Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
Un encuentro visiblemente cordial celebrado entre el primer ministro israelí Ehud Olmert y el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas en Jerusalén Oriental la semana pasada tenía todos los atavíos de un buen principio. Las sonrisas eran amplias, la atmósfera alegre, un aura de optimismo planeaba sobre sus cabezas. La reunión, que se celebró en la residencia oficial de Olmert el 27 de diciembre, era para negociar el estatuto final entre las dos partes, con la esperanza de que condujera a una resolución que ponga fin a los seis largos decenios del conflicto palestino-israelí.
Además de volver a emprender las restablecidas conversaciones, que muchos críticos ya califican de acabadas y fútiles ante la insolencia e intransigencia de Israel, la dirección de la AP esperaba que la reunión sirviera para conseguir que Olmert cancelara los planes anunciados recientemente de construir miles de nuevas viviendas para colonos por toda Cisjordania, especialmente en la Jerusalén Este árabe, ocupada por Israel.
Olmert y Abbas estuvieron de acuerdo en retomar las conversaciones de paz y abstenerse de dar cualquier paso que fuera perjudicial para los acuerdos del estatuto final. Sin embargo en el asunto central de la expansión de los asentamientos, que es un tema de primer orden del estatuto final, Olmert le aclaró a Abbas que no podía y no detendría la construcción, puesto que esa medida significaría el derrumbamiento de su gobierno de coalición. Curiosamente éste es el mismo pretexto y la misma razón que los sucesivos primeros ministros israelíes siempre han esgrimido cuando han sido presionados, incluso por EEUU, para detener o congelar la expansión de los asentamientos.
Olmert no le dijo abiertamente a Abbas que Israel desobedecería claramente el espíritu de Anapolis y proseguiría con la construcción de nuevas unidades colonizadoras en Cisjordania, sino que recurrió a la tergiversación y las estratagemas. Le dijo que Israel no crearía nuevos asentamientos en Cisjordania, pero no hizo ninguna mención a los planes para extender los que ya existen con la construcción de miles de viviendas en tierras árabes de propiedad privada recientemente confiscadas en los alrededores de dichos asentamientos. La magnitud de los engaños y mentiras de Olmert se reveló inmediatamente después del posado fotográfico con Abbas.
Esta semana, los medios de comunicación israelíes revelaron que recientemente el gobierno decidió emitir dos licitaciones públicas de construcción en Jerusalén Este, incluyendo la edificación de 440 viviendas para colonos en los suburbios árabes de Sur Baher y Jabal Al-Mukaber. Esto además de las 307 viviendas para colonos que Israel está planeando construir en el asentamiento de Har Homa o Jabal Abu Ghneim, adyacente al pueblo palestino cristiano de Beit Sahur, en la región de Belén.
La nueva campaña de expansión de los asentamientos en la ocupada Jerusalén Este y sus alrededores, que Israel no considera parte de Cisjordania, coincide con la construcción de miles de viviendas por toda Cisjordania.
La última reunión entre Abbas y Olmert se ha considerado como un fiasco por los expertos, incluso los partidarios de Fatah, como Hani Al-Masri, un importante columnista que acusa a la dirección de la AP de sacar Jerusalén Este de las negociaciones. «Si la expansión de las actividades colonizadoras judías en Jerusalén, la futura capital del estado palestino de la que todos estamos hablando, no es un problema para el acuerdo del estatuto final, entonces, ¿de qué problemas están hablando?», preguntó Masri.
Continuamente desairado por el insolente y despectivo rechazo israelí a congelar la expansión de los asentamientos, el frustrado y debilitado liderazgo palestino ha atraído a la administración Bush, especialmente a la Secretaria de Estado Condoleezza Rice, para que presione a Israel y le haga detenerse. Rice advirtió a Olmert de las consecuencias que podría tener para el proceso de paz la desenfrenada expansión de los asentamientos.
Olmert aseguró a Rice que no se estaba planificando ningún nuevo asentamiento pero que no tiene capacidad de detener el crecimiento natural y que los colonos, después de todo, son ciudadanos israelíes y tienen derecho a tener un techo sobre sus cabezas.
El gobierno israelí llevó el agravio hasta el insulto cuando los soldados israelíes dispararon y mataron al guardia personal del jefe palestino de las negociaciones, Ahmed Qurei, al sudeste de Ramala. El asesinato a sangre fría se perpetró sólo unas horas después de la reunión en Jerusalén Este, a la que Qurei también asistió.
Obligados a repetir todos los días las mismas perogrulladas y pronunciando con voz hueca palabras sobre la ilegalidad de los asentamientos judíos, los representantes palestinos se encuentran en una situación poco envidiable. Por un lado se dan cuenta, aunque no lo digan abiertamente, de que las conversaciones con Israel están condenadas al fracaso, aun cuando estas conversaciones todavía no han empezado. También saben que ni la administración Bush ni cualquier otra administración estadounidense posterior tendrán la voluntad o la capacidad de presionar a Israel para que acabe con la ocupación que empezó en 1967.
Por otro lado, la Autoridad Palestina es consciente de que la entrada de miles de millones de dólares comprometida por los países donantes en la Conferencia de Donantes de París a mediados de diciembre, no puede engrasar ni siquiera mínimamente la continuación de, al menos, la apariencia de los esfuerzos para conseguir la paz, independientemente de que dichos esfuerzos produzcan resultados.
Sin embargo esta forma de pensar es problemática -por decirlo suavemente-, porque no tiene en cuenta el cambio de humor y la indignación creciente de los palestinos.
Esta semana el ejército israelí incrementó significativamente los asesinatos de civiles palestinos sin mediar provocación, sólo por que sí, como apuntó un trabajador de derechos humanos. En el paso fronterizo de Beit Hanun, en el norte de la Franja de Gaza, los soldados israelíes aburridos abrieron fuego sobre los peregrinos palestinos que volvían de la Meca y asesinaron a una mujer e hirieron a cinco personas más, una de ellas de gravedad.
El ejército israelí emitió cuatro relatos diferentes del homicidio «fortuito» de la mujer, cuyos hijos y nietos estaban esperándola sólo a unos cientos de metros. Primero el portavoz del ejército israelí dijo que no tenía ningún conocimiento del caso. Cinco horas después un portavoz distinto afirmó que era probable que la mujer fuera alcanzada por el fuego palestino. Un tercer relato alegó que la mujer murió en un tiroteo entre los soldados israelíes y el personal de seguridad palestino apostado en el norte de Gaza. Finalmente, el ejército israelí emitió una cuarta narración diciendo que los soldados del cruce fronterizo de Erez se sintieron amenazados y tuvieron que disparar.
Por supuesto la mujer no fue alcanzada por fuego palestino, no hubo ningún tiroteo entre soldados israelíes y palestinos en el vecindario y los soldados de la dotación del cruce fronterizo de Erez no podían sentirse amenazados por la presencia de exhaustos peregrinos que habían estado sujetos a meticulosos cacheos y registros repletos, como de costumbre, de todas las formas posibles de humillación.
Un caso parecido sucedió la semana pasada cerca de Ramala cuando los soldados israelíes de gatillo fácil dispararon y asesinaron a un palestino, padre de dos hijos pequeños, que estaba haciendo una caminata con su hermano y un amigo fuera de su casa. Los soldados afirmaron que los tres palestinos desarmados habían actuado de forma sospechosa.
La helada rabia acumulada como resultado de los mortíferos ataques israelí, aparejados con la política israelí de mentiras y la evidencia de la continuación de la expansión de los asentamientos, está calando muy hondo en los corazones de los palestinos. «Pienso que la mayoría de las personas están convencidas que Israel está engañando a la dirección palestina y que no es sincero cuando dice que quiere la paz con los palestinos. Por decirlo en pocas palabras, la política de asesinatos de palestinos y la expansión de los asentamientos no es compatible con un auténtico deseo de paz», dijo Ziad Abu Sayad, el anterior negociador palestino.
En el diario Al Quds, con base en Jerusalén Este, Abu Zayad acusó a Israel de hacer trampas con el propósito de construir más asentamientos, robar más tierra árabe y confundir a la opinión pública internacional. Es la misma película, la misma decepción, las mismas mentiras. Abu Zayad instó al liderazgo palestino de Abbas a declarar inmediatamente la inutilidad de las conversaciones con Israel si el estado judío se niega a detener todas las actividades de expansión de los asentamientos en Cisjordania.
Hay otro elemento que no presenta buenos augurios para Abbas y su Primer Ministro, Salam Fallad, respaldado por Occidente. El movimiento Fatah ahora está confundido por las provocativas políticas del gobierno de Ramala y trata de llevar un mensaje inequívoco a Fayyad afirmando que: «O usted se atiene a nuestras pretensiones, o dimite». Esta semana, una pequeña facción militar de Fatah, las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, ahora casi totalmente disuelta por el gobierno de Fayyad, advirtió que mataría a Fayyad si seguía negando a Fatah un tratamiento preferencial.
Fayyad perdió recientemente muchos adeptos en Fatah cuando dejó de pagar los sueldos a miles de trabajadores de Fatah que habían estado en la nómina de la AP desde mediados de los noventa, según los informes. Fayyad también enfureció recientemente a muchos palestinos cuando ofreció públicamente las condolencias a las familias de dos soldados israelíes fuera de servicio abatidos por las guerrillas palestinas de Hebrón, en el sur de Cisjordania. Israel asesinó a muchos cientos de palestinos en 2007, incluyendo a docenas de niños.
Según algunos observadores palestinos, el resultado más probable en el caso de que el proceso de paz se derrumbe, lo que la mayoría de palestinos ve como un resultado inevitable, será una nueva Intifada, esta vez contra Israel y el propio gobierno de la Autoridad Palestina.
Texto original en inglés: http://weekly.ahram.org.eg/2008/878/re1.htm
Khaled Amayreh es un periodista independiente palestino que vive en Jerusalén Este.
Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.