La Liga de Antidifamación de EE.UU. (Anti-Defamation League, ADL) que fue fundada en 1913 por B’nai B’rith (en castellano, «Hijos del Pacto», una organización a su vez fundada por judíos en 1843 y a menudo tipificada como masona), hace labor de lobby en el Congreso de EE.UU. y lleva adelante actividades referidas a su denominaciòn. […]
La Liga de Antidifamación de EE.UU. (Anti-Defamation League, ADL) que fue fundada en 1913 por B’nai B’rith (en castellano, «Hijos del Pacto», una organización a su vez fundada por judíos en 1843 y a menudo tipificada como masona), hace labor de lobby en el Congreso de EE.UU. y lleva adelante actividades referidas a su denominaciòn.
El diario El País, de Montevideo ha publicado una noticia sobre esta labor,1 que entendemos significativa.
En títulos a toda página este diario señala que «uno de cada cuatro argentinos tienen actitudes antisemitas».
Dos observaciones se imponen:
1. El estudio se hace sobre muestreos: en el mundo entero se recabaraon 53 mil entrevistas; no sabemos cuántas correspondieron a Argentina, pero sí se informa que en 2015 se hizo una «actualización del índice […] con un muestreo telefónico de 500 encuestados.»
Sin embargo, la presentación hace un salto mortal y pasa de encuestas que apenas dan, si dan, una tendencia, a guarismos de envidiable exactitud:
En Argentina, nos dicen: de 28.280.537 adultos 6.800.000 «albergan actitudes antisemitas». Siete millones de argentinos, ¡caramba!, no parece poca cosa. Sin embargo, el pasaje de encuestas muestreadas a un universo total no parece un método muy confiable. El guarismo 28.280.537 y el de 6.800 000 son construidos, inferidos, y al presentarlos con tamaña exactitud, son francamente falsos.
2. Hay, empero, otro aspecto de dicha «investigación» que entiendo es todavía más grave.
¿Cuáles serían las preguntas que revelarían antisemitismo?
Si se me pide a mì (y creo que a buena parte de «la gente») ejemplos de preguntas a la pesca de prejuicios, pondría como ejemplos: ¿Son tan honestos los judíos como los franceses? o «Enumere qué gente le parece menos confiable» o ¿Con quienes no quisiera usted que sus hijos se casen (o hagan pareja)?
Imagino que si en la primera pregunta los judíos quedan con un porcentaje más alto, eso podría revelar una actitud antisemita. En la segunda, si en los listados de gente «no confiable» aparecen y se reiteran ejemplos con negros, pobres, judíos, gitanos, bolivianos, uno podría inferir racismo en general y particularmente si alguna de esas categorías de poblaciòn se lleva el mayor número, una actitud racista focalizada. Y si en la tercera aparecen los judíos entre los no deseados, igualmente esto estaría revelando antisemitismo.
Porque el antisemitismo, como el racismo en general, prescinde de los hechos; descansa en algo no pensado, no es producto de la experiencia ni de los juicios que se construyen con la experiencia; por eso se habla de pre-juicios.
Pero vayamos a las preguntas que la B’nai B’rith y su vástago ADL entienden definitorias de antisemitismo:
La ADL presenta «once afirmaciones cuya respuesta en términos de «probablemente cierto» en al menos a seis de las cuestiones es considerada como índice de antisemitismo.»
Y nos «advierte»: «Los índices más altos de respuestas consideradas prejuiciosas se relacionan a las premisas «los judíos tienen demasiado poder en los negocios» (50%); «los judíos hablan demasiado sobre lo que les ocurrió en el Holocausto» (49%) y «los judíos tienen demasiado poder en los mercados internacionales» (41%).» [en negrita y el subrayado son míos].
En resumen, según la encuesta de los 500 encuestados más los del muestreo anterior (cuyo caudal el diario omite), grosso modo la mitad de los encuestados entienden que los judíos están sobrerrepresentados en los negocios, lo cual les otorga un marcado poder y un poco menos, dos de cada cinco, creen ver también un marcado poder de judíos en los negocios pero internacionales.
Ahora bien: ¿cuál es el prejuicio?
Ante tales preguntas, entiendo imprescindible separar su forma de su contenido.
Respecto de la forma, el antisemitismo se traduciría en las palabras que he subrayado. La idea de «demasiado» parece expresar un rechazo hacia el grupo aludido.
Respecto del contenido resulta más arduo ubicar el rasgo prejuiciado. ¿Cuáles serían tales respuestas? ¿Tienen o no tienen los judíos sobrerrepresentación en los negocios, es decir, ¿tienen una mayor participación proporcional que otros grupos humanos, como podrían ser latinos, nativos, árabes, afros, chinos? Y en aquellas actividades humanas en que determinados agrupamientos tienen mayor participación (cualesquiera que ellas sean), ¿no tienden a pesar más en ellas que el resto de los humanos?
Análogamente, ¿es un prejuicio saber que los judíos están sobrerrepresentados en los «negocios internacionales» como designa El Paìs cierta actividad económica?
Resumiendo, las frases presentadas por ADL para «pescar» actitudes me resultan sospechosas, metodológicamente hablando. Porque entreveran juicios de realidad, descriptivos con sensaciones de hastío («demasiado»). Y confunden al parecer deliberadamente juicios y prejuicios.
Viene a cuento la observación llevada a cabo por Johannes Wahlström sobre este asunto a principios de este siglo.
Wahlström, hijo de judío israelí y de sueca, nació y se crió en Jaffa, Israel. Y se fue formando como periodista. Sin embargo, luego de haber cubierto periodísitcamente una conferencia académica en 2003 en la Universidad de Jerusalén, las autoridades policiales israelíes le han impedido acceder a sus oficinas de trabajo (periodístico) en Belén (territorio palestino ocupado por Israel, sobre el cual, al menos teóricamente Israel no tiene soberanìa).2
Wahlström transcribe algunos conceptos de dicho encuentro:
«Afirmar que existe un lobby sionista que acalla periodistas, eso es antisemitismo.» Henrik Bachner, del Comité Sueco contra el Antisemitismo (SKMA, por su sigla en sueco).
«Afirmar que Israel es Goliath, el contrincante fuerte, eso es antisemitismo.» Judith Elizur, investigadora inglesa.
Al respecto cabe recordar que Avi Mograbi, también judío, ha dirigido y llevado a cabo una película, Venganza por uno de mis dos ojos, cuya tesis principal, abonada con una serie sobrecogedora de entrevistas, es que en Palestina, ‘los israelíes son los romanos del s XX’ [y hoy podríamos agregar, del s XXI]. Vale decir, los israelíes son los ocupantes y los palestinos la población invadida, desalojada, arrinconada, vejada…
Kenneth Jacobson, miembro de la ya mencionada ADL resumió en ese encuentro académico en Belén su «razonamiento» en tres frases:
«La única superpotencia planetaria tiene una posición muy pro-israelí, lo cual obedece a que los judíos tienen una posición particularmente prominente en la élite de los medios de comunicación de masas.» Nos parece una descripción acertada. Prosigue: «Es algo de lo que podemos estar orgullosos.» Frase opinable. Temible, incluso, por sus consecuencias.
Jacobson avanza: «Hasta en EE.UU. sobreviene el antisemitismo que se basa justamente en la afirmación de que los judíos tienen demasiado poder sobre los medios.» Pero entonces, ¿prejuicio o juicio?
Nos llama mucho la atención su remate donde usa la realidad para ponerla exclusivamente al servicio de un poder, el sionista: «Hay que luchar contra este antisemitismo por todos los medios concebibles: no menos a través de una actividad de lobby para conseguir un mejor control sobre lo que los medios emiten.» (ibídem)
Wahlström resume los planteos de dicha conferencia: «Las fundamentaciones son largas pero las conclusiones increíblemente concisas: discutir sobre un boicot comercial a Israel es antisemitismo; cuestionar la democracia israelí es antisemitismo, cuestionar el apoyo de EE.UU. a Israel es antisemitismo, afirmar que las conductas israelíes favorecen al antisemitismo es antise-mitismo, afirmar que los periodistas se arredran para informar lo que ven es antisemitismo.3
Como vemos, la tarea de la ADL, aunque abundante resulta simplificadamente sencilla. Parece seguir esa vieja Ley de Murhpy: «Los problemas complejos tienen soluciones erróneas que son sencillas y fáciles de comprender.»
Notas
1 Montevideo, 7 de octubre de 2016.
2 «Israel styr svenska medier» (Israel controla el sistema mediático sueco), Ordfront, Estocolmo, 12/2005. Wahlström ha proseguido su labor periodística desde Suecia, su segunda patria, donde ha sido posteriormente designado por Julian Assange para efectuar el ingreso de los papers a los países nórdicos.
3 http://dan.wikitrans.net/Johannes_Wahlstr%C3%B6m.
Blog del autor: http://revistafuturos.noblogs.org/
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