José Carlos Bermejo es catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Santiago de Compostela. Es autor de numerosos trabajos aparecidos en revistas nacionales e internacionales relacionadas con los campos de la Historia Antigua y la Filosofía de la Historia. Pero no menos importante es la labor que realiza al intentar abrir los ojos de […]
José Carlos Bermejo es catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Santiago de Compostela. Es autor de numerosos trabajos aparecidos en revistas nacionales e internacionales relacionadas con los campos de la Historia Antigua y la Filosofía de la Historia. Pero no menos importante es la labor que realiza al intentar abrir los ojos de los alumnos, profesores y todo el que quiera escucharle, sobre hacia dónde está derivando la Universidad actual. Con sus libros La fragilidad de los sabios y el fin del pensamiento o La fábrica de la ignorancia, es una de las pocas voces que se alzan en nuestro país para denunciar la degradación de la Universidad del conocimiento en pos de una universidad burocrática en busca de únicamente: la productividad financiera.
DIAGONAL: El año pasado se pararon las clases durante meses en universidades de países como Francia o Alemania para protestar por el ya presente «Plan Bolonia». Los alumnos se encerraron en sus respectivas facultades para lograr que se les escuchase. ¿Por qué no sucede eso en España? ¿Qué necesitan los alumnos que ocurra, para que se movilicen todos en una misma dirección crítica?
JOSÉ CARLOS BERMEJO: No lo sé. Es una cuestión muy compleja. En primer lugar necesitarían información, pero además esas movilizaciones serían imposibles si no hubiese cambios profundos en la estructura de los partidos políticos y los sindicatos. La situación de los alumnos desmovilizados es la misma que la de la sociedad española en general.
D.: ¿Cómo explicarías que la universidad española tenga, de media, un profesor para cada 12 alumnos y sin embargo existan aulas con más de cien estudiantes cada una?
J.C.B.: En realidad es 1-/11 la ratio. Los desequilibrios se explican porque la creación de Centros y dotación de plantillas se han llevado a cabo siguiendo criterios e intereses locales, y sobre todo en función de los intereses de los grupos de profesores que actúan de una manera corporativa. Los profesores desean ampliar sus grupos, según sus campos, y no les importa a costa de qué. Los grupos de profesores débiles son los que se quedan con las grandes masas de alumnos.
D.: Según tus propias palabras: «…los evaluadores mantienen ocupados y disciplinados a los profesores…» ¿Son los evaluadores al profesorado lo que algunos de éstos últimos a los alumnos (Añadiendo a tu frase: Sin aprender nada)?
J.C.B.: Los evaluadores son un nuevo grupo dirigente que con sus prácticas, y el asentimiento de los demás profesores pretenden hacerse con el control de las universidades al margen de las leyes, o utilizándolas de un modo torticero.
D.: ¿Cuántos Noam Chomsky o José Carlos Bermejo crees que hay en la universidad española y no pueden salir o no se atreven a salir a protestar contra sus jefes en las propias facultades o contra el poder, por miedo a perder su puesto?
J.C.B.: José Carlos Bermejo espero que no haya muchos, porque tantas copias de un original serían muy aburridas. Personas conscientes de lo que pasa hay muchas, pero también hay una gran mayoría de cobardes callados y resignados que van como ovejas al matadero. Su sumisión se debe a que aceptan el juego de divide y vencerás y están dispuestos a mendigar migajas de recursos de distinto tipo.
D.: ¿Toda esta degradación de la Universidad, o de la enseñanza pública en general, tuvo su inicio en el mayo del 68 como dicen algunos intelectuales? ¿O en realidad siempre fue un instrumento para perpetuar el poder en los grupos dominantes?
J.C.B.: De ninguna manera. La degradación actual es básicamente moral y política y es inseparable de la situación política española actual. Lo que es patético es ver la evolución intelectual de los supuestos protagonistas del 68, antaño intelectuales radicales,¡¡como Jiménez Losantos¡¡, y ahora siervos y papanatas de la libre empresa e incluso de lo más reaccionario del pensamiento español.
D.: Millones de parados en España y el estado se dedica a dar miles de millones de euros en ayudas a los bancos que han estado estafando y especulando con los ahorros de los que ahora no tienen trabajo. La sociedad paradójicamente permanece atrincherada en sus casas. ¿La situación que vive la universidad española es un reflejo de la sociedad en la que está asentada?
J.C.B.: Evidentemente. Lo que ocurre es que a las universidades aun no les ha afectado la crisis. Sus gobernantes viven fuera de la realidad, aun siguen pidiendo más fondos públicos, son incapaces de la más mínima autocrítica y se creen los salvadores del mundo. Si no causasen indignación, darían pena.
D.: Dice que los jóvenes no están equivocados al no creer en nada. Pero también dices que para querer cambiar algo, hay que saber qué se quiere cambiar. Danos una pista.
J.C.B.: Para cambiar algo primero hay que conocerlo y analizarlo. Sin un esfuerzo intelectual y sin una mínima capacidad de organización es imposible intentar cambiar nada. El problema es que además de todo vivimos en una sociedad en la que el exceso de información ahoga la información, y en la que, como dijo una intelectual judía alemana del siglo XVIII, Rahel Varnhagen: «la verdad es muy difícil de encontrar, y además hay que ocultarla». ¿A qué parece que Rahel vive en la España actual?
D.: Según cuentas en tu libro, se está creando la figura del Profesor intercambiable cuya formación será homogénea y muy delimitada; es decir: Todos sabrán lo mismo. Para evitar eso, ¿es necesario en España, establecer una jerarquización basada en el conocimiento por encima del de la autoridad, en todos los ámbitos públicos, ya sea la universidad o la política?
J.C.B.: Claro porque esa jerarquización no la hubo nunca, ni en el franquismo ni ahora. Ese es el problema. Por eso los nuevos evaluadores son personas intelectualmente mediocres, que se afirman con el control burocrático de la universidad porque saben que no poseen altura intelectual.
D.: Cita a Unamuno en su libro: «El que no sabe algo lo enseña y el que sabe lo escribe». ¿Sigue siendo así?
J.C.B.: Por desgracia cada vez será más cierto.
D.: La ley de la ciencia «aspira a superar el tradicional aislamiento de la ciencia española, y facilitar, al mismo tiempo, la incorporación de los sectores privados a la tarea de planificar y ejecutar actividades de investigación científica y técnica». ¿Qué cree que quiere decir con esto? ¿Qué opina de esta ley?
J.C.B.: Es una tomadura de pelo. No se trata de hacer empresas de base tecnológica. Para lograrlo es necesario tener mercados, sino de facilitar al capital financiero su control de las universidades, a través de los mecanismos del endeudamiento. ¿Por qué los bancos no crean sus universidades privadas de élite? Como las que hay en los EEUU. ¿Por qué no se incentiva que las empresas reales creen sus infraestructuras de investigación? Porque se entiende que la economía importante es la financiera, no la productiva.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/La-situacion-de-los-alumnos.html