pienso que muchos se han ido contaminando de esos códigos y algunos, incluso, han sido honestamente confundidos por las campañas de difamación contra Cuba. Pero otros sencillamente han dejado de ser lo que eran y se han acomodado. En este sentido, la Revolución Cubana les recuerda lo que fueron en su juventud y lo que han dejado de ser. Por eso la causa de Cuba les molesta especialmente, porque se les aparece como una especie de fantasma que les hace avergonzarse y les dice que finalmente claudicaron.
De todos modos, esto está muy relacionado con lo que anteriormente comentaba del papel del mercado. Yo a veces me pregunto qué pasó con la canción protesta norteamericano de los años 60. ¿Qué hicieron los americanos con aquella gran canción de autores como Bob Dylan o Joan Baez?. Todo eso fue anulado por el mercado, que fue mutilando el sentido crítico de aquella expresión artística. Lo mismo ha sucedido con el rap o el hip-hop, que nació en los barrios negros de Nueva York como un tremendo grito de protesta. Y, sin embargo, toda esa autenticidad y esa rebeldía original del rap, que denunciaba la discriminación racial y tantos problemas sociales, ha sido también paulatinamente aniquilada por el mercado. Ahora nos están promoviendo un rap light, como el de Eminem, que habla de la sensualidad, del sexo…pero que no tiene nada que ver con las raíces de esa manifestación. Así es cómo el mercado se encarga de quitar de la agenda las cosas que pueden dañar al sistema.
¿Y no teme que con la apertura al turismo se vaya introduciendo en la población cubana una mentalidad consumista, fundamentalmente en los jóvenes? ¿No se corre el riesgo de que los valores e ideales de la Revolución sean sustituidos por los propios del mercado y de las sociedades capitalistas?
Yo creo que el reto hay que afrontarlo. En el mundo globalizado en que vivimos no es posible pensar en una isla utópica rodeada de una gran muralla china, en este caso cubana. Eso es absurdo y además imposible. Los cubanos no estamos metidos en una probeta de laboratorio o en una especie de área estéril de hospital. Estamos en este mundo y hay que ser consciente de que la contaminación va a entrar siempre por todas partes. Lo que tenemos que hacer, por tanto, es preparar a la gente para que pueda hacerle frente a esa contaminación, ya sea creándole hábitos culturales tempranos, ya sea enseñándole a pensar por sí misma. Hoy está más vigente que nunca la frase de Martí de que «ser cultos es el único modo de ser libres». Uno sólo es verdaderamente libre cuando está formado y posee profundas referencias culturales, además de un amplio conocimiento del mundo en que vive.
Al hilo de esto, no creo que la solución tenga que venir a través de la vía de la prohibición. Ése no es el camino de nuestra política cultural y educacional, que por cierto quedó sintetizada muy bien en una frase de Fidel, allá por los años 60: «No le decimos al pueblo cree, sino lee». Ahí queda recogida la esencia de nuestra política cultural, que no tiene que ver para nada con formar fanáticos o fundamentalistas, sino con formar a gentes que asuman el compromiso con la Revolución a partir de la cultura. Por eso nosotros ponemos todas las películas que nos llegan del satélite y algunas -créanme- son realmente malas y perniciosas, pero se ponen igualmente. Porque le damos mucha importancia al hecho de que el cubano no sienta que le estamos prohibiendo productos de esa cultura de masas. Nuestro objetivo ha de ser, pues, el de intentar que la gente esté preparada interiormente para decidir por sí misma qué ve y qué no ve. Y pienso que para afrontar este reto la clave está en la calidad de la educación, por un lado, y en el trabajo de los medios de comunicación, por otro. Por fortuna en Cuba no tenemos medios privados y podemos contar con ellos para promocionar la lectura e impulsar nuestros planes culturales. Algo que en otros países no se puede hacer.
¿Cómo son actualmente las relaciones culturales entre Cuba y el Estado Español? ¿Hay posibilidades de que mejoren a raíz del cambio de gobierno que se ha producido en nuestro país?
Está claro que durante el gobierno de José María Aznar se hizo todo lo posible por dañar la relación con Cuba, no sólo en el aspecto cultural sino en todos los campos. Pero también es verdad que, al margen de las autoridades, siempre ha existido una relación de carácter cultural entre los dos pueblos, y eso ningún gobierno lo puede bloquear. Con la ministra Carmen Calvo, además, hay una buena relación desde que era consejera en la Junta de Andalucía y pienso que tiene una posición favorable a colaborar con nosotros. Por nuestra parte tampoco hay ningún tipo de obstáculos. Es más, estamos interesados en diversificar la presencia cultural del mundo en Cuba y, particularmente, la presencia española. Nosotros nunca politizamos la relación cultural; al contrario, hacemos un énfasis especial para que haya siempre una presencia en nuestros escenarios, salas de cine y teatro de la cultura europea y universal. En todo caso, hay que estudiar los próximos pasos que se van a dar. Me parece que es todavía temprano para percibir cambios en las relaciones culturales entre ambos países y considero aventurado lanzar en estos momentos un pronóstico en tal sentido.
¿Cómo ve el futuro? ¿Qué importancia atribuye a la cultura en la pervivencia y desarrollo de la Revolución Cubana?
Mira, Fidel ha colocado la cultura en el centro de la resistencia cubana. Hoy la cultura goza de un papel protagónico y de un prestigio social en Cuba como nunca antes había tenido. Mi opinión es que este auge cultural tiene que ir de la mano de una Cuba que haya resuelto sus problemas materiales para las mayorías y que esté vacunada frente a la propaganda consumista. En estos momento estamos tratando de lograr un socialismo todavía más humano si cabe, pero eso no quiere decir que asumamos los patrones del consumismo. Nosotros no podemos diseñarle al cubano un futuro en que cada familia tenga -como salen en las películas yanquis- dos automóviles, una piscina o un chalet. Pero sí hemos de garantizarle condiciones dignas de vida y al mismo tiempo que esa vida sea rica en términos espirituales y culturales. Se trata de concebir la cultura como una forma de crecimiento y realización personal, que tiene que ver con la calidad de vida. En este sentido, nosotros estamos convencidos de que la cultura puede ser un antídoto frente al consumo y frente a esa idea tan repetida de que sólo comprando se puede ser pleno y feliz en este mundo. Creo que ésa debe ser nuestra meta.