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Palestina y/o Israel

La «solución» de dos estados

Fuentes: Rebelión

Es llamativa la unificación de pareceres tras «la sistemática mutilación y degradación de la Franja de Gaza», como bien denomina Jennifer Loewenstein 1 al último capítulo de esa historia de maltrato, asfixia, denigración, discriminación, represión, violaciones, torturas y asesinatos, con que el estado israelí ha encarado el adueñarse de la tierra palestina, a la que […]

Es llamativa la unificación de pareceres tras «la sistemática mutilación y degradación de la Franja de Gaza», como bien denomina Jennifer Loewenstein 1 al último capítulo de esa historia de maltrato, asfixia, denigración, discriminación, represión, violaciones, torturas y asesinatos, con que el estado israelí ha encarado el adueñarse de la tierra palestina, a la que con fundamentos bíblicos llaman el Eretz Israel.

La invasión de diciembre de 2008 parece haber colmado la paciencia, superado los límites de tolerancia y/o complicidad con que tanto el universo progre, desde gobiernos o desde la sociedad civil, como buena parte de las comunidades judías habían tolerado lo que venía pasando con los palestinos, un verdadero etnocidio que se ha ido prolongando por décadas.

Significativamente este «despertar» ante atrocidades de larga data no parece haber hecho mella en la política israelí que persiste con el bloqueo asfixiante de la Franja, así como con el desmenuzamiento territorial de Cisjordania y particularmente de Jerusalén. Así lo atestiguan visitas recientes a Gaza, como la de Jordan Flaherty:2

    «Más de cuatro meses después de que los bombardeos masivos del ejército israelí devastaran la Franja de Gaza, apenas ha podido reconstruirse algo. El problema no es la falta de fondos ni de voluntad. El problema es que el bloqueo israelí está haciendo que en Gaza no pueda entrar ni hormigón ni herramientas ni nada de lo que sería necesario para reconstruir hogares y edificios. Los cruces de frontera, controlados por los gobiernos israelí y egipcio, se mantienen sellados casi totalmente.

    » […] El grado de destrucción es impresionante. […] se arrasó tanto la infraestructura de los servicios públicos como la del gobierno. Los escombros están por todas partes. Estructuras esenciales del gobierno, como los edificios que albergaban el parlamento palestino, están todos destruidos.

    » […] No permiten que entre el material esencial para la construcción […] cemento, cristal, madera, acero».

    » […] no hay cemento, ni siquiera para reparar un hospital, una escuela, un centro de salud.»

Tal vez sea bueno precisar que la descripción de Flaherty refleja -con menos escombros- la Franja desde que Israel extremó el bloqueo, hace ya más de dos años.

Aquel «despertar» al que hicinmos referencia parece haber traído consigo la solución. La idea de «los dos estados». Una «solución» en la que significativamente coincide «todo el mundo» salvo las posiciones más irreductibles en los extremos del cuadro. Se trata al parecer, de llegar a la existencia de «dos estados»: uno sionista, ¿judío?; otro ¿palestino?

Repasemos algunas de estas voces, tan coincidentes.

La solución, mejor dicho la invocación a esa presunta solución viene de lejos. En realidad, proviene de 1947, cuando la ONU proclama, sobre la base de la partición del territorio palestino en «mitades», dos estados; uno judío israelí, otro árabe palestino. La guerra, desatada entonces entre árabes que no aceptaban la partición y sionistas que ya estaban tomando a sangre y fuego territorios, convirtió rápidamente en obsoleta aquella propuesta de «mitades» puesto que con la guerra el estado sionista se amplió en un 50% y ya en 1948 teníamos un territorio palestino «sobreviviente» que apenas constituía un 22% de su territorio «original».

Durante las décadas siguientes «la solución de dos estados» desaparece de la mesa de negociaciones, si es que hay tal mesa, y el sionismo se afirma en su propio estado negándole entidad a los palestinos para que formen algo (Golda Meir: «¿Los palestinos? ¿Acaso existen?») y desde el campo palestino se defenderá un estado laico multiconfesional donde puedan convivir musulmanes, cristianos y judíos, rechazando toda legitimidad al Estado de Israel.

En 1993 reaparece la idea de dos estados. Cuando las organizaciones políticas palestinas entonces más importantes reconocen el Estado de Israel, los israelíes reconocen a la Autoridad Nacional Palestina como la que puede firmar los tratados de Oslo que vislumbran para un futuro el establecimiento de un «estado palestino».

Nunca pasará de eso. Con cada «reconocimiento» de esa posibilidad futura (nunca presente) el Estado de Israel ampliará las colonizaciones enclavadas en los territorios palestinos, todavía tales, pero cada vez más despedazados, sajados por carreteras exclusivas, festonados de asentamientos cada vez más omnipresentes…

Así llegaremos, con la edificación del Muro totalmente asentado en tierras palestinas que se convierten así de cultivos y aldeas en territorios de control, discriminación y vejaciones cotidianas, al etnocidio. Con el muro y sus puestos de control se termina de arrasar las redes sociales palestinas, separando huertos de viviendas, recortando todavía más el acceso al agua para los riegos, bloqueando a veces hasta la muerte, la atención de la salud.

Ya por entonces Ariel Sharon, el más chacal de los «halcones» era partidario «de los dos estados». Cuando en 2005 Sherri Muzher, periodista estadounidense, en una entrevista a Norman Finkelstein, a causa de la publicación de su libro Beyond Chutzpah: on the Misuse of Anti-Semitism and the Abuse of History (Más allá de la Chutzpah [desfachatez]: sobre el abuso del antisemitismo y el maltrato de la historia) le pregunta:

    En cuanto a los que proponen, como Ariel Sharon, la solución de dos estados, ¿son sinceros o es simple palabrería?

Contesta Finkelstein:

    «No existen gentes que propongan la solución de dos estados, porque no tiene sentido. Existe un consenso internacional sobre lo que significa un acuerdo de dos estados, que consiste en que Israel abandone la totalidad de Cisjordania, incluido Jerusalén Este, y Gaza. Todo lo demás es basura. Pero hay gente como Sharon que no apoya un acuerdo para los dos estados, quiere un solo estado, Israel, y una cabina telefónica para los palestinos.»

Esto es lo que se llamaría, con lenguaje ya antiguo del genial Divito, «el otro yo» del general Sharon…

Tal vez muchos de los partidarios de los dos estados piensen como Sharon aunque lo oculten, como por otra parte lo ocultaba el mismo Sharon.

Las matanzas en Gaza de 2006 (justo antes de la invasión a El Líbano) y la de diciembre de 2008 llevan a un nuevo reflotamiento de una idea tan teórica, históricamente considerada, como la de los dos estados. Así han arreciado las declaraciones durante este año de 2009. Hagamos una ligerísima recorrida que no pretende en absoluto ser completa.

Julio C. Pineda, periodista de Globovisión, Venezuela, presenta el 13 de enero la situación palestino-israelí así:

    «Egipto, Arabia Saudita y Jordania […] rechazan la política agresiva de Hamas y proponen la existencia de los dos estados con reconocimiento internacional y con seguridad dentro de lo establecido en la conferencia de Anápolis con la participación de las grandes potencias del mundo árabe y de Israel y Palestina.»

CIDIPAL (Centro de Información y Documentación de Israel para América Latina) nos informa que el 17 de abril ppdo. la Televisión Palestina informó que:

    «Saeb Erekat, jefe del equipo negociador de la Organización para la Liberación Palestina dijo, en conferencia de prensa, que Mahmud Abbas se reunió con Mitchell [en la fecha] y enfatizó la importancia del principio de la solución de dos estados y el compromiso de la Autoridad Palestina con relación a éste.»

Esta información tan neutra, equilibrada, se explica únicamente porque Abbas y la OLP han sido convertidos en el aparato administrativo y sobre todo represivo de Su Majestad Israelí. No sólo Sharon quería la cabina telefónica; algunos palestinos la aceptaron con tal de obtener «algo». Como bien lo reseñara en su oportunidad el inolvidable Edward Said en su artículo «A dónde han llevado las negociaciones» («Acuerdos» de Oslo, 1/10/1995):

    «Lo que los palestinos han obtenido es una serie de responsabilidades municipales en bantustanes controlados desde fuera por Israel. Y lo que Israel ha conseguido es el consentimiento oficial palestino a la ocupación israelí, que se mantiene de una forma más racionalizada y económica que antes. […] Se establecerán en Cisjordania 62 nuevas bases militares israelíes […] El nuevo sistema de carreteras de Cisjordania conectará a todos los asentamientos [israelíes] entre sí, haciendo imposible para los palestinos gobernar un territorio continuo […] hay toques de queda, demoliciones de viviendas, encarcelamientos, asesinatos y naturalmente los colonos siguen en su sitio, más provocadores y agresivos que nunca con el ejército protegiéndoles a ellos y a sus explotaciones […] Arafat coopera con el Shin Bet [policía política interna israelí] y los colonos para acorralar a los ‘enemigos del proceso de paz’ [principalmente, Hamas].»

En otro artículo, «Elecciones, instituciones, democracia» (18/1/1996), refiriéndose a la Comisión Electoral que Arafat se había comprometido a convocar por pedido de la Unión Europea, una comisión que debía ser nombrada con garantías de imparcialidad y con tiempo para realizar sus tareas preparatorias, nos aclara Said:

    «Arafat no sólo nombró la comisión con varias semanas de retraso sino que puso al frente de ella a Abu Mazen (Mahmud Abbas), su lugarteniente, un hombre sin experiencia conocida ni en leyes electorales ni en imparcialidad. No se ha abordado ninguna queja. Casi sin excepción, los miembros de la comisión o bien son empleados o bien tienen alguna conexión directa con la Autoridad Palestina. Esto difícilmente representa una garantía de imparcialidad. […] Para quien conozca a Arafat y a Abu Mazen, y haya tenido experiencia directa de su desprecio por el procedimiento democrático y por los ciudadanos […] su modo de actuar no constituye ninguna sorpresa.»

Pero examinemos otras voces «por los dos estados».

El 21 de abril, el movimiento pacifista One Voice, que curiosamente tiene en su portada electrónica un pedido de colaboración con Keren Hayesod, una página de apoyo total al Israel tal-cual-es (que remite, con «color local», a Sabatella para las elecciones argentinas de junio 2009) publicita los resultados de una encuesta hecha por ellos mismos, que:

    «muestra que el 74% de los palestinos y el 78% de los israelíes apoyan esta idea. Asimismo, el 59% de los primeros y el 66% de los segundos rechaza la opción de un estado binacional.»

La inexistente factibilidad de tal proyecto, sin embargo, la da un detalle que One Voice señala al final de su informe:

    «[…] que […] colonos abandonen Cisjordania y los asentamientos judíos en ese territorio sean desmantelados, idea que comparte el 26% de los israelíes.»

Aquí llegamos a «los bifes»: tres cuartas partes de los israelíes y palestinos consulta-dos quieren «dos estados», pero apenas una cuarta parte de israelíes está dispuesta a ceder la tierra conquistada, ocupada, para hacer viable al «otro» estado… Este «detalle» se les escapa a los «pacifistas» de esta «movida» que está en estrecho contacto con Mahmud Abbas y su tropa (que no es precisamente pacifista).

El 24 de abril, un agrupamiento denominado TULIP – Trade Unions Linking Israel and Palestine (Sindicatos uniendo Israel y Palestina) que se define como:

    «un nuevo movimiento global que cree en el compromiso de los trabajadores y sus sindicatos en favor de Israel y Palestina, promoviendo cooperación y reconciliación»,

publicó sus consideraciones.

Leyendo su página-e se ve que la mayor preocupación de su plana mayor -dirigentes de cúpulas sindicales de EE.UU., Australia y el Reino Unido- es evitar el boicot a Israel que está adquiriendo mucha fuerza en algunos países.

Su objetivo principal es oponerse a Hezbollah y al Hamas. Ni se les pasa por la mente oponerse al racismo fundamentalista sionista o israelí. Declaran:

    «No creemos en boicots, retiro de inversiones y sanciones. Creemos en la paz y en una solución de dos estados para el conflicto.»

Es decir, en la cabina telefónica, junto a un Israel intocado e intocable. Respecto de la paz, ya sabemos qué se invoca, cuando la paz es reclamada desde quienes «tienen la sartén por el mango… y el mango también».3

El 28 de abril, Argenpress retransmite lo emitido por la Agencia Islámica de Noticias:

    «En conversaciones con el rey Abdullah, de Jordania, la Oficina Oval aseguró su compromiso con una solución de dos estados en el conflicto de Oriente Medio.»

Con lo cual comprobamos que la estructura de poder mundial que llamamos EE.UU. visualiza como lo mejor «la solución de los dos estados». ¿Será para quedarse más tranquilos?

El 13 de mayo ppdo., desde Belén, el Papa demandó:

    «un estado independiente para las personas palestinas».

El Vaticano también está por la solución de los dos estados aunque la cita mencione uno. Teníamos al poder temporal con la solución. Y ahora también al poder espiritual. La idea de la cabina telefónica se expande universalmente.

El 17 de mayo, el ICUF, Buenos Aires, declara públicamente:

    «Al cumplirse un nuevo aniversario de la creación del Estado de Israel, el ICUF (Idisher Cultur Farband / Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina) celebra este magnífico hecho, al tiempo que insiste en que el logro de una paz duradera, estable, digna, justa y democrática que garantice su existencia es la creación de un Estado Palestino conviviendo a su lado con todos los atributos de la soberanía, bajo la idea fuerza de Dos pueblos = Dos Estados.»

Lo firma su presidente, el profesor Daniel Silber. En la declaración del ICUF surge prístino un tema que es básico en la fórmula que venimos analizando y al cual volveremos: la etnicidad del estado.

Reynaldo Sietecase, desde Crítica (21/5/2009) ve así la cuestión:

    «Israel tiene derecho a existir y desarrollarse en paz. Pero esa paz sólo cristalizará con la consolidación de un estado palestino. […] El gobierno de Israel está perdiendo la batalla de la razón […de] la noble causa que dicen defender.»

Hace apenas semanas, en mayo, tuvo lugar la conferencia de la ONU sobre racismo denominada Durban II, en Ginebra, Suiza. En ella, el representante iraní Mahmud Ahmadineyad propuso un mecanismo de referendo para resolver el diferendo palestino-israelí.

La detallada propuesta de Ahmadineyad se presentó ante enviados de prácticamente todos los países del orbe, y aunque, como bien cuenta Sever Plocker 4 apenas el comienzo de su alocución provocó el retiro de la sala de representantes de la UE, se quedaron a escucharlo, atentamente, los de África, Asia y los de nuestra América morena, aunque por lo visto no los medios de incomunicación de masas rioplatenses.

Ante el anuncio de Ahmadineyad, entendemos un poco mejor «la idea de los dos estados».

Porque la propuesta del presidente iraní haría peligrar la existencia misma del Estado de Israel, al «devolver la pelota» a la ONU de lo acaecido desde 1948: instauración de un único estado (por otra parte, el único proyectado por la Declaración de Balfour de 1917); la inconfesable e insostenible decisión europea de hacer pagar a palestinos lo sufrido por judíos a manos de europeos, la explotación inmisericorde del

    «sentimiento de culpabilidad de la URSS, EE.UU. y los estados europeos propiciando que apoyasen» (Plocker, ob. cit.)

el robo de las tierras palestinas.

Ahmadineyad advierte que aquel «error» de 1948 se ha ido magnificando con el tiempo y lo vemos, por ejemplo en la violencia y el despojo creciente que Israel ejerce sobre los nativos palestinos hasta

    «convertirse en el foco de la iniquidad global y en el factor primordial de desestabilización del planeta.» (ibíd.)

¿Qué pasaría si la propuesta del presidente iraní avanza, tiene eco? La dirigencia del enclave sionista lo tiene claro: más vale plegarse a «la solución de dos estados» puesto que Israel así asegura su permanencia mediante la aceptación de… la cabina telefónica.

Con la esperanza de no fatigar al lector, me voy a permitir una cita in extenso de la nota ya citada al principio de ésta, de la universitaria estadounidense Jennifer Loewenstein, aparecida el 1º. de enero de 2009, es decir al comienzo de este «sarampión» por los dos estados. Su título es de por sí esclarecedor: «Israel no tiene intención alguna de reconocer a un estado palestino si Hamas no existiese»:

    «[…] Descarten los símbolos y el lenguaje actuales de las víctimas de nuestro egoísmo y devastadores antojos y se encontrarán con los gritos sencillos, apasionados y sin afectación alguna de los oprimidos; de los ‘miserables de la tierra’ suplicándoles que cesen su fría agresión contra sus niños y sus hogares; sus familias y sus pueblos; suplicándoles que les dejen en paz para poder conseguir sus peces y su pan, sus naranjas, sus olivos y su tomillo; preguntándoles primero cortésmente y después con creciente desconfianza por qué no les pueden dejar que vivan sin problemas sobre la tierra de sus ancestros; sin explotarles, libres del temor a ser expulsados; a salvo de violaciones y devastación; libres de permisos y bloqueos de carreteras y controles y cruces de frontera; de monstruosos muros de hormigón, de torres de vigilancia, de búnkeres de hormigón y alambradas de púas; de tanques y prisiones y torturas y muerte. ¿Por qué la vida es imposible sin esos infernales instrumentos y políticas?

    La respuesta es: porque Israel no tiene intención alguna de permitir un estado palestino soberano y viable junto a sus fronteras. No tenía intención alguna de permitirlo en 1948 cuando se apropió del 24% más de tierra de la que legalmente, aunque injustamente, le concedía la Resolución 181 de la ONU. No [… la tenía] con las masacres y estratagemas de la década de 1950. No tenía intención alguna de permitir dos estados cuando conquistó el 22% de la tierra que quedaba de la Palestina histórica en 1967 y reinterpretó a su antojo la Resolución 248 del Consejo de Seguridad de la ONU a pesar del abrumador consenso internacional que afirmaba que Israel recibiría un completo reconocimiento internacional, dentro de fronteras reconocidas y seguras, si se retiraba sólo de las tierras que había recientemente ocupado.

    No tenía intención alguna de reconocer los derechos nacionales palestinos en las Naciones Unidas en 1974, cuando -solo con EE.UU.- votó contra una solución de dos estados. No tenía intención de permitir un acuerdo de paz global cuando Egipto estaba dispuesto a firmarlo, pero […] aceptó, una paz separada excluyente de los derechos de los palestinos y los restantes pueblos de la región. No tenía intención alguna de trabajar por una solución justa de dos estados en 1978 ni en 1982, cuando invadió, bombardeó, atacó y arrasó Beirut para poderse anexionar Cisjordania sin problemas. No tenía intención de reconocer un estado palestino en 1987 cuando la primera Intifada se extendió por la Palestina ocupada, hasta la Diáspora […] ni cuando Israel ayudó deliberadamente al recién formado movimiento Hamas a fin de que socavara la fortaleza de las facciones más laicas y nacionalistas.

    Israel no tenía intención alguna de reconocer un estado palestino ni en Madrid ni en Oslo, donde la OLP fue suplantada por la temblorosa y colaboracionista Autoridad Nacional Palestina, demasiados de cuyos compinches se agarraron a las riquezas y prestigio que se les otorgó a expensas de su propio pueblo. Cuando Israel transmitió a los satélites y micrófonos del mundo sus deseos de paz y de una solución de dos estados, había duplicado ya el número de colonos judíos ilegales sobre el terreno en Cisjordania y alrededor de Jerusalén Este, anexionándoselos mientras construye y continúa levantando una superestructura de carreteras y autopistas de circunvalación por encima de las restantes y machacadas ciudades y pueblos de la tierra de Palestina. Se ha anexionado el Valle del Jordán, la frontera internacional de Jordania, expulsando a cualquier ‘local’ que habitara en esa tierra.»

Considero concluyente el enfoque de Loewenstein para poner totalmente en duda la ideota de los dos estados. Agitada por unos como jugarreta táctica y asumida por otros con sinceridad e ingenuidad. Y me voy a permitir finalizar con una única consideración, que me parece a su vez crucial, aunque no ha aparecido en los planteos referidos a la situación palestina -desesperante- actual.

Uno observa las ponencias y «todo el mundo» dice «solución de dos estados». Y es como si los dos estados fueran, por su mero enunciado, la solución.

Pero, ¿qué significan dos estados, precisamente en esa tierra, y a punto de partida del ya existente?

El Estado de Israel es un proyecto de pureza étnica, todavía inacabado en su práctica (porque los palestinos han resultado increíblemente tenaces), pero teóricamente configurado con sus leyes discriminatorias: la ley de retorno según la cual cualquier judío de cualquier lugar del mundo tiene por sí la ciudadanía israelí; la ley de abandono de tierras, mediante la cual cualquier palestino a quien se le impide el acceso a su propia tierra, la pierde «de pleno derecho» luego de un tiempo; el casamiento y demás observancias civiles se hace por vía religiosa; la población palestina árabe, musulmana o cristiana, tiene obligaciones fiscales tan o más pesadas que la población judía, pero está exonerada del servicio militar, al cual en cambio está sometida toda la población de origen judío; sólo judíos pueden adquirir tierras; la población palestina no tiene derecho a administrar agua, ni siquiera desde las napas y en zona rural; las «autoridades» israelíes les han cegado innumerables pozos para cuotificar el agua con criterios absolutamente discriminatorios (agua para piscinas israelíes, pero no agua para higiene humana o cultivos palestinos).

A lo largo de las décadas, en medio de desplazamientos, demoliciones, ataques, asesinatos, el estado sionista ha estado llevando a cabo un inmenso, inacabado proceso de «limpieza étnica».

¿Qué significarían dos estados, uno al lado de otro (si fuera físicamente posible, que ya no lo es, porque lo que se llama «palestino» ha perdido contigüidad territorial, ya no existe como territorio)? ¿Un estado palestino étnicamente puro? Claramente, se trataría de un estado palestino sin judíos. Al lado de Israel, que llegaría así a constituirse en un estado judío sin palestinos, ¿ni musulmanes ni cristianos? 5

Pero, en tiempos modernos, ¿ha habido estados étnicamente puros, dejando de lado el ensayo inconcluso de Israel?

¿Ha habido al menos intentos de construir semejante ente político?

Mis limitadísimos conocimientos me permiten nombrar uno solo: la Alemania nazi. Un proyecto de sociedad pura, libre de todo mestizaje. Guiada por un racismo purificador y una soberbia fuera de lo común. Me estoy expresando mal: la soberbia racial, racista, ha sido lo más común; lo característico de todo colonialismo (y lo necesario para poder aplastar a otros humanos y seguir creyéndose buenos); españoles en América, ingleses también en América, en Asia, en África…

Lo que caracterizó a los nazis, en todo caso, fue su sinceridad, su radicalidad, su brutalidad. Estaban tan convencidos de su «verdad», su soberbia era tan hipertrofiada que no les importó enfrentar al resto del mundo… todas sus cualidades; soberbia, pureza, indignación frente al ultraje del Tratado de Versalles (que por otra parte fue real, así como con similar carga de vibración ética contra una atroz realidad se irguió en la segunda posguerra una suerte de nacionalismo entre los judíos sobrevivientes) los hicieron esclavos de su estulticia…. sus mentes fueron captadas por la ideología de la pureza racial y se fueron convirtiendo en mentes captadas, mentes captas, mentecatos.

Despreciaron toda táctica. Enfrentaron a la vez a Oriente y a Occidente. Los colonialismos triunfantes habían alojado a «las colonias» fuera de Europa y fuera del universo blanco. Los nazis, al vérseles negada la posibilidad de repartir la periferia colonial con los otros «pueblos señoriales» (de amos) que ellos reconocían (Herrenvolk), no tuvieron empacho en dirigir su energía en colonizar tierras europeas y en encarar políticas genocidas contra otros blancos, todo un acontecimiento, para decirlo con la palabra clave de Alain Badiou.6

Ya sabemos qué ha significado para la humanidad el extravío nazi.

Y ahora, ¿queremos dos estados étnicamente puros?

¿Al fundamentalismo judío, con esa neorreligión reconfigurada por el sionismo, que es ahora una religión de la tierra, donde dios es el estado, qué le vamos a agregar?

¿Un estado étnicamente puro, pero musulmán, que facilite el crecimiento de las alas fundamentalistas del Islam?

¿A los que no queremos sopa dos platos?

Un recientísimo proyecto de ley presentado y ya aprobado en primera instancia por el parlamento israelí convierte en delito ideas como la comentada de Ahmadineyad. Se trata de una ley que penaliza cualquier

    «‘llamamiento que niegue la existencia del Estado de Israel como un Estado judío y democrático’, si el contenido de la convocatoria es susceptible de provocar ‘actos de odio, desprecio o deslealtad contra el Estado’.» 7

Entre sus muchas áreas de nuevos delitos (prácticamente todos «de opinión») está la de que judíos defiendan el cambio en la definición del estado, o, frutilla del postre, la creación de un estado binacional en la totalidad de la Palestina histórica [destaque mío], todo lo cual se ensambla ominosamente con otro proyecto, también en trámite en la Knesset, del partido fundamentalista judío liderado por Avigdor Lieberman para que la ciudadanía israelí declare su lealtad al «Estado judío, sionista y democrático»[sic] (ibíd.). Vale la pena aclarar que Lieberman es a la vez ministro de justicia y ministro de policía… una especie de Ministerio del Interior al cuadrado.

Con los rabinos de Neturei Karta, con la multitud de palestinos lúcidos y laicos como E. Said, Abdelwahab Elmessiri o Kawther Salam, de judíos sin velos de fáciles pertenencias, como N. Finkelstein, Gilad Atzmon o Yeshayahu Leibovitz y tantos, tantos otros con o sin relación étnica alguna con la cuestión, considero que hay que desmontar la idea nefasta de la pureza étnica o religiosa. Y que hay que propender a organizaciones políticas plurales y pluralistas, donde se respete el plano religioso pero sin aceptar la teocracia, hoy en proceso de ensanche en Israel así como en varios países musulmanes. Y no sólo en tales lugares, porque nos consta de claros intentos de fundamentalismos cristianos que en EE.UU. constituyen la mejor amalgama con la neorreligión judía del estado israelí.

* Luis E. Sabini Fernández es docente del área de Ecología de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, periodista y editor de la revista futuros del planeta, la sociedad y cada uno.