Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Las mujeres que han estado detenidas en una de las prisiones de Damasco han descrito las espantosas condiciones de vida a que se han visto sometidas en el interior de la misma.
Mayada, de 28 años, pasó cinco meses en la Prisión Central de Damasco que se conoce con el nombre de Adra, bajo acusaciones de terrorismo y de haber formado una organización terrorista.
Fue liberada el pasado junio tras una amnistía presidencial que perdonó a cierto grupo de detenidos.
Según los grupos por los derechos humanos, las condiciones de vida en Adra, donde la mayoría de los detenidos son hombres, no son tan malas como en otros centros de detención por Siria. Sin embargo, el mal trato sigue siendo generalizado.
«Vimos cosas que parecían sacadas de alguna película de terror», dijo Mayada en una entrevista con Damascus Bureau acerca del tiempo que estuvo en Adra. «Los guardias agarraban a una mujer enferma y la lanzaban agresivamente contra la pared o contra el suelo sólo porque pedía ayuda».
Según Mayada, el acceso a una atención sanitaria básica en Adra es también un «inmenso problema».
«Quienes necesitaban de esa ayuda sólo podían obtenerla mediante sobornos», dijo. «Si no era así, se quedaban sin atención médica. Esta fue precisamente una de las situaciones que tuve que padecer». «Nadie ofrecía apoyo financiero a las presas pobres o enfermas», añadió.
Un informe que la Red Euro-Mediterránea por los Derechos Humanos publicó en noviembre de 2013 documentaba relatos de mujeres sirias que habían sido arbitrariamente detenidas, violadas y torturadas por las autoridades sirias.
El informe también refería que esos abusos no recibieron la atención adecuada.
«Los delitos cometidos contra las mujeres sirias no aparecen en las agendas de los políticos. Los medios de comunicación ignoran también las complejas consecuencias y dimensiones de su sufrimiento», se afirmaba en el informe.
Según las organizaciones por los derechos humanos, cientos de hombres y mujeres han sido acusados o perseguidos alegando que han prestado apoyo a organizaciones terroristas o participado en actividades terroristas. Las acusaciones se apoyan en la Ley siria contra el terrorismo que se aprobó en julio de 2012.
Uno de esos grupos de apoyo a los derechos humanos, Human Rights Watch, con sede en Nueva York, dice que se ha hecho un uso abusivo de esa ley y se ha aplicado a actos tales como distribuir ayuda humanitaria, asistir a manifestaciones y documentar violaciones de los derechos humanos.
Una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobada en febrero condenaba las detenciones arbitrarias y torturas a civiles llevadas a cabo por el gobierno sirio y exigía su liberación. Sin embargo, Human Rights Watch y otros grupos dicen que en los últimos ocho meses pocos cambios ha habido.
«A pesar de la Resolución aprobada en febrero vemos que el gobierno persiste con las detenciones arbitrarias y la tortura a los detenidos», dijo Lama Fakih, investigadora para Siria y el Líbano de Human Rights Watch.
Además de las pésimas condiciones de vida, Mayada dijo que a los prisioneros de Adra se les negaba una representación legal eficiente.
«Las malas actuaciones de los abogados designados para que defiendan a los prisioneros no se someten a ningún control ni responsabilidad, hay algunos que ni siquiera se molestan en visitar a sus clientes», dijo.
«Sólo en una ocasión vi a un abogado que se suponía iba a representarme. Un abogado voluntario que empezó a visitarme y a llevar el seguimiento de mi caso».
Sarah, de 30 años, que pasó siete meses en la prisión de Adra, describió una situación muy parecida en una entrevista con Damascus Bureau.
Ella salió también libre tras la amnistía presidencial de junio. Sarah y su marido solían proporcionar apoyo a las víctimas del conflicto. Su marido desapareció hace dos años y desde entonces se ignora su paradero.
Sarah fue acusada, en función de la Ley contra el terrorismo, de apoyar el terrorismo y formar una organización terrorista.
Según Sarah y Mayada, las mujeres presas en Adra son o bien activistas de la oposición o seguidoras del régimen que han sido acusadas de diversos delitos. Manifiestan que ambos grupos sufren abandono y malos tratos aunque las condiciones son peores para las activistas de la oposición.
Las horribles condiciones se extienden también a los niños nacidos en la prisión. Una madre dio a luz a su hijo, Husam, en la prisión de Adra. A los 18 meses, Husam seguía sin recibir vacuna alguna. «Ahora padece de asma y sarna», dijo su madre a Damascus Bureau.
Esta mujer dijo también que desea a menudo que Husam muera porque su marido les abandonó después de que a ella la metieran en la cárcel y ha recibido amenazas de muerte de su propia familia.
Sarah dijo que algunas organizaciones conseguían hacer llegar a los prisioneros unos cuantos suministros que sólo servían para satisfacer «las necesidades más básicas, como ciertas clases de medicinas y ropas».
Según Suhad, una abogada que trabaja con las detenidas, el dinero dicta el tipo de situación en la que el preso va a vivir. Dijo que así se consigue hacer llegar algo de ayuda a algunos presos y que cuanto más famoso es el prisionero más dinero recibe.
«En la prisión de Adra, el dinero permite que algunos vivan de igual forma que lo harían en sus propias casas», dijo.
«Las diferentes organizaciones pueden gastar dinero en ciertos prisioneros pero hay otros que no reciben apoyo alguno. A menudo sus familias no están en posición de poder ayudarles.»
La falta de ayuda para presas como Sarah hace que la situación sea imposible de soportar.
«Olvidé todo lo que escuché durante mi experiencia en ese lugar, las difamaciones, las falsas acusaciones», dijo. «La realidad era muchísimo peor. No hay palabras para poder describir lo que se siente cuando eres injustamente acusada y sometida a abusos».
Las campañas puestas en marcha por los grupos de derechos humanos que se oponen a las detenciones arbitrarias dejaron a Sarah llena de amargura y frustración ante su incapacidad para intervenir.
«Las páginas de Facebook de mucha gente a la que ni siquiera conocía se llenaron con fotografías mías y con llamamientos para mi liberación», dijo Sarah. «Pero no recibí ningún apoyo real cuando lo necesitaba dentro de la cárcel. Se quedaban satisfechos con exhibir eslóganes inocentes».
«La mayoría de las organizaciones afirman que están defendiendo los derechos humanos, pero en realidad todo lo que hacen es promocionarse para conseguir más financiación», añadió Sarah.
Tanto Sarah como Mayyada reconocen los riesgos que corren las personas de fuera que intentan comunicarse con los presos o que tratan de proporcionarles apoyo. Algunas presas han aportado ejemplos de familiares encarcelados cuando trataban de contactar con ellas.
Fakih, en Human Rights Watch, dijo que para las organizaciones era sencillamente imposible proporcionar asistencia legal directa a las detenidas.
«La capacidad de las organizaciones de la sociedad civil que actúan en Siria ha disminuido obviamente de forma exponencial porque el gobierno las ha cerrado y ha detenido a las personas que defendían los derechos de los detenidos», dijo.
«Sabemos que hay algunos abogados sirios que continúan defendiendo a los detenidos en Siria pero su número se va reduciendo porque ellos mismos han sido objeto de ataques por parte del gobierno sirio».
«El desafío que se nos presenta es conseguir que organizaciones de fuera puedan tener acceso a los detenidos», dijo Fakih. «Hemos estado pidiendo al gobierno sirio que permita que observadores independientes puedan entrar en las instalaciones de detención para controlar las condiciones y proporcionar servicios a los detenidos. Es obvio que el régimen no lo va a permitir».
Fuente: http://www.damascusbureau.org/?p=6916