Frente a los graves problemas derivados de la crisis climática, la respuesta que ha ganado el relato se llama “transición ecológica”, tanto entre las voces gubernamentales como de la sociedad civil. Bajo este lema tenemos desde cumbres mundiales para impulsarla y coordinar esfuerzos, hasta ministerios o asambleas ciudadanas que trabajan bajo esta denominación y, desde luego, fondos millonarios en todas las administraciones para llevar a cabo proyectos que la hagan posible.
Como ha ocurrido en otras ocasiones – pienso en los antiguos objetivos del milenio o los actuales objetivos del desarrollo sostenible – la imposición mediática del relato acaba consiguiendo convertirlo en una suerte de dogma, de pensamiento único. Así que voy a aprovechar estas páginas para cerrar mi boca y dar espacio a recoger aquí, casi íntegramente, las palabras recién publicadas por el movimiento francés “Las Sublevaciones de la Tierra”, que está demostrando que hay otros puntos de vista. Y otras maneras de actuar. Abro comillas.
“El movimiento francés ‘Soulèvements de la Terre’ reúne a activistas climáticos, agricultores, sindicalistas, grupos autónomos anticapitalistas, así como a personas implicadas en luchas territoriales locales, Zona a Defender (ZAD) y otros territorios ocupados. El movimiento nació en enero de 2021, partiendo de la constatación de que sólo un cambio radical -un auténtico levantamiento- podría frenar la crisis climática y poner fin al saqueo capitalista de nuestros entornos vitales y vínculos. Los objetivos de ‘Soulèvements de la Terre’ eran llevar a cabo acciones colectivas directas y tejer una red de luchas locales, promoviendo al mismo tiempo un movimiento de resistencia, redistribución de la tierra y construcción de bienes comunes a mayor escala.
“Cada seis meses desde enero de 2012, una asamblea de varios centenares de personas ha elaborado un calendario de acciones nacionales para apoyar las luchas locales que se encuentran en momentos cruciales de su historia: la puesta en marcha de obras y amenazas de destrucción inminente, la necesidad de pasar a formas de acción más ofensivas y masivas tras haber agotado varios otros resortes de movilización sin haber sido escuchados, la amenaza de que un tipo de infraestructura tóxica se extienda al resto del país si no se detiene localmente… En los últimos dos años, hemos llevado a cabo más de veinte bloqueos, ocupaciones de tierras y acciones de «desarme» (término utilizado para el sabotaje masivo contra las infraestructuras tóxicas) para defender el suelo y el agua de las industrias criminales. El movimiento no ha dejado de crecer. Por la diversidad de las alianzas creadas, la amplitud de las movilizaciones, las acampadas festivas y el impacto directo de las manifestaciones, el movimiento ha representado una amenaza creciente para las políticas del Estado y los poderes industriales. La lucha contra las «mega cuencas» (iniciada por Bassines Non Merci contra los enormes embalses de agua destinados a privatizar este recurso vital para mantener un modelo agroindustrial tóxico) se ha convertido en emblemática y ha ido acompañada de una serie de acciones de protesta, así como del sabotaje de las mega cuencas en un contexto de grave sequía. Durante nuestra última acción masiva del 25 de marzo contra la construcción de una mega cuenca en Sainte-Soline, que movilizó a más de 25.000 personas, el Estado entró en guerra contra los que luchaban por el agua, desplegando 3.500 policías armados que nos atacaron con más de 5.000 granadas, hiriendo y mutilando a más de 200 activistas.
“Pocos días después, el gobierno francés declaró que ilegalizaría el grupo ‘Soulèvements de la Terre’, anunciando su disolución formal y convirtiendo su reconstitución en un delito castigado con 3 años de cárcel y una multa de 75.000 euros. Inmediatamente después, 100.000 personas y numerosas organizaciones, asociaciones e incluso partidos políticos anunciaron públicamente su adhesión al movimiento firmando una tribuna y anunciando su intención de desobedecer la disolución difundiendo el lema «Soulèvements no se disolverá«. Se crearon más de 190 comités locales de Soulèvements de la Terre. Más de 300 organizaciones campesinas y ecologistas de varios continentes han firmado una petición internacional. Numerosas personalidades políticas y públicas se pronunciaron en apoyo del movimiento. El intento de criminalizar y reprimir el movimiento acabó produciendo exactamente lo contrario.
Durante la primavera, ‘Soulèvements de la Terre’ coorganizó nuevas acciones directas de masas: en Toulouse y Ruán para bloquear la construcción de autopistas en bosques y tierras de cultivo, contra las canteras de arena y la agroindustria que están destruyendo la agricultura campesina cerca de Nantes, y contra el túnel del tren de alta velocidad (movimiento NO TAV) en la vertiente francesa de los Alpes. Estos encuentros-acciones reunieron cada vez entre 5.000 y 9.000 personas, y contribuyeron a dar un giro a estas luchas locales.
Tras las acciones de ‘Soulèvements de la Terre’ contra explotaciones agroindustriales, fabricantes de arena y un corte de agua en una cementera en junio, el sindicato agroindustrial mayoritario dio un ultimátum al gobierno, que cumplió y finalmente decretó la disolución de ‘Soulèvements de la Terre’ el 21 de junio. Al mismo tiempo, se produjeron dos oleadas de detenciones -la segunda en la misma semana de la disolución- llevadas a cabo por la subdirección antiterrorista. En total fueron detenidas 32 personas. (…) Los interrogatorios revelaron la amplitud de un sistema de vigilancia que se había implantado en los últimos meses sobre decenas de personas: balizas GPS y micrófonos instalados en vehículos, geolocalización, seguimientos, escuchas de conversaciones telefónicas, escuchas de determinados pisos, irrupción en un domicilio para instalar un programa espía en un teléfono móvil con el fin de acceder a conversaciones cifradas, etc. Poner el teléfono en modo avión o retirar dinero en efectivo también eran motivos de sospecha (…)
“Tras el anuncio de la disolución y las detenciones, el movimiento hizo un llamamiento a la resistencia en vídeo. A pesar de la represión administrativa y penal, el movimiento se ha mantenido firme y más de 50.000 nuevas personas se adhirieron a ‘Soulèvements de la Terre’ tras la entrada en vigor del decreto de disolución, a pesar de los riesgos, y se celebraron concentraciones de apoyo durante las dos semanas siguientes (…)
“La disolución también fue impugnada por la vía judicial: 40 organizaciones políticas y casi 10.000 particulares presentaron recursos, más allá de la tramitación burocrática de las solicitudes, que sólo tuvo en cuenta algunas de ellas. El Consejo de Estado (tribunal supremo administrativo que, entre otras cosas, se ocupa de los recursos contra las decisiones del Gobierno) examinó el caso y, en el contexto de la emergencia climática, dictaminó el 11 de agosto que las acciones de «desobediencia» de los ‘Soulèvements de la Terre’ no justificaban la disolución… ¡así que suspendió la decisión del Gobierno! Es un giro inesperado de los acontecimientos y una verdadera bofetada en la cara de este gobierno, que tiene un largo historial de disolución de organizaciones y otras formas de represalia (…)” Y cierro comillas.
¿Ocurrirá lo mismo en nuestros territorios? Es deseable. Es inevitable.