Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
La utilización del término «país elegido» para Israel indica que su destino está determinado por una decisión que su gobierno hace todos los días y a toda hora. Esta opción está destinada a la fatalidad, tal vez incluso hasta el punto existir o no existir.
Se han hecho muchas interpretaciones de la descripción del pueblo judío como un pueblo elegido, y muchos de ellas antipáticas. Pero Israel también es el nombre de un país, y durante casi 44 años el término «país elegido» ha sido muy adecuado para Israel. Este término no sólo tiene que ver con los judíos de Israel o su religión. El concepto se refiere a entender la superioridad o la singularidad de la nación de Israel con respecto a otras naciones en todo el mundo.
La expresión «país elegido» se usa aquí para mostrar que el destino de este país está determinado por una elección entre dos posibilidades que su gobierno hace todos los días y a toda hora. Esta opción está destinada a la fatalidad, tal vez incluso hasta el punto de ser o no ser. Hoy el gobierno israelí aún tiene la posibilidad de elegir otra cosa, pero esta posibilidad se le arrebatará algún día.
La fatídica elección que el gobierno israelí hace no se da entre que prevalezca la justicia social en el país o hacer caso omiso de este concepto. La elección no es entre la educación superior para sus ciudadanos o la decadencia cultural y científica, tampoco entre la construcción de una sociedad basada en la compasión y la bondad o una existencia basada en la explotación y la corrupción. La fatídica elección no tiene que ver con la preservación de la calidad de vida o la destrucción de la naturaleza, la tierra, el aire y el agua que están controlados por el Estado. La elección no es tan siquiera entre ser o no ser el ocupante de otro pueblo.
Tampoco se trata de una elección entre un intento de fomentar y cultivar la racionalidad, la responsabilidad mutua y las ideas morales y culturales en la sociedad israelí, o entre el hundimiento de la sociedad en una mezcla decadente de superstición, codicia y hedonismo egoísta.
Todas estas opciones son, por supuesto, importantes y decisivas incluso para la vida de cada nación. Sin embargo, en el Israel de 2011 son casi irrelevantes, al contrario de lo que consideran los dirigentes de los partidos políticos, y al parecer también la mayoría de los ciudadanos del país. Porque incluso si el gobierno elige correctamente entre cada una de las alternativas anteriores, no marcaría un paso hacia la decisión correcta sobre la cuestión verdaderamente relevante. Y en ausencia de una elección correcta incluso una genuina intención de tomar la decisión correcta en cada una de las otras dicotomías, tiene poca importancia en el mundo de lo empírico.
Tampoco es relevante la elección que enfrenta el gobierno israelí entre la retirada de Ariel, Kiryat Arba, Ma’aleh Adumim y el resto de los asentamientos de Israel más allá de la Línea Verde o una continuidad ad infinitum de la presencia de Israel allí. Aquí el gobierno no tiene opción en absoluto, porque esta retirada inevitablemente llegará, incluso si el gobierno está encabezado por el presidente del Yesha Council de los asentamientos o el líder de una «corporación económica».
La única opción del gobierno está entre llevar a cabo la retirada, mientras que las Torres Azrieli de Tel Aviv aún están alzadas en Derekh Hashalom o llevar a cabo la retirada después de su colapso, lo que casi con toda seguridad será por el trabajo del hombre. Es evidente que tal evento pondría fin a la posibilidad de que el gobierno israelí pueda elegir entre esas dos opciones para la retirada.
En el marco de una retirada israelí llevada a cabo mientras las Torres Azrieli aún están en pie, el gobierno tiene el poder para establecer la Línea Verde como frontera para la retirada. Pero si la retirada se produce después de la caída de las torres, la ola de muerte y de matanzas que ocasionaría su destrucción será sólo una parte de la tragedia de este desafortunado país, y dudosamente la retirada se detendrá en la Línea Verde.
Si el gobierno israelí cambia su opción actual, que se ha prolongado durante 44 años, y decide retirarse de todos los asentamientos que están fuera de la Línea Verde antes de la caída de las torres, es muy probable que ellas continúen agraciando el horizonte de Tel Aviv por muchos años más. Poco después de esta elección, todas las demás cuestiones cobrarán importancia paulatinamente, y llegará el tiempo de la lucha por la decisión correcta en cada una, porque entonces tendrán la importancia práctica adecuada en todo el mundo.
Fuente: http://www.haaretz.com/print-edition/opinion/israel-s-only-choice-1.390876