Aunque no lo anuncien por televisión, el coche mata. Y mucho. En serie, desde pequeñitos. Los accidentes de tráfico se han convertido en la segunda causa de mortalidad a nivel mundial entre los chavales de 5 a 14 años. El coche mata hoy más que la malaria, la tuberculosis, la diarrea o el SIDA. A […]
Aunque no lo anuncien por televisión, el coche mata. Y mucho. En serie, desde pequeñitos. Los accidentes de tráfico se han convertido en la segunda causa de mortalidad a nivel mundial entre los chavales de 5 a 14 años. El coche mata hoy más que la malaria, la tuberculosis, la diarrea o el SIDA. A esta marcha, para el año 2015, el asesino de las cuatro ruedas encabezará el macabro ranking en esa franja de edad.
Se hace camino al correr. En Euskadi, contamos los automóviles por parejas, uno por cada dos vascos. La Unión Europea, con 220 millones, acoge la tercera parte de todos los coches que ruedan por el mundo. Sin embargo, paradojas del capitalismo, de las 3.500 personas que fallecen cada día en las carreteras, alrededor de 3.000 viven, vivían, en países subdesarrollados. El coche conduce ricos pero mata pobres.
Las cifras indignan. El costo de los accidentes viales en los países empobrecidos, las secuelas que dejan, supera los 100.000 millones de dólares al año. Más o menos, la misma cantidad que reciben todos esos países en ayuda internacional. La caridad mundial se la tragan los coches. Otro atropello humanitario.
Frenar, detenerse, echar pie a tierra. No queda otra. Si India y China siguen nuestro ejemplo, excelentes autovías, severas leyes de tráfico, subvenciones a todo trapo, un progreso inundado de coches… moriremos todos intoxicados. Urge descubrir una vacuna contra los autos. Universal y obligatoria. Que nos inmunice desde chiquitos, que mantenga a raya a tanto loco cacharro.
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