Uno de los objetivos históricos del proyecto sionista en Palestina ha sido desactivar y eliminar cualquier tipo de resistencia no violenta a la ocupación. Israel es un país creado a sangre y fuego, que cuenta con una sociedad fuertemente militarizada y que se mueve cómodamente en la lógica de la violencia, la seguridad y la […]
Uno de los objetivos históricos del proyecto sionista en Palestina ha sido desactivar y eliminar cualquier tipo de resistencia no violenta a la ocupación. Israel es un país creado a sangre y fuego, que cuenta con una sociedad fuertemente militarizada y que se mueve cómodamente en la lógica de la violencia, la seguridad y la «autodefensa». Por tanto, lo que menos le interesa es que la resistencia palestina se manifieste de forma no-violenta, ya que eso la haría muy difícil de afrontar a nivel político, militar y estratégico. Además, las acciones de represión de una resistencia de este tipo serían fuertemente condenadas por la comunidad internacional. Por tanto, en esta lógica militarista, es vital para el Estado judío que los palestinos resistan -de forma individual o colectiva- haciendo uso de la violencia. Si los palestinos responden a las injusticias que sufren con atentados terroristas, disparos, pedradas y cócteles molotov, Israel puede seguir amparándose en la «lucha contra el terrorismo islámico», las «razones de seguridad» y «el derecho a la auto-defensa» para seguir cómodamente con su plan colonial: judaización, limpieza étnica, construcción de colonias, fragmentación del territorio, control de los recursos naturales, etc. Queda claro, pues, que el objetivo de la potencia ocupante es en todo momento cerrar todas las vías no violentas para arrastrar al pueblo palestino hacia la resistencia violenta. Durante las últimas semanas, varias acciones del Estado de Israel han mostrado de forma cristalina esta maquiavélica estrategia.
El 22 de septiembre pasado Mohammad Othman (33 años), activista de la campaña «Stop the Wall» nacido en Jayyus (Cisjordania) y con años de experiencia en la lucha por los derechos del pueblo palestino, regresaba de una gira por varios países escandinavos donde había estado hablando sobre el Muro del Apartheid y de su nefasto impacto, así como de la creciente campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra Israel. Cuando volvía a casa vía Jordania, fue detenido por las autoridades israelíes en el paso fronterizo del puente de Allenby. Después de 60 días de retención y de interrogación en duras condiciones, no encontrando ninguna evidencia de sus «crímenes», el tribunal militar decidió poner a Mohammad en detención administrativa, es decir, retenido sin cargos ni juicio de ningún tipo. El 22 de diciembre, pasado el mes de detención decidido por el juez, el tribunal extendió la detención durante 30 días más, hasta el 22 de enero de 2010.
El 10 de diciembre a las 2 a.m. Abdullah Abu Rahma, profesor de escuela y coordinador del Comité Popular de Bilín (Cisjordania) contra el Muro y los Asentamientos, fue detenido en su casa de Ramallah por el ejército israelí, en presencia de su mujer y sus tres hijos. Durante casi cinco años ha estado organizando con el resto de miembros del comité manifestaciones populares de carácter no violento contra el Muro del Apartheid, que ha devorado cerca del 60% de las tierras del pueblo, en beneficio de las colonias judías de Modi ‘in Illit y Mattiyahu. El tribunal militar acusa a Abdullah de «incitación», «lanzamiento de piedras» y lo más surrealista de todo, «posesión de armas» (debido a la «manía» que tiene la gente de Bilín de recoger cartuchos usados de gas lacrimógeno y de bombas de sonido para mostrarlos al mundo).
El 15 de diciembre la policía israelí pidió por teléfono a Jamal Juma (47 años), coordinador de la campaña «Stop the Wall» (donde también trabaja Mohammad) que se presentara al check-point militar de Qalandia (Jerusalén), para su interrogación. Jamal se presentó, y dos horas y media después la policía lo llevó esposado a su casa de Jerusalén, donde se encontraban su mujer y sus tres hijos. Después de registrar la casa, se lo llevaron a un centro de detención. Jamal ha trabajado durante muchos años en la defensa de los derechos del pueblo palestino, y ha sido miembro fundador de diversas ONG y redes de la sociedad civil. Desde 2002, coordina la campaña contra el Muro del Apartheid, y contrariamente a la mayoría de hombres palestinos, nunca había sido encarcelado hasta ahora. Actualmente está siendo interrogado, sin tener acceso a su abogado.
Estos tres activistas, pese a sus diferentes perfiles y estatus legal (Abdullah y Mohammad tienen ID palestino, mientras que Jamal tiene ID israelí de «residente permanente» en Jerusalén Este), comparten la estrategia de la resistencia no-violenta a la ocupación, basándose en el respeto a los derechos humanos y al derecho internacional. Pero la estrategia que han elegido molesta e incomoda a Israel, por eso ellos y muchos otros como ellos son considerados por la ocupación como elementos peligrosos que deben ser neutralizados.
La estrategia israelí de arrastrar los palestinos hacia la violencia no se limita a reprimir los movimientos y los activistas que resisten de forma no-violenta, sino que se complementa, como es lógico, con violencia militar.
El sábado 26 de diciembre en la madrugada, el ejército israelí llevó a cabo una incursión en la ciudad cisjordana de Nablus y asesinó a sangre fría, delante de sus aterrorizadas familias, a tres hombres afiliados a las Brigadas de Mártires de Al-Aqsa, vinculadas al partido Al Fatah del presidente Mahmoud Abbas. Según el ejército, se trataba de una respuesta al asesinato a tiros, dos días antes, de un colono judío por parte de este grupo armado palestino. Nablus, que ha experimentando durante los dos últimos años una fuerte -y frágil- recuperación económica y mejoras palpables en la seguridad y en la movilidad, ve así como vuelven los fantasmas del pasado. El mismo día, el ejército israelí asesinaba a tres jóvenes palestinos en Gaza, cerca del paso fronterizo de Eretz, con el pretexto de que pretendían entrar en Israel.
Con este doble ataque, en un solo día, Israel ha conseguido varios objetivos: ha castigado con la muerte los supuestos responsables del asesinato del colono; ha puesto contra las cuerdas a la Autoridad Palestina, entrando de forma ilegal en una zona A cisjordana (donde la administración y la seguridad son responsabilidad palestina) y ridiculizando la «intensa coordinación» en el campo de la seguridad que se da entre las fuerzas ocupantes y el gobierno palestino de Al Fatah; ha violado los acuerdos de amnistía y de no agresión hacia aquellos combatientes (principalmente de las Brigadas de Al Aqsa) que decidían dejar las armas; ha tensado la situación en Gaza, donde hace meses que prácticamente no hay lanzamiento de cohetes Qassam a Israel porque Hamas necesita calma para no perjudicar las negociaciones de intercambio de prisioneros. Pero lo más importante de todo, la potencia ocupante ha añadido leña al fuego de la venganza, animando a los palestinos a responder a la brutal agresión de forma violenta. Su acción ha sido efectiva, tal como demuestran las palabras de un portavoz de las Brigadas de Al Aqsa: «Con estos asesinatos en Nablus y Gaza, la ocupación israelí ha abierto las puertas de su propio infierno»; también declaraba que «Los israelíes lamentarán lo que han hecho porque nuestra represalia llegará pronto».
La estrategia de arrastre de los palestinos hacia la violencia tiene más sentido que nunca, en un contexto en que Estados Unidos y la Unión Europea presionan al gobierno de Netanyahu para que detenga la construcción de colonias judías en Cisjordania y Jerusalén Este; un paro que teóricamente Israel se ha comprometido a realizar durante diez meses, pero que no incluye Jerusalén Este y que está demostrando ser poco más que una gran operación de marketing diplomático, ya que las construcciones siguen adelante y los colonos reciben ayudas públicas millonarias. Un nuevo ciclo de violencia haría que la atención mediática se desplazara de la congelación en la construcción de colonias hacia el tradicional «terrorismo palestino», dando un respiro al gobierno de Israel, que podría continuar su proyecto colonial mientras la presión volvería a caer sobre la Autoridad Palestina y sus compromisos en la lucha contra las facciones resistentes armadas.
Israel ha utilizado esta táctica en muchas ocasiones, y en general le ha funcionado muy bien. Pero posiblemente las cosas ya no son como antes. Actualmente es difícil imaginar una «Tercera Intifada», o un ciclo de violencia sostenida que llegue a los niveles de la Segunda Intifada. Aunque la mayoría de palestinos sigue creyendo en la legitimidad y la necesidad de la resistencia armada a la ocupación, los ánimos y las fuerzas no son los mismos que durante el año 2000, y la mayoría de la población palestina es consciente de que la Segunda Intifada no logró casi nada, y en cambio generó un enorme sufrimiento colectivo que aún se arrastra actualmente. Por otra parte, los movimientos de resistencia no violenta se han consolidado durante los últimos años, como demuestran las perseverantes manifestaciones semanales contra el Muro en Bilín, Nilín, Masara y contra la judeización en Sheikh Jarrah (Jerusalén Este), que han contado con la implicación creciente de activistas israelíes e internacionales, haciéndolas aún más poderosas. La estrategia no violenta del Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra Israel también ha ido cogiendo fuerza, anotándose significativas victorias periódicamente, y es difícil de creer que su impulso decaiga, sino todo lo contrario.
Israel tiende la trampa de la violencia a los palestinos, sabiendo que han caído muchas veces en ella y que pueden volver a caer. Conoce bien el temperamento y el carácter de su enemigo. De hecho, es más que probable que las acciones de Israel encuentren una respuesta violenta por parte de la resistencia palestina. Pero eso no impedirá la consolidación de las diferentes estrategias de resistencia no violenta, que ganan fuerza progresivamente y que son las que, al fin y al cabo, acercarán Palestina a su soñada libertad.
Fuente: http://aterrasanta.blogspot.com/2009/12/la-trampa-de-israel.html