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En el bicentenario

La sublevación de los esclavos del Este de la Habana

Fuentes: Rebelión

El 15 de marzo de 1812 es un hito de singular importancia en la historia Cuba. En esa fecha, hace doscientos años, tomó cuerpo insurreccional una de las primeras conspiraciones de negros y mulatos que habían adquirido una visión de sí mismos, conformada e influida por su participación activa en los cambios de una época […]

El 15 de marzo de 1812 es un hito de singular importancia en la historia Cuba. En esa fecha, hace doscientos años, tomó cuerpo insurreccional una de las primeras conspiraciones de negros y mulatos que habían adquirido una visión de sí mismos, conformada e influida por su participación activa en los cambios de una época en revolución. Estos precursores intentaron esbozar un proyecto de emancipación social y política, que tenía en su centro la abolición de la esclavitud y la independencia frente a la metrópoli española. Recogían el imaginario heroico de las tradiciones combativas de las milicias de pardos y morenos participantes en la defensa y resistencia frente al ataque y toma de La Habana por los ingleses en 1762, la participación en las batallas de la independencia de los Estados Unidos, y las frecuentes guerras coloniales.

Como consecuencia de lo que se reveló entonces como la Conspiración de Aponte, ocurrió la toma e incendio del ingenio Nuestra Señora del Carmen y San Joseph o «Peñas Altas», en el Partido de Guanabo, al noreste de La Habana, y el intento de levantar en armas a la vecina hacienda azucarera «Santa Ana» y San Juan de Dios, ubicada en «los Sitios de Santa Ana», lugar que hoy se conoce como Tumba Cuatro. Los principales líderes de este movimiento fueron José Antonio Aponte y sus lugartenientes Clemente Chacón, Salvador Ternero y Juan Bautista Lisundia.

Los hechos

Un día antes, el 14 de marzo, los dos jefes protagonistas de las acciones armadas: Juan Bautista Lisundia y Juan Babier, junto al mulato Estanislao Aguilar, habían preparado las condiciones para ejecutar la sublevación desde el cercano ingenio San Gabriel de Tivo-Tivo, contiguo al centro del Corral Guanabo de Abajo, donde hoy se erige el poblado de Campo Florido. Desde este lugar marcharon al ingenio «Santísima Trinidad» a celebrar un Tambor, en esta ceremonia levantaron a parte de la dotación de esclavos, con los que emprendieron el asalto y quema del Ingenio Peñas Altas.

La partida de alrededor de dos decenas de hombres armados, luego de dar fuego a las instalaciones del Peñas Altas y machetear a los moradores blancos que residían en el mismo, se dirigieron al el Ingenio Santa Ana con igual propósito; pero fueron contenidos a medio camino entre ambas haciendas por una milicia organizada por el mayoral de este último ingenio, Antonio Orihuela, compuesta por pobladores blancos de la cercana comarca y esclavos de la propia dotación del Santa Ana, conminados a traicionar a los suyos por la prédica del párroco del pueblo de Guanabo Manuel Donoso, quien se había trasladado al lugar.

La supremacía en hombres y armas de la partida del mayoral, contuvo y dispersó el intento rebelde. Luego llegaron tropas armadas que culminaron las acciones represivas, redujeron al resto de los insurgentes esclavos refugiados en los montes cercanos y los condujeron junto a otros implicados a la capital.

Estos hechos por sí solos, no pasarían de ser una rebelión más, entre las muchas que antes y después de esa fecha protagonizaron esclavos y descendientes libres como forma de lucha, si no fuera por la connotación que tenían dentro del plan conspirativo dirigido desde la capital por José Antonio Aponte y Ulabarra. En la estrategia de Aponte, la insurrección armada de esclavos de los ingenios, era el factor de integración entre el grupo social más explotado y mayoritario – el negro recluido en la plantación azucarera – y la propuesta separatista de los mulatos y negros libres de la ciudad, que aspiraban a una revolución inspirada en el ejemplo haitiano.

También habían trabajado los conspiradores para sumar a esclavos urbanos en acciones dentro de las casas señoriales de la ciudad. La idea era la de neutralizar el día señalado para la insurrección en la capital, a sus amos y otros servidores que le fuesen fieles, haciéndose de las armas. Esta parte del plan conspirativo se promovió fundamentalmente a través de las relaciones entre conductores de carruajes, libres y esclavos, -quienes tenían un estatus relativo de privilegios -, pero en la práctica no dio los resultados esperados, y fue incluso por la vía que la conspiración fue delatada con antelación.

Juan Babier

En las acciones de los días 14 y 15 de marzo, tuvo un protagonismo sustantivo Juan Babier, quien compartía con Aponte, en la capital de la Isla, – y con Hilario Herrera «el inglés» en la zona de Puerto Príncipe-, el propósito de concertación entre las intenciones libertarias generadas en tierras cubanas, y los acontecimientos conspirativos emancipadores que se expandían por el norte y sur de América, y en el Caribe tenían su vórtice difusor en la Revolución de Haití.

Juan Babier era de origen congo igual que Clemente Chacón, y fue presentado por este a Aponte como un emisario enviado del rey negro de Santo Domingo, Henri Christophe, para auxiliar y promover el levantamiento. Durante el tiempo en el que se preparó el complot, aprovechó su procedencia de Charleston, para construir una relación conspirativa con otros esclavos o negros libres llegados desde las plantaciones sureñas de los Estados Unidos que habitaban cerca, o formaban parte de las dotaciones de los ingenios a insurreccionar.

Babier, fue la clave de la concertación entre los principales complotados locales, con el brigadier negro de origen dominicano Gil Narciso que combatió a los franceses de Santo Domingo bajo las banderas del Ejército Real Español. Narciso y sus oficiales y tropa, estaban en esos momentos de paso en La Habana, aislados en Casa Blanca.

El secreto conspirativo y fraternal, que sirvió de logia a estas concertaciones para proteger a sus principales líderes, nunca ha podido ser revelado documentalmente, ni siquiera desde los severos interrogatorios a que fueron sometidos los cubanos y los militares dominicanos; quienes, siempre negaron su relación con la conspiración y el conocimiento de este enlace, aunque los hechos apuntaban a lo contrario.

A Juan Babier lo encontramos en la víspera del alzamiento, en el Ingenio Tivo Tivo, en el bohío de María Sixta -conocida como la morena «inglesa» por su procedencia estadounidense-. Barbier se viste con una casaca que previamente había ocultado en el lugar, con el propósito de encarnar la figura del fallecido general de las huestes negras dominicanas Jean François, que años atrás había sido el jefe de Gil Narciso.

Desde la jerarquía militar que autoasumió Babier, convocó a la revolución, con una danza africana cuyos tambores ejecutaba Juan Bautista Lisundia. Arengó a los esclavos del Ingenio Trinidad a marchar sobre el Peñas Altas, y para ello invocó la ayuda de sus orichas y la que pensaba recibirían de las tropas dominicanas acuarteladas en La Habana y desde de Haití. Según afirmaba Babier, en la vecina isla existían miles de hombres dispuestos a socorrer a los alzados en Cuba.

Juan B. Lizundia

El otro capitán de Aponte entre los sublevados era Juan B. Lizundia. El liderazgo que ejerció Lisundia sobre los esclavos que se sumaron a la revuelta tenía un carácter diferente al de Babier y no descansaba en los prestigios de los insurrectos antillanos. Revelaba la principal arista conspirativa de los dirigentes de la conspitación, la que los relacionaba por los mutuos vínculos sociales: el nacimiento criollo, el origen de clase y la hermandad religiosa.

Lisundia, era un negro criollo de primera generación, hijo de Clemente Chacón negro congo libre, soldado del Batallón de Morenos en el que Aponte fue cabo. Se conocía que oficiaba con jerarquía religiosa – Tocador de Tambores – entre los negros congos que trabajaban en las canteras de la ciudad.

La ascendencia de Lisundia se basaba en su origen familiar que los vinculaba con las dotaciones de esclavos de los hacendados con iguales nombres, dueños de ingenios y tierras en los sitios donde se desataron los hechos armados. También con quienes habían compartido ellos y sus ancestros, las trincheras militares en acciones de guerra en defensa del terruño local.

Si se parte de la información que nos aportan los apellidos de los principales complotados negros (Chacón el ex esclavo padre y Lisundia, el hijo de esclavo libre; incluso Aponte) y del conocimiento de las familias de dueños de esclavos a los que pertenecían las propiedades y las dotaciones que se insurreccionan, podemos conjeturar por qué fue en el Este de La Habana, y no en otro sitio, donde los conspiradores convocaron a la rebelión. Se trata de que el accionar conspirativo de estos activistas revolucionarios estaba facilitado por las redes de sustentación filial en las cuales se habían educado y construido sus proyectos de vida.

De ahí la preeminencia del plan de llamar a las armas a las dotaciones de estas plantaciones levantadas en una de las zonas de mayor concentración de la explotación del trabajo esclavo en la producción azucarera de entonces pero también donde tenían los lugartenientes de Aponte – negros y mulatos libres- y él mismo, su base de procedencia y relaciones familiares esclavas de las cuales provenían y a la vez desde donde habían conformado su accionar y su imaginario épico militar como miembros de milicias armadas exitosas en acciones de guerra, que les servían de inspiración ideológica para enfrentar el reto de revolucionar el sistema de dominación.

Salvador Ternero y Clemente Chacón

La actividad de Salvador Ternero, se enlazaba con Clemente Chacón, para aportar al grupo de conjurados su influencia sobre los negros y mulatos citadinos que serían llamados a la insurrección en el marco de la ciudad. Ternero como capataz del Cabildo Mina Guaguí, era uno de los líderes negros locales más reconocidos entre sus congéneres. Ternero era tenido por «revoltoso» por las autoridades coloniales, y ya había guardado prisión tras su participación en el motín anti francés de 1808.

Ternero fue uno de los conjurados que había tomado relación directa con los militares dominicanos de paso por La Habana y conjugaba este papel con su experiencia militar como miliciano de la 5ta. Compañía del Batallón de Morenos Leales. En el plan conspirativo general estaba encargado de las acciones urbanas contra el Cuartel de Dragones. Clemente Chacón sería el responsable de atacar el Castillo de Atarés.

Como Aponte, Ternero y Chacón eran depositarios de un sólido prestigio social, ganado desde los reductos gremiales del artesanado urbano de negros y mulatos libres. El primero: era carpintero y artista; el segundo aserrador y el tercero zapatero y pulpero, pero también con declarada influencia entre los canteros-constructores de la Ciudad.

Ellos habían logrado superar las diferencias de origen que dividían a los negros de acuerdo al lugar de procedencia africana. Aponte era lucumí; Chacón, congo y Ternero, mina, y cada cual había aportado a la causa común no solo su experiencia de hombres maduros que rebasaban la cuarta década de vida y que habían vivido de forma activa la convulsos cambios políticos y económicos que transformaban a Cuba, pero también a las metrópolis y a los otros territorios coloniales americanos durante el transcurso de esos años.

A su ideario transformador de la realidad estos dirigentes de la conspiración habían incorporado el conocimiento del poder de convocatoria dentro de sus semejantes, por la autoridad religiosa sedimentada en sus creencias ancestrales transculturadas con la fe católica. En ello era definitiva la pertenencia y jerarquía a las cofradías y cabildos de nación. Aponte como cófrade de los carpinteros negros de San Joseph en el Convento de San Francisco, y Ternero como capataz del Cabildo de La Nación Mina Guagui, cuya sede fue también centro de la conspiración.

Aponte, el líder histórico

Aponte y sus sus lugartenientes Hilario Herrera, Francisco Javier Pacheco, Clemente Chacón, Salvador Ternero, Juan Barbier, José del Carmen Peñalver y Juan Bautista Lisundia, fueron apresados por las autoridades colonialistas días después de los acontecimientos de Peñas Altas, y ahorcados el 9 de abril de 1812. Sus cabezas se colgaron públicamente en la capital como escarmiento.

José Antonio Aponte aparece en la historia como la figura central de la insurrección que se inició el 15 de marzo de 1812, su figura ha asumido ribetes de leyenda popular. A este primer jefe popular revolucionario la historiografía le ha dedicado una justa y creciente atención. En estos días de bicentenario volveremos sobre su labor conspirativa.

Bibliografía Utilizada.

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  • Cornide Hernández, María Teresa. De la Havana, de siglos y de familias. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2008.

  • Franco, José Luciano. Las conspiraciones de 1810 y 1812. Editorial Ciencias Sociales, La Habana 1977.

  • García, Gloria. Conspiraciones y Revueltas. Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 2003.

  • García Rodríguez, Mercedes. Entre haciendas y plantaciones. Editorial Ciencias Sociales, La Habana 2007

  • González Martin, Mario J. Evolución y desarrollo de la Industria azucarera en el este de La Habana. El eje productivo GuanaboRio BlancoCanasí. Museo Municipal de La Habana del Este. Trabajo Mecanografiado. 1981.

  • Torres Cuevas, Eduardo. Historia de la masonería cubana. Imagen contemporánea, La Habana 2005.

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