Hace semanas que dejé de escribir, no por hacer boicot a los medios de comunicación escritos ni audiovisuales, que son muchos (Al-Jazeera, Al-Arabiya, e incluso Rusia Today, en la que según Faysal al-Qasim[1], hablo setenta veces al día, cuando no lo he hecho ni una vez en 2012). Nunca ha sido un problema desaparecer mediáticamente […]
Hace semanas que dejé de escribir, no por hacer boicot a los medios de comunicación escritos ni audiovisuales, que son muchos (Al-Jazeera, Al-Arabiya, e incluso Rusia Today, en la que según Faysal al-Qasim[1], hablo setenta veces al día, cuando no lo he hecho ni una vez en 2012). Nunca ha sido un problema desaparecer mediáticamente porque no es posible encasillarme por mucho que me paguen o me presionen, sino que el problema reside en el dolor, por no decir algo peor: la situación en la que han desembocado los acontecimientos mientras que la contrarrevolución ha adoptado posturas avanzadas en situaciones diversas en nombre de la revolución y a costa de sus valores y principios.
Como pensador crítico y defensor de mis derechos, la política no puede matar en mí el pensamiento crítico (de la crítica) en una época en la que el discurso crítico está de moda (entre quienes se visten de dinero, es decir, quienes lo reúnen, según una expresión marxista siria enmascarada). He aceptado meterme de lleno en la lucha política con la ética de un jurista, es decir que he llegado a la política con la ética de los Derechos Humanos, su dignidad y su seguridad. Cuando este es el punto de partida, los enemigos se multiplican. Se trata de seguir el método que considera callarse ante los errores viciados y que niega hacer un seguimiento selectivo de las violaciones de Derechos Humanos, que exige que se investigue cualquier crimen al margen de quién y cómo lo comete, que reprueba que se fuerce a los cristianos a emigrar y que se asesine por motivos sectarios, además de condenar y exigir que se haga rendir cuentas a los shabbiha en todo tribunal y que niega la lógica de el fin justifica los medios. No es posible contentar a mucha gente con este método, especialmente quien no se ha acostumbrado a ello durante la dictadura.
La pregunta es ahora: ¿A dónde vamos? Es una pregunta muy legítima, porque la revolución no es un pasaporte para reproducir la represión, la crueldad, la tortura o la mentira, sino una fortaleza impenetrable en contra de su mantenimiento y no se puede hablar de una revolución, sectarismo y confesionalismo al mismo tiempo, o hablar de la resistencia civil y de la destrucción del armamento pesado del ejército.
Por eso, no me he callado ante los métodos que seguían los activistas islamistas y laicistas, y me dolía que se convirtieran en moneda corriente, critiqué la corrupción del dinero político, que se ha convertido en parte de la lucha por la influencia interior y exterior, o la decadencia de las alianzas y enemistades regionales y pugnas internacionales que nos han convertido en peones de un juego cuyo último interés es la construcción civil y democrática en Siria y la región.
Tras un año, el poder dictatorial ha dado lo peor de sí mismo en lo que ha crímenes contra la humanidad se refiere y ahora vemos a sectores de las víctimas perdiendo el rumbo que detiene el círculo vicioso que ha creado el poder securitario y despótico para empujar al reprimido a la ética del represor, a la víctima hacia el cuerpo del verdugo y que convierte a los medios de la dictadura en los medios de los revolucionarios… Manifestaciones enteras en las que no oímos una sola palabra sobre el derrocamiento del régimen o el edificio de la dictadura, sino que vemos ataques contra el luchador o los luchadores que han luchado contra la dictadura durante medio siglo, mucho antes de que algunos de los que se dicen revolucionarios pasaran de adoptar posturas vergonzosas a clasificar a la gente como infieles y traidores. Aún más, supervisan directamente el ejército electrónico que se dedica a destruir la imagen de los símbolos gigantes y embellecer las de los enanos ante las puertas que consideran grandes porque ellos son pequeños.
El levantamiento, que es y sigue siendo una revolución para mí, es una reconstrucción del ser humano, el Estado y la nación. Es el grito de la ciudadanía contra la sumisión generalizada que engendró la dictadura, el fin de los caminos que asfaltó el despotismo, y el inicio de una ética que nos da la capacidad revolucionaria de volver a confiar en el bien, la verdad, la solidaridad, la hermandad, la unidad nacional y la cohesión nacional entre los componentes de la sociedad única.
El pueblo sirio tuvo la suerte de presenciar la desgracia iraquí y las secuelas de tener que tener que convertirse en refugiado, también ha visto lo que sucedió y sucede en Libia y los costes humanos (más de 50.000 muertos y 330.000 heridos) y materiales. También han oído lo que pasó en Yemen (donde Al-Qaeda sigue asesinando soldados hasta hoy) y ha visto la diferencia entre el pacifismo de la revolución y una revolución armada. Pero hay quien decidió hace tiempo, concretamente desde la conferencia de Antalya, que debíamos, como sucedió en Libia, cambiar el sueño y la bandera, aunque no hubieran cambiado muchos de los ministros. Como sucedió en Iraq, se mezcla entre los de Saddam y el ejército iraquí, y como sucede en Bahréin, se quiere que entren fuerzas no sirias, pero esta vez para apoyar a los revolucionarios, no al poder.
La hipocresía es ahora moneda corriente, negociar el precio es una condición necesaria para no ser acusado de ser un shabbih o un colaborador. La demagogia es la única ideología que une al salafista con el partidario de los Hermanos Musulmanes o con el liberal en un proyecto único y una única forma de hablar. El poder securitario ha jugado con destreza al juego de dejar a la revolución sin sus líderes y sus cuadros de base, deteniendo y asesinando a lo mejor que ha dado la revolución, y ha metido a un importante sector en el juego de reproducción de sus sucios métodos:
-Acusar a los ciudadanos y ciudadanas de forma inmoral (yo me llevé el haber atacado a un menor y el Sheij al-‘Ar’ur se llevó el haber atacado a un soldado): por supuesto, estos modos se trasladaron a la oposición y este no se sienta con aquel porque es del servicio secreto y aquel llama a los medios y los gobiernos para acusar a un opositor honorable de ser colaborador del régimen.
– Los documentos falsificados: las autoridades han falsificado documentos en sus medios para acusar a algunos partidos y grandes personalidades nacionales. Nosotros hemos adoptado este método y hemos empezado a sacar semanalmente documentos falsificados, ya sea sobre cómo trabaja el ejército, los platos de comida de los extranjeros o los permisos temporales de los iraníes.
-Grabaciones televisivas: las autoridades comenzaron a utilizar un método despreciable conocido como las «confesiones» de los acusados en la televisión para demostrar que el conductor de un camión trafica con armas y a un estudiante del colegio se le encarga llevar a cabo operaciones militares y otras mentiras similares. Algunos de los que están armados no han tardado en confirmarnos las confesiones televisadas de rehenes detenidos o mujeres secuestradas o ciudadanos que estaban en el lugar erróneo en el momento erróneo.
«Confesión» del coronel Hussein Harmoush, que fundó el movimiento de los Oficiales Libres en verano de 2011 con soldados desertores y que fue secuestrado en Turquía
-Secuestros, interrogatorios y tortura: desde hace cuarenta años, las autoridades securitarias han secuestrado, interrogado en sótanos de tortura y practicado más de cuarenta métodos diferentes para violar la integridad del alma y el cuerpo. Pero la sociedad no ha respondido a ello reproduciéndolo, sino luchando para acabar con ello. Por desgracia, el reprimido ha caído en la trampa del represor y las prácticas como estas se han vuelto aceptables entre algunos extremistas.
-Empujar a la gente a que se desplacen y se conviertan en refugiados: las autoridades desde bien pronto se han esforzado en atemorizar a los ciudadanos pertenecientes a la minoría con el peligro de que sean atacados por «la mayoría» y hemos intentado evitar que la gente huyera o se desplazara por razones sectarias o religiosas, como también hemos intentado evitar los desplazamientos tras la entrada del ejército en Daraa en abril de 2011. Pero esta enfermedad ha llegado al norte con la idea difundida de que el hecho de que haya más de 10.000 refugiados permitirá a la OTAN intervenir militarmente. El poder securitario y los shabihha lo han conseguido en Tel Kalaj y la provincia de Homs, y ahora nos encontramos con más de medio millón de desplazados y 38.000 refugiados.
-Propaganda en vez de información: el poder mediático en Siria se ha convertido en un medio para deformar la realidad y mentir de forma sistemática, atentando directamente contra todos los ciudadanos opositores o participantes en el movimiento social revolucionario. Poco a poco, una parte de los revolucionarios se han ido deslizando hacia la misma lógica y han comenzado a mentir, exagerar y decir que está en el centro de Homs cuando en realidad está en Beirut, y en el barrio de al-Balda en Daraa cuando se encuentra en Jordania. Los medios del Golfo han jugado al mismo juego propagandístico y nos hemos encontrado ante una dualidad que nos recuerda a los medios estalinistas: el poder siempre tiene la razón / la calle siempre tiene la razón. Puede decirse que el pueblo sirio por primera vez desde hace medio siglo, ha encontrado una manera de vengarse de su total ausencia en los medios de comunicación a través de los canales por satélite miles de veces más vistos y seguidos que los medios oficiales del régimen… Pero estos medios, no se han limitado, desgraciadamente, a crear una conciencia democrática plural y una escuela superior mediática. Liberados de la propaganda de las autoridades, hemos entrado en la contra-propaganda que ha alejado a la mayoría silenciosa de los revolucionarios en vez de atraerla. Por ejemplo: cuando la proporción de intervenciones «no suníes» en los medios de comunicación del Golfo son menos de un 5% en una sociedad en la que hay cerca de un 30% de habitantes que no son suníes y un 10% que son kurdos, que no se sienten identificados en los discursos suníes, podemos preguntarnos cómo se puede detener la operación de mancilla de la conciencia mediante una conciencia mancillada sectaria y confesionalmente. Es como si esta problemática estructural y operacional siria no bastase, para que vengan los que declaran la yihad contra los esotéricos, chiíes (literalmente, «renegados»[2]) y nusayríes (alauíes) de Líbano, Egipto y el Golfo. Ello hace necesario recordar a personas como el Sheij Al-Qaradawi[3] que su negativa a definir lo que sucede en Bahréin como un levantamiento al menos hasta donde sabemos, es consecuencia de su convicción de que hay una dimensión sectaria en los hechos y una injerencia extranjera. ¿Cómo puede aceptar sentarse bajo una bandera en la que se lee «La sangre suní es una» y caer en declaraciones que sectarizan y confesionalizan lo que sucede en Siria y pedir la entrada de la OTAN?
Esta imitación entre el represor y el reprimido ha debilitado la confianza en la revolución y los revolucionarios, y ha reducido las diferencias entre la corrupción de un funcionario del régimen que se ha enriquecido durante años y un opositor que se ha enriquecido durante meses… Mientras, el programa de base y el principal discurso por el cambio democrático se han visto apartados, por lo que el hablar de un programa iluminado y civil ya no es importante para nadie, porque el civismo es una práctica y la democracia también, y cuando algunos líderes de la oposición incitan al sectarismo para satisfacer los instintos populistas, ¿cómo puede el ciudadano de a pie confiar en este órgano o aquel?
Para responder a la política del poder en su demonización del movimiento pacífico revolucionario calificándolo de conspiración, salafismo o yihadismo, algunas fuerzas y personalidades políticas opositoras han entrado en el juego de arremeter en su discurso contra todo lo que no está integrado en el conglomerado de intereses securitarios militares y financieros del régimen, provocando el odio hacia el ejército al considerarlo «el ejército de Al-Asad», permitiendo que se destruya lo que se ha construido con sangre siria y con los impuestos del ciudadano, mezclando la destrucción del Estado con la destrucción del poder dictatorial. Ello no está exento de pujas sobre los números y los datos como si estuviéramos en un subasta pública, pero las palabras matan y cuando se dice «el ejército asadiano» al referirse a todos los soldados, se ataca a todos los adolescentes que están en un control sin importancia, que nada tiene que ver con quien lo guarda. Así, se mata a un soldado aquí y a un inspector allá en una operación que se denomina revolucionaria. No encontramos políticamente a nadie con la osadía de decir que esto es un crimen que generaliza y repite los crímenes de asesinato que lleva a cabo el régimen.
Se han asesinado los conceptos constructivos de palabras básicas como «diálogo», «negociación», la «traducción política de la lucha popular sobre el terreno» y «el cambio pacífico hacia la democracia». Ya no somos políticos que negocian hasta que la situación les obligue a hablar de armas, ni armados que luchan hasta verse obligados a negociar. Nuestras armas llegan por medio de la declaración de un ministro de Exteriores del Golfo y nuestra aceptación del alto el fuego llega de Washington. Después preguntamos: ¿cómo ha podido el poder mantenerse hasta hoy?
No hay duda de que estamos en un punto de inflexión existencial y no en una etapa cotidiana del presente y el futuro de Siria. Es esta una etapa que exige grandes líderes y posturas rotundas, una etapa en la que no se construyan los cimientos políticos y populares sobre la venta de ilusiones y el comercio con mentiras y miserias. Una etapa en la que se lave la sangre contaminada con la peste de la dictadura para convertirla en un proyecto democrático de fuerzas centrífugas para la mayoría efectiva de Siria. Los partidarios de la democracia están en retroceso en las calles, mientras aumenta un nuevo discurso extirpador, del mismo modo, aquellos se retrotraen en sus casas, dando paso a favor su negatividad introvertida y temerosa de sí misma, de quienes la rodean y del cambio. La guerra civil no es un espantajo que utilizan los portavoces del régimen, sino que el contexto objetivo la ha petrificado en los pechos de nuestro pueblo. En 1858, Matanius Shahin se levantó contra el feudalismo para crear una nueva sociedad justa que no pecase contra sus componentes en Líbano. Dos años después, las fuerzas contrarias lograron transformar eso en un enfrentamiento sectario abierto entre los libaneses[4].
Para que los historiadores no escriban dentro de varios años sobre la revolución siria abortada, nuestro deber es salvaguardar los valores de la revolución y tener la valentía de enfrentarnos contra todos los miembros de la contrarrevolución.
Notas:
[1] Presentador de un programa de televisión de Aljazeera de debate muy popular, de nacionalidad siria.
[2] Así se denominó durante siglos a los que se habían salido del islam «mainstream» suní.
[3] Famoso líder religioso que en su día perteneció a los Hermanos Musulmanes y que goza de un gran público que lo considera su guía.
[4] La conocida como guerra civil entre maronitas y drusos en el Monte Líbano (1860).
Fuente original: http://traduccionsiria.blogspot.com.es/2012/04/la-verdad-es-la-mas-honorable-creacion.html