Las protestas de ciudadanos furiosos por la escasez de agua no son novedad en Egipto, pero sí las primeras en varios años en que participan manifestantes de modo espontáneo. «Las últimas manifestaciones son una demostración de que los ciudadanos perdieron la fe en las añejas promesas del gobierno de suministrarles agua en forma adecuada», dijo […]
«Hasta ahora no se hizo mucho por resolver el problema de la escasez de agua, que empeora día a día», subrayó. El asunto explotó por primera vez a principios de julio, cuando cientos de residentes de una localidad de la provincia de Kafr al-Sheikh, en el delta del río Nilo, bloquearon durante varias horas una carretera cercana, molestos por la escasez de agua que llevaba varios meses.
Manifestantes furiosos, según informó la prensa local, paralizaron el tránsito en reclamo de ese servicio vital.
Pocos días después tuvo lugar otra protesta de mayores proporciones en la provincia de Gharbiya, también del delta del Nilo. Se estimó una participación de de unas 3.000 personas de la zona.
La crisis de Gharbiya terminó el 10 de julio cuando el gobierno envió numerosos tanques cisternas como «solución temporal».
El descalabro de la red estatal de distribución de agua también es un problema muy común, según Nagi.
«Los proyectos para potabilizar agua suelen quedar paralizados por largos periodos por escasez de fondos y negligencia estatal», explicó. Nagi atribuye el aumento de casos a la corrupción provincial, la falta de planificación y la construcción de mala calidad.
«Mientras, las personas que sufren más la escasez de agua potable son aquellas de menores ingresos, sin acceso al poder político», añadió.
Tras una gran cantidad de reclamos en distintos puntos del país, el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, pidió a su gabinete elaborar un «plan urgente» para garantizar el recurso vital a todos los egipcios.
El gobierno anunció el 25 de julio que se iban a asignar unos 180 millones de dólares a la construcción de pequeños centros de purificación cerca de áreas propensas a sequías.
Pero las protestas continuaron en diversas zonas del país, dónde, desde hace meses o incluso años, las redes de distribución de agua funcionan de forma irregular.
En julio, agosto y septiembre se registraron protestas en las provincias de Alexandria, Giza y Marsa Matruth, del delta del río Nilo, entre otras.
El asunto ocupó las primeras planas de la prensa local, que calificó las protestas de «revolución de sedientos». También incluyó fotografías de ciudadanos desesperados haciendo cola por una mísera ración de agua o sacudiendo sus recipientes vacíos.
Unas cinco millones de los 80 millones de egipcios carecen de agua potable en cantidades suficientes, según estimaciones del Centro de Estudios Rurales citadas a principios de agosto por el diario Al-Ahram.
Es que 85 por ciento de la producción de agua potable del país se pierde por el mal estado de las cañerías, según el estatal Centro Nacional de Investigación, citado por el diario Al Masry al-Youm.
Sin embargo, el ministro de Vivienda, Ahmed al-Maghrebi, declaró que Egipto «no padece una crisis de escasez agua».
Pero las quejas y protestas populares lo obligaron a rectificar su declaración. «No nos sorprenden las manifestaciones por la falta de agua», declaró luego a la cadena de televisión satelital en árabe Dream.
Al Maghrebi anunció que cuenta con la aprobación del gabinete y del parlamento para asignar unos 3.100 millones de dólares en los próximos cuatro años a la mejora de las redes de distribución de agua del país.
También informó que estaba prevista la terminación de 100 proyectos hídricos en Egipto para el año fiscal 2007-2008.
El gabinete también aprobó a principios de este mes la solicitud del Ministerio de Vivienda de elevar el monto destinado al «plan urgente» a más de 272 millones de dólares para la construcción de plantas potabilizadoras.
Pero los últimos compromisos del gobierno vinculados a soluciones a corto plazo, en especial a la luz de las promesas ya incumplidas, no dan agua, según Nagi.
«Al Maghrebi informó que en cuatro años iban a culminarse todas las obras hídricas necesarias», apuntó.
«Eso contradice una declaración del anterior ministro de Vivienda (Ibrahim Suleiman), acerca de que sólo llevaría dos años garantizar agua en cada rincón del país. Pero él lo eso hace cuatro años», se lamentó Nagi.